Los libros esperan
Las estanter¨ªas son milagrosamente lo ¨²nico que ha quedado en pie frente al conjunto de escombros que aparece en el centro de la estancia. Todas las ruinas arquitect¨®nicas resultan id¨¦nticas. No se saben morir los edificios
Cada vez que me asomo a esta fotograf¨ªa me pregunto si quienes aparecen en ella est¨¢n posando o han sido sorprendidos por el fot¨®grafo. Supongo que lo podr¨ªa averiguar, pero me resisto a ello, pues resultar¨ªa decepcionante descubrir que fuera un montaje. Lo que vemos es una biblioteca de Londres bombardeada en octubre de 1940 por la aviaci¨®n alemana. Las estanter¨ªas, con sus libros, son milagrosamente lo ¨²nico que ha quedado en pie frente al conjunto de escombros que aparece en el centro de la estancia. Todas las ruinas arquitect¨®nicas resultan id¨¦nticas. No se saben morir los edificios. Puedes coger los restos de un jarr¨®n chino, reunirlos y obtener de ellos un hermoso conjunto, pero la mezcla de las vigas, cemento, tejas y ladrillos da lugar, indefectiblemente, a una escombrera de entre cuyos huecos tampoco es raro que surjan ratas cuyo h¨¢bitat tambi¨¦n ha sido destrozado.
Pero lo importante de esta imagen es la actitud serena de los hombres que revisan los t¨ªtulos. La cultura, incluso en medio del caos m¨¢s absoluto, es una proveedora de orden, de sintaxis, de orientaci¨®n. Ya el hecho de que esa cantidad de vol¨²menes sea lo ¨²nico que ha permanecido en pie da una idea de la fortaleza moral de la p¨¢gina escrita. La cultura quita los nervios. Observen, si no, el aspecto casual con el que esos tres lectores, ajenos por completo a un desastre que pondr¨ªa los pelos de punta al m¨¢s pintado, van a la caza de la novela, la poes¨ªa o el ensayo deseados. Sin prisas, sin agobios, sin ansiedad. Los libros siempre nos esperan. No huyen de la quema, no se espantan. Y se lo saben todo.
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