Por un ecologismo menos ¡®mono¡¯ (y m¨¢s cabreado)
El activista y te¨®rico sueco Andreas Malm cree que la ¨²nica soluci¨®n posible para el cambio clim¨¢tico pasa por reducir el combustible f¨®sil, no tanto por llevar bolsas de tela al supermercado
Andreas Malm lleg¨® a Barcelona en tren desde Suecia, donde naci¨® en 1977, con parada en Par¨ªs, porque nunca coge aviones para moverse por Europa. Aun as¨ª, no es ¨¦l quien arenga sobre ir al s¨²per con bolsa de tela, m¨¢s bien es la clase de ecologista que aboga por hacer estallar cosas. As¨ª se titula su ¨²ltimo libro, aun no traducido al espa?ol, How to Blow Up a Pipeline (c¨®mo hacer estallar un oleoducto), publicado por Verso Books, en el que condensa su experiencia tanto en la investigaci¨®n ¡ªes profesor titular en la Universidad de Lund y autor de ensayos como Capital f¨®sil (Capit¨¢n Swing), en el que explica de manera hiperdetallada el calentamiento global partiendo de la revoluci¨®n industrial brit¨¢nica¡ª como en el activismo en la calle. Malm se dio a conocer en su pa¨ªs cuando empez¨® a pinchar ruedas de todoterrenos en los barrios acomodados de Estocolmo. Les dejaba una nota que dec¨ªa: ¡°No se lo tome como algo personal, es su coche lo que no nos gusta¡±.
Malm sospecha que al movimiento contra el cambio clim¨¢tico le ha llegado la hora de dejar de mostrarse ¡°mono¡± y empezar a aparecer cabreado. ¡°Durante mucho tiempo, la est¨¦tica del movimiento ha sido como: ¡®oh, somos gente amable y maja pidiendo cosas razonables¡¯. Pero la emoci¨®n real que el movimiento clim¨¢tico tiene que aprender a canalizar es la rabia, que es la que propulsa los movimientos sociales. Esto lo aprendieron hace ya tiempo el feminismo y el antirracismo en Estados Unidos¡±. A la lucha clim¨¢tica, cree, le sobra ¡°pacifismo estrat¨¦gico¡± y asambleas sin l¨ªderes y le falta acci¨®n directa organizada. ¡°En plataformas como Extinction Rebellion existe la doctrina de que no hay que desviarse jam¨¢s de la no violencia. Creo que eso est¨¢ equivocado. El movimiento clim¨¢tico necesita una bandera radical¡±. Tambi¨¦n hace falta, cree, l¨ªderes claros, cierta estructura en el movimiento ecologista. ¡°Siempre quieren ser horizontales y est¨¢n muy nerviosos de conquistar el poder. A m¨ª no me gusta eso. A veces hay erupciones de protesta, la gente se suma, hay una oleada, pero luego desaparece y no deja rastros en la pol¨ªtica. Son necesarias organizaciones con l¨ªderes electos que den solidez a estos movimientos¡±.
La acci¨®n por el clima, piensa, no pasa por el ambientalismo corporativo, el que practican las empresas que hacen greenwashing, y tampoco por las cumbres internacionales como la pr¨®xima COP26 de Glasgow, ni por las decisiones que puedan tomar cuando hacen la compra o cuando se van de vacaciones ¡°unos cuantos individuos ilustrados¡±. ¡°En Suecia tenemos el fen¨®meno del flygskam, que hace que la gente se sienta avergonzada de coger aviones. No estoy en contra, no soy como los que dicen que da igual lo que hagas en tu vida privada, pero la culpa del consumidor individual no va a solucionar nada¡±.
La ¨²nica v¨ªa posible, argumenta en sus muchas publicaciones acad¨¦micas y divulgativas, es parar la producci¨®n con combustibles f¨®siles y sustituirlos por energ¨ªas renovables. ¡°Solo unos pocos sectores se resentir¨ªan¡±, dice. Por ejemplo, la aviaci¨®n. ?Hay que anular todos los vuelos cortos y los jets privados? ¡°Los aviones privados hay que criminalizarlos, por supuesto¡±. ?l volvi¨® a casa como vino, en tren.
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