A la catedral de Santiago tambi¨¦n se llega en velero
La aventura de navegar por las r¨ªas R¨ªas Bajas gallegas siguiendo el Camino Mar¨ªtimo de la R¨ªa de Muros Noia, la versi¨®n n¨¢utica de una de las v¨ªas jacobeas m¨¢s antiguas
Una singladura, el t¨¦rmino n¨¢utico empleado para una traves¨ªa mar¨ªtima de un d¨ªa de duraci¨®n, debe comenzar siempre con un desayuno frugal y parco en l¨ªquidos, y tampoco viene mal tomar una Biodramina media hora antes de embarcar. A bordo solo se permite ir descalzo o con calzado n¨¢utico de suela blanca (porque las suelas negras lo tiznan todo); hay que estar atento a la botavara (palo horizontal que permite tener orientada la vela mayor) cuando barre la cubierta al cambiar de banda con el viento, y hasta el grumete m¨¢s novato sabe que siempre hay que escupir (y esto vale para cualquier fluido...
Una singladura, el t¨¦rmino n¨¢utico empleado para una traves¨ªa mar¨ªtima de un d¨ªa de duraci¨®n, debe comenzar siempre con un desayuno frugal y parco en l¨ªquidos, y tampoco viene mal tomar una Biodramina media hora antes de embarcar. A bordo solo se permite ir descalzo o con calzado n¨¢utico de suela blanca (porque las suelas negras lo tiznan todo); hay que estar atento a la botavara (palo horizontal que permite tener orientada la vela mayor) cuando barre la cubierta al cambiar de banda con el viento, y hasta el grumete m¨¢s novato sabe que siempre hay que escupir (y esto vale para cualquier fluido susceptible de escapar del cuerpo) a sotavento.
¡°El nav¨ªo en el que navegamos es el s¨ªmbolo de nuestra vida¡±, dec¨ªa Joseph Conrad, autor de novelas de tem¨¢tica marinera como Lord Jim, Nostromo o El coraz¨®n de las tinieblas. Nuestro barco se llama Angela, sin tilde, un precioso velero de un solo m¨¢stil, de 15,40 metros de eslora y 4,46 metros de manga con capacidad para navegar con 11 personas y alojar hasta ocho en su interior. Nos disponemos a emprender el Camino Mar¨ªtimo de la R¨ªa de Muros Noia, la versi¨®n n¨¢utica de una de las v¨ªas jacobeas m¨¢s antiguas (siglo XII), reconocida oficialmente en diciembre de 2020 por el Cabildo de la catedral. Para conseguir la Compostela, el documento que certifica haber completado peregrinaci¨®n, se requiere navegar un m¨ªnimo de 90 millas n¨¢uticas a vela y realizar un ¨²ltimo tramo a pie de al menos 12 kil¨®metros hasta la catedral de Santiago.
La ruta sigue la estela de los cruzados que en el verano de 1147 arribaron al estuario del r¨ªo Tambre, en la r¨ªa da Estrela (de Muros y Noia), a bordo de m¨¢s de 200 naves procedentes Inglaterra, Borgo?a y Alemania. Tras desembarcar en Noia, el ej¨¦rcito cruzado continu¨® por tierra hasta la tumba del ap¨®stol para recibir su bendici¨®n antes de viajar a Tierra Santa. Olvidada durante siglos, en la recuperaci¨®n y se?alizaci¨®n de su trazado por tierra participan nueve concellos de la zona ¡ªMuros, Outes, Noia, Porto do Son, Lousame, Rois, Bri¨®n, Ames y Santiago¡ª que, en colaboraci¨®n con un equipo de historiadores y arque¨®logos, aportaron pruebas de su existencia desde el siglo XII. Adem¨¢s del viaje de los cruzados, la investigaci¨®n se apoy¨® en otras pruebas como la concesi¨®n en 1168 de la Carta Puebla y el t¨ªtulo de Portus Apostoli a la villa de Noia por ser el fondeadero m¨¢s cercano a Santiago, o la carta enviada por el mism¨ªsimo emperador Carlos V al gobernador de Galicia exigiendo la liberaci¨®n de 50 romeros franceses presos en el puerto de Muros.
?Buena proa y buen camino!
Tras estampar el primer sello en la credencial de peregrino, zarpamos del puerto de Vigo con buen tiempo y ¨¢nimo alegre rumbo a las C¨ªes. A la rueda del tim¨®n est¨¢ el capit¨¢n Manuel, natural de Oporto, hombre afable y parco en palabras. Como segunda de a bordo viene Mar¨ªa Pintos, de la empresa de alquiler de barcos Sailway que organiza la traves¨ªa. Pronto aprenderemos el significado de t¨¦rminos como escota, driza, jarcias, cornamusa, amura¡ Tambi¨¦n que la velocidad se mide en nudos, la distancia en millas n¨¢uticas y la profundidad en brazas, o que para fondear hay que largar cadena de longitud suficiente (el doble o el triple de la distancia al fondo) para que el barco pueda bornear con el viento alrededor del ancla sin perder su posici¨®n.
Con las velas mayor y g¨¦nova izadas, el Angela emprende un gr¨¢cil vuelo con el agua lamiendo las amuras (los flancos del barco que convergen hacia la proa) mientras la cubierta se cubre de sombras de color lavanda. La brisa invita a dejarse seducir, como Ulises, por cantos de sirenas. A estribor, un grupo de arroaces (delfines) brinca sobre las olas. Sentados o tumbados en cubierta, todo es calma, libertad, ligereza.
Seg¨²n el periodista y escritor Manuel Vicent, un lobo de mar curtido en mil singladuras por aguas del Mediterr¨¢neo, la bebida a bordo de un velero (aparte del agua) ¡°debe ser de bucanero, preferiblemente ron jamaicano o cualquier alcohol que posea un fondo de brea¡±. A falta de licor antillano, su tocayo portugu¨¦s abre una botella de oporto con la que brindamos ¡ª¡±?buena proa y buen Camino!¡±¡ª por la aventura n¨¢utica. Y all¨¢ vamos. Viento en popa a toda vela. Como el pirata de Espronceda.
Hasta las C¨ªes y m¨¢s all¨¢
Hacia el mediod¨ªa fondeamos frente a las islas C¨ªes, en el parque nacional de las Islas Atl¨¢nticas. Es el reino las gaviotas, con playas de color perla ¡ªcomo la de Rodas, entre las 10 mejores del mundo, seg¨²n el diario The Guardian¡ª, g¨¦lidas aguas de un azul tropical y una red de senderos para explorarlas. El almuerzo se resuelve con unas raciones de pulpo, empanada, xoubas (parrochas) y xurelos (jureles) en el restaurante del camping, donde sellamos de nuevo la credencial antes de partir hacia el puerto de Pedras Negras, en San Vicente do Mar (O Grove).
Doblado el faro de cabo Home, ya en mar abierto, el viento del Atl¨¢ntico se pone bravo y toca arriar las velas. Las pizpiretas y zalameras olas de la r¨ªa de Vigo se tornan enormes, amenazadoras y del color del mar embravecido, como los ojos de Cary Elwes en la pel¨ªcula La princesa prometida. Algunas saltan sobre cubierta empapando a los intr¨¦pidos (y acongojados) argonautas que tiritan de fr¨ªo y se marean en la popa del barco. Nadie habla, todos concentrados en mantener el contenido del est¨®mago en su sitio y pendientes de la direcci¨®n del viento, por si acaso.
¡°El mar estaba hoy un poco cabrito, pero ya se sabe: cuando emprendas tu viaje a ?taca, pide que el camino sea largo, lleno de aventuras, lleno de experiencias¡±, dir¨¢ luego a toro pasado Jos¨¦ Antonio Marcote, responsable de comunicaci¨®n de la asociaci¨®n A R¨ªa da Estrela, citando los primeros versos del poema ?taca, de Kavafis, que sigue as¨ª: ¡°No temas a los lestrigones ni a los c¨ªclopes, o al airado Poseid¨®n, seres tales jam¨¢s hallar¨¢s en tu camino si tu pensar es elevado, si selecta es la emoci¨®n que toca tu esp¨ªritu y tu cuerpo¡¡±.
Llevamos casi siete horas de traves¨ªa, y rebasadas la isla de Ons y la r¨ªa de Pontevedra, al furioso Poseid¨®n se le pasa la rabieta, la mar se calma y finalmente arribamos, sanos y salvos, aunque mojados y con mal cuerpo, al muelle de Pedras Negras. Una ducha caliente en el hotel Spa Atl¨¢ntico de San Vicente do Mar y los mejillones al vapor y pescados a la brasa del Asador D¡¯pepe, ayudados por dos o tres botellas de Fraga do Corvo, de la denominaci¨®n de origen Monterrei, consuelan a los azorados navegantes antes de irse a dormir, unos en las literas del barco y otros, los m¨¢s comodones (entre los que se encuentra el autor de estas l¨ªneas), en las confortables camas del hotel.
Segunda singladura
Tras un escueto desayuno, a las nueve partimos hacia al puerto de Muros, una traves¨ªa de unas 24 millas n¨¢uticas (44 kil¨®metros) que llevar¨¢ entre cuatro o cinco horas con buen tiempo. Ya en mar abierto y antes de doblar el cabo Couso, que nos separa de la r¨ªa de Arousa, aparece a estribor la playa de las dunas de Corrubedo: un deslumbrante arenal de cuatro kil¨®metros a cuya espalda se eleva el complejo dunar que le da nombre.
Navegamos ce?idos a la l¨ªnea de la costa, que nos regala por la amura de estribor la visi¨®n de arenales de color miel como Espi?eirido, Aras Longas, Praia das Furnas¡ y as¨ª hasta a la playa del castro de Baro?a, una aldea celta de la Edad del Hierro que domina la entrada sur de la r¨ªa coru?esa de Muros y Noia, la m¨¢s septentrional de las R¨ªas Baixas. A lo lejos se divisa sobre el mar el tot¨¦mico monte Louro con su doble cumbre. De ¨¦l se dice que cuando est¨¢ cubierto de nubes es mejor no hacerse a la mar.
El recorrido mar¨ªtimo termina en Muros (aunque todav¨ªa nos queda un breve trecho en barco hasta Portos¨ªn, donde amarraremos para pasar all¨ª la noche), donde comienza el tramo a pie de esta ruta jacobea. Nos recibe la estampa de los soportales de su fachada mar¨ªtima, con arcos ojivales y de medio punto que serv¨ªan para resguardar las embarcaciones en la Edad Media, cuando la playa llegaba casi hasta las casas.
Una viejita que mira al mar
Desde all¨ª suben calles empinadas que convergen en acogedoras placitas con terrazas, fuentes de aguas milagrosas y cruceiros. Sus curiosos nombres ¡ªcalle de la Soledad, de la Angustia, de la Amargura, del Sufrimiento, de la Esperanza¡¡ª aluden a las penalidades de los hombres y mujeres del mar. En un extremo del paso mar¨ªtimo permanece sentada desde abril de 1995 A vielli?a (la viejita), una anciana de piedra con la mirada perdida en el mar. La escultura de Ram¨®n Conde, muy querida por los muradanos (suelen poner flores a sus pies), es un homenaje a todas las mujeres que esperaban con el coraz¨®n encogido la aparici¨®n en la bocana del puerto de la proa del barco en el que sus esposos, padres, hermanos o hijos regresan de faenar. Huelga decir que en la memoria colectiva de Muros est¨¢n muy presentes los naufragios.
Hasta comienzos del siglo XX, cuando el agotamiento por sobrexplotaci¨®n de los ricos caladeros de la r¨ªa oblig¨® al cierre de las f¨¢bricas, el puerto acogi¨® una pr¨®spera industria de salazones y conservas de sardinas de la que hoy solo quedan los molinos de mareas del Pozo do Cach¨®n y la antigua conservera de Sel, donde hay un centro de interpretaci¨®n.
La serpiente enroscada
Por la tarde, para bajar el arroz con berberechos y las copas de ribeiro que hemos tomado en el restaurante A Muradana, recorremos el primer tramo del Camino a pie. ¡°Como ya sabr¨¦is, en la Edad Media esta era una de las rutas m¨¢s transitadas, la que usaban quienes llegaban de Inglaterra, de Irlanda, de Normand¨ªa, de Escandinavia... En aquella ¨¦poca los viajes por mar eran muy peligrosos, pero lo era a¨²n m¨¢s viajar a pie durante extenuantes jornadas los centenares de kil¨®metros de las otras rutas jacobeas¡±, explica Montse Par¨ªs, gu¨ªa de la asociaci¨®n cultural Muros Auga e Sal.
Nuestra primera parada como peregrinos terr¨ªcolas ser¨¢ la antigua colegiata de Santa Mar¨ªa do Campo, construida en el siglo XV sobre un primitivo templo rom¨¢nico del siglo XII. Su nave de cuatro arcos apuntados y vigas de madera se asemeja a una quilla de barco invertida, una caracter¨ªstica del estilo g¨®tico mari?eiro que tambi¨¦n se puede ver en algunas iglesias de Normand¨ªa. ¡°Imaginaos la impresi¨®n de los peregrinos, tras pasar semanas hacinados dentro de un barco, cuando al entrar en la iglesia se encontraban de nuevo con el mar¡±, dice la gu¨ªa.
El templo est¨¢ lleno de misterios, como la estrella formada por seis peces que se puede ver en la capilla del Rosario, adoptada como logotipo por Auga e Sal, o la pila rom¨¢nica de agua bendita que hay a la entrada del templo, con una gran serpiente enroscada en su interior. Seg¨²n Montse Par¨ªs, la bicha, que muestra una lengua humana, podr¨ªa ser una alegor¨ªa del triunfo del bien sobre el mal, aunque tampoco descarta que fuese un s¨ªmbolo de la b¨²squeda de la sabidur¨ªa, representada por una sierpe enroscada. Su campanario barroco, erigido en 1758 por el Gremio del Mar, sigue el modelo de la famosa torre Berenguela de la catedral de Santiago, al igual que muchas otras iglesias gallegas.
El paseo contin¨²a, ya fuera del casco medieval, hasta el santuario de A Virxe do Camino (Nuestra Se?ora del Camino), el templo de los navegantes, otro ejemplo notable del estilo g¨®tico marinero que atesora un sobrecogedor Cristo Crucificado del siglo XIV procedente de Italia y una curiosa colecci¨®n de exvotos que cuentan historias de galernas y ataques de piratas. Entre ellos est¨¢ la maqueta de madera de un barco conocido como Fragata del Tr¨¢nsito.
La torre maldita
Por la ventana del peque?o y acogedor hotel de Portos¨ªn donde hemos pasado la noche se cuelan el aire fresco con olor a salitre y a bosque y la algarab¨ªa de las gaviotas. Tras despedirnos con pena del Angela y de su tripulaci¨®n, seguimos el Camino por el sur de la r¨ªa (ahora en minib¨²s) hasta el empedrado pueblo de Noia, el Portus Apostoli que serv¨ªa de fondeadero natural a Santiago.
Su trazado medieval de soportales, pazos y casas de pescadores arropa la iglesia fortaleza de San Marti?o, construida en 1434. Su p¨®rtico parece un calco del que labr¨® tres siglos antes el Maestro Mateo en la catedral compostelana, una delicada versi¨®n en miniatura donde tambi¨¦n hay santos risue?os y m¨²sicos tocando antiguos instrumentos: salterios, rabeles, violas, la¨²des. A pesar de su belleza g¨®tica, sobre la ¡°iglesia tuerta¡±, como tambi¨¦n se la conoce, pesa una oscura maldici¨®n: todo aquel que ose levantar la torre que le falta ser¨¢ v¨ªctima de un aciago destino. Parece confirmarlo la muerte de su maestro de obras, que se precipit¨® desde un andamio all¨¢ por el siglo XV. Una suerte parecida corri¨® el cineasta sevillano Claudio Guer¨ªn-Hill, que se mat¨® en 1973 al caer de un campanario de atrezo mientras rodaba La campana del infierno. Una cruz roja grabada en el empedrado de la emblem¨¢tica Praza do Tapal se?ala el lugar donde cay¨®.
Otra visita imprescindible en Noia es la iglesia desacralizada de Santa Mar¨ªa a Nova en A Quinta dos Mortos, un sugestivo camposanto situado en mitad del pueblo. Construida en el siglo XIV en estilo mari?eiro, hoy acoge el Museo das Laudas Gremiais, ¨²nico en Europa, donde se puede conocer el oficio del difunto por los diferentes s¨ªmbolos grabados en las l¨¢pidas sepulcrales.
Misteriosos petroglifos
Desde Noia, el Camino conduce hasta el monasterio de San Xusto de Toxosoutos (o Toxos Outos), en Lousame, del que solo se conserva la iglesia. Arropado por un sombr¨ªo bosque atl¨¢ntico, fue fundado en el siglo XII por los caballeros Froila Alonso y Pedro Mu?iz de Carnota, que dejaron a un lado sus espadas para abrazar la vida monacal. Aunque all¨ª ya no queda ning¨²n monje, sus vetustas piedras cubiertas de verd¨ªn hablan de su antiguo esplendor.
A la magia del lugar contribuye el vecino cementerio, tan bonito y misterioso que dan ganas de morirse all¨ª. Casi pegada al camposanto est¨¢ la casa rural Mosteiro da Fervenza, una construcci¨®n de granito que formaba parte de las dependencias del cenobio. Desde all¨ª, unas escaleras de madera conducen al r¨ªo San Xusto, donde el agua cubre una roca erosionada en la que se distinguen los rostros de la Luna y el Sol. No est¨¢ documentado su origen, aunque tiene un cierto aire New Ager. Cerca de all¨ª, una de las peregrinas del grupo, Jessica Torrado, descubre en la orilla otra roca con petroglifos cuya existencia, seg¨²n nos dicen, hasta ahora se desconoc¨ªa. Decidimos bautizarla Jessica¡¯s Rock.
Una pasarela permite recorrer las m¨¢rgenes del r¨ªo, que corre durante cinco kil¨®metros por un denso bosque de carballos, acebos y helechos entre antiguos batanes, fervenzas (cascadas), pozas y rocas cubiertas de musgo en el tramo m¨¢s buc¨®lico de toda la ruta. Antes de seguir hacia Bertramir¨¢ns para completar a pie los 12 kil¨®metros que quedan hasta Santiago, paramos en Bri¨®n para comer en Casa Rosal¨ªa.
Un viaje inici¨¢tico
Finalmente llegamos a la plaza del Obradoiro. Para quien ya hizo hace a?os el Camino Franc¨¦s a pie, esta versi¨®n expr¨¦s le sabe a poco. Pero reconoce en las caras fatigadas y felices de un grupo de chavales con mochilas sentados en las escaleras de la catedral la emoci¨®n que sinti¨®, con lagrimita incluida, cuando tras llegar a Santiago puso su mano derecha sobre los cinco dedos que durante siglos millones de peregrinos dejaron grabados en el parteluz del p¨®rtico de la Gloria, un m¨¢gico ritual que ya no est¨¢ permitido hacer.
Aun as¨ª, estamos contentos. Ulises se perdi¨® 10 a?os por el Mediterr¨¢neo antes de regresar a ?taca. Nuestra modesta aventura a vela por el laberinto de las r¨ªas gallegas se reduce a dos intensas, gratificantes y movidas singladuras, pero como dijo en una ocasi¨®n Manuel Vicent, ¡°toda navegaci¨®n es un viaje de crecimiento interior¡±.
El verano es el mejor momento
Aunque abierto todo el año, la mejor época para hacer el Camino Marítimo de la Ría de Muros Noia es el verano. No hace falta tener un barco ni experiencia marinera: empresas náuticas como Sailway organizan la travesía en barcos con patrón o los alquilan para hacerla por libre. El programa completo, de cinco días, permite navegar con más calma y recalar en otros lugares de las rías gallegas como Baiona, la ría de Aldán, Combarro, Portonovo, el islote Xidoiro Areoso o A Pobra do Caramiñal. El precio —1.020 euros por persona en julio y agosto; el resto del año, 870 euros— incluye el alojamiento a bordo, aunque también está la opción de hacer noche en alguno de los hoteles y casas rurales que hay en los alrededores de los puertos de amarre
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