Cuento del profesor P¨ªrfano 4
Los pol¨ªticos, los cantantes y las actrices, los millonarios, las petardas televisivas y los novelistas mundanos se sintieron orillados por P¨ªrfano | Columna de Javier Mar¨ªas
La noticia de la quema de corbatas lleg¨® a o¨ªdos de Amatriain y ¨¦ste se la transmiti¨® a P¨ªrfano, que se sinti¨® halagado y a continuaci¨®n crecido. Algunas de sus columnas trataban de nader¨ªas, inventadas o reales, que entreten¨ªan a los lectores, pero cada pocos d¨ªas los obsequiaba con un encuentro ¡°en las alturas¡±. Eso le gust¨®, y cambi¨® pronto el t¨ªtulo de su secci¨®n, con escaso acierto, por el de Alturas y bajuras. Como se las daba de izquierdista, relataba una excursi¨®n al Pozo del T¨ªo Raimundo o a la Ca?ada Real, sitios tirados madrile?os. Pomposa y demag¨®gicamente, describ¨ªa sus miserias con estilo de 1900. Y luego comentaba con desenfado una cena en casa de Isabel Preysler o de Marta Ch¨¢varri, que sin haber alcanzado ning¨²n logro eran celebridades y provocaban curiosidad. P¨ªrfano desconoc¨ªa las costumbres de las personas ricas, pero se las imaginaba con la suficiente verosimilitud como para que se dieran por verdaderas.
Al poco tiempo, la gente de posici¨®n, los pol¨ªticos, los cantantes y las actrices, los millonarios, las petardas televisivas y un par de novelistas mundanos empezaron a sentirse orillados porque P¨ªrfano no se hubiera aproximado a ellos. A la redacci¨®n de El ?nico fueron llegando invitaciones a nombre de P¨ªrfano de Lerma, de Lemos, de Leza y aun de Lerdo. Se requer¨ªa su presencia en un estreno, en una cena, en un c¨®ctel, en la ¨®pera o en un sarao, porque todas aquellas gentes ve¨ªan como una afrenta que Lerdo no se codeara con ellas ni, consecuentemente, las mencionara en su columna. No les importaba que los textos desprendieran cierta mala uva y deslizaran venenillos contra los personajes retratados. (Hay que tener en cuenta que P¨ªrfano era sobre todo un resentido y que en realidad detestaba a cualquiera con m¨¢s apostura, riqueza o ¨¦xito que ¨¦l.) Estaban dispuestas a aparecer burladas. Era mejor que no aparecer.
El profesor P¨ªrfano exigi¨® un inmediato aumento de sueldo, y Amatriain se lo concedi¨®; abandon¨® sus clases, que para colmo eran vespertinas y le habr¨ªan dificultado acudir a veladas; se puso de nuevo en manos de un gran ortodoncista, que le remeti¨® a¨²n m¨¢s la dentadura voladora, pero le recomend¨® sonre¨ªr lo menos posible, y ¨¦l opt¨® por no hacerlo jam¨¢s en p¨²blico; un peluquero llamado Riviere le acort¨® algo m¨¢s las melenas, le ti?¨® discretamente las incipientes canas y le tap¨® un poquito las orejas, que, contra el criterio de P¨ªrfano y de su madre, encontr¨® asquerosas: al menos logr¨® que ya no pareciera Nosferatu. Con dinero encima, P¨ªrfano fue a comprarse ropa cara. Las tiendas finas lo intimidaban, as¨ª que, seg¨²n entraba en ellas, descartaba prendas con un moh¨ªn: ¡°No, por Dios¡±, dec¨ªa, ¡°?c¨®mo se les ocurre a ustedes tener esto aqu¨ª?¡± Y lo curioso es que los y las dependientes, que suelen ir muy sobrados y miran de arriba abajo a los clientes con aspecto de poco pudientes, se achantaban ante su severidad y se apresuraban a retirar las prendas por ¨¦l condenadas. Sin embargo, como ten¨ªa mal gusto y ve¨ªa como elegante lo que los resentidos acostumbran a ver de ese modo, adquiri¨® una colecci¨®n de trajes cruzados y blazers color zafiro con botonadura de plata, as¨ª como varios foulards muy ostentosos. Y para los pies eligi¨® ¡°botos¡±, ese espantoso calzado que no son zapatos ni botas y que cubren el tobillo. Pero como estaba convencido de ir ahora hecho un pincel, se arm¨® del suficiente valor como para aceptar invitaciones. No le faltaba donde elegir.
Se aficion¨® a salir todas las noches e incluso algunas tardes. A lo que no renunci¨® fue a sus sempiternos abrigos rusos, largos y entallados y con amplias solapas de piel, y los convirti¨®, como lo dem¨¢s, en elemento de su personalidad. Al principio no sab¨ªa c¨®mo tratar a aquella clase de gente, y supon¨ªa que, si solicitaban su compa?¨ªa, era para o¨ªrle contar an¨¦cdotas maliciosas sobre otros, incluido el Rey. Comprendi¨® que no pod¨ªa permanecer callado sin m¨¢s, pero s¨ª hacerse el enigm¨¢tico y el implacable observador. As¨ª que si la anfitriona lo ve¨ªa mirando lo que ¨¦l no estaba seguro de si era un jarr¨®n o un orinal (para ¨¦l era como mirar la nada), se acercaba a ¨¦l temerosa y le inquir¨ªa: ¡°?No te gusta, P¨ªrfano?¡± En estos ambientes el tuteo era universal. ¡°Te advierto que es del Buen Retiro, muy valioso¡±. ?l no ten¨ªa ni idea de lo que significaba eso, pero aprovechaba la ocasi¨®n para sentenciar a muerte la porcelana: ¡°Eso es lo que se merece: un buen y definitivo retiro. Parece un orinal fino y antiguo, lo cual es un ox¨ªmoron. Un orinal no puede ser fino ni debe durar demasiado tiempo, puaf¡±. La anfitriona, sin aclararle la utilidad, se ruborizaba y le re¨ªa el chiste, y al cabo de un rato P¨ªrfano se percataba de que hab¨ªa hecho desaparecer el jarr¨®n u orinal Buen Retiro. Cuando algo m¨¢s tarde, durante la cena, not¨® la mano de aquella anfitriona sob¨¢ndole el paquete bajo la mesa ¡ªhasta causarle un poco de da?o¡ª, entendi¨® que hab¨ªa conseguido convertir el ¡°efecto tarima¡± en el ¡°efecto columna¡± y que, mientras Amatriain lo mantuviese en su puesto¡ ¡°Tengo polvos asegurados¡±, as¨ª lo pens¨® ¨¦l, con zafiedad.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.