Andy Warhol, pinturas con chocolate y trajes de cuero: un d¨ªa en el fascinante mundo de Peter Marino
El arquitecto favorito de las marcas de lujo acaba de culminar su obra m¨¢s personal: un museo en Los Hamptons con su colecci¨®n de arte. Lo recorremos junto a ¨¦l.
Cuando Peter Marino fue contratado a finales de los setenta por Andy Warhol para renovar la tercera y pen¨²ltima sede de The Factory y el apartamento del pintor, el arquitecto recibi¨® el salario m¨¢s bajo de su carrera. Warhol le firm¨® un tal¨®n por 150 d¨®lares y le espet¨®: ¡°No deber¨ªas cobrarlo. La firma alg¨²n d¨ªa valdr¨¢ m¨¢s que el propio cheque¡±. ¡°Maldita sea, Andy. Tengo que pagar el alquiler¡±, le respondi¨® un veintea?ero Marino, que corri¨® a ingresarlo en el banco sin esperar a que se cumpliera ta...
Cuando Peter Marino fue contratado a finales de los setenta por Andy Warhol para renovar la tercera y pen¨²ltima sede de The Factory y el apartamento del pintor, el arquitecto recibi¨® el salario m¨¢s bajo de su carrera. Warhol le firm¨® un tal¨®n por 150 d¨®lares y le espet¨®: ¡°No deber¨ªas cobrarlo. La firma alg¨²n d¨ªa valdr¨¢ m¨¢s que el propio cheque¡±. ¡°Maldita sea, Andy. Tengo que pagar el alquiler¡±, le respondi¨® un veintea?ero Marino, que corri¨® a ingresarlo en el banco sin esperar a que se cumpliera tan presuntuosa profec¨ªa.
Saltamos en el tiempo a 2022. Es un soleado s¨¢bado en Southampton y, poco antes de las once de la ma?ana, se empieza a arremolinar gente de bien alrededor de la antigua biblioteca Rogers Memorial. Rostros relajados y bronceados, perfumes frescos y caros, prendas de lino. No han sonado las campanadas, pero los parroquianos acuden puntualmente desde hace un a?o a su cita con la Peter Marino Art Foundation. ¡°No es el ciclo de la vida pasar del Nueva York de Warhol a Los Hamptons. Pero ha sido el ciclo de la m¨ªa¡±, explica socarr¨®n.
El arquitecto, vestido a los 73 a?os con su perenne traje de cuero motero, recibe a unas 60 personas en este edificio de 1895 junto a su antiguo compa?ero de correr¨ªas warholianas, Bob Colacello, director asociado de la fundaci¨®n y moderador de estos encuentros. Los asistentes saben que, al margen de los invitados (en esta ocasi¨®n son Jean-Michel Othoniel y Johan Creten, pero han pasado Francesco Clemente, Vik Muniz, Rashid Johnson o Marie-Chantal de Grecia), la conversaci¨®n estar¨¢ plagada de sofisticad¨ªsimos chascarrillos (entre ellos, la historia del cheque) y, al terminar, el propio Marino les har¨¢ de gu¨ªa por una deslumbrante colecci¨®n de obras de Giordano, Kiefer, Hirst, De Kooning y, por supuesto, Warhol. Despu¨¦s de todo, no estuvo tan mal que el genio del pop art le pagara en especie.
A Marino le divierte la idea de esta misa de s¨¢bado. ¡°Los museos reciben ahora muchos m¨¢s visitantes que las iglesias, desde luego¡±, bromea. ?l ha sido, no en vano, acusado en muchas ocasiones de ¡°desacralizar¡± la arquitectura al prestar su arte al servicio de clientes millonarios. Suyas son las espectaculares tiendas de Giorgio Armani en Nueva York, Chanel en Tokio o Louis Vuitton en Beverly Hills. ¡°No me gustan las religiones organizadas. Tienen demasiadas reglas que yo no soy capaz de cumplir¡±, dice lanzando un dardo bidireccional contra el catolicismo que ¡°uno no se puede quitar de encima¡± teniendo ascendencia italiana (est¨¢ bautizado, comulgado, confirmado y hasta se cas¨® por la iglesia con Jane Trapnell) y contra los dogmas arquitect¨®nicos. ¡°En la Edad Media, la Iglesia cat¨®lica era la gran marca, como hoy lo son Chanel o Dior. Yo estoy muy orgulloso de ser un arquitecto comercial. Si McDonald¡¯s me encarga ma?ana un nuevo edificio, lo har¨¦ encantado¡±, sentencia. De momento, no es una cadena de comida r¨¢pida, sino Tiffany, la que lo tiene ocupado en la renovaci¨®n integral de su famosa sede en la Quinta Avenida, la misma frente a la que desayunaba con diamantes Audrey Hepburn. ¡°Vamos a reformar cada mil¨ªmetro¡±, promete o quiz¨¢s amenaza.
Eso es lo que ha hecho tambi¨¦n con el edificio de ladrillo rojo y tejados alpinos que alberga su fundaci¨®n y que compr¨® impulsivamente en 2018. ¡°Conceb¨ª esto como un hobby, pero ha sido como un hijo malcriado¡±, explica sobre un proyecto en el que ha embarcado a su hija, Isabelle Marino, que la codirige, y a su sobrina, Catherine Philbin, que volvi¨® desde Espa?a para encargarse de las relaciones p¨²blicas y la parte editorial.
La pandemia y la crisis de suministro retrasaron la obra y dispararon el presupuesto, y no fue hasta junio de 2021 cuando pudo abrir sus puertas. ¡°Herc¨²leo¡± es el adjetivo con el que describe el esfuerzo, y H¨¦rcules es, precisamente, uno de sus ejes. Entre todos los artistas de relumbr¨®n que posee, Marino considera su pieza m¨¢s preciada una escultura de bronce florentino de Ferdinando Tacca del siglo XVII que capta al semidi¨®s en plena acci¨®n con la Cierva de Cerinea, a la que H¨¦rcules tard¨® un a?o entero en atrapar. ¡°Me fascina la mitolog¨ªa, que siga ofreciendo 3.000 a?os despu¨¦s lecciones de comportamiento, que tengan algo de verdad eterna¡±, asegura.
?Una disonancia con los 15 minutos de fama que describ¨ªa Warhol? ¡°Lo que Warhol quiso decir es que viv¨ªamos en un momento en el que todo cambiaba. Pero ¨¦l hac¨ªa retratos de celebridades y las inmortalizaba. Warhol pensaba que las celebrities definen la cultura estadounidense, que son nuestras deidades. Entonces fueron Marilyn y Liz Taylor, ahora ser¨ªan Angelina Jolie y Kim ?Kardashian. ?l quer¨ªa que todo el mundo tuviera acceso a ellas. Llam¨® a su estudio The Factory casi como si fuera un acto socialista, para producir arte para cuanta m¨¢s gente mejor¡±, dice, dando pie a la inevitable comparaci¨®n. ¡°En los sesenta despert¨¢bamos a nuevas libertades. Ahora todo es menos optimista. Entonces realmente nos mezcl¨¢bamos todas las clases. Eras un chico de clase media que te pod¨ªas encontrar con un Rocke?feller¡±, reflexiona.
?l, sin ir m¨¢s lejos, era nieto de un carnicero e hijo de un ingeniero, consigui¨® estudiar Arquitectura en la Universidad de Cornell en Nueva York y acab¨® en fiestas con un ¡°glamour imposible¡±, en sus propias palabras. ¡°Siempre me ha interesado que las personas podamos ser cosas tan distintas, en eso especialmente Estados Unidos da muchas libertades. Pero ahora parece que uno insulta si muestra una opini¨®n divergente¡±, explica. ¡°La culpa es de la educaci¨®n, que est¨¢ yendo cuesta abajo y descuida las clases de arte y m¨²sica, sin darse cuenta de que son el fertilizante para que las almas crezcan¡±, a?ade.
La idea de cultivar el alma, el di¨¢logo y la convivencia marca tambi¨¦n c¨®mo Marino ha dispuesto el recorrido por su colecci¨®n. La obra de Tacca conversa en la misma sala con la representaci¨®n en clave barroca de Ca¨ªn y Abel de Luca Giordano, que emparenta a su vez con un escorzo abstracto pintado por Willem de Kooning de 1975. La ruptura y la fusi¨®n de geograf¨ªas, ¨¦pocas, movimientos y expresiones art¨ªsticas son tambi¨¦n especialidad de la casa Marino. ¡°El consejo que les doy a todos los clientes es que, cuando coleccionan arte, compren lo que les gusta y no piensen en si combina o no con lo que ya tienen. Tu colecci¨®n y tu casa tienen que representarte a ti, incluyendo tus contradicciones¡±, resume.
Sus contradicciones son muchas. La m¨¢s llamativa, la de vestir siempre igual a pesar de ser el arquitecto oficial de las grandes firmas de ropa. ¡°Mi look es estable porque, aunque no lo parezca, necesito una disciplina¡±, dice, y explica la historia de su ic¨®nica imagen, representada en la colecci¨®n por retratos de Clemente y de Wim Delvoye. ¡°Yo era pr¨¢cticamente un chico de la calle. Luego tuve en mi estudio clientes como Giorgio Armani, que me regal¨® algunos trajes que pens¨¦ que, al pon¨¦rmelos, me har¨ªan sentir m¨¢s profesional. En 1992, cuando me ?reun¨ª con Karl Lagerfeld para hacer un trabajo para Chanel, me puse un blazer azul y unos pantalones caquis, y me dijo que me ve¨ªa como el t¨ªpico arquitecto y que, si quer¨ªa llegar lejos, deb¨ªa vestir de otra manera. As¨ª que en el a?o 2000 decid¨ª vestir como yo quer¨ªa. Siempre me han gustado las motos, as¨ª que decid¨ª vestirme de motero a partir de entonces. Y, de paso, ahorro tiempo haciendo la maleta¡±, ironiza.
Otra contradicci¨®n es que, dentro de su gran apuesta por la sinergia entre distintos artistas y periodos en su fundaci¨®n, abre dos salas casi monogr¨¢ficas a uno de sus artistas favoritos, Anselm Kiefer, definido por sus obras de gran formato, por la riqueza de sus texturas que llevan sus cuadros hasta casi el relieve y que retratan una calma convulsa.
Y quiz¨¢ la paradoja final sea que, a pesar de la m¨¢xima de que el cliente siempre tiene la raz¨®n, ¨²ltimamente se ha sorprendido a s¨ª mismo poniendo coto a su cartera, decepcionado por el rumbo al que se dirige la est¨¦tica. ¡°De una extra?a manera, el mundo se ha hecho m¨¢s peque?o. Todos est¨¢n pendientes de lo mismo a la vez, mirando las mismas im¨¢genes. Da igual que sea Tailandia, Dub¨¢i, Shangh¨¢i¡, me parece decepcionante ver la cantidad de edificios acristalados de oficinas en cualquier ciudad del mundo. Intento evitar a los clientes sin alma¡±, dice.
Marino no tiene miedo a decir lo que piensa ¡ªy eso le ha granjeado problemas en los tiempos de la cultura de la cancelaci¨®n¡ª o, quiz¨¢, a describir lo que ve. En una de las charlas de la fundaci¨®n, no dud¨® en describir el Museo Guggenheim de Nueva York, dise?ado por Lloyd Wright, como un ¡°parking sin coches¡± pues, ante todo, conf¨ªa en su criterio. ¡°Siempre me fascin¨® ese juego tan sencillo en el que te preguntan: ¡®Si fueras un animal, ?qu¨¦ ser¨ªas?¡¯. Gente importante me ha dado las respuestas m¨¢s incre¨ªbles. Yo siempre respondo el ¨¢guila [un s¨ªmbolo recurrente en su colecci¨®n] porque vuela alto, hasta el punto de que puede ver todo de una sola vez. Tiene la mejor vista del mundo animal. Yo no tengo muchas habilidades f¨ªsicas, pero tengo dos ojos privilegiados¡±, concluye.