En Flandes las bicis son para el verano: cuatro etapas en la regi¨®n belga para el placer de viajar lento
De los bosques al mar pasando por ciudades como Lovaina, pueblos como Damme y naturaleza como la reserva de Zwin. Y, adem¨¢s, pistas gastron¨®micas para reponer fuerzas
En una de las canciones m¨¢s conocidas de Jacques Brel, Le plat pays, el gran cantautor se refer¨ªa a B¨¦lgica como un pa¨ªs llano en el que las ¨²nicas monta?as eran sus catedrales. Tambi¨¦n hablaba de lluvias y de dunas que deten¨ªan olas, y de vientos (crujiente el del norte, contenido el del este) y, por supuesto, de ese cielo tan bajo y caracter¨ªstico en el que los canales de agua parec¨ªan perderse. Pues bien, para entrar en contacto con todos los aspectos naturales que evocaba Brel nada como recorrer el pa¨ªs en bicicleta y comprobar que el ¨¦xito que tuvo la canci¨®n no es casualidad y se sigue ajustando a la realidad.
En Flandes se han puesto en marcha nueve rutas que atraviesan literalmente esta regi¨®n del norte del pa¨ªs y que configuran una aventura a todas luces apasionante y veraniega. La p¨¢gina web Flandes en Bici ordena un mapa en el que uno se pierde a conciencia, un elogio de la deriva pensada y del paseo tranquilo que permiten experimentar sensaciones en paisajes distintos que van de los bosques al mar pasando por pueblos, ciudades o parques naturales con la suficiente carga emocional como para disuadir cualquier temor al cansancio. Seleccionamos cuatro etapas de distinta ¨ªndole en las que el viajero se relaciona con entornos variados.?
Etapa 1: Lovaina-Sint-Truiden (Heuvel Route)
54 kil¨®metros
En Lovaina podemos recoger la bicicleta (por ejemplo, una de la empresa Cyclant) y hacer el traspaso de equipaje ¡ªconviene ser ligeros y pr¨¢cticos¡ª, que debe ajustarse a las dos alforjas adaptables. Para una primera toma de contacto con la bici, que ser¨¢ nuestra mejor compa?¨ªa en los pr¨®ximos d¨ªas, nada como un recorrido por la ciudad universitaria por excelencia, iluminada por el conocimiento y bullicio estudiantil. Aqu¨ª imparti¨® clases Erasmo de R¨®terdam, humanista, sacerdote y fil¨®sofo neerland¨¦s que no en vano en 1509 escribi¨® su particular Elogio de la locura. Vale la pena recorrer la biblioteca universitaria y el campus. Su Ayuntamiento es uno de los edificios g¨®ticos m¨¢s famosos del mundo. Ya puede llover o nevar que siempre habr¨¢ un turista admirando su fachada.?
Al salir de Lovaina, entrando en la ruta se?alizada en paneles verdes como Heuvel Route (ruta de las colinas), dos edificios imprescindibles: por un lado, el castillo de Arenberg (actual facultad de Ingenier¨ªa), que mantiene su aspecto desde el siglo XV, y por otro, la biblioteca del campus de Arenberg, obra mayor de Rafael Moneo, de 1997, fachada que se explica como un libro abierto con las hojas en blanco.?
A partir de ah¨ª activaremos el GPS del itinerario en la web y prestaremos atenci¨®n a las se?ales en cada cruce de caminos, entreg¨¢ndonos a un desafiante viaje por el sur de Flandes, dispuestos a remontar leves colinas de regiones como Voeren, Haspengouw o Hageland.
Tras atravesar el bosque de Heverlee no se debe descuidar la Abad¨ªa del Parque, donde los norbertinos construyeron un monasterio que hoy, abierto al p¨²blico, resulta ideal para un p¨ªcnic y que evidencia que sea uno de los complejos mon¨¢sticos mejor conservados de B¨¦lgica.?
Entre campos de colza y llanuras verdes aparecen pueblos como Hoegaarden, que da nombre a la m¨ªtica cerveza, y el fant¨¢stico homenaje escult¨®rico a la recolecci¨®n de la manzana y a la sidra: Hageland-Pallox, tan fotog¨¦nico que ser¨¢ objeto de pausa. Adem¨¢s, este anuncia que ya no queda pr¨¢cticamente nada hasta Sint-Truiden, donde s¨ª o s¨ª iremos a cenar merecidamente a uno de los lugares m¨¢s especiales de la ruta: De Gebrande Winning, un restaurante dedicado a la cerveza en el que todo se acerca peligrosamente a la perfecci¨®n. De la comida ¡ªmucha atenci¨®n al rodaballo con trufa blanca¡ª a las cervezas, tienen m¨¢s de 6.000 referencias (y cada plato viene con la suya). Sin reserva, imposible. Lleva cuatro a?os seguidos siendo elegido como el mejor restaurante de cerveza en un pa¨ªs donde, como es bien sabido, entienden del asunto.
Etapa 2: Sint-Truiden-Tongeren
33 kil¨®metros
Despu¨¦s de la paliza inicial, lo primero es aceptar que las agujetas con las que uno se levanta forman parte del encanto del viaje y colocan en un sitio elevado el esp¨ªritu aventurero. Adem¨¢s, el trayecto del segundo d¨ªa es m¨¢s relajado. En esta etapa de la Heuvel Route el protagonismo se lo lleva el paisaje de perales y manzanos. La ¨¦poca de floraci¨®n de ¨¢rboles frutales atrae a turistas que repiten a?o tras a?o convencidos de asistir a un espect¨¢culo luminosamente blanco y metaf¨®ricamente ef¨ªmero. Por supuesto, tienen tambi¨¦n su inter¨¦s las obras de arte al aire libre que aparecen en los caminos de la provincia de Limburgo. Es necesaria una pausa en la capilla flotante de Helshoven, y una vez en Borgloon buscar como sea la See Through Church Reading Between the Lines, a cargo de Gijs van Vaerenbergh y cuya integraci¨®n y juego con el paisaje atrae a todo tipo de edades. Si por lo que sea al pasar por el EetCafe Konak?irrumpe un hambre repentina, no hay que dudar en entrar ¡ªy si es ¨¦poca de esp¨¢rragos blancos no hay que dudar en pedirlos¡ª.?
El paisaje que nos espera hasta Tongeren sigue mostrando toda la belleza natural que necesitamos. Llegados al destino, y satisfechos por acabar una nueva etapa, se puede optar por la experiencia arqueol¨®gica en el Gallo Romeins Museum?¡ªmuseo del a?o europeo en 2011¡ª o por recorrer un centro hist¨®rico en el que destaca por encima de todo la bas¨ªlica de Nuestra Se?ora, imponente ejemplo del g¨®tico brabantino del siglo XIII. Para recuperarse, nada como el restaurante Infirmerie: tiene todo lo necesario para hacer justicia a su nombre y restaurarnos aleg¨®ricamente como es debido dej¨¢ndonos a punto para el d¨ªa siguiente.?
Etapa 3: Brujas-Knokke
20 kil¨®metros
Cambio de tercio y de paisaje. Esta es una etapa en el oeste de Flandes, dentro de la ruta Sint Michiels-Knokke, para lo cual nos desplazaremos en tren (con la bici, obvio) desde Tongeren hasta Brujas durante tres horas, con un breve trasbordo en la estaci¨®n de Lieja. Nunca est¨¢ de m¨¢s dedicar al centro hist¨®rico de Brujas 15 minutos, ni que sea para recordar el romanticismo cong¨¦nito de sus calles adoquinadas, sus canales, su Ayuntamiento, las fachadas de la lonja, el mercado de pescado o el colorido de la Grote Markt.?
Dejando atr¨¢s la estatua de Van Eyck continuaremos por el canal Dijver para buscar la salida por el canal de Napol¨¦on, donde el paisaje se transforma y va adquiriendo una dimensi¨®n cada vez m¨¢s n¨¢utica. Aparecen molinos como The Schellemolen, de 1867, que anuncia la llegada a la imprescindible Damme, antiguo puerto capital para el desarrollo econ¨®mico y el tr¨¢fico fluvial con Holanda.?
Hay mucho que explorar en Damme, que adem¨¢s es un pueblo vinculado a la literatura gracias a la figura legendaria del Ulenspiegel, recreada por el escritor belga Charles de Coster en 1867 en su novela La l¨¦gende et les aventures hero?ques, joyeuses et glorieuses d¡¯Ulenspiegel et de Lamme Goedzak. De Coster hizo de Till Ulenspiegel un chico flamenco nacido en el Damme del siglo XVI, combatiente, buf¨®n y s¨ªmbolo del esp¨ªritu flamenco que combate contra la ocupaci¨®n hisp¨¢nica. El Museo Ulenspiegel ofrece una visi¨®n general de cinco siglos del Ulenspiegel y la conexi¨®n con Damme, de donde nos iremos a la fuerza, pero para bien, porque no hay mejor recompensa que un alto en el pueblo vecino (y de postal) de Oostkerke, en cuyo hotel-brasserie?Het Oud Gemeentehuis sirven las mejores croquetas de gambas caseras del universo.
Con el viento a favor seguiremos hasta la frontera con Holanda, donde espera la mejor bienvenida a Knokke: la que ofrece la reserva natural de Zwin, toda una celebraci¨®n de la naturaleza. Este parque natural que ocupa un antiguo estuario consta de prados salados, marismas y bosques irresistibles para ciclistas y senderistas. Cobija a m¨¢s de cien especies de aves que se dan vida en las zonas pantanosas y los estanques. Entre ovejas, patos y cig¨¹e?as, al fondo ya se dibujan como en una acuarela las dunas que astutamente esconden las olas del Mar del Norte. No hay mejor entrada a Knokke, el balneario m¨¢s absurdamente chic de B¨¦lgica, reducto de ferraris y porches y sorprendentes alardes de riqueza, ostentoso y sin gracia arquitect¨®nica, cuyo privilegiado paseo mar¨ªtimo y su arena repleta de casetas de playa, eso s¨ª, est¨¢ a la altura de lo imaginado y del entorno natural. Atenci¨®n a la prodigiosa fachada art d¨¦co del hotel Van Bunnen, a las galer¨ªas de arte y a uno de los m¨¢s prudentes restaurantes del paseo, el Seaside.
Etapa 4: Knokke-Ostende
33 kil¨®metros
A estas alturas del viaje las agujetas ya no existen, el cansancio es un t¨¦rmino de significado abstracto y lo primero que se echa de menos es la bicicleta, de manera que cuando uno empieza a pedalear de nuevo, descansa. Esta ¨²ltima ruta es, sin duda, la m¨¢s c¨®moda y la m¨¢s luminosa. Un descenso sin p¨¦rdida de unos 33 kil¨®metros hasta Ostende siguiendo las se?ales, en este caso azules, de la Kustroute. Dadas sus caracter¨ªsticas y su belleza natural es la m¨¢s concurrida. Las playas que preceden a De Haan vistas desde los miradores que de vez en cuando ofrece el camino son verdaderos espacios de meditaci¨®n que relajan cualquier vitalidad. No se puede pedir m¨¢s al horizonte.?
De Haan es un municipio que se asoma al mar de manera id¨ªlica y delicada. Conserva tal colecci¨®n de casas de estilo belle ¨¦poque que resulta imposible dar abasto. En el barrio de Concesi¨®n, que hist¨®ricamente era un conjunto de dunas situadas delante del mar, se concentran muchos de esos edificios anglo-normandos y conserva todav¨ªa la casa en la que residi¨® Albert Einstein durante su estancia de varios meses en 1933. Las huellas del f¨ªsico alem¨¢n son visibles en la estatua que lo posterga sentado en el banco de un parque y en el paseo se?alizado Tras los pasos de Einstein.?
Desde aqu¨ª hasta Ostende se suceden m¨¢s playa y m¨¢s parques. Una vez en el punto de destino, la satisfacci¨®n del reto conseguido conduce directamente a cualquiera de las terrazas que se despliegan delante de la catedral, icono de la ciudad m¨¢s portuaria de B¨¦lgica. Ante unos cl¨¢sicos mejillones con patatas fritas y una cerveza Duvel uno recuerda el mundo de ayer de Zweig, que coincidi¨® aqu¨ª en el exilio, en 1936, con su ¨ªntimo Joseph Roth, para vivir junto a ¨¦l, en este mismo lugar, el que quiz¨¢s fue su ¨²ltimo momento de felicidad. Todo ello mientras el mundo de hoy recupera su sentido al saber que debemos despedirnos de la bici. Y si por momentos el cielo bajo se vuelve gris, como en la canci¨®n de Brel, le perdonamos.
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