Irlanda, un ba?o de verde
De la monta?a de san Patricio al 'pub' del poeta Yeats y los imponentes acantilados de Sliabh Liag, una escenogr¨¢fica ruta por los dominios de la pirata O¡¯Malley rumbo a la costa noroeste irlandesa
Llueve en Dubl¨ªn. A medida que el avi¨®n se acerca a tierra, el verde de los campos sustituye el gris plomizo de las nubes, compa?eras de vuelo durante buena parte del trayecto. Este tiempo desapacible que en otra ¨¦poca del a?o pesar¨ªa como una losa, en pleno verano se convierte en una bendici¨®n. Viniendo del secarral, una dosis de verde intenso es un regalo para el alma. ¡°Esto ha mejorado mucho¡±, dice el taxista en el trayecto de 15 kil¨®metros hasta el centro de Dubl¨ªn. ¡°Ahora llueve la mitad de lo que llov¨ªa antes. Nos ha tocado lo mejor del calentamiento global. Ahora ya no hay mejor sitio para vivir que Irlanda¡±. En tres frases el taxista condensa tres caracter¨ªsticas de los irlandeses que acompa?an todo el viaje: su simpat¨ªa, su sentido del humor y el amor por su pa¨ªs.
Dubl¨ªn es una de esas capitales que te atrapa. Lo suficientemente peque?a para que las piernas sean el ¨²nico medio de transporte necesario para explorarla y lo suficientemente grande para que su cultura y su gastronom¨ªa te llene y su noche te pierda. Coqueta, moderna y acogedora, la ciudad invita a tom¨¢rselo con calma, desayunando en algunos de los caf¨¦s a orillas del r¨ªo Liffey, deambulando entre millones de libros en la majestuosa biblioteca del Trinity College, admirando la solemne arquitectura de O¡¯Connell Street, escuchando a los m¨²sicos callejeros en la calle de Grafton o apurando la noche entre pintas en el m¨ªtico barrio canalla de Temple Bar.
Hacia la monta?a c¨®nica
Aunque la tentaci¨®n de quedarse en la ciudad m¨¢s tiempo es grande, en esta ocasi¨®n el plan es perderse por acantilados, monta?as y valles y contar cada uno de esos 40 tonos de verde que aseguran existen en esta isla. Buscar rincones y caminos poco explorados. Con 2.600 kil¨®metros recorriendo toda la costa oeste de Irlanda de punta a punta, The Wild Atlantic Way es una de las carreteras costeras m¨¢s largas del mundo. Imposible recorrerla entera, as¨ª que nos dirigimos a los Northern Headlands, la regi¨®n m¨¢s septentrional frontera con Irlanda del Norte. Cada decisi¨®n implica una renuncia y en este caso supone dejar de lado uno de los high?lights del pa¨ªs, los famosos acantilados de Moher, y cambiarlos por los igualmente espectaculares y menos conocidos acantilados de Sliabh Liag. Con m¨¢s de un mill¨®n y medio de visitantes al a?o, las posibilidades de capturar una foto en Moher sin un fondo de anoraks de colores chillones haci¨¦ndose selfis en sus cornisas es pr¨¢cticamente nula. En Sliabh Liag, sin embargo, con un n¨²mero de visitantes 10 veces menor, es posible asomarse al mar y contemplar la grandeza de sus paredes de roca negra desde sus 600 metros de altura (son los acantilados m¨¢s altos de Irlanda) y ser parte de ese paisaje majestuoso.
El recorrido empieza dejando atr¨¢s Dubl¨ªn y cruzando la isla de este a oeste hasta el condado de Mayo, a tres horas de carretera. La monta?a c¨®nica de Croagh Patrick se eleva en el horizonte. Es uno de los lugares m¨¢s sagrados de Irlanda y el ¨²ltimo domingo de julio se convierte en lugar de peregrinaci¨®n para miles de personas que ascienden caminando, algunas descalzas, los 750 metros de altura hasta la cima donde san Patricio pas¨® 40 d¨ªas ayunando. A pocos kil¨®metros de aqu¨ª espera la pintoresca ciudad de West?port, con sus casas de colores, la bella plaza Octogon y la torre del reloj, lugar de encuentro donde la puntualidad depende de la cara del reloj elegida (las cuatro marcan horas distintas).
Melod¨ªas nocturnas
En las calles del Westport alternan casas de t¨¦, tiendas de regalos y pubs. El aire tiene un aroma dulz¨®n muy peculiar. Olor a pueblo y a tierra, aroma de turba, uno de los combustibles caseros m¨¢s usados en Irlanda. Para completar la postal, el paseo arbolado a ambos lados del r¨ªo Carrowbeg y los robustos puentes de piedra que lo cruzan dan pistas de por qu¨¦ esta ciudad fue elegida por los irlandeses como su lugar preferido del pa¨ªs.
Este coqueto pueblo de apenas 6.000 habitantes fue creado en parte para alojar a los trabajadores de la impresionante mansi¨®n se?orial de Westport House, cuyas majestuosas estancias se pueden visitar. En el s¨®tano se encuentran las antiguas mazmorras del castillo de Grace O¡¯Malley sobre el que se levant¨® la casa. Noble, pirata y guerrera, la fascinante mujer de melena pelirroja ¡ªapodada la reina pirata de Connaught¡ª se convirti¨® en s¨ªmbolo y estandarte de la resistencia irlandesa contra Inglaterra.
Cae la noche y la vida se traslada al pub. En el interior de Matt Molloy¡¯s espera Irlanda en estado puro. ¡°En este lugar no hay extra?os, solo amigos a los que a¨²n no has conocido¡±, reza un viejo cartel. Toda una declaraci¨®n de principios. Mientras zarandea una pinta de Guinness, un simp¨¢tico se?or de mofletes colorados y gran sonrisa arranca a tocar canciones celtas con su gaita. El resto de parroquianos le acompa?a cantando. El olor dulz¨®n a cerveza y a madera, la algarab¨ªa del local abarrotado y la m¨²sica transportan de golpe al coraz¨®n mismo de Irlanda. Unas pintas y unas animadas conversaciones con varios de esos ¡°amigos por conocer¡± m¨¢s tarde, no extra?a que uno mismo se anime a entonar esas canciones. Canciones melanc¨®licas que recuerdan la nostalgia de los emigrantes que tuvieron que abandonar la isla verde, pero tambi¨¦n temas alegres que invitan a cantar a viva voz formando un coro espont¨¢neo al que todos, hasta los reci¨¦n llegados, estamos invitados.
Amor y turberas
A la ma?ana siguiente, el camino sigue hasta la abad¨ªa de Kylemore, en el condado de Galway. Construida a las orillas del lago de Connemara, flanqueada por monta?as y jardines victorianos, la mansi¨®n neog¨®tica fue un regalo de amor del terrateniente ilustrado Mitchell Henry a su esposa, Margaret. Una historia que se volvi¨® tragedia al poco de terminarse el edificio con la repentina muerte de Margaret primero y de la hija menor de ambos despu¨¦s. El marido, roto de dolor, abandon¨® para siempre las tierras de Connemara y m¨¢s tarde el edificio pas¨® a convertirse en abad¨ªa regentada por las monjas benedictinas. Todo un drama que se supera con un desayuno reparador de scones, nata y mermelada en el caf¨¦ de la abad¨ªa.
Unos kil¨®metros m¨¢s adelante, en el fiordo de Killary, un perfecto espejo l¨ªquido refleja las monta?as en sus aguas serenas. Luego aparecen las turberas, antiguos terrenos pantanosos transformados por la putrefacci¨®n de miles de a?os en carb¨®n vegetal. Un hombre corta con una afilada pala secciones del terreno h¨²medo. Los trozos cortados se dejan secar al aire libre para recogerlos luego convertidos en combustible para la chimenea. Pero las turberas, de donde se sacan m¨¢s de tres millones de toneladas de turba al a?o, tienen sus d¨ªas contados. Menos ecol¨®gicas que el carb¨®n por su alta producci¨®n de gases de efecto invernadero, las 45 que a¨²n est¨¢n en activo ser¨¢n clausuradas en los pr¨®ximos a?os.
Momento oveja
El camino sigue por carreteras estrechas apenas transitadas donde las ¨²nicas miradas son las de las ovejas que pastan a ambos lados y que se plantan en medio de la carretera como si quisieran dejar claro qui¨¦n es el forastero en este territorio (no en vano son m¨¢s de tres millones y medio de ellas en Irlanda). En granjas como la de Glen Keen es posible ver demostraciones de pastoreo en las que border collies separan con gran precisi¨®n grupos de ovejas en distintos rediles. En oto?o este es precisamente el trabajo de estos perros, que suben al monte a recoger a su reba?o mezclado con las ovejas de varias granjas en el monte.
El condado de Donegal
Por el r¨ªo Eske navega una trainera en direcci¨®n a la bah¨ªa de Donegal. Los rayos oblicuos del sol se filtran entre las nubes y abren la tarde ti?endo de naranja las l¨¢pidas y restos de piedra del cementerio. A lo largo del viaje ser¨¢n muchos los camposantos que uno encuentra ubicados en los mejores lugares. Mientras en otros pa¨ªses se entierra a los muertos en lugares anodinos, los irlandeses entienden que aqu¨ª los paisajes son parte de la vida y tambi¨¦n de la muerte. La mejor manera para alcanzar la paz eterna es tener vistas.
Palabra de Yeats
La pr¨®xima parada es el pueblo de Sligo, lugar de peregrinaci¨®n para los amantes del genial poeta William Butler Yeats (1865-1939), uno de los cuatro magn¨ªficos de las letras irlandesas que recibieron el Nobel de Literatura (¨¦l lo gan¨® en 1923). La fachada de una casa cubierta con un mural con su cara avisa de que aqu¨ª el recuerdo del poeta est¨¢ a¨²n muy vivo. Como tambi¨¦n lo est¨¢ en el Hargadons Pub, el templo agn¨®stico de Yeats donde la cerveza negra se marida con sus poemas. En 2015, cuando se cumpli¨® el 150? aniversario de su nacimiento, se ley¨® aqu¨ª un poema de Yeats cada d¨ªa del a?o. En el cementerio de Drumcliff, a pocos kil¨®metros de Sligo, se encuentra su tumba. Como no pod¨ªa ser de otra forma en el caso del poeta de los paisajes, se trata de una tumba con vistas, situada en las faldas de la monta?a de Ben Bulben, que se erige en el horizonte como si fuera un altar de piedra. En su modesta l¨¢pida uno de sus versos le sirve de epitafio: ¡°Vuelve los ojos fr¨ªos a la muerte, a la vida. No te detengas, jinete¡±. De forma mucho m¨¢s prosaica ¡ªy sin caballo¡ª, yo tampoco me detengo y contin¨²o rumbo a los acantilados de Sliabh Liag siguiendo el cartel con un zigzag en color azul que indica The Wild Atlantic Way.
Roca gran¨ªtica
La carretera se va haciendo m¨¢s dram¨¢tica a medida que uno se acerca a la l¨ªnea de costa. Paisajes evocadores y ¨¦picos que han enamorado a urbanitas como Sarah Jessica Parker y su marido, Matthew Broderick, con casa de verano en Kilcar, en el condado de Donegal. In¨²til preguntar d¨®nde est¨¢ su propiedad porque nadie del pueblo revela su ubicaci¨®n. Dicen que quieren proteger la intimidad de la famosa pareja, pero se intuye que lo que de verdad est¨¢n protegiendo es la suya propia. Demasiado felices con su localidad tal y como ha sido siempre como para arriesgar que cambie.
El clima t¨ªpicamente incierto de la isla alterna momentos de sol intenso con nubarrones amenazantes. A punto de comenzar la subida por los senderos recientemente acondicionados hasta el punto m¨¢s alto de los acantilados se desata la tormenta. Muchos se dan la vuelta. Solo cinco personas siguen subiendo la ladera empujados por la fe de que ese cielo cubierto vuelva a regalar un resquicio. Arriba llega el deseado premio, el cielo se abre y la bruma se disipa ofreciendo un espect¨¢culo majestuoso de roca gran¨ªtica, laderas escarpadas y hasta una inesperada cala de piedra blanca 600 metros m¨¢s abajo, que saca los colores (verdes por supuesto) a las oscuras aguas del Atl¨¢ntico.
El valle de los cisnes
La ruta avanza hacia Ardara, uno de los pueblos con m¨¢s encanto del condado de Donegal y famoso por sus peque?os negocios textiles donde se teje de forma artesanal el famoso tweed irland¨¦s. Si el pueblo es bonito, casi lo es m¨¢s la ruta hasta llegar all¨ª: 25 kil¨®metros de una estrecha carretera que cruza el impresionante Glengesh (el valle de los cisnes). Cerca se sit¨²a tambi¨¦n la playa casi virgen de Maghera Strand, con cuevas que aparecen cuando se retira la marea y las espectaculares cataratas de Assaranca. Es hora de recargar bater¨ªas y ning¨²n sitio mejor que el Nancy¡¯s Pub, en Ardara, lo m¨¢s parecido a adentrarte en el comedor de tu abuela, en esta antigua casa reconvertida en bar y con habitaciones repletas de porcelanas y objetos antiguos, tal y como los dej¨® Nancy, la due?a de este local abierto hace dos siglos. Hoy, Ann y Charles McHugh y cinco de sus siete hijos siguen al frente de este maravilloso pub en el que nada ha cambiado desde los tiempos de su tatarabuela Nancy. Despu¨¦s de unos mejillones al vapor y un delicioso fish chowder (sopa cremosa de pescado), estamos listos para seguir hasta el destino final de este viaje, situado en el punto m¨¢s occidental de la pen¨ªnsula de Fanad. All¨ª, entre el lago Swilly y la bah¨ªa de Mulroy se levanta el faro de Fanad Head. La H may¨²scula del helipuerto recibe al visitante mientras camina hacia la baliza al borde de los acantilados. Hoy ya no hay farero, pero uno puede revivir el esp¨ªritu del enclave qued¨¢ndose a dormir en las habitaciones del faro y desayunando en la terraza armado con prism¨¢ticos para avistar ballenas, delfines y focas. Las antiguas banderas n¨¢uticas para describir emergencias y los viejos artilugios de control recuerdan otros tiempos en los que este faro era la diferencia entre la vida y la muerte para los barcos que en medio de feroces tormentas se acercaban peligrosamente a estas costas. Bordeando la pen¨ªnsula por su lado oriental camino de Letterkenny, una ¨²ltima parada para ver desde lo alto la espectacular bah¨ªa de Ballymastocker.
Vuelta a Dubl¨ªn
Iniciado el camino de vuelta a Dubl¨ªn para coger el avi¨®n de regreso, es dif¨ªcil resistirse a las invitaciones que aparecen a lo largo de la ruta. Es imposible no parar en el asentamiento del siglo V de Monasterboice (o Mainistir Bhuithe), con su monumental cruz de Muiredach, quiz¨¢s la m¨¢s importante del mundo celta. Un poco m¨¢s al sur, un desv¨ªo lleva al sobrecogedor t¨²mulo funerario de Newgrange, 500 a?os anterior a las pir¨¢mides de Egipto. Si pierdo el avi¨®n siempre puedo quedarme otra noche en Dubl¨ªn, donde en cada pub esperan muchos amigos a¨²n por conocer.
Gu¨ªa
- Westport House, la visita a la mansi¨®n y los jardines cuesta 13,50 euros (westporthouse.ie)
- Abad¨ªa de Kylemore: entrada: 14 euros; kylemoreabbey.com
- Granja Glen Keen: glenkeenfarm.com
- Nancy's Pub, en Ardara:?nancysbarardara.ie
- Faro de Fanad Head: fanadlighthouse.com
- The Wild Atlantic Way: wildatlanticway.com
- Oficina de turismo de Dubl¨ªn: visitdublin.com
- Turismo de Irlanda: ireland.com
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