Un reflejo ego¨ªsta
Esos c¨ªrculos del primer plano de la izquierda est¨¢n formados por concertinas. La primera vez que o¨ª este t¨¦rmino cre¨ª que se refer¨ªa a algo hermoso, como la primera vez que escuch¨¦ las palabras sentina o purines. Hay sonidos que enga?an. Las sentinas son las cloacas de los barcos; los purines, las aguas podridas; las concertinas, la versi¨®n moderna de los alambres de p¨²as de toda la vida, con los que se cog¨ªa el t¨¦tanos. La concertina presenta, cada pocos cent¨ªmetros, una especie de diminuta hacha bifaz pensada para anclarse en la carne y desgarrarla, misi¨®n que resuelve con una energ¨ªa sorprendente. Ignoramos d¨®nde se fabrican, pero se han extendido por el universo mundo y son de acero inoxidable e inolvidable, adem¨¢s de inexorable, pues no se compadecen de nadie, sea adulto o ni?o.
Las concertinas de la fotograf¨ªa se hallaban en el per¨ªmetro del aeropuerto de Kabul, cuyas entradas controlaban los talibanes cuando la gran huida de hace unas jornadas. Contra ellas se estrellaba la masa de seres humanos que intentaba abandonar el pa¨ªs a cualquier precio. Si se fijan, justo hacia el centro de la fotograf¨ªa, de entre los cuerpos api?ados, brota una mano que sujeta lo que parecen ser dos pasaportes, como si el due?o de esa mano intentara mostr¨¢rselos a los alambres. Me entretengo en estos detalles anecd¨®ticos porque agobia fijarse en la expresi¨®n de los rostros. Hay algo perverso en disponer de tanta informaci¨®n sobre cat¨¢strofes frente a las que ustedes y yo s¨®lo somos espectadores pasivos e inh¨¢biles. Un reflejo ego¨ªsta me obliga a preguntarme d¨®nde he metido yo mi pasaporte.
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