Amenofis I fue vuelto a vendar de buen rollo
Un nuevo estudio digital de la momia del fara¨®n revela el amor y respeto con el que los sacerdotes repararon cuatro siglos despu¨¦s de su muerte el cuerpo embalsamado maltratado por los saqueadores de tumbas
Amenofis I, el segundo fara¨®n de la fulgurante XVIII dinast¨ªa (1570-1293 antes de Cristo) del Imperio Nuevo egipcio, tuvo una segunda oportunidad para vivir eternamente tras ser su momia maltratada y desacralizada por arteros y descre¨ªdos ladrones de tumbas. Cuatro siglos despu¨¦s de su entierro original, quiz¨¢ en alg¨²n lugar del Valle de los Reyes aunque a¨²n se desconoce la ubicaci¨®n de su sepultura, piadosos sacerdotes de la XXI dinast¨ªa del Tercer Per¨ªodo Intermedio restauraron su muy maltrecha momia, decapitada y parcialmente desmembrada, y la adecentaron todo lo posible para que pudiera continuar su sue?o mecida en los oc¨¦anos del tiempo. Lo hicieron los religiosos con exquisito amor y respeto, poniendo un empe?o enternecedor en reparar los da?os del cuerpo embalsamado. Lo ha revelado ahora, no con menos cuidado, desenroll¨¢ndola de manera virtual, capa a capa, una nueva investigaci¨®n mediante tomograf¨ªa computarizada tridimensional de la c¨¦lebre momia, una de las famosas 22 de reyes y reinas de la colecci¨®n del a?ejo Museo Egipcio de la plaza Tahrir de El Cairo, que el pasado 3 de abril fueron trasladadas al nuevo Museo de la Civilizaci¨®n en dorado desfile, con la m¨¢scara de Amenofis I, precisamente, como icono.
El estudio, que ha arrojado im¨¢genes impresionantes en 3D y que firman, por este orden, la radi¨®loga egipcia Sahar Saleem, especialista en paleorradiolog¨ªa e investigadora que descubri¨® la herida de cuchillo en la garganta de la momia de Rams¨¦s III, y el egipt¨®logo Zahi Hawass (esta vez en ins¨®lito segundo plano), se ha publicado este martes en Frontiers of medicine. Aunque no contiene revelaciones sensacionales (quiz¨¢ por eso Hawass, viejo zorro de las arenas, deja la preeminencia a su colega), s¨ª aporta algunos datos muy interesantes sobre la forma en que se trat¨® el cuerpo de Amenofis I.
La momia del fara¨®n es una de las del medio centenar entre reyes, reinas, familiares y nobles que se encontraron en el escondrijo de Deir el-Bahari (DB320) en la necr¨®polis tebana en 1881, donde hab¨ªan sido recolocadas por los sacerdotes de la antig¨¹edad para preservarlas de los saqueadores que convirtieron los cementerios de la antigua Tebas (hoy Luxor) en un lugar inseguro para los viejos y vulnerables cuerpos. All¨ª permanecieron las momias, restauradas minuciosamente, a salvo hasta que en 1860 las localiz¨® una nueva generaci¨®n de ladrones, la familia de los Abd el-Rasul. Afortunadamente, no tuvieron tiempo de depredarlas otra vez a fondo, y el enviado por el Servicio de Antig¨¹edades de la ¨¦poca, ?mile Brugsch, pudo rescatarlas y trasladarlas a El Cairo. Amenofis I, con las otras momias reales, fue acogido en el viejo museo de Bulaq, luego en instalaciones en Giza y en 1902 pas¨® a la que ser¨ªa su casa m¨¢s de un siglo (que tampoco ha de ser tanto tiempo para una momia): el Museo Egipcio de la plaza Tahrir.
El director de las antig¨¹edades egipcias de entonces, Gaston Maspero, decidi¨®, contrariamente a la costumbre cient¨ªfica al uso, no desenvolver la momia del fara¨®n, no porque temiera una maldici¨®n, sino porque le pareci¨® extraordinariamente bonita: llevaba una preciosa m¨¢scara de cartonnage (cartonaje, pasta hecha de mezcla de papiro y lino con yeso y agua) coronada por una cobra y con una placa de madera encima en la que est¨¢ pintado en amarillo el rostro del difunto, con cejas y contorno negro de los ojos, que est¨¢n hechos de cuarzo con pupilas de obsidiana. Toda la momia, metida en un ata¨²d en el que los sacerdotes hab¨ªan anotado el nombre y detallado las vicisitudes del (re)embalsamado, estaba cubierta de guirnaldas de flores (pel¨ªn m¨¢s ajadas ahora). De esta forma, la momia de Amenofis I (rey del 1525 al 1505 a. C.) es la ¨²nica de un fara¨®n del Imperio Nuevo que se mantiene intacta desde que la volvieron a envolver tras su saqueo los sacerdotes de hace 3.000 a?os.
Rayos X en 1937 y 1967
No es la primera vez, sin embargo, que la ciencia moderna hurga en la momia. En 1937, el antrop¨®logo Douglas Derry la examin¨® con rayos X y en 1967 lo volvi¨® a hacer, con m¨¢s precisi¨®n, un equipo de la Universidad de M¨ªchigan. Lo que ha revelado ahora el moderno esc¨¢ner (por cierto, con un software suizo denominado OsiriX), en el marco del proyecto de escaneado de todas las momias reales, no aporta descubrimientos nuevos notables y en el informe de los investigadores se les ve hacer equilibrios para presentar novedades. La faja con cuentas de oro del fara¨®n, los amuletos, los dientes en buen estado, el pene circuncidado y vendado independientemente, los da?os en el cuerpo provocados por los ladrones y tratados de reparar, y hasta la avispa hallada en el ata¨²d eran cosas ya sabidas. Tampoco esta vez se ha podido averiguar la causa de la muerte, al no encontrarse evidencias de heridas o enfermedades. El fara¨®n parec¨ªa gozar de buena salud, m¨¢s all¨¢ de que estaba definitivamente muerto.
Sea como sea, el nuevo an¨¢lisis, realizado en mayo de 2019 en el esc¨¢ner metido en un cami¨®n en los jardines del museo cairota, ha permitido profundizar en todo, afinar, escudri?ar m¨¢s a fondo y obtener esa imagen de la delicadeza con que los sacerdotes repararon la momia. De hecho, los propios Saleem y Hawass cre¨ªan que el proceso de revendado de las momias ten¨ªa algo de reaprovechamiento interesado y que los sacerdotes echaban mano de los antiguos ajuares para enterrarse ellos mismos o a sus patrones. Pero el estudio ha demostrado que la restauraci¨®n de los muertos se hizo con gran piedad, reintegrando elementos y a?adiendo otros nuevos para dignificar al fara¨®n y devolverle su funerario esplendor. No se escatim¨® en joyas y amuletos (en la momia hay m¨¢s de 30). Vamos, que se le trat¨® muy bien y con muy buena voluntad, lo revendaron, y valga la expresi¨®n, de muy buen rollo.
Amenofis (¡°Am¨®n est¨¢ satisfecho¡±, nombre de trono Djeserkera, ¡°santo es el nombre de Ra¡±), establece el estudio, med¨ªa 1,69 metros y ten¨ªa unos 35 a?os al morir (las investigaciones anteriores daban entre 40 y 50 la primera y 25 la segunda). El fara¨®n se parec¨ªa a su padre (aunque los parecidos en las momias son discutibles), Ahmose o Amosis I, fundador de la XVIII dinast¨ªa y el Imperio Nuevo. Ten¨ªa nariz discreta (nada que ver con la de los ram¨¦sidas), orejas peque?as (la derecha con un pendiente), ment¨®n estrecho, pelo rizado (se han visto mechones en la nuca y las sienes) y los dientes de arriba ligeramente protuberantes, lo que le daba un aire de conejo como su descendiente Tutankam¨®n. La dentadura estaba mejor que la de muchos vivos de hoy mismo: con m¨ªnimo desgaste, sin caries ni periodontitis y con todas las piezas, hasta los terceros molares.
El rey fue eviscerado y se le retiraron las entra?as por una incisi¨®n vertical en el costado izquierdo, aunque se le dej¨® el coraz¨®n, junto al que se coloc¨® un amuleto. Tambi¨¦n se le mantuvo el cerebro: la excerebraci¨®n ya era popular (?) en la XVIII dinast¨ªa aunque tampoco se le hizo a Tutmosis II, Tutmosis III y Hatshepsut. Todas las mutilaciones que presenta el cuerpo son post mortem y ocasionadas al parecer por los saqueadores, que dejaron el cuerpo hecho un eccehomo. De hecho, los restauradores echaron el resto tratando de juntar las piezas: se recoloc¨® la cabeza decapitada con vendas resinosas para volverla a fijar al cuerpo, se cubri¨® con vendas un agujero en la pared abdominal y se introdujeron dos amuletos, as¨ª como dos dedos de la mano izquierda que se hab¨ªan desprendido y que vaya usted a saber por qu¨¦ decidieron que all¨ª se conservar¨ªan mejor, y se coloc¨® una tablita de madera con clavos para fijar los dedos desarticulados del pie derecho. Se mantuvieron algunas de las vendas originales. Todo eso se hizo no solo en una sino en dos ocasiones, la primera en tiempos del sumo sacerdote de Am¨®n en Tebas, Pinedjem I, y la segunda una d¨¦cada m¨¢s tarde por su hijo (as¨ª eran los sumos sacerdotes de Am¨®n), Masaherta.
Amenofis I, hijo de la gran reina Ahmose Nefertari, de la que fue corregente, rein¨® un cuarto de siglo y no es un fara¨®n del que tengamos mucha informaci¨®n. Realiz¨® campa?as en Kush (donde, seg¨²n los registros, ¡°su majestad captur¨® a ese troglodita nubio en medio de su ej¨¦rcito¡±) y Libia, y acometi¨® un amplio plan de construcci¨®n que incluye el templo de Am¨®n en Karnak. No le sucedi¨® su hijo, sino un militar casado con su hija, Tutmosis I. Se le veneraba a Amenofis I en Deir el Medina, as¨ª que puede haber tenido que ver con la elecci¨®n del Valle de los Reyes como necr¨®polis real de la dinast¨ªa.
Como ha quedado dicho, se desconoce d¨®nde est¨¢ su tumba (v¨¦ase Searching For The Lost Tombs of Egypt, de Chris Naunton, Thames & Hudson, 2018), aunque se le han atribuido varias, entre ellas una sin inscripciones y en ruinas excavada por el mism¨ªsimo Howard Carter en Dra Abu el Naga (donde se enterraban los faraones de la XVII dinast¨ªa), al otro lado del Valle de los Reyes, y tambi¨¦n una peque?a sepultura en este, la KV39, saqueada, y que investig¨® Arthur Weigall. Otra candidata es la tumba doble TT 293 (rebautizada K93.11/12), tambi¨¦n en Dra Abu el Naga y que excavaron los alemanes en 1991. Se ha buscado asimismo el sepulcro en los acantilados de Deir el-Bahari. La localizaci¨®n de su tumba es una de las excitantes empresas pendientes de la egiptolog¨ªa.
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