Irpin (Ucrania): Dignidad en tiempos convulsos
El soldado Vlod mece el cuerpo de la peque?a Emma sobre la culata de su fusil.
Su primera guerra. Su primer beb¨¦. Todo a la vez. La evacuaci¨®n de civiles de Irpin, una localidad del extrarradio de Kiev, uni¨® durante unos minutos a la reci¨¦n nacida y al joven soldado. La convulsi¨®n y la emergencia generan comportamientos y actitudes que impactan con lo que consideramos la normalidad. Pero basta con darse una vuelta por un conflicto para comprender, sin demasiado esfuerzo, que nada se apoya en la raz¨®n, lo habitual o lo establecido en un entorno de seguridad. A unos kil¨®metros del frente, donde ucranios y rusos se baten, Vlod acuna a una ni?a tratando de que deje de llorar por todos los medios, que no son muchos a su alcance.
No est¨¢ pegando tiros hacia posiciones enemigas y su estampa es m¨¢s bien la de un voluntario en misi¨®n humanitaria. Es m¨¢s, en su ir y venir sobre el asfalto, mece con cari?o el cuerpo de la peque?a Emma sobre la culata del fusil que lleva colgado en bandolera. Entre el intenso fr¨ªo y la parafernalia militar, cuesta reconocer en un primer vistazo que es un tipo tan joven. ¡°Diecinueve¡±, responde en medio de las detonaciones que de vez en cuando saltan de fondo, las prisas, la tensi¨®n, los llantos¡, sobre todo de una mujer con el tel¨¦fono m¨®vil pegado al rostro y la voz resquebrajada. Es Julia, la madre de Emma. Trata de poner en orden su vida en medio del caos. No perder de vista a su hija, en brazos del militar. Localizar a su marido, desaparecido en la marabunta mientras cruzaban los cascotes del puente de Irpin, destruido por los ucranios para frenar a los rusos.
Dejar atr¨¢s una casa, una vida cimentada, parte de la familia y amigos, no impide a la inmensa mayor¨ªa de refugiados de la guerra de Ucrania, como la familia de Julia y Emma, seguir adelante con un inmenso decoro y amabilidad. La aparici¨®n de un reportero desconocido y apresurado, que asalta su doloroso proceso de huida, no recibe un portazo por respuesta. Por eso, sorprende verlos responder preguntas y atender con relativa calma y serenidad en medio de ese vendaval de decisiones improvisadas, de maletas a medio hacer y de un futuro pr¨®ximo lleno de dudas. Es el poder de la dignidad en tiempos de convulsi¨®n.
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