Abba Santander, aire modernista y funcional en el centro de la ciudad

Verlo en aquel estado calamitoso, con el tejado completamente hundido y la tabiquer¨ªa en esqueleto, dif¨ªcilmente reconocible tras el enjambre de andamios, her¨ªa la sensibilidad de quien ama Santander y la frecuenta por ser una de las ciudades pioneras del turismo en Espa?a. Frente a la plaza de las estaciones de autobuses y de ferrocarriles, el hotel M¨¦xico concitaba el inter¨¦s de numerosos viajantes desde su construcci¨®n en 1923 sobre unos terrenos ganados al mar y de la mir¨ªada de brit¨¢nicos que desembarcan, muy cerca, en la estaci¨®n mar¨ªtima de Brittany Ferries. Desde su cierre, hace casi dos d¨¦cadas, ven¨ªa reclamando la atenci¨®n econ¨®mica que el grupo hotelero Abba ha acabado d¨¢ndole mediante su reconstrucci¨®n total sin sacrificar mu-cho de su tradici¨®n modernista, a la vista desde la calle y tambi¨¦n en sus pulidos interiores.

Se ve y se siente al franquear la entrada, al adivinar qu¨¦ funciones ejerc¨ªan los pilares de forja alineados a lo largo de la cruj¨ªa del edificio, en medio del ¨¢mbito inmaculadamente blanco de la recepci¨®n, las oficinas administrativas y la zona del libre deambular hasta la zona de cafeter¨ªa, donde entran en un tranquilo contraste las panelaciones de madera, el suelo en peque?os escaques y unas cristaleras de principios del siglo XX que conservan todo su sabor rom¨¢ntico. El escenario ha sido dise?ado por el estudio dirigido por Ant¨®n Yeregui Uranga, autor de diversas adaptaciones hoteleras de la cadena en Andorra, Berl¨ªn, Chile y otras ciudades espa?olas.

Las cinco plantas de habitaciones deparan una atm¨®sfera c¨®moda y luminosa, m¨¢s all¨¢ del comprimido espacio al que se tienen que ajustar la cama doble, un escritorio que resguarda el minibar y una butaca (no en todas). Al precio que se ofrecen, no cabe exigir mucho m¨¢s, aunque la moqueta podr¨ªa sustituirse con m¨¢s asiduidad. Es el elemento menos expresivo de su correcto mantenimiento. Por su distancia de la calle y de los servicios de transporte, mejor quedarse en un dormitorio de los pisos superiores, que aseguran la debida tranquilidad.

El emplazamiento del desayuno, en un altillo embutido y mal ventilado sobre la primera secci¨®n de los arcos de base del edificio, no aconseja desperezarse a gusto, pese a los esfuerzos en elaborar una propuesta de calidad. Sin prisas, y con buen clima, la alternativa es buscar una terraza en la proximidad o embarcarse en un paseo por la bah¨ªa en uno de los reginas que parten junto al Palacete del Embarcadero.