Las cartas de James Joyce: una fiesta de la sinceridad en tiempos de pose
La correspondencia del escritor irland¨¦s, de una franqueza acorde con su filosof¨ªa literaria y moral, se alzan como la expresi¨®n de un esp¨ªritu radicalmente libre, tan libre como atormentado
¡°Hay algo diab¨®lico en m¨ª que me hace disfrutar destruyendo las ideas que los dem¨¢s tienen sobre mi persona, demostr¨¢ndoles que en realidad soy ego¨ªsta, orgulloso y desconsiderado¡±, escribe un jovenc¨ªsimo James Joyce (22 a?os) a Nora Barnacle, a quien acaba de conocer, el 10 de septiembre de 1904, justific¨¢ndose de ese modo por la arrogancia de una carta anterior donde conminaba a la joven (20 a?os) a que se dejara de pudores y de cors¨¦s intimidatorios: ¡°?Por qu¨¦ te pones esos malditos trastos?¡±. Un poco m¨¢s adelante insistir¨¢: ¡°No me gusta abrazar buzones¡±. No fue un a?o cualquiera 1904 para Joyce (1882-1941), muy al contrario fue un a?o capital en su vida. Conoce a Nora, la piedra angular de su equilibrio emocional, y es asimismo el a?o en que decide abandonar Irlanda (con ella) lanz¨¢ndose a una existencia dif¨ªcilmente clasificable: cualquier intento de definici¨®n se quedar¨ªa muy corto. Y es que el futuro autor de Ulises intentar¨ªa vivir siempre de acuerdo con su naturaleza moral que le conduc¨ªa a luchar, muchas veces desesperadamente, contra las convenciones, los prejuicios, los tab¨²es sexuales y contra los seres, por decentes que fueran, cuyo ¨²nico objetivo claro era vivir sin deudas y con las menos complicaciones posibles. Seres, en definitiva, paralizados por la aton¨ªa. Joyce conoc¨ªa muy bien los problemas que puede presentar la vida humana y casi se dir¨ªa que era adicto a ellos, a juzgar por las continuas dificultades a las que se enfrenta. Creci¨® en una familia de 15 hijos ¡ª¨¦l era el primog¨¦nito y esa fue su suerte¡ª que se hundir¨ªa progresivamente en la miseria, resultado de una generaci¨®n de borrachos. Como escribi¨® su hermano Stanislaus en una de las evocaciones que dej¨® de James Joyce (My Brother¡¯s Keeper, 1957), puede considerarse un milagro que de una familia tan hundida surgiese alguien dedicado con pasi¨®n al cultivo de la literatura y atento a las corrientes del pensamiento europeo.
Las cartas dirigidas a Nora Barnacle han adquirido una trascendencia legendaria debido a su potencia er¨®tica
La vocaci¨®n po¨¦tica de Joyce, sin embargo, no fue ajena a su preocupaci¨®n por el dinero (que no ten¨ªa) y el poder de esta carencia le persigui¨® en su juventud de forma lacerante. Esta es una de las l¨ªneas de fuerza que se extraen de la lectura del primer volumen de la correspondencia sostenida por el escritor, Cartas (1900-1920), traducida del ingl¨¦s y editada por Diego Garrido. La monoton¨ªa del texto escrito se quiebra con las elegantes ilustraciones de Arturo Garrido que lo acompa?an. En conjunto, una obra de una envergadura impresionante pues por primera vez se pone a disposici¨®n de los lectores en lengua espa?ola todas las cartas que hasta el momento se conocen de James Joyce escritas entre los a?os 1900 y 1920 ¡ªlos a?os de su forja literaria¡ª, superando as¨ª la edici¨®n inglesa llevada a cabo por Richard Ellmann. El bi¨®grafo estadounidense (fallecido a los 69 a?os) es la referencia indiscutible en todo lo relacionado con la vida y la obra de Joyce; responsable no solo de su admirable biograf¨ªa del personaje (editada por Anagrama en 1991), sino tambi¨¦n del grueso de la edici¨®n de su epistolario en dos vol¨²menes (Letters of James Joyce, 1966, vol¨²menes 2 y 3), imprescindible complemento a la respetuosa publicaci¨®n llevada a cabo unos a?os antes, en 1957, por un amigo de Joyce, Stuart Gilbert. Garrido da cuenta en su sucinta introducci¨®n de esta historia y de las aportaciones que supone la edici¨®n de P¨¢ginas de Espuma en el contexto de los estudios joyceanos.
El problema que siempre ha presentado editar las cartas de Joyce es la franqueza de su contenido, acorde con la filosof¨ªa literaria y moral del escritor, escrupulosamente fiel a la realidad de los hechos, y por a?os que pasen sigue sorprendi¨¦ndonos la fuerza de sus sentimientos y convicciones, todo ello expresado con la mayor naturalidad en su correspondencia (todo excepto su relaci¨®n con el alcohol, una elipsis completa). Es muy dif¨ªcil escribir as¨ª porque la expresi¨®n de la sinceridad no est¨¢ al alcance de todo el mundo. Desde luego s¨ª lo est¨¢ en su caso y de una forma de la que ¨¦l era muy consciente pues sab¨ªa que su proyecto literario supondr¨ªa una aportaci¨®n indiscutible cuando se reconociera su prop¨®sito deconstructor de la hipocres¨ªa reinante: ¡°Un d¨ªa ver¨¢s c¨®mo me convierto en algo para mi pa¨ªs¡± (a Nora).
De todos los corresponsales con los que se cartea el irland¨¦s durante los 20 a?os que comprende el primer volumen de las Cartas, dos destacan por su intensidad y crudeza: las dirigidas a su hermano Stanislaus, a quien Joyce maltrata de palabra a menudo, forz¨¢ndole a que obedezca a todas sus peticiones, fundamentalmente de dinero. Pero no solo es eso lo que le une a su hermano, hay mucho m¨¢s, y aunque las quejas son continuas, la desesperaci¨®n ante el fracaso literario al que debe enfrentarse responde a otra dimensi¨®n de su psicolog¨ªa: solo por la carta que le escribe el 12 de julio de 1905 ya merecer¨ªa la pena el libro.
Junto a Stanislaus, las cartas dirigidas a Nora Barnacle han adquirido con el tiempo una trascendencia legendaria, debido a su potencia er¨®tica (raz¨®n por la cual son las m¨¢s conocidas y pirateadas de su correspondencia y las ¨²nicas que han merecido varias ediciones en lengua espa?ola). En efecto, la lectura de alguna de ellas resulta brutal, expresi¨®n de un deseo masculino dominante y avasallador. Sin embargo, no son cartas que puedan leerse aisladamente, como mera pornograf¨ªa, al margen del contexto emocional que vive su autor. Y en ese desquiciado contexto se aprecia la evoluci¨®n de sus sentimientos hacia Nora. Una mujer que deb¨ªa disponer de un poderoso atractivo para ¨¦l ¡ªcari?osa, liberal, atrevida, celosa y nada f¨¢cil de impresionar¡ª. Joyce ser¨¢ consciente de su dependencia cuando deja Trieste (en 1912) y vuelve a Dubl¨ªn solo, con el prop¨®sito de encauzar su carrera o alg¨²n negocio que le permita la autonom¨ªa financiera. Es alej¨¢ndose de ella cuando comprende la fuerza de su amor por la mujer que le ha permitido explorar niveles de conciencia que desconoc¨ªa. Y es entonces cuando escribe lo que escribe. A lo largo de este extenso periodo conocemos asimismo su conflictiva historia con Dublineses, una colecci¨®n de relatos donde Dubl¨ªn simboliza su fracaso como escritor. En medio de tanta pose como nos rodea y consume, las cartas de Joyce se alzan como la expresi¨®n de un esp¨ªritu radicalmente libre, tan libre como atormentado. Una pasi¨®n apenas manejable para s¨ª mismo.
Cartas (1900-1920)
Edici¨®n y traducci¨®n de Diego Garrido
Ilustraciones de Arturo Garrido
P¨¢ginas de Espuma, 2023
987 p¨¢ginas. 42 euros
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