Davos no quiere que sepas d¨®nde vivi¨® Kirchner
Ante la moda de poner placas que anuncian qu¨¦ famoso naci¨® o muri¨® en un sitio, Davos se ha negado a se?alar la casa de su habitante m¨¢s c¨¦lebre, el pintor expresionista Ernst Ludwig Kirchner.
Hoy en d¨ªa es casi imposible recorrer una calle de cualquier ciudad y no dar con una fachada en la que se anuncie que aqu¨ª vivi¨® un poeta, que aqu¨ª naci¨® un portero de f¨²tbol o que aqu¨ª se invent¨® el chocolate. En este bar NO estuvo Hemingway. En este balneario se relaj¨® Grace Kelly. En este banco se sentaron una tarde ...
Hoy en d¨ªa es casi imposible recorrer una calle de cualquier ciudad y no dar con una fachada en la que se anuncie que aqu¨ª vivi¨® un poeta, que aqu¨ª naci¨® un portero de f¨²tbol o que aqu¨ª se invent¨® el chocolate. En este bar NO estuvo Hemingway. En este balneario se relaj¨® Grace Kelly. En este banco se sentaron una tarde James Joyce y Nora Barnacle. En esta mesa ley¨® Stefan Zweig el peri¨®dico durante un invierno. Es una tendencia al alza, aunque no todos los lugares son partidarios de ella.
En la peque?a localidad suiza de Davos, un prestigioso enclave alpino donde cada a?o se re¨²nen los gur¨²s de la econom¨ªa, el pintor expresionista alem¨¢n Kirchner realiz¨® gran parte de su obra. He llegado atra¨ªdo por su figura y lo primero que le pido a Petra Ruinatsha, mi cicerone aqu¨ª, es que me lleve a los lugares que habit¨®. Despu¨¦s de atravesar a pie unos valles (nueve kil¨®metros) aparecemos en Stafelalp, y junto a un abrevadero se?ala una casa de madera y dice: ¡°Esta fue la primera¡±. Alrededor solo hay otras de id¨¦ntica construcci¨®n y un panel que anuncia direcciones a los senderistas. Entonces pregunto: ?por qu¨¦ no hay ning¨²n cartel que anuncie que aqu¨ª vivi¨® Kirchner? ¡°Creo que el due?o no quiere atraer turistas, esto era y es un reducto de campesinos¡±. Descendemos para ir a la otra casa, en In den L?rchen, una edificaci¨®n de dos plantas con fachada blanca en cuyos balcones se ve ropa tendida. Y otra vez pregunto: ?tampoco aqu¨ª se informa de que vivi¨® Kirchner? Pues no.
Sorprende este olvido porque Kirchner pas¨® en Davos 21 a?os. Pint¨® sus paisajes urbano y alpino por activa y por pasiva y, por si fuera poco, aqu¨ª se suicid¨®. Ernst Ludwig Kirchner naci¨® en 1880 en Aschaffenburg y, tras empezar Arquitectura, con unos amigos fund¨® en Dresde el grupo pict¨®rico Die Br¨¹cke, un puente entre la tradici¨®n y la ruptura. En 1917, huyendo de la guerra y tras varias estancias hospitalarias en el Taunus y en el lago de Constanza, recal¨® en Davos buscando alivio para su enfermedad mental. Se instal¨® primero en la casa de Stafelalp con su esposa, Erna. Hizo amigos enseguida y no se cans¨® de pintar a sus vecinos campesinos, que sobreviven en unos cuadros claramente agradecidos con el entorno. En sus primeros a?os segu¨ªa vendiendo bien y, adem¨¢s del dinero que llegaba de Alemania, le compraba la gente adinerada que se reclu¨ªa en los sanatorios del valle. Como era el ¨²nico que ten¨ªa gram¨®fono y le apasionaba el baile, organizaba fiestas a las que los vecinos no pod¨ªan evitar asomarse. Davos era su hogar y las monta?as fuente de inspiraci¨®n. Kirchner adoraba la vida de la gente sencilla y la naturaleza. Aunque para Erna el valle no era el mejor lugar del mundo, nunca se fueron. Sus problemas se agudizaron conforme avanzaban las ideas nacionalsocialistas y se present¨ªa la Segunda Guerra Mundial. En Alemania, su arte fue catalogado de degenerado y ¨¦l se fue haciendo invisible.
Desde 1993 Davos tiene un museo dedicado a ¨¦l, un edificio del estudio de Z¨²rich Gigon Guyer. All¨ª me encuentro con la gu¨ªa Monique Schneuwly. Me ense?a el tr¨ªptico Alp Leben y me explica: ¡°Esa peque?a mancha blanca que apenas se distingue era su segunda casa¡±. Colores intensos, tratados con libertad, y figuras desproporcionadas para realzar lo que le importaba: el granjero, la fuente, las cascadas, los animales. Repasamos fotograf¨ªas antiguas de Stafelalp y Monique se?ala una casa y dice: ¡°Era esta¡±, pero Petra, mi primera cicerone, la corrige: ¡°No, no, es esta, la que hemos visto antes, la de los balcones¡±, Monique rei?tera: ¡°Ni hablar, es esta, la de al lado¡±. Fankhauser, la se?ora de la taquilla, coge la postal y asegura: ¡°Es esta¡±, se?alando otra distinta. Estoy a punto de intervenir y apuntar que no, que es esta otra, pero me contengo. Planteo a Monique la misma cuesti¨®n: ¡°Me da igual cu¨¢l era, pero ?por qu¨¦ no hay un cartel para anunciar las que fueron sus casas?¡±. ¡°Qu¨¦ pregunta es esa¡±, responde. ¡°Los agricultores no quieren. Aqu¨ª los campesinos tienen sus reglas¡±. Bien, por fin una norma con la que estoy de acuerdo. Como me empe?o en ver un signo de que Kirchner estuvo aqu¨ª, voy al cementerio. Entre la hierba fresca descubro dos bloques de piedra con las palabras justas: ¡°Erna Kirchner, 1884-1945¡å, y, al lado, ¡°Ernst Ludwig Kirchner, 1880-1938¡å.