Ping¨¹es beneficios
Mucho tanque para tan poca cabeza, ?no? Tal es el acierto de la fotograf¨ªa: el de poner en evidencia la desproporci¨®n de tama?os entre la m¨¢quina de matar y el cerebro que la dirige. No nos importa ahora a qu¨¦ fuerza o pa¨ªs pertenece ni en qu¨¦ guerra participa ese soldado, pues lo que nos produce asombro es la capacidad del ser humano para fabricar cosas que le exceden, tr¨¢tese de una catedral g¨®tica o de una ojiva nuclear. El tanque de la imagen parece una pr¨®tesis del hombre que lo dirige, como si le hubieran cosido al cuello ese cuerpo de acero desde el que se asoma a un paisaje helado que quiz¨¢ sea un reflejo de su estado de ¨¢nimo. Pero ah¨ª est¨¢, conduci¨¦ndolo y conduci¨¦ndose, como el que maneja una pierna artificial.
Matamos bien, en fin, y nos dejamos matar mejor, si cabe, de lo que matamos. Matamos y morimos al detal y al por mayor sin establecer grandes distinciones morales entre un comercio y otro. Ignoramos asimismo si la venta de tanques est¨¢ en manos del negocio minorista o mayorista, pero de lo que no nos cabe duda alguna es de que deja beneficios econ¨®micos alucinantes. De ah¨ª que las guerras, que empobrecen a tantos, enriquezcan tambi¨¦n a muchos. De ah¨ª asimismo la dificultad de posicionarse frente a ellas. ?Se emprenden por sus causas aparentes (la patria, el honor, Dios, los equilibrios geoestrat¨¦gicos, etc¨¦tera) o por alimentar una industria que proporciona ping¨¹es beneficios, signifique lo que signifique ping¨¹es? Tal es la horrible duda que le surge a uno frente a los conflictos b¨¦licos, incluso frente a los que considera justos.
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