Explorando Benic¨¤ssim, de sus vestigios de la ¡®belle ¨¦poque¡¯ a las cercanas islas Columbretes
Quiz¨¢ el aspecto m¨¢s genuino de esta singular poblaci¨®n en la provincia de Castell¨®n sea el n¨²cleo conocido como Las Villas. Pero cualquier visita merece extenderse al parque natural del Desert de les Palmes y al archipi¨¦lago de origen volc¨¢nico
Todos, ante un mapa de la costa valenciana, han o¨ªdo hablar de Benidorm. El sue?o puntiagudo de sus rascacielos, reinando sobre el microclima de la bah¨ªa, han convertido este enclave de la comarca de la Marina Baixa en un para¨ªso del turismo internacional. Unos 230 kil¨®metros m¨¢s al norte, sin embargo, Benic¨¤ssim exhibe una templanza clim¨¢tica igualmente envidiable, pero la altura m¨¢s moderada de sus edificios sugiere una enga?osa modestia que hay que desvelar. A unos 20 minutos en coche de la ciudad de Castell¨®n, Benic¨¤ssim pertenece a la comarca de la Plana Alta. Sus 20.000 habitantes se triplican en verano, pero en ning¨²n momento provocan sensaci¨®n alguna de agobio o aglomeraci¨®n. Con la excepci¨®n, por supuesto, de sus conocidos festivales de m¨²sica internacionales, el FIB o el Rototom Sunsplash (cuyos circuitos, de todas formas, est¨¢n perfectamente delimitados). El turismo local, as¨ª, se configura en una amalgama de castellonenses que tienen aqu¨ª sus segundas residencias, muchos madrile?os y el elemento internacional.
Quiz¨¢ el aspecto m¨¢s genuino de esta singular poblaci¨®n sea el n¨²cleo conocido como Las Villas. Flanqueando el Hotel Voramar, fundado en 1930 en primera l¨ªnea de playa, un grupo de edificios con el aire inequ¨ªvoco de la belle ¨¦poque le dan al paseo mar¨ªtimo la opulencia ostentosa de una burgues¨ªa con sue?os de ociosidad perenne.
A prop¨®sito de estos chalets suntuosos, alguien bautiz¨® la localidad como ¡°el Biarritz valenciano¡±. Por all¨ª nos podemos imaginar el desfile incesante de damas con vestidos de gasa en tonos pastel y caballeros amantes de los habanos largos con chistera y levita de cuatro botones. La primera villa la mand¨® construir el ingeniero Joaqu¨ªn Coloma Grau para su mujer Pilar, en 1872. En su honor, el largo paseo actual lleva el nombre de Pilar Coloma. El Voramar, en el extremo norte del paseo, devino r¨¢pidamente en un club social para los burgueses m¨¢s exigentes. Este hotel, entre 1936 y 1939, se reconvirti¨® en residencia de Auxilio Social y hospital para los brigadistas internacionales. En 2016 se homenaje¨® in situ a los supervivientes de aquella generosa gesta, en el 80? aniversario de su legendaria participaci¨®n en la contienda. Tomar un aperitivo en su amplia terraza a¨²n constituye hoy un aliciente formidable para el visitante, pero la oferta hotelera del municipio se ha renovado con br¨ªo.
El pasado abril abri¨® sus puertas, por ejemplo, el Hotel Albades, un cuatro estrellas superior situado frente a la playa de la Almadrava. Albades significa amaneceres en catal¨¢n, y eso es precisamente lo que m¨¢s aprecian sus hu¨¦spedes cuando el sol apunta desde el mar por la vecina Oropesa. Entonces una explosi¨®n crom¨¢tica de melocot¨®n y mandarina lo inunda todo y es el momento para pasear con los pies descalzos por una playa desierta, ante el azul imperturbable del mar. El Albades es un alojamiento minuciosamente sostenible, como acredita su certificaci¨®n BREEAM (Building Research Establishment Environmental Assessment). All¨ª mismo el visitante puede disfrutar de sus arroces de secreto ib¨¦rico, de bogavante o de verduras, sin olvidar la paella genuinamente valenciana.
Para quienes prefieran otros lugares emblem¨¢ticos de la restauraci¨®n local es recomendable el restaurante La Suculenta, en el casco antiguo (de cocina tradicional pero imaginativa), o Llavor, en la vecina Orpesa (con un punto audazmente experimental, obra del chef Jorge Lengua, premio 2022 al Cocinero Revelaci¨®n de la Comunidad Valenciana). Precisamente Benic¨¤ssim y Orpesa est¨¢n unidas por una hermosa v¨ªa verde de poco m¨¢s de cinco kil¨®metros, que se puede realizar a pie o en bicicleta.
Explorando los alrededores
Y luego est¨¢ el entorno. La cordillera que se domina desde la ciudad incluye las llamadas Agujas de Santa ?gueda, una alineaci¨®n de picos de monta?a que separan los t¨¦rminos municipales de Benic¨¤ssim y Cabanes. Estas cumbres tienen forma piramidal y puntiaguda aunque con vertientes lisas, lo que da juego a los amantes de la escalada. Forman parte del parque natural del Desert de les Palmes, un paraje de m¨¢s de 3.000 hect¨¢reas dominadas por el margall¨®, la ¨²nica palmera end¨¦mica de Europa. Dos monasterios en ruinas dan cuenta de una importante presencia carmelita en el lugar. Adem¨¢s, el parque alberga los restos de sendos castillos de ¨¦poca musulmana, el de Montorn¨¦s y el de Miravet, y tambi¨¦n la ermita de la Magdalena, que tiene un papel destacad¨ªsimo en las fiestas fundacionales de Castell¨® de la Plana.
Si el visitante prefiere los placeres estrictamente mar¨ªtimos, entonces quiz¨¢ deber¨ªa acercarse a las islas Columbretes. Se trata de un archipi¨¦lago de islotes de origen volc¨¢nico, a unos 50 kil¨®metros de la costa. Est¨¢ declarado reserva natural desde 1988 y reserva marina desde 1995, lo que significa que si se navega hasta all¨ª se podr¨¢ observar desde el barco, por ejemplo, una abundancia lujuriosa de langostas, fraternalmente protegidas.
Hoy las Columbretes est¨¢n deshabitadas, pero en el siglo XIX tuvieron un farero y una constante presencia de contrabandistas. En la actualidad reina all¨ª una soledad compacta y sugestiva, y las antiguas serpientes que le dieron nombre (Colubraria, en lat¨ªn) se evaporaron al mismo tiempo que su farero.
En 2008 el escritor Manuel Vicent situ¨® en Benic¨¤ssim su novela Le¨®n de ojos verdes. La protagoniza un adolescente, aspirante a escritor, que conoce a una jovencita francesa llamada Brigitte Bardot. La futura actriz se pasea por el Voramar ataviada con un min¨²sculo biquini rojo, mientras a su alrededor pululan asesinos, doctores barojianos, peces gordos franquistas o ancianos en silla de ruedas que a¨²n sue?an con cierta dosis de amor. John Dos Passos y Dorothy Parker ¡ªo quiz¨¢ Ernest Hemingway y Martha Gellhorn¡ª bailaban entonces all¨ª mismo un vals a la luz de la luna, mientras los brigadistas heridos les cantaban al un¨ªsono un g¨®spel amargamente azucarado. Y se non ¨¨ vero, ¨¨ ben trovato.
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