El hombre que quer¨ªa verlo todo
Heinz St¨¹cke recorri¨® a lo largo de medio siglo el planeta en bicicleta. Fue un aventurero y un cronista ambulante del siglo XX. Ahora que ya no viaja, un documental recuerda su gesta.
Ni siquiera la pandemia ha podido quebrar sus ganas de vivir. Heinz St¨¹cke, plusmarquista mundial de ciclismo itinerante, el hombre que dedic¨® 51 a?os a recorrer el mundo en bicicleta, ha pasado lo peor de la crisis sanitaria en H?velhof, la ciudad del norte de Renania en que naci¨® en 1940. Confinado, cercado por la enfermedad y con una incapacitante lesi¨®n de cadera, ha dedicado sus d¨ªas a un proyecto formidable, la apertura de un museo dedicado a sus viajes. En ¨¦l se propone exhibir una selecci¨®n de las m¨¢s de 100.000 fotograf¨ªas y alrededor de 18.000 p¨¢ginas de diarios que acumul¨® durante su periplo, ese ejercicio de nomadismo extremo que le llev¨® a recorrer medio mill¨®n de kil¨®metros aferrado a su sill¨ªn, visitando m¨¢s de 200 pa¨ªses.
En 1962, dej¨® su trabajo en una f¨¢brica y empez¨® a pedalear con rumbo incierto. En sus cinco decenios en la carretera, sufri¨® atropellos en Canad¨¢ y el desierto de Atacama, un grave accidente en Ir¨¢n, un brote de disenter¨ªa y un tsunami en Indonesia, la guerra de Vietnam, intentos de linchamiento en Zambia y Hait¨ª, robos en Estados Unidos, Inglaterra y Siberia o la violencia arbitraria de las autoridades en Egipto y Camer¨²n. Desde el principio financi¨® su estilo de vida publicando cr¨®nicas y fotograf¨ªas de sus viajes en la prensa mundial.
El cineasta catal¨¢n Albert Albacete conoci¨® al eterno cicloturista en una de sus primeras visitas a Barcelona. Fue el principio de una larga amistad que acab¨® dando un fruto tard¨ªo y conmovedor, El hombre que quer¨ªa verlo todo, el documental que ha dedicado a St¨¹ck. La cr¨®nica de la tenaz resistencia de un individuo que quiso vivir a su manera, sin plegarse a las presiones de los que intentaron estrechar sus horizontes y le trataron como un exc¨¦ntrico. ¡°Heinz nunca se resign¨®¡±, cuenta Albacete, ¡°siempre persigui¨® su sue?o¡±.
El alcalde de su ciudad se refiere a ¨¦l, con cierta sorna, como ¡°el fantasma de H?velhof¡±, porque cuando volvi¨® todos sus conciudadanos hab¨ªan o¨ªdo hablar de ¨¦l, pero casi ninguno le hab¨ªa visto. St¨¹cke es, sin duda, ¡°muy consciente de los sacrificios que han implicado sus elecciones vitales¡±, concede Albacete, ¡°y hay momentos en que mira atr¨¢s con algo de v¨¦rtigo y una cierta melancol¨ªa¡±. Sin embargo, ni siquiera en la hora del crep¨²sculo ha perdido el entusiasmo por la vida.
¡°Esa es la gran lecci¨®n que extraigo de todo esto¡±, concluye su cronista cinematogr¨¢fico y amigo. ¡°Yo no he querido idealizar a Heinz, y ahora que he tenido una pareja estable, un hijo y la posibilidad de hacer cine te dir¨ªa que no me cambio por ¨¦l. Pero haberle conocido, haber cultivado su amistad a lo largo de los a?os y entender su mundo ha sido una de las experiencias m¨¢s enriquecedoras de mi vida¡±, dice. ?Qu¨¦ le parece la pel¨ªcula al propio St¨¹cke? ¡°La encuentra un poco triste¡±, explica Albacete, ¡°¨¦l hubiese preferido dar una imagen m¨¢s positiva y entusiasta de s¨ª mismo. Pero s¨¦ que le gusta: la vio en casa de un amigo com¨²n, en Lausana, y una de las ¨²ltimas veces que hablamos me dijo, con ese punto de contenci¨®n emocional que le caracteriza, que esperaba que diese algo de dinero porque es un buen trabajo¡±.
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