¡°Me he quedado hu¨¦rfana de autor¡±. Los lectores se despiden de Javier Mar¨ªas
EL PA?S recibe cientos de correos y comentarios de lectores que han querido dedicar unas ¨²ltimas palabras al escritor y columnista
¡°Tengo dos d¨ªas que no aguanto la tristeza. A Mar¨ªas no le habr¨ªa gustado tanta ?o?er¨ªa¡±, comienza la lectora Alejandra Arzeno Kerr en su carta de despedida al escritor y columnista de El Pa¨ªs Semanal Javier Mar¨ªas, fallecido el pasado 11 de septiembre. ¡°He trabajado muchos a?os de profesora de espa?ol y traductora y ansiaba cada domingo que Mar¨ªas dedicara el art¨ªculo al rigor que exigen el idioma y la traducci¨®n. Luego, mi juego-obsesi¨®n lleg¨® hasta buscar con lupa y mala leche anglicismos en sus textos impresos: ¡°?te pill¨¦, este es un anglicismo!¡±¡±, relata Arzeno.
Desde la muerte del escritor, a la redacci¨®n de EL PA?S han ido llegando cientos de mensajes de sus admiradores. Unos han comentado en las redes sociales, otros han mandado sus condolencias en forma de correos electr¨®nicos dirigidos a Berna Gonz¨¢lez Harbour que en su bolet¨ªn EL PA?S de la ma?ana dejaba abierto su buz¨®n para todos aquellos que quisieran dedicarle unas palabras a Mar¨ªas.
Mariana Pineda ha querido comentar la ¨²ltima columna escrita por el autor madrile?o para El Pa¨ªs Semanal. ¡°Guardar¨¦ este art¨ªculo como oro en pa?o. Es un brillante y magn¨ªfico colof¨®n a esta secci¨®n, que siempre fue la que primero le¨ªa cada domingo con tanto placer¡±. Una frase repetida decenas de veces en los comentarios de sus lectores que cada domingo empezaban a leer la revista dominical de EL PA?S con el art¨ªculo de La zona fantasma, espacio del que el escritor fue due?o durante casi dos d¨¦cadas. ¡°Era ya una tradici¨®n tomar el caf¨¦ del domingo leyendo su columna, comentar luego: ¡®De qu¨¦ se queja hoy Mar¨ªas¡¯. No coincid¨ªa en muchas de sus opiniones, ni falta que hac¨ªa. Lo segu¨ªa leyendo¡±, sostiene Cristina Anguita.
Pilar Rota cuenta que tres d¨ªas antes de la muerte de Mar¨ªas habl¨® con una amiga de sus libros. ¡°Le dec¨ªa: ¡®Termino una novela de J. Mar¨ªas y ya estoy esperando la pr¨®xima¡¯. Me he quedado hu¨¦rfana de autor¡±, sentencia. Una orfandad que comparte tambi¨¦n la lectora Esther Barroso Mill¨¢n: ¡°He sentido profundamente su p¨¦rdida, me produjo una sensaci¨®n de vac¨ªo y orfandad literaria. Sus art¨ªculos eran para m¨ª una especie de terapia semanal, una forma de orientar mi pensamiento y de confirmar mis convicciones en una ¨¦poca que me produce tanta extra?eza¡±.
Toni Berini, sin embargo, recuerda el d¨ªa que conoci¨® al escritor en una librer¨ªa de Barcelona. ¡°Cuando se prohibi¨® fumar en los establecimientos p¨²blicos, hizo una larga protesta en sus art¨ªculos sobre la libertad de fumar y lo retr¨®grado de la ley. Muy insistente. Un d¨ªa me lo encontr¨¦ en la librer¨ªa Jaimes de Barcelona y lo salud¨¦ sonriente con un: ¡®Fumar mata¡¯. ?l me respondi¨®: ¡®A veces se puede escoger de qu¨¦ morir¡±.
Galardonado con premios como el Nacional de Traducci¨®n y de Narrativa, el Herralde y el de Literatura Europea, Mar¨ªas fue un eterno candidato al Nobel. ¡°Qu¨¦ tristeza que se haya ido sin el m¨¢ximo reconocimiento de las letras que tanto merece¡±, comenta a prop¨®sito en Facebook Lety Mart¨ªnez. Izaskun Pascual Ruiz de Arbulo incide en el tema: ¡°Como escritor me duele mucho que no le dieran el Nobel tan merecido, pero eso a ¨¦l no le importa ya, si alguna vez lo hizo¡±.
A Raquel Dur¨¢n, sin embargo, no solo le dio alegr¨ªas literarias sino tambi¨¦n marc¨® su vida personal. ¡°Gracias a Javier Mar¨ªas estoy con mi novio ingl¨¦s. No quer¨ªa yo acceder a sus peticiones amorosas, pero me regal¨® un libro de Javier, Mala ?ndole -sin ser consciente de lo que me entregaba-, y tanto me gust¨® que tuve que volver a verlo. ?Qu¨¦ menos que agradec¨¦rselo! Desde entonces, cinco a?os¡±, confiesa en un email.
¡°Como no creo m¨¢s que en el Universo, no s¨¦ a d¨®nde ha ido tu alma, Javier, pero deseo que desde all¨ª sigas meti¨¦ndote con los imb¨¦ciles que consiguen que este mundo funcione peor de lo que lo har¨ªa¡±, escribe con absoluta franqueza Mario Gasc¨®n Camprubi. ¡°Siempre que pasaba por la Plaza de la Villa, alzaba la vista para ver si estaban encendidas las luces de su casa. Y cuando lo estaban, me lo imaginaba escribiendo. Y me iba contento¡±, recuerda Jos¨¦ Ram¨®n Rigal. ¡°Se le va a echar mucho de menos¡± remata.
Los fragmentos m¨¢s subrayados
Admirado dentro y fuera de las fronteras de Espa?a, los fieles lectores de Javier Mar¨ªas han compartido con EL PA?S a trav¨¦s de Twitter e Instagram sus fragmentos literarios favoritos del escritor.
¡®Coraz¨®n tan Blanco¡¯ (1992)
¡°No he querido saber, pero he sabido que una de las ni?as, cuando ya no era ni?a y no hac¨ªa mucho que hab¨ªa regresado de su viaje de bodas, entr¨® en el cuarto de ba?o, se puso frente al espejo, se abri¨® la blusa, se quit¨® el sost¨¦n y se busc¨® el coraz¨®n con la punta de la pistola de su propio padre, que estaba en el comedor con parte de la familia y tres invitados¡±. (@mariaferreromerino, @superpelos23)
¡°¡ªBueno, ya te has casado. ?Y ahora qu¨¦? Fue ¨¦l el primero en hacer esa pregunta, o mejor dicho, en formular esa pregunta que yo me ven¨ªa haciendo desde por la ma?ana, desde la ceremonia y aun antes, desde la v¨ªspera. Hab¨ªa pasado la noche con sueno superficial y agitado, probablemente durmiendo pero crey¨¦ndome insomne, so?ando que no dorm¨ªa, despert¨¢ndome de veras a ratos. Hacia las cinco de la madrugada hab¨ªa dudado si encender la luz, pues al ser primavera ya ve¨ªa el anuncio del alba que alcanzaba la calle por la persiana subida, y pod¨ªa discernir mis objetos y los muebles, los de mi alcoba. ¡®Ya no dormir¨¦ m¨¢s solo, m¨¢s que ocasionalmente o de viaje¡¯, hab¨ªa pensado mientras dudaba si encender la luz o ver avanzar el alba por encima de los edificios y sobre los ¨¢rboles¡±. (@untalmerino)
¡°Callar y hablar son formas de intervenir en el futuro¡±. (@saravigoo)
Ma?ana en la batalla piensa en m¨ª (1994)
¡°Nos dimos besos que nos pod¨ªamos haber ahorrado y as¨ª yo no tendr¨ªa que recordarlos¡±. (@memelabu)
¡°Ma?ana en la batalla piensa en m¨ª, y caiga tu espada sin filo: desespera y muere. Pese yo ma?ana sobre tu alma, sea yo plomo en el interior de tu pecho y acaben tus d¨ªas en sangrienta batalla: caiga tu lanza. Piensa en m¨ª cuando fui mortal: desespera y muere¡±. (@rangarcia ha querido recordar estos versos de Ricardo III, de Shakespeare, que vertebran la novela de Mar¨ªas).
¡®Tu rostro ma?ana¡¯ (2002)
¡°No deber¨ªa uno contar nunca nada, ni dar datos ni aportar historias ni hacer que la gente recuerde a seres que jam¨¢s han existido ni pisado la tierra o cruzado el mundo, o que s¨ª pasaron pero estaban ya medio a salvo en el tuerto e inseguro olvido¡±. (@Kikerzz_, @pazteresa).
¡°Las mentiras son las mentiras, pero todo tiene su tiempo para ser cre¨ªdo¡±. (@ovallejoarias, @eliraemparte)
¡®Los enamoramientos¡¯ (2011)
¡°La ¨²ltima vez que vi a Miguel Desvern o Deverne fue tambi¨¦n la ¨²ltima que lo vio su mujer, Luisa, lo cual no dej¨® de ser extra?o y quiz¨¢ injusto, ya que ella era eso, su mujer, y yo era en cambio una desconocida y jam¨¢s hab¨ªa cruzado con ¨¦l una palabra¡±. (@anamatosneves)
¡®As¨ª empieza lo malo¡¯ (2014)
¡°No hace demasiado tiempo que ocurri¨® aquella historia ¡ªmenos de lo que suele durar una vida, y qu¨¦ poco es una vida, una vez terminada y cuando ya se puede contar en unas frases y s¨®lo deja en la memoria cenizas que se desprenden a la menor sacudida y vuelan a la menor r¨¢faga¡ª, y sin embargo hoy ser¨ªa imposible. Me refiero sobre todo a lo que les pas¨® a ellos, a Eduardo Muriel y a su mujer, Beatriz Noguera, cuando eran j¨®venes, y no tanto a lo que me pas¨® a m¨ª con ellos cuando yo era el joven y su matrimonio una larga e indisoluble desdicha¡±. (@victorlebronacevedo)
¡®Berta Isla¡¯ (2017)
¡°Durante un tiempo no estuvo segura de si su marido era su marido, de manera parecida a como no se sabe, en la duermevela, si se est¨¢ pensando o so?ando, si uno a¨²n conduce su mente o la ha extraviado por agotamiento¡±. (@laulopezrivera)
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.