Por el parque natural de Izki: estrellas en el cielo y en el suelo de los montes de ?lava
En el sureste de la provincia, a media hora de Vitoria, se esconde uno de los espacios verdes m¨¢s solitarios y desconocidos de Espa?a. Buen lugar para ver raras aves, como el pico mediano, y estrellas. Tambi¨¦n espera la preciosa villa medieval de Anto?ana y un restaurante con estrella Michelin
Un domingo de primavera cualquier parque natural de Espa?a est¨¢ a tope de gente. El ¨²ltimo domingo de abril, solo coincidimos en el de Izki con dos parejas de senderistas y con un corredor al que no devolvimos el saludo ¡ªun ¡°?epa!¡± con efecto Doppler¡ª porque est¨¢bamos embobados en el collado del Avellanedo, vi¨¦ndole la espalda a los buitres leonados y a las ¨¢guilas reales que suelen planear bajo los acantilados del monte Soila. Con los prism¨¢ticos que nos hab¨ªan prestado en el Centro de Interpretaci¨®n de Korres, tambi¨¦n ve¨ªamos, mejor que las ¨¢guilas, Anto?ana, uno de los pueblos m¨¢s bonitos del Pa¨ªs Vasco. Y por el camino, m¨¢s aves y ¨¢rboles monumentales. Todo esto vimos en Izki, un parque natural tan grande ¡ªel tercero mayor de la comunidad: 9.473 hect¨¢reas¡ª como desconocido. Se cre¨® hace 26 a?os. Ya es hora de descubrirlo.
De Korres, una aldea de 30 vecinos y kil¨®metro cero del parque, a 30 kil¨®metros al sureste de Vitoria-Gasteiz, salimos andando por la senda El Agin, un camino bien se?alizado con letreros y c¨ªrculos amarillos que sube desde la fuente de Arriba, entre huertas, para enseguida adentrarse en la espesura de robles marojos o melojos (Quercus pyrenaica) que puebla la mayor parte del espacio natural. Aqu¨ª pudimos ver ¡ªy, sobre todo, o¨ªr repiquetear¡ª al pico mediano (Dendrocopos medius), un raro p¨¢jaro carpintero que solo habita en bosques v¨ªrgenes y antiguos y que mantiene en este enorme marojal ¡ªel m¨¢s extenso de Europa, seg¨²n los maroj¨®logos¡ª una de sus poblaciones ib¨¦ricas m¨¢s importantes. Esta y otras especies ¡ªel azor, el abejero europeo, la culebrera europea, el alimoche, el halc¨®n peregrino¡¡ªhacen de Izki un enclave id¨®neo para el turismo ornitol¨®gico.
La cuesta del monte Soila, bastante tendida por este lado, permite ascender casi sin esfuerzo por un terreno cada vez m¨¢s despejado de ¨¢rboles, m¨¢s pedregoso, pero que ahora, en primavera, es un jard¨ªn lleno de carraspiques de roca, de pr¨ªmulas olorosas, de jaguarzos moriscos, de orqu¨ªdeas ¡ªcompa?ones, abejeras oscuras, p¨²rpuras¡¡ª y de las mil florecillas amarillas de las aulagas. De ellas liban las mariposas chupaleches, las de los muros, las saltacercas, las perladas violetas y las manchas verdes. Las auroras, no. Las auroras no se posan nunca. Parece que han venido al mundo solo a volar.
Desde el collado del Avellanedo, magn¨ªfico mirador al que llegamos tras dos kil¨®metros de paseo, se puede subir al monte Soila o se puede bajar por la cara sur, como hicimos nosotros, para volver a Korres por el barranco del r¨ªo Izki, completando una ruta circular de tres horas. En la vertiente sur del collado, escarpad¨ªsima al principio, tanto que hay cuerdas para descender sin miedo, se ven un haya y un tejo grandes y viejos como el mundo, y m¨¢s abajo, tilos y casta?os majestuosos, que a estas alturas del a?o a¨²n alfombran con su hojarasca oto?al el suelo del bosque, donde los lagartos verdes, los bichos m¨¢s adorables de Izki, de color y mirada alien¨ªgenas, se mueven para espiar a los pocos humanos con estr¨¦pito.
Una ma?ana bien aprovechada da para lo anterior y para arrimarse luego en coche a Anto?ana. Fundada por el rey Sancho el Sabio de Navarra en 1182 sobre un antiguo fuerte, esta preciosa villa amurallada conserva intacto su aspecto medieval, con tres calles paralelas en direcci¨®n norte-sur y cero comercios. En el ¨²nico bar que hay, el del centro social, nos tropezamos con el apicultor Fernando D¨ªaz, pastor de 80 colmenas en la solana del monte Soila, quien nos habl¨® maravillas de la miel de Anto?ana y nos encareci¨® la de bosque: es casi negra y la m¨¢s rica. Pero como no le quedaba ¡ª?se la rifan los 150 vecinos!¡ª, nos coloc¨® un kilo de miel de romero y nos regal¨® otro de milflores crema. Para hacer estos dulces cambalaches, hay que llamar antes al 635 74 62 92.
Como solo de miel no se vive y en Anto?ana tampoco hay restaurantes, un pajarito que nos sugiri¨® acercarnos a Arrea!, en Kanpezu, y probar la ¡°cocina furtiva¡± de Edorta Lamo, premiada con una estrella Michelin. ¡°Demasiada caza¡±, nos indic¨® otro pajarito que nos vio cara de ecologistas, o de pobres, o de ambas cosas. Y no andaba equivocado. As¨ª que comimos de la mochila en la vieja y buc¨®lica estaci¨®n de Anto?ana, dando un bocado con vistas al pueblo y otro a la monta?a. De postre: miel crema a cucharadas. Por aqu¨ª pas¨® el Vasco Navarro, el ferrocarril de v¨ªa estrecha que oper¨® entre 1927 y 1967, uniendo Estella, Vitoria y Bergara, y pasan hoy los que siguen a pie o en bici la v¨ªa verde hom¨®nima, una de las m¨¢s bellas y largas ¡ª96 kil¨®metros¡ª de Espa?a. Tres vagones-museo informan sobre la vida y milagros del Trenico y sobre los recorridos que pueden hacerse por su desaparecida v¨ªa.
De d¨ªa, como hemos visto, Izki es un no parar de aves y mariposas. Por la noche, el espect¨¢culo contin¨²a en este cielo, que es el menos contaminado lum¨ªnicamente del Pa¨ªs Vasco, el m¨¢s estrellado. El clima benigno del sureste de ?lava ¡ªmediterr¨¢neo, con escasas precipitaciones¡ªy las monta?as que rodean el parque garantizan una limpieza y una oscuridad absolutas. Por eso se cre¨® en 2017 el observatorio astron¨®mico de Behatokizki, en Korres, que, adem¨¢s de escudri?ar el firmamento con ojos cient¨ªficos, ofrece actividades para todos los p¨²blicos: exposiciones fotogr¨¢ficas, observaciones solares diurnas y otras especiales nocturnas para contemplar planetas, eclipses o lluvias de estrellas. Las Perseidas, en agosto, son una fiesta en este observatorio. Una fiesta peque?a, casi secreta, porque Izki ¡ªno nos cansaremos de repetirlo¡ª lo conoce muy poca gente¡ El otro d¨ªa ¨¦ramos cinco senderistas en el parque. Y el corricolari.
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