La procesi¨®n va por dentro
Columna de Juan Jos¨¦ Mill¨¢s.
La realidad y la apariencia, podr¨ªamos decir. El esqueleto de la foto est¨¢ deprimido si lo comparamos con su f¨¦retro. Se ha venido abajo, pobre. Mantiene el tipo por afuera, pero por dentro permanece alica¨ªdo. Lo hemos averiguado gracias a una imagen obtenida por medio de esa t¨¦cnica conocida como tomograf¨ªa axial computarizada (TAC), capaz de ver lo que tenemos detr¨¢s de la cara o, como en este caso, detr¨¢s de la careta. ?Cu¨¢ntas veces vamos por la vida con el ce?o fruncido en un gesto de dureza para disimular que nuestros huesos son de gelatina! No de gelatina en el sentido literal de la palabra, claro, porque el hueso es duro, pero tambi¨¦n lo duro tiene sus momentos an¨ªmicos indeseables. A Amenofis I le habr¨ªa gustado que la posteridad se quedara con su exterior, pero la ciencia lo ha sorprendido golpe¨¢ndose el cr¨¢neo, quiz¨¢ de desesperaci¨®n, contra el traje de madera que le hab¨ªan preparado para pasar la eternidad.
Lo que el TAC es capaz de descubrir por el momento son las irregularidades o enfermedades de car¨¢cter f¨ªsico, pero d¨¦monos tiempo: tal vez se est¨¦ trabajando ya en una m¨¢quina de Rayos X capaz de revelar el estado de ¨¢nimo. No siempre la cara es el espejo del alma, menos en esta ¨¦poca en la que la apariencia lo es todo o casi todo. Hay una industria gigantesca dedicada a la apariencia que factura miles de millones de euros al a?o, incluso al mes: elixires que suavizan las arrugas, pastillas que aumentan la productividad, implantes capilares que nos quitan 10 a?os de encima, etc¨¦tera. Pero la procesi¨®n, como dice el refr¨¢n, y nunca mejor tra¨ªdo, va por dentro.
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