Adela Cortina: ¡°Los medios est¨¢n creando una sociedad de tontos polarizados¡±
La autora de ¡®Aporofobia, el rechazo al pobre¡¯ y ¡®?tica m¨ªnima¡¯, entre otros indispensables tratados morales, habla de educaci¨®n, pol¨ªtica, periodismo, filosof¨ªa y felicidad
Perenne dedo sabiamente metido en la llaga de preguntas que importan y molestan, Adela Cortina (Valencia, 76 a?os) sigue adelante en su misi¨®n de radiografiar los comportamientos y fallas de nuestras sociedades modernas. Su territorio no es otro que el saber que se ocupa de los fines: la ¨¦tica, diseccionada en libros esclarecedores como ?tica m¨ªnima, ?tica aplicada y democracia radical, ?Para qu¨¦ sirve realmente la ¨¦tica? (Premio Nacional de Ensayo 2014), Aporofobia: el rechazo al pobre o ?tica cosmopolita. Su diagn¨®stico como la profesora que es no alberga duda: en cuestiones morales, y desde un punto de vista hist¨®rico, progresamos adecuadamente. Frente a la tentaci¨®n del ¡°estamos peor que nunca¡±, ella opone un ¡°estamos mejor que nunca¡± basado en los evidentes avances de la sociedad contractual, los derechos humanos y el Estado de bienestar. Y, al mismo tiempo, constata lo evidente: queda un universo por hacer y el margen de correcci¨®n en cuestiones como las desigualdades sociales, el desastre medioambiental o la polarizaci¨®n pol¨ªtica es inmenso.
La conversaci¨®n con la catedr¨¢tica em¨¦rita de ?tica y Filosof¨ªa Pol¨ªtica de la Universidad de Valencia sobre temas profundos y delicados fluye como si del estreno de la ¨²ltima serie de televisi¨®n o de la pr¨®xima jornada de Liga estuvi¨¦ramos hablando. Es la virtud del que sabe de verdad: descender al territorio de su interlocutor, por repleto de lagunas que este se encuentre, con tal de transmitir verdades como pu?os que sean comprensibles y no ampulosas tabarras llenas de prestigiosas referencias y notas a pie de p¨¢gina. El encuentro, sin orden del d¨ªa preestablecido ni percha de actualidad m¨¢s all¨¢ de la permanente vigencia de sus pensamientos y postulados, y la innegable conveniencia de recordarlos y reivindicarlos una y otra vez, transcurre en la sede valenciana de la Fundaci¨®n ?tnor (?tica de los Negocios y las Organizaciones), que dirige. Eso s¨ª: para las fotos se impuso la opci¨®n ¡ªm¨¢s seductora, sin duda, que el as¨¦ptico decorado de oficina¡ª del paraninfo y la biblioteca de la Universidad La Nau de Valencia.
?La ¨¦tica est¨¢ relacionada con la felicidad?
La ¨¦tica tiene dos referentes, la felicidad y la justicia, que son los dos puntos fundamentales de los que se pueden extraer todos los valores y todas las aspiraciones de la humanidad. Pero, as¨ª como la justicia puede hacerse, es alcanzable¡, la felicidad no. A lo largo de la historia hemos ido creando con mayor o menor ¨¦xito y mayor o menor suerte sociedades cada vez m¨¢s justas, hasta llegar al Estado social y democr¨¢tico de derecho que tenemos hoy. Y es la base de las comunidades pol¨ªticas: si una estructura no es justa, hay que cambiarla. De hecho, pienso que la historia de la humanidad se podr¨ªa contar como la historia del progreso en la justicia. Igual estoy siendo muy optimista¡
Eso que dice desmiente en gran medida la tentaci¨®n recurrente del ¡°estamos peor que nunca¡±.
Estamos mejor que nunca. Yo, a mis alumnos, cuando empezaban con aquello de ¡°estamos igual que siempre¡± o ¡°estamos peor que nunca¡±, les ped¨ªa que no dijeran tonter¨ªas. Que miraran unos a?os atr¨¢s y vieran c¨®mo la esclavitud era legal. C¨®mo las mujeres no votaban. Ha habido enormes progresos. As¨ª que la justicia est¨¢, en cierta medida, en nuestras manos, aun con avances y retrocesos.
No as¨ª la felicidad, ?no?
La felicidad, como dec¨ªa Arist¨®teles con toda la raz¨®n del mundo, depende en muy buena medida de la suerte. T¨² puedes decirle a alguien: ¡°?Vamos, t¨² puedes ser feliz!¡±, pero, si le han diagnosticado un c¨¢ncer y le est¨¢n dando un tratamiento de quimio y radio que lo deja desmontado varios d¨ªas, hablarle de eso es un sarcasmo sin gracia. Hay que trabajar en ser felices, claro, y la mayor¨ªa lo hacemos, pero hay que saber que la suerte cuenta. Y luego hay gente que no va a ser feliz en su vida porque protesta por todo, porque es incapaz de cuidar a un amigo excepcional, de cuidar una buena relaci¨®n de pareja, de valorar que ha tenido una educaci¨®n maravillosa, de apreciar una puesta de sol¡, incapaz.
Incapaz de cuidarse, incluso.
Por supuesto. As¨ª que lo que s¨ª se puede trabajar con relaci¨®n a la felicidad es esa receptividad para apreciar lo valioso. Quienes son m¨¢s capaces de apreciar tienen m¨¢s posibilidades de ser felices.
?Es una predisposici¨®n, un ¡°tender a¡¡±?
Cuando ya los griegos hablaban del ethos, que quiere decir ¡°car¨¢cter¡±, y de ah¨ª viene la ¨¦tica, ya estaban hablando de las predisposiciones que vamos generando a lo largo de la vida. Y trabajar las predisposiciones era lo que ellos entend¨ªan como el camino hacia la felicidad. Nadie te garantiza que vas a ser feliz, pero puedes trabajar para intentarlo. Otra cosa distinta son las promesas de felicidad de algunos psic¨®logos, etc¨¦tera; cuidado con prometer nada.
?Hasta qu¨¦ punto estamos preparados para asumir esa ¨¦tica m¨ªnima de su c¨¦lebre libro de 1986, esas leyes de m¨ªnimos para saber estar en la vida? ?C¨®mo lo estamos haciendo?
Pues yo estoy un poco desanimada. Desanimada con el ambiente que se ha ido generando y en el que tienen much¨ªsima responsabilidad las redes sociales, las pantallas, internet¡ Igual es una vulgaridad esto que digo, pero me sorprende enormemente ver a la gente siempre pendiente del m¨®vil hasta el punto de que, si no vas con cuidado, te atropellan. Dec¨ªa un art¨ªculo de la revista The Atlantic que en esta era de internet ya es muy dif¨ªcil que podamos progresar porque somos incapaces de leer un libro entero. Esto me aterra. Yo no tengo hijos, pero amigos que s¨ª tienen me dicen que sus hijos son incapaces de leer un libro entero. Yo los devoraba desde peque?ita. Hoy estamos todo el rato mariposeando, leyendo solo trocitos, de forma que nos hacemos un pensamiento fragmentario, y eso me parece peligroso. Y como pensamos igual que leemos, seg¨²n est¨¢ comprobado psicol¨®gicamente, cada vez pensamos menos.
El d¨¦ficit de atenci¨®n ya no es una enfermedad, es un modo de vida
Lo que antes era una dolencia diagnosticada de manera individual ¡ªel d¨¦ficit de atenci¨®n¡ª, hoy es una dolencia social, ?no?
Es que el d¨¦ficit de atenci¨®n ya no es una enfermedad, es un modo de vida.
?Y esa ¨¦tica cosmopolita de ra¨ªz kantiana de la que trata su ¨²ltimo libro¡ ?Estamos preparados para ella? ?No apelamos m¨¢s bien a lo que podr¨ªamos denominar nuestra propia ¡°¨¦tica local¡±?
Pues mira, la gente, cuando no consigue el tipo de ventajas que proporciona una sociedad cosmopolita que respeta el camino hacia la dignidad, etc¨¦tera, se queja. Cuando no se respetan su dignidad y sus derechos, se queja.
Usted ha escrito mucho sobre lo subjetivo y lo intersubjetivo. ?No estar¨¢ la ra¨ªz del problema en la defensa a ultranza de MI subjetividad frente a la intersubjetividad, a mi relaci¨®n con los dem¨¢s?
Justo, ah¨ª est¨¢ la ra¨ªz del problema.
A m¨ª que no me toquen mi subjetividad.
Efectivamente, a m¨ª que no me toquen mis derechos, yo tengo derecho a pr¨¢cticamente todo. Pues no. En nuestra tradici¨®n yo no puedo reclamar un derecho que no reclame para todos los dem¨¢s. Eso es la clave para conseguir una sociedad cosmopolita en el sentido kantiano de la Ilustraci¨®n.
Tambi¨¦n ha escrito sobre dos rasgos que definen hoy lo que es la clase pol¨ªtica y su discurso: lo emotivo y lo disyuntivo. Por un lado, emotividad frente a argumentaci¨®n. Por otro, el reino del ¡°o est¨¢s conmigo o contra m¨ª¡±¡
As¨ª es, y est¨¢ complicado corregirlo. Y aqu¨ª llegamos al que por desgracia es uno de los grandes temas de nuestros d¨ªas, que es el de la polarizaci¨®n. Tema, por cierto, relativamente reciente, porque polarizaci¨®n siempre ha habido, pero su exacerbaci¨®n tiene que ver con las redes y con los medios de comunicaci¨®n. A m¨ª me interesan mucho las cuestiones relacionadas con la neurociencia, y quienes hemos estudiado estos temas sabemos que existe una predisposici¨®n biol¨®gica al tribalismo, a la defensa de lo m¨ªo frente a lo de fuera; nuestro cerebro es xen¨®fobo, lo mismo que existe en todos nosotros, como expliqu¨¦ en mi libro Aporofobia, una predisposici¨®n a relegar al pobre. Pero una predisposici¨®n no es un destino, se puede cambiar, es adaptativa.
?Y c¨®mo cambiarla?
Es complicado. Me enter¨¦ ¡ªy me qued¨¦ sorprendid¨ªsima¡ª de que hay polarizadores profesionales que van incitando a la gente a esa predisposici¨®n, aut¨¦nticos especialistas en el esquema amigo / enemigo. Les sale muy bien, y est¨¢n siendo contratados para que polaricen. Y ah¨ª llegamos a la emotividad. ?Por qu¨¦ estamos en una ¨¦poca emotivista? Porque es mucho m¨¢s f¨¢cil manejar la emoci¨®n que la raz¨®n. Para manejar la raz¨®n hacen falta argumentos.
M¨¢s f¨¢cil y quiz¨¢ m¨¢s confortable, ?no? Las dictaduras y los populismos son confortables. Ah¨ª no se argumenta, ah¨ª se emociona.
Claro, trabajan las emociones y tienen a la gente a gusto. Me qued¨¦ pasmada viendo esa asignatura que se le ha ocurrido a Putin para sus escolares, a los que se les dice que hay que morir por la patria. Est¨¢ volviendo el tribalismo, est¨¢n volviendo los nacionalismos cerrados, el repliegue. Pero, como bien dijo Ulrich Beck, debemos tener una mirada cosmopolita ?porque si no, no entenderemos nada de lo que ocurre! Es una cuesti¨®n epistemol¨®gica, ya no es solo una cuesti¨®n ¨¦tica. Somos interdependientes, Dios m¨ªo.
Sin embargo, pensar la vida exclusivamente a partir de la raz¨®n no es viable, siempre nos har¨¢ falta un factor emocional¡
A ver, a quienes formamos parte de la tradici¨®n occidental se nos ha acusado de fijarnos m¨¢s en la raz¨®n que en las emociones, y se ha dicho que la filosof¨ªa occidental es el trabajo de la raz¨®n. Y es verdad. Por eso yo propuse hace tiempo ¡ªy sigo trabajando en ello¡ª una raz¨®n cordial, una uni¨®n de raz¨®n y emoci¨®n. Porque claro que las emociones son nuestro impulso, el motor del ser humano, pero cuidado con quedarnos solo con ellas, porque se desbocan; hace falta tambi¨¦n la raz¨®n. Y esa f¨®rmula es la que tiene que resolver el problema de la polarizaci¨®n: una conversaci¨®n emoci¨®n-raz¨®n.
?Considera que, en general, la gente hoy est¨¢ polarizada o que se deja manipular por esos polarizadores profesionales de los que habla?
Creo que, en general, la sociedad no est¨¢ polarizada, no lo est¨¢. Y no puede ser que las redes y los medios lo hagan. Yo creo que en Espa?a la sociedad es fundamentalmente de centroderecha / centroizquierda, si es que se puede seguir hablando de izquierda y derecha, que, la verdad, no me gusta para nada esa denominaci¨®n. Pero hay polarizadores. Y muchos lo hacen por ganarse una reputaci¨®n. Lo que dicen se viraliza, y entonces entramos en una deriva psicol¨®gica tremenda.
O sea, que McLuhan ten¨ªa raz¨®n: el medio es mensaje.
El medio es el mensaje. As¨ª que, por favor, yo os pedir¨ªa a los medios de comunicaci¨®n que no aliment¨¦is ese tribalismo emotivista.
Acusamos a esos polarizadores profesionales de fabricar fake news sin parar. Pero los medios tradicionales ¡ªtambi¨¦n llamados respetables¡ª, ?no hacemos fakes? ?Un fake no puede fabricarse por omisi¨®n, por no hablar de tal tema, o por esconderlo, o por hablar de ¨¦l por tal o cual inter¨¦s pol¨ªtico o econ¨®mico?
?Absolutamente! Ese tema me preocupa y me crispa much¨ªsimo porque, a pesar de las redes y de todo eso, los medios tradicionales ten¨¦is a¨²n much¨ªsimo poder aunque a veces no os deis cuenta. Y yo os pedir¨ªa encarecidamente que intentarais limar la polarizaci¨®n. Que dig¨¢is: ¡°Mire usted, las dos posiciones son igual de leg¨ªtimas, pero esta es m¨¢s razonable por esto, esto y esto¡±. Que argument¨¦is. Y otra cosa: ?es posible que se den las noticias sin calificar desde el principio a la gente, sin decir de entrada ¡°este es de extrema derecha o este es de extrema izquierda, este es conservador y este es progresista¡±? ?Pueden los medios no calificar a la gente de entrada, sino esperar a ver lo que dice, para que la audiencia valore lo que se dice y no el calificativo que se pone a quien lo dice? Porque yo comprendo que al cerebro del lector corriente y moliente le es muy c¨®modo pensar en pares, bueno / malo, amigo / enemigo, extrema derecha / extrema izquierda, o sea, que se lo den todo servido, pero es que no puede ser.
?Cree que los medios en Espa?a est¨¢n cumpliendo con su deber ofreciendo no solo qu¨¦s, sino c¨®mos y porqu¨¦s? ?Est¨¢n abordando de verdad el contexto? ?Se est¨¢n dirigiendo de verdad a ¡°la gente¡± o solo a los mundillos pol¨ªtico, econ¨®mico y cultural?
Esto es un verdadero problema. No estamos haciendo caso a Arist¨®teles, que en su tratado Metaf¨ªsica dec¨ªa que importa el qu¨¦, pero sobre todo el porqu¨¦. Que es, por cierto, la tarea de la filosof¨ªa. Al lector le tienes que situar y le tienes que dar las pistas para que ¨¦l se forme la opini¨®n acerca de qu¨¦ es lo bueno, lo malo y lo regular. Si a la gente le das solo informaci¨®n y no le das contexto, no hay nada que hacer. Los medios est¨¢n creando una sociedad de tontos polarizados, de forma que no vivimos en una sociedad del conocimiento, sino en una econom¨ªa de la atenci¨®n. ?Y c¨®mo se capta la atenci¨®n? Pues con lo extravagante y lo muy llamativo. Pero los medios no tienen que tratar a la gente como si fuera tonta.
Un estudio de la Universidad de Cambridge revel¨® que la mayor¨ªa de los lectores no quieren noticias duras. ?Eso tiene que ver con la aporofobia?
Tiene que ver, tiene que ver. Tenemos un mecanismo mental por el que apartamos todo aquello que nos incomoda. Y cuando no somos capaces de valorar a muchos seres humanos que, como dijo Kant, son valiosos por s¨ª mismos, entonces rechazamos a aquellos que no pueden devolvernos nada a cambio. En general, nuestro cerebro es xen¨®fobo. Pero adem¨¢s es reciprocador: yo te doy y t¨² me das. Y, desde luego, es mucho m¨¢s inteligente reciprocar que excluir, a m¨ª me parece un paso adelante en la civilizaci¨®n. Eso es el Estado de derecho, eso es la sociedad contractual. Pero, claro, todo esto tiene un inconveniente claro, y es que cuando nos parece que alguien no es capaz de devolvernos nada interesante a cambio, entonces lo excluimos.
Sus observaciones morales podr¨ªan conformar un buen programa de educaci¨®n ¨¦tica y filos¨®fica para los colegios. En el caso, claro, de que ese tipo de educaci¨®n un d¨ªa interese a nuestros gobernantes como prioridad y no como concesi¨®n¡
Hay que educar filos¨®ficamente. Como dec¨ªa Kant muy acertadamente, la educaci¨®n es junto con el gobierno la tarea m¨¢s dif¨ªcil de un pa¨ªs. Y hay que decidir si educamos para el presente o para un futuro mejor. Kant opina que para un futuro mejor, y que los mejores g¨¦rmenes para eso son los g¨¦rmenes cosmopolitas, que tienen que ver b¨¢sicamente con que todo el mundo sea respetado, que todo ser humano tenga su dignidad, etc¨¦tera. El futuro mejor siempre es incierto. Educamos, pues, en la incertidumbre de c¨®mo preparar a los j¨®venes para que un d¨ªa puedan dar respuesta a la vida. Pero, ahora bien, una cosa est¨¢ clara: si a los chicos les ponemos al mismo nivel la nueva campa?a de la Liga de f¨²tbol con el hecho de que hay gente que se muere de hambre, pues no hay nada que hacer.
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