H¨¢bitat Cig¨¹e?a Negra, en un universo de peque?as y grandes singularidades

Huele todav¨ªa a nuevo. Al roble de las mesas y a ese mejunje de enebros, casta?os y encinas que transporta la brisa leve desde la dehesa a su alrededor, en plena sierra de Gata. Adentro se sienten tambi¨¦n el enjalbegado, el barnizado de los suelos, el vaho del hammam y, de noche, la carne fresca procedente de la cocina. Empresarios de ganader¨ªa extensiva de cerdo ib¨¦rico y vacuno, Sim¨®n Rosell¨® y familia, han a?adido diversidad a sus negocios de campo con la construcci¨®n de H¨¢bitat Cig¨¹e?a Negra, un hotel gastron¨®mico de lujo estrenado el 23 de agosto de 2021, todav¨ªa bajo la incertidumbre de la pandemia.

La finca abarca hasta donde se extiende la vista: el r¨ªo Erjas, el embalse Perald¨®n, el olivar ecol¨®gico de manzanilla cacere?a que comprende 50 de las 200 hect¨¢reas de la propiedad. Un universo de peque?as y grandes singularidades donde perderse los fines de semana. Sus 12 habitaciones, decoradas por el Emmme Studio de Ana Mart¨ªn y Lara Mu?oz, se secuencian en la estructura del edificio con toques personales y se reconocen por las referencias olfativas del paisaje: Alcornoque, Acebuche, Casta?o, Encina, Fresno, Jara, Lavanda, Madro?o, Pino, Quejigo, Roble y Tomillo. Con esta variedad, a ver qui¨¦n no est¨¢ dispuesto a volver¡­ Aunque la denominada Encina merece gozarse por la ba?era isla que mira de frente a la chimenea y una terraza con excepcionales vistas.

Llegada la hora de comer, urge desasirse de las s¨¢banas y los cojines para celebrar el convite oloroso de la carne. Aqu¨ª empatan los Rosell¨® con el retwa?gyu, esa jubilosa hibridaci¨®n ganadera de novillas retintas y sementales wagyu, que se le presenta al comensal bajo el apelativo de ¡°tomahawk¡±. El nombre lo dice todo. Es una aut¨¦ntica hacha para los paladares finos. La liturgia se inicia en un guerid¨®n (mesa auxiliar) con el cuchillo que bien pudo usar el pionero Daniel Boone en sus aventuras por el Lejano Oeste norteamericano, tras lo cual se asienta en la mesa una piedra caliente por si el chulet¨®n no ha quedado suficientemente sellado. Vuelta y vuelta. Una fiesta pantagru¨¦lica.

Aunque no sea preciso cruzar otras fronteras que no sean las del regodeo carn¨ªvoro, salgamos un momento a instagramear el atardecer extreme?o desde la piscina de horizonte infinito. La luna llena es ese plato que acabamos de dejar vac¨ªo sobre la mesa.