Inmersi¨®n cultural en torno a Do?ana entre marismas, cotos y bodegas
Adentrarse en la naturaleza del parque nacional es el m¨¢ximo reclamo de una visita en su zona norte, en la provincia de Huelva. Pero esta zona ofrece tambi¨¦n la posibilidad de entrar en la finca el Coto del Rey y detenerse en los mitos e historias que rodean El Roc¨ªo
Seguir el rastro del lince ib¨¦rico en el parque nacional de Do?ana podr¨ªa asemejarse a ir al Himalaya en busca del yeti o el leopardo de las nieves. Su presencia est¨¢ en la mitolog¨ªa, en las huellas estampadas en arena fresca, en los conejos que saltan de las madrigueras o en los programas de r...
Seguir el rastro del lince ib¨¦rico en el parque nacional de Do?ana podr¨ªa asemejarse a ir al Himalaya en busca del yeti o el leopardo de las nieves. Su presencia est¨¢ en la mitolog¨ªa, en las huellas estampadas en arena fresca, en los conejos que saltan de las madrigueras o en los programas de recuperaci¨®n de la especie. Y, sin embargo, es el emblem¨¢tico felino, tan presente como misterioso, el icono de un lugar que atraviesa siglos y fronteras. Antes de que amanezca, el silencio se entremezcla con las primeras luces del d¨ªa y la mirada impasible de los ciervos, que no se inmutan al paso del todoterreno de Do?ana Nature. Las ruedas del veh¨ªculo dejan su estela en la aldea de El Roc¨ªo, que a las seis de la ma?ana a¨²n duerme y pronto se disuelve en el retrovisor. Luego atravesamos el puente del Ajol¨ª y nos adentramos entre masas de pinos pi?oneros.
Esa es la secuencia de una visita al parque nacional de Do?ana en su zona norte, una experiencia restringida a agencias locales que complementan y profundizan en la vida de los diferentes ecosistemas entremezclados en las 120.000 hect¨¢reas protegidas. La explosi¨®n natural del parque, declarado reserva de la biosfera y patrimonio mundial de la Unesco, es su mayor im¨¢n, aunque Do?ana Sense ¡ªuna constelaci¨®n de actividades que fusiona naturaleza y cultura local¡ª ha empezado a desbordar el concepto de naturaleza. Por eso, los gu¨ªas no solo muestran la fauna, la vegetaci¨®n o las marismas, sino que tratan de inyectar en el visitante dosis de la historia de sus adentros: a excepci¨®n del d¨¦dalo de senderos peatonales distribuidos en las tres provincias andaluzas que abarca Do?ana (Sevilla, C¨¢diz y Huelva) y de los senderos de Raya Real y Camino de Moguer, las v¨ªas pecuarias que salen de El Roc¨ªo, est¨¢ prohibido deambular por su interior.
Al avanzar por la arena despu¨¦s de tomar un desayuno campestre y cruzar grandes extensiones con ganado pastando, la prometida inmersi¨®n cultural tiene su primera estaci¨®n en el Coto del Rey. Es la ¨²nica finca privada dentro del parque y su protecci¨®n fue otorgada por los Reyes Cat¨®licos, aunque las riquezas del coto de caza por el que han desfilado arist¨®cratas y monarcas ya hab¨ªan sido reconocidas dos siglos antes. El palacio es un cortijo reconstruido en 1770 con varias estancias en torno a un gran patio. En una de las salas abiertas al p¨²blico, por ejemplo, se mezclan fotograf¨ªas privadas, sillas de montar que sigue usando la familia propietaria, aperos, trofeos y los versos con los que Jos¨¦ Le¨®n quiso mostrar la exuberancia que se extiende m¨¢s all¨¢ de sus muros: ¡°Y Dios fue tan generoso/que el para¨ªso del cielo quiso bajarlo a Do?ana¡¡±.
Los dominios del coto se extienden actualmente por 6.000 hect¨¢reas donde cr¨ªan vacas mostrencas, se aparean linces y alg¨²n ¨¢guila imperial, como el que nos sobrevuela en suave aleteo y comparte el cielo con cig¨¹e?as, esp¨¢tulas y garzas. En el parque, de hecho, hay ocho parejas de ¨¢guilas imperiales a las que se sigue de cerca, pues la especie est¨¢ en peligro de extinci¨®n. El ¨ªmpetu cient¨ªfico de Do?ana, iniciado en el siglo XIX y que ahora anilla aves, localiza linces y alza la voz ante la degradaci¨®n ambiental, se culmin¨® en 1988 con su declaraci¨®n como parque nacional. Esos esfuerzos conservacionistas han logrado que, a pesar del da?o sufrido por las sequ¨ªas debido a la masificaci¨®n urban¨ªstica, el cambio clim¨¢tico y los regad¨ªos ilegales, el patrimonio de Do?ana se siga reflejando en la existencia de m¨¢s de 300 especies de aves, 40 de mam¨ªferos, una docena de clases de anfibios y un millar de especies vegetales. Son los habitantes milenarios de un para¨ªso ¨²nico de marismas, dunas, cotos, playas y vera.
De vuelta a El Roc¨ªo
En las r¨²sticas calles rocieras, entre casitas blancas y su ermita, quedan pocas casas con tejados de casta?uelas, la planta que crece en las marismas. Pero hay costumbres que no se apagan y muchos de sus 1.500 vecinos siguen movi¨¦ndose a caballo entre las casas de hermandades, envueltos por unos aires de salvaje oeste que hierven durante la romer¨ªa anual. Un mill¨®n de personas se re¨²nen en torno a una celebraci¨®n universal cuya leyenda es ensalzada por El Roc¨ªo oculto, un recorrido a pie por sus mitos, historia y los centenarios acebuches que jalonan la aldea. Estos olivos silvestres son el ¨¢rbol sagrado de El Roc¨ªo, refugio de jilgueros y gorriones y antigua sombra de hermandades. Su mayor s¨ªmbolo se llama El Abuelo, un ejemplar con m¨¢s de 600 a?os en su tronco y unas ramas enmara?adas que se apoderan de fachadas y balcones.
Los viejos olivos no son el ¨²nico prodigio de un suelo polvoriento, ya que, al filo de la aldea, el Charco de la Boca tambi¨¦n se prodiga en abundancias. El verano evapora sus aguas, pero el oto?o y el arroyo de La Rocina comienzan a inundar la marisma, y los cuatro kil¨®metros de sendero con pasarelas de madera bajo pinos y observatorios permiten contemplar mir¨ªadas de flamencos, calamones, garcetas o avetorillos. No solo eso: entre los ilustres hu¨¦spedes de la llamada ¡°madre de las marismas¡± tambi¨¦n est¨¢ la vaca mostrenca y la yegua marisme?a. La Saca de las Yeguas es una tradici¨®n con m¨¢s de cinco siglos de vida que se celebra a finales de junio, cuando los animales son recogidos en las rebabas de las diferentes marismas hasta llevarlas a la aldea de El Roc¨ªo. Aqu¨ª son bendecidas por el p¨¢rroco de la ermita ante la expectaci¨®n de miles de personas, y despu¨¦s se llevan hasta Almonte.
Esa tradici¨®n, tan singular como antigua, se puede disfrutar paseando a caballo, una de las actividades a las puertas de Do?ana, aunque en lugar de animales salvajes rumbo a la feria el visitante persigue el brumoso horizonte de las cercanas playas de Matalasca?as. Son decenas de kil¨®metros de arenales salvajes arropados por acantilados, dunas m¨®viles y f¨®siles y las aguas agitadas del Atl¨¢ntico por las que se escurre el sol. Es entonces cuando el mirador de Cuesta Maneli se convierte en el privilegiado balc¨®n sobre el acantilado del Asperillo en el que confluyen nost¨¢lgicos y ef¨ªmeros jinetes que descifran los rabiosos colores del atardecer. Es el perfecto colof¨®n del d¨ªa y de una inmersi¨®n a todos los costados de Do?ana.
Reivindicaci¨®n local
Se dice que la provincia de Huelva no ha sabido mostrar sus intimidades m¨¢s preciadas, y ese objetivo es el que los promotores tur¨ªsticos tratan de alcanzar desde varios frentes. Todo empieza en hospedajes de car¨¢cter t¨ªpicamente andaluz, como el hotel El Cortijo o en El Cortijo de Los Mimbrales, una oda al esparcimiento. En su d¨ªa, este ¨²ltimo lleg¨® a ser un poblado agr¨ªcola con escuela, iglesia y economato. Los barracones de los trabajadores han sido reconvertidos en amplios apartamentos de techos alt¨ªsimos y sus instalaciones acogen bodas, reuniones o retiros de yoga.
Tampoco las bodegas se conforman con el humilde prestigio de sus vinos, as¨ª que han empezado a gritar que en los terrenos de la Universidad de Huelva ya hab¨ªa vi?edos hace 4.000 a?os. Ese orgullo es el que expenden desde unas tierras cuya denominaci¨®n de origen, Condado de Huelva, cumple 90 a?os. Un ejemplo de su tradici¨®n est¨¢ en las bodegas familiares Juncales, en Bollullos Par del Condado, donde siguen llenando una barrica de dos siglos y donde, adem¨¢s de fabricar un exquisito vinagre, ofrecen degustaciones de gambas, frutos rojos o embutidos. Son solo algunos de los productos estrella que, hasta ahora, Huelva ha exportado m¨¢s silenciosamente de lo que desear¨ªa.
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