Fernando Aramburu despu¨¦s de ¡®Patria¡¯: ¡°Le deb¨ªa una novela a Madrid¡±
El escritor arras¨® con una novela fundamental para comprender el conflicto vasco. Lleva vendidos un mill¨®n y medio de ejemplares mientras contin¨²a el fen¨®meno que comenz¨® hace cinco a?os. Ahora aparece su nuevo libro, ¡®Los vencejos¡¯, con Madrid como escenario de un pa¨ªs lastrado por una violencia y un malestar latente que le preocupa
Cuando Fernando Aramburu ide¨® Los vencejos, ni siquiera ten¨ªa la certeza de que esa especie de p¨¢jaro alborotador y jubiloso definiera el cielo de Madrid, como lo hace muchas veces la claridad del horizonte y la contundencia naranja de sus atardeceres. ¡°En cuanto pude confirmarlo, supe que la novela era posible¡±, dice el autor. Luego se atiborr¨® de datos: confirm¨® que llegaban a finales de abril, que eran aves benefactoras porque limpiaban el aire de insectos por su glotoner¨ªa, capaces de cazar al vuelo y comer mientras orbitan por ah¨ª. Alegres, festivos, ruidosos: ¡°De esos que contagian optimismo, que te ponen contento¡±.
Justo lo que necesitaba el contrapunto de Toni, personaje principal de su nueva novela despu¨¦s de Patria. ¡°Vosotros, los que viv¨ªs aqu¨ª, es que apenas os fij¨¢is, vais mirando al suelo o al m¨®vil, acelerados, pero es un goce observarlos¡±. Esa alegr¨ªa no solo era conveniente para el tono de su nueva obra. Resultaba fundamental para contrarrestar la gravedad de la narraci¨®n. Nada m¨¢s arrancar, en el sexto p¨¢rrafo, Toni nos descubre sus intenciones: ha decidido casi al cien por cien suicidarse el 31 de julio de 2019. Lo plantea un a?o antes. A partir de entonces, comienza una angustiosa cuenta atr¨¢s¡
En pleno descenso hacia un fin obcecado, mes a mes, Aramburu estructura un relato con m¨¢s de 600 p¨¢ginas en el que Madrid es presente y protagonista: ¡°Pens¨¦ que le deb¨ªa una novela a esta ciudad en la que tengo parientes, amigos, en la que me han ocurrido vivencias agradables, donde coquete¨¦ con la idea de establecerme hace tres o cuatro a?os, comprar un apartamento donde alojarme de vez en cuando para visitar con m¨¢s frecuencia a la gente cercana, ir al teatro, perderme en museos¡±.
O dejarse llevar arriba y abajo por la Cuesta de Moyano, un lugar que Aramburu visita s¨ª o s¨ª en cada parada por la capital, fundamentalmente para engordar su colecci¨®n de libros de Austral y alguna otra. Lo de la editorial mencionada es vicio adquirido desde la infancia. ¡°El primer libro que le¨ª fue el Lazarillo, en esa editorial¡±, recuerda. Hoy, el autor vasco otea las casetas en busca de esos lomos caracter¨ªsticos color azul, verde, naranja, amarillo, seg¨²n los g¨¦neros¡ Comprueba los precios, los abre por la mitad y los huele: ¡°A veces est¨¢n tan impregnados de una humedad que contamina la habitaci¨®n y los tengo que meter en bolsas con bicarbonato¡±, asegura.
Adem¨¢s de por aquel extremo de Atocha que colinda con el Retiro, Aramburu ha merodeado a menudo por la Guindalera, junto a Ventas, por donde tambi¨¦n paseamos. Ah¨ª ha situado al protagonista en su ca¨ªda a los infiernos. Un barrio que sirve de colch¨®n a la angustia aderezada con un sarcasmo que acent¨²a ese naturalismo crudo y grotesco de Los vencejos justo por su cercan¨ªa, su rechazo al oropel y su modesta originalidad urban¨ªstica: ¡°Madrid era la ciudad ideal para el tipo de historia que quer¨ªa contar y la Guindalera las calles apropiadas, sin edificaciones mastod¨®nticas, ni apenas pisos para turistas. Uno se encuentra con la se?ora que lleva al perro. Entras en un bar y la gente juega a cartas. Es el patito feo del barrio de Salamanca¡±.
Adem¨¢s, su sobrina Nerea reside all¨ª, por si deb¨ªa comprobar alg¨²n dato en estos meses atravesados de inmovilidad y pandemia. Aun as¨ª, Aramburu trabaja con su mapa sobre el escritorio, pegado a cada paso del recorrido que realizan sus protagonistas, torciendo esquinas y baldeando itinerarios a veces de manera aut¨®mata, absortos en sus pensamientos y sus di¨¢logos interiores, como Gald¨®s hac¨ªa con los suyos y Aramburu ahora con Toni, ese rumiante de ideas ajenas, seg¨²n ¨¦l lo define, cuya ¨²nica esperanza est¨¢ en su amigo Patachula, su perra y su mu?eca hinchable como ¨²ltimas tablas de salvaci¨®n.
El protagonista no es un santo ni un h¨¦roe. ¡°Tiene sus facetas, pero le gustar¨ªa ser otra cosa, otra persona, estar en otro sitio. Convive de mala gana con una violencia soterrada que late en sus suegros, en el hijo, en ¨¦l¡±. Aunque el nihilismo tampoco le resulta. ¡°Dec¨ªa Bertrand Russell que al hombre lo definen la b¨²squeda del amor, el af¨¢n de conocimiento y la empat¨ªa con quienes sufren las penas y males del mundo. En los tres puntos, Toni fracasa. Ni logra el amor, no cree que haya aprendido ni entendido cosas cotidianas y algo le impide apiadarse de los dem¨¢s e ir al encuentro de los otros¡±.
Vive frustrado y trata de encajar en un contexto hosco y un Madrid concreto, tan castizo como abierto en su mestizaje, absorbente y asfixiante, que Aramburu ha trazado siguiendo en este siglo XXI fiel a una herencia galdosiana, entre otras. No solo en el rigor del callejero o la atenci¨®n puntillosa a los oficios que ejercen sus criaturas. ¡°Sino para introducir figuras de ficci¨®n en escenarios reales, algo que ¨¦l hizo muy bien y de manera continuada. Es una combinaci¨®n que a m¨ª me hubiera gustado lograr¡±.
Se refiere a esa realidad que comparten ambos con el lector de manera c¨®mplice por latir en tiempo presente. Donde el bagaje del pasado cuenta tambi¨¦n, pero el futuro se pierde enfangado de pesimismo. Y algo m¨¢s, a?ade el escritor: ¡°Por la caracterizaci¨®n de los personajes en su manera de hablar. No son lo que el autor describe, sino como ellos mismos se definen por su forma de expresarse, sin que el narrador los tutele. Eso entra en Gald¨®s y a m¨ª me gusta mucho. Es un modelo en este ejercicio de Los vencejos, como lo fue en Patria¡±, afirma Aramburu.
Patria, s¨ª, se?or: un mill¨®n y medio de ejemplares vendidos desde que apareciera en 2016, publicada por Tusquets. Lo escribimos en letra para acrecentar a¨²n m¨¢s el impacto de una novela que no fue solo ¨¦xito literario, sino fen¨®meno social, y que contin¨²a vendi¨¦ndose despu¨¦s de la adaptaci¨®n a serie televisiva en HBO que firm¨® Aitor Gabilondo como creador. Tras la novela vinieron m¨¢s libros, otros g¨¦neros, como Autorretrato sin m¨ª, Vetas profundas o su recopilaci¨®n de art¨ªculos en Utilidad de las desgracias y otros textos. Pero Los vencejos es su primera novela despu¨¦s de que Patria, literalmente, le encumbrara. A lo largo de sus m¨¢s de 700 p¨¢ginas, Aramburu traz¨® un todo vibrante, certero y liberador alrededor de lo que el Pa¨ªs Vasco hab¨ªa sufrido en d¨¦cadas de violencia.
?Volver¨¢ a narrar historias de su tierra despu¨¦s de haber cuajado ese exorcismo junto a otras obras narrativas suyas como A?os lentos o Los peces de la amargura? ¡°Quedan algunos flecos que me podr¨ªan estimular. No para escribir Patria II, pero s¨ª otras historias en otros tonos. Por ejemplo, explorar el humor en torno a lo que nos ha ocurrido. Es un asunto muy delicado, pero por eso me atrae precisamente: me gustar¨ªa aportar un enfoque humor¨ªstico que no humille a las v¨ªctimas, en todo caso un esperpento o una parodia dirigida al agresor. Por ese camino es posible que cuente algo m¨¢s¡±.
En Patria el humor contrarrestaba la crudeza sistem¨¢tica del relato. ¡°Lo utilic¨¦ como una v¨¢lvula de escape. Result¨® muy positivo porque desmitifica al agresor, incide en el lado rid¨ªculo del fan¨¢tico sin que apunte ni humille a las v¨ªctimas¡±. La tragicomedia era el ¨²nico camino, la ¨²nica v¨ªa a transitar en aquel fresco que Aramburu traz¨® en estado de gracia. El ¨¦xito le sorprendi¨®, pero no le ha mediatizado ni lastrado para volver al g¨¦nero. Aunque es consciente de las expectativas que su siguiente novela genera: ¡°?Tampoco tengo 12 a?os!¡±, afirma. ¡°Me dediqu¨¦ a otros g¨¦neros que me manten¨ªan con la mente activa en libros con ambiciones menos populares pero igual de exigentes. No fueron interpretados en relaci¨®n con Patria y eso me dejaba tranquilo, con las manos libres. Pasado un tiempo, me decid¨ª a adentrarme en otra novela. Para entonces ya la anterior hab¨ªa desaparecido del escritorio y de mi cabeza¡±.
No sinti¨® miedo pese al impacto. Lo vivi¨® con un sentido de extra?eza sana desde su distancia medida en Hannover (Alemania), donde reside desde hace 30 a?os. ¡°Me sorprendi¨® que mereciera tanta atenci¨®n, sal¨ª en el telediario, un terreno para m¨ª desconocido. La clase pol¨ªtica la tom¨® en consideraci¨®n, ya sab¨ªa de antemano a qui¨¦nes no iba a gustar¡±, asegura. Pero quiz¨¢s no tanto a qui¨¦nes s¨ª convencer¨ªa. La novela despert¨® un extra?o consenso a derecha e izquierda y cierta divisi¨®n a favor y en contra incluso dentro del nacionalismo m¨¢s radical.
Los partidos pol¨ªticos quisieron aprovechar la marea. La obra de Aramburu suscitaba en tinta el consenso que ellos eran incapaces de sellar con alaridos y reproches en declaraciones salidas de tono y ajenas a la realidad por parte de algunos sectores. Mariano Rajoy la recomendaba, en el PSOE lo distingu¨ªan con el Premio Ram¨®n Rubial. Aramburu desplegaba a partes iguales desconfianza y tambi¨¦n cortes¨ªa: ¡°Soy una persona educada. Pero lo ten¨ªan muy dif¨ªcil conmigo todos ellos porque voy por la vida con una concepci¨®n del escritor como hombre libre. Yo no me puedo defender de elogios ni de ataques o diatribas. Me postulo en favor de las v¨ªctimas, de aquellos que han sufrido da?os. Es una actitud moral, no pol¨ªtica. Pero algunos se aprovechan de eso. Cuando un fen¨®meno cultural o deportivo cala, es imposible que la clase pol¨ªtica no busque la oportunidad de acercarse. A m¨ª me da igual, yo no he dicho nunca a qui¨¦n voto, ni lo dir¨¦. No estoy disponible para ellos, que no cuenten conmigo. Sigo a lo m¨ªo. Lo que debo hacer y me gusta: leer, escribir y tocar los cojones¡±.
No se va a dejar deslumbrar cuando no toca, a sus 62 a?os. ¡°No me impresiona nada ajeno a la literatura. He cumplido mi sue?o de ser escritor y mi ambici¨®n, que es muy grande, empieza y termina en las obras. La repercusi¨®n, si es buena, me da alegr¨ªa, y si encima es econ¨®mica, pues mejor. La pol¨ªtica y la gesti¨®n de utop¨ªas no me interesa: me ata?en los comportamientos humanos, y cuando me acerco a la pol¨ªtica es porque veo ah¨ª un teatro de la conducta. Eso s¨ª me llama mucho la atenci¨®n, c¨®mo la pol¨ªtica repercute en los personajes y en la ciudadan¨ªa¡±.
A entenderlo y a revelarlo se aplica Aramburu desde joven. Pero lo hace de una manera constructiva. Sobre todo desde que descubri¨® a Albert Camus. ¡°Yo era m¨¢s bien bruto. Ten¨ªa el pelo muy largo, me gustaban mucho los futbolistas que daban le?a, como Benito o Panadero D¨ªaz¡±, rememora. ¡°Pero proven¨ªa de un n¨²cleo familiar cristiano que te hac¨ªa consciente del mal. Tra¨ªa eso como bagaje de la infancia. Cuando yo le pegaba a otro, que era muy peg¨®n, ya me sent¨ªa mal. Mi madre me le¨ªa la Biblia y eso me marcaba con una actitud moral¡±.
Aun as¨ª vivi¨® sus tiempos de destroyer en el San Sebasti¨¢n tardofranquista y en la Transici¨®n. ¡°Cuando ingres¨¦ en la literatura lo hice tambi¨¦n para destruirlo todo. Fundamos el grupo Cloc, de arte y desarte. ?Yo qu¨¦ s¨¦! Pint¨¢bamos el Peine del viento, revent¨¢bamos conferencias, nos consideramos rebeldes. Hasta que le¨ª a Camus y me ca¨ª del caballo¡±. ?Por qu¨¦? ¡°Entend¨ª que est¨¢bamos equivocados, como muchos anarquistas. Para hacer lo que hac¨ªamos necesit¨¢bamos que otros crearan previamente. En realidad ¨¦ramos par¨¢sitos, viv¨ªamos de la invenci¨®n de los dem¨¢s para destruirla o parodiarla y eso nos parec¨ªa la rebeld¨ªa. Pero no lo era¡±.
Camus defin¨ªa al rebelde como quien dice no, pero luego deja tras de s¨ª algo positivo, una alternativa: ¡°Esa actitud me cambi¨® totalmente. Y me salv¨® del nihilismo radicalizado y obtuso. La vida es una mierda, pero solo si vives. Esta ¨²ltima frase es m¨ªa¡¡±, advierte. El resto, destruir por destruir, seg¨²n Aramburu, conduce al conservadurismo. En Los vencejos, todo ese legado de Camus sigue presente. No necesariamente a modo autobiogr¨¢fico. El autor no se identifica con el existencialismo desesperado del protagonista. Simplemente lo plasma y lo esgrime con una prudente distancia para describir la violencia latente que vive hoy su pa¨ªs de origen y que Aramburu detecta en Madrid, bastante preocupado. ¡°Ir contra todo no ayuda mucho. Yo me siento m¨¢s un estoico, acepto el destino perecedero, pero aprovecho el tiempo y agradezco lo que tengo. No vivo la vida como una angustia, abrazo el estoicismo y no me hago ilusiones fundamentales, agradezco la existencia y la disfruto sin tratar de hacer da?o a nadie. La aprovecho as¨ª. Postulo el buen morir y la serenidad, que es una conquista cultural de primer rango, como el sosiego, que lo identifico con eso. Esa violencia soterrada que subyace en Los vencejos no la quiero para nada a mi alrededor. S¨¦ que existe en todas partes y puede que haya escrito esto para advertir que ah¨ª est¨¢. Pero la rechazo¡±.
En eso han tenido mucho que ver su esposa, Gabriele, y sus hijas. ¡°No necesito tener raz¨®n ni decir la ¨²ltima palabra, eso me lo da el entorno y una convivencia muy arm¨®nica con mi familia¡±, comenta. ¡°No me importa reconocer que me han domado. Ellas y mi perra. Me han reeducado. Lo acepto y me siento muy agradecido por ello. Me han ayudado mucho a convertirme en un var¨®n tranquilo, solidario, comprensivo, agradecido¡±.
Lo proclama como un maduro esc¨¦ptico mientras contempla el ¨ªmpetu del joven que fue con una sonrisa y buena parte de alivio. ¡°Yo era un muchacho violento, nervioso, intempestivo, que ven¨ªa a comerse el mundo. Me gustaba, adem¨¢s, que me tuvieran miedo. Viene de estas cosas que tenemos los varones educados a golpe de bofetada en el colegio, hasta que las controlas y alguien te hace ver dentro la posibilidad de convertirte en una persona sensible, paciente. En ayudar y ser ayudado¡±.
Pero el origen, Aramburu no lo olvida, ni lo desde?a. Le acompa?a de cerca y de lejos, en una paradoja espacio-tiempo que ¨¦l mantiene honesta y transparentemente en su escritura: ¡°Nosotros ¨¦ramos gente humilde, mi padre, que se llamaba como yo, Fernando, obrero, y mi madre, Mar¨ªa, ama de casa. Viv¨ªamos en el arrabal, no ten¨ªamos un libro en casa. Me hice lector voraz y eso me salv¨® de caer en ETA como cayeron otros. Tambi¨¦n el hecho de vivir en una ciudad porque en un pueblo casi no ten¨ªas escapatoria¡±.
El Lazarillo, por tanto, result¨® un salvavidas inicial. Tambi¨¦n Federico Garc¨ªa Lorca, recuerda. ¡°Fue fundamental en mi vida. Por primera vez yo vi que se pod¨ªa decir con palabras algo m¨¢s que: ?Dame tal! o ?Ven aqu¨ª! Usabas ese lenguaje y las chavalas, hostia, se quedaban impactadas. Te pon¨ªas a leer en plan muy vasco tambi¨¦n. Hac¨ªamos competiciones a ver qui¨¦n le¨ªa m¨¢s, libros m¨¢s gordos¡±. La lectura lo retrotra¨ªa, le encerraba en s¨ª mismo como en un escudo contra lo externo. ¡°En casa, al verme leer tanto se preocupaban. Ven¨ªan a buscarme y un d¨ªa mi padre me quiso dar 40 duros para que me divirtiera por ah¨ª. Le hab¨ªa mandado mi madre. Estaban preocupados, entonces no te llevaban al psic¨®logo¡±.
Le¨ªa en voz alta: ¡°Les soltaba una comedia de Lope de Vega, por ejemplo, ah¨ª, venga, hora y media¡ seguida. Adem¨¢s, no me gustaba que me interrumpieran y me sentaba en la cocina. Se acostumbraron. Y luego, orgullosos. Les pon¨ªa carteles con palabras nuevas o que ellos utilizaban mal, que no pertenec¨ªan al habla nuestra¡ Pues eso, me ven¨ªan a buscar y no sal¨ªa. Le¨ªa libros de Austral. Yo empec¨¦ con Austral y sigo, los abro a veces sin saber nada del autor ni del argumento, solo porque son de esa colecci¨®n. Y tienen mil y pico t¨ªtulos, eh¡±.
En lo que se refiere al autor, Los vencejos ampl¨ªa una lista de once novelas, siete libros de relatos y cuentos, cuatro ensayos y otros tantos poemarios. Una obra cuajada, variada y coherente donde entra ahora esta singular mirada al presente desde un cielo resquebrajado por incertidumbres en la capital de un pa¨ªs al que el autor contempla templado desde Hannover: ¡°Veo lo que ocurre desde all¨ª. En un telediario alem¨¢n, por ejemplo, apenas aparece Espa?a. Est¨¢ muy ausente, y esto quiere decir que lo que pasa se queda ah¨ª. Tiene una repercusi¨®n m¨ªnima en lo que acontece globalmente, y si aparece es para algo negativo, cosa que antes no ocurr¨ªa¡±. Eso le inquieta: ¡°Hace dos d¨¦cadas se daba cuenta de ello. De los saltos adelante que proporcionaban prestigio, como el matrimonio homosexual. Hoy algo equivalente en conquista de derechos, como la ley de eutanasia ahora, resalta como una noticia positiva, pero hipotecada por otras como el conflicto catal¨¢n¡±, dice. ¡°Es una ¨²lcera abierta. Todo gira alrededor. Y todo quiere decir que cualquier otro asunto queda contaminado por eso¡±. Percibe el mal ambiente con serios riesgos de contagio. ¡°Es muy triste ver a la clase pol¨ªtica faltarse al respeto. Tampoco puedes esperar que, ante ese espect¨¢culo soez, la ciudadan¨ªa responda tranquila si ve a los dirigentes en medio de ese espect¨¢culo tan lamentable. El caso es que luego llegas aqu¨ª y el ruido resulta menor, pero arman mucho y es lo que se detecta fuera, aunque no est¨¦ tan pegado a la vida real¡±.
El estruendo en parte corre a cargo de la ultraderecha, que Aramburu refleja en Los vencejos. ¡°Este fen¨®meno de conservadurismo extremo no exist¨ªa, era un partido rid¨ªculo. Vemos que en Europa van llegando a sus l¨ªmites. Hay un personaje en mi novela que vota a Vox, aunque se considera de izquierdas. Es un votante emocional, no racional, un tipo enrabietado. La democracia es muy parecida a la franja del sistema solar donde es posible la vida, si te mueves de esos par¨¢metros te quemas y entras en lugares donde es imposible continuar por un camino constructivo¡±.
Para eso est¨¢n, precisamente los vencejos, como contrapunto. ¡°El nombre de los p¨¢jaros me gusta, suena bien¡±, asegura Aramburu. Aunque no las necesita, se carga de razones para justificar el t¨ªtulo¡ ¡°Son una se?al de que la naturaleza conserva cierto equilibrio. Un elemento distintivo de la ciudad, le da car¨¢cter de bandada y de desbandada, ?qu¨¦ hacemos abajo nosotros? Lo mismo que ellos, ir y venir, entrecruzarnos. Supongo, adem¨¢s, que estos vencejos de mi novela son madrile?os, unos p¨¢jaros urbanos, de cierto nivel cultural, que se posan en tertulias a ver qu¨¦ pillan. Contagian euforia, son ben¨¦ficos, como las golondrinas, vienen con la primavera, anuncian algo luminoso y cuando se van ya sabemos que llega el fr¨ªo¡¡±.
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