Santiago Alba Rico: ¡°Odi¨¦ mucho a Espa?a, que es la peor manera de ser espa?ol. Hoy me interesa m¨¢s cambiarla¡±
Conversaci¨®n en la penumbra con un intelectual a la vez central y perif¨¦rico
Ir en un autom¨®vil con el fil¨®sofo Santiago Alba Rico (Madrid, 63 a?os) es escucharlo hablar de la diferencia entre ser del Madrid e ir del Madrid ¡ª¡±filiaci¨®n versus afiliaci¨®n¡±, categoriza¡ª; de ser un ni?o en una familia muy cat¨®lica y muy endeudada y un adulto ateo que no ha firmado nunca una hipoteca ¡ª¡°tengo media casa, no tengo coche y soy muy austero: me gustan los libros y el vino¡±¡ª; de su adolescencia y de su primera juventud t¨ªmidas e insociables ¡ª¡°viv¨ªa encerrado en mi habitaci¨®n escribiendo¡±¡ª;...
Ir en un autom¨®vil con el fil¨®sofo Santiago Alba Rico (Madrid, 63 a?os) es escucharlo hablar de la diferencia entre ser del Madrid e ir del Madrid ¡ª¡±filiaci¨®n versus afiliaci¨®n¡±, categoriza¡ª; de ser un ni?o en una familia muy cat¨®lica y muy endeudada y un adulto ateo que no ha firmado nunca una hipoteca ¡ª¡°tengo media casa, no tengo coche y soy muy austero: me gustan los libros y el vino¡±¡ª; de su adolescencia y de su primera juventud t¨ªmidas e insociables ¡ª¡°viv¨ªa encerrado en mi habitaci¨®n escribiendo¡±¡ª; del PSOE como partido m¨¢s mon¨¢rquico de Espa?a, de Espa?a como el pa¨ªs m¨¢s monta?oso de Europa y de la ¡°falta de afecto de los espa?oles por su paisaje y su territorio, a diferencia por ejemplo de Francia o Italia¡±; de su intensa relaci¨®n con el desierto almeriense en su ¨¦poca ¡°m¨¢s sectaria¡±, de su ruptura con el castrismo hace una d¨¦cada y de otras rupturas anteriores: con el Madrid y con el Opus Dei, que no con Dios: ¡°Soy muy de Homer Simpson, que en un cap¨ªtulo dice que es su personaje de ficci¨®n favorito¡±. Este a?o ha publicado dos compilaciones de art¨ªculos, Catorce palabras para despu¨¦s del capitalismo (Escritos Contextatarios) y De la moral terrestre entre las nubes (Pepitas de Calabaza). De vida perif¨¦rica y obra central en el pensamiento espa?ol, reside en T¨²nez desde los a?os noventa. En Espa?a est¨¢ la casa de la que es medio propietario, en el pueblo serrano de Piedralaves (?vila). Es vieja y es de piedra. Alba Rico abre la puerta, se hace la penumbra.
?Le satura pensar?
Supongo que s¨ª, el problema es que es dif¨ªcil de evitar. Puedes dejar de comer, pero no de pensar. No hay nadie que se ponga a pensar que no acabe agotado. Yo estoy hecho de tal manera que no descanso nunca, lo que no quiere decir que piense bien. Pensar puede ser una maldici¨®n. Lo normal es no pensar, pensar no es algo natural, o al menos es m¨¢s bien raro. En todo caso, no olvidemos que Hannah Arendt, en Eichmann en Jerusal¨¦n, asociaba la banalidad del mal, precisamente, a la falta de pensamiento.
Adem¨¢s de pensador, es un escritor.
Siempre he dicho que soy dos cosas: un fumador y un poeta fallido. Me he pasado toda la vida intentando fumar e intentando hacer literatura, y al final he recurrido al ensayo porque es un formato en el que a veces puedes ser narrador y a veces puedes ser un poco poeta, sobre todo el tipo de ensayo que yo hago, que siempre se apoya en obras o reflexiones literarias.
No se presenta como fil¨®sofo.
Fil¨®sofo, Plat¨®n. O Hegel. O Nietzsche. No yo. Creo que ya no hay fil¨®sofos. Para la filosof¨ªa hace falta un grado de atenci¨®n y un marco espacio-temporal que ya no existe. Hace falta levantarse antes que las cosas, hay que madrugar mucho para ser fil¨®sofo.
?C¨®mo madrugar?
Es una broma, una imagen. Madrugar, ?c¨®mo ser¨ªa madrugar antes de que se formen las cosas? Pues no se puede hacer, las cosas est¨¢n formadas, pero de alguna manera lo que hace el fil¨®sofo es algo as¨ª como sorprenderlas en el momento en que est¨¢n naciendo, en ese momento alboral, y eso se ha podido hacer all¨ª donde nuestra relaci¨®n con los objetos, nuestra relaci¨®n con los otros, nuestra relaci¨®n con el espacio y con el tiempo era mucho m¨¢s neol¨ªtica que ahora. Las cosas se forman a tal velocidad que nadie puede madrugar tanto, por eso ya no hay grandes sistemas filos¨®ficos, eso se acab¨® probablemente con Heidegger. A partir de ese momento, hay gente que filosofa, y luego hay, si quieres, licenciados en Filosof¨ªa que tienen el mismo derecho a llamarse fil¨®sofos que un licenciado en Ingenier¨ªa a llamarse ingeniero. Pero no creo que haya ya fil¨®sofos. Y hay una gran demanda, sin embargo.
En el peri¨®dico las entrevistas con fil¨®sofos a veces tienen muchos lectores. ¡°Lo petan¡±, decimos.
No me sorprende nada. Pas¨® en la pandemia, cuando la gente dijo: ¡°Vamos a preguntarle a los fil¨®sofos, a lo mejor ellos tienen respuestas¡±. Es normal que quienes no se dirigen a la iglesia y todav¨ªa no han acabado precipit¨¢ndose en el magufismo recurran a los fil¨®sofos, aunque los fil¨®sofos ya no existan.
?Qu¨¦ es el magufismo?
No s¨¦ de d¨®nde viene la palabra, pero se utiliza para los que creen en el terraplanismo, en los extraterrestres, en los fen¨®menos parapsicol¨®gicos¡
?Lo de petarlo qu¨¦ le parece?
Yo no lo uso. No uso palabras que, sin embargo, me gusta escuchar. Me pasa como con el baile: nunca he bailado, pero me fascina ver bailar. Me he forjado en un medio ling¨¹¨ªstico muy cl¨¢sico, de hecho, estaba obsesionado con las palabras y me aprend¨ªa el diccionario de memoria, con 16, 17, 18 a?os. Hoy me interesan mucho las palabras en desuso y tambi¨¦n las nuevas, como esto de petarlo, que cuando lo dice un joven me parece realmente bonito.
?De d¨®nde viene su pasi¨®n por las palabras?
Creo que tiene que ver con una infancia marcada por la sensaci¨®n de vulnerabilidad, de sentirme desnudo y muy a merced de los otros, muy a merced probablemente de mi padre, y con descubrir, en la adolescencia, que la ¨²nica defensa que ten¨ªa frente al mundo era la palabra. Cuando hablaba y hablaba bien era como si me pusiera un abrigo.
?Le preocupa el estado de las palabras?
Me preocupan las palabras porque son mi oficio, pero m¨¢s me preocupan las cosas. De hecho, creo que las cosas ya no existen. Lo que existe son las mercanc¨ªas, y no es lo mismo. Una cosa tiene tres caracter¨ªsticas: dura lo suficiente para que puedas mirarla, es un archivo de memoria y, por mucho que dure, acaba desapareciendo, es fungible. La mercanc¨ªa no dura nada, cada vez menos, no cuenta ninguna historia y genera la peligrosa ilusi¨®n de inmortalidad antropol¨®gica, porque siempre puedes reemplazarla en el mercado.
?Ha cambiado en algo su visi¨®n del capitalismo?
En t¨¦rminos de an¨¢lisis te¨®rico, no. Yo creo que Marx, que fue un mal pol¨ªtico, fue un gran te¨®rico del capitalismo y explic¨® sus fundamentos y su din¨¢mica de tal manera que hasta los propios capitalistas lo aceptan. Lo que s¨ª ha cambiado, en t¨¦rminos pol¨ªticos, ha sido la consideraci¨®n de que existir¨ªa algo as¨ª como un sujeto capitalista homog¨¦neo, providente, omnipotente, que, de alguna manera, regular¨ªa cada gesto de nuestra vida, que no tendr¨ªa sus grietas, un capitalismo que generar¨ªa conflicto entre las clases, pero no dentro de las clases. Me he apartado de esa concepci¨®n del capital en may¨²sculas. Me parece que hay varias formas de concebir el capitalismo, hay un capitalismo financiero, vinculado a las empresas de comunicaci¨®n y tecnol¨®gicas, que ya no tiene ninguna relaci¨®n con las cosas ni con la tierra, y otro, m¨¢s cl¨¢sico, que quiz¨¢ entienda que es necesario, para proteger sus propios intereses, proteger tambi¨¦n la democracia, y con estos capitalistas creo que habr¨ªa que llegar a acuerdos desde la izquierda; como con una Iglesia dirigida por un Papa que tiene una vertiente muy conservadora pero tambi¨¦n otra emancipatoria en t¨¦rminos de feminismo, de ecologismo y de justicia social.
Wikipedia: ¡°Santiago Alba Rico es un fil¨®sofo espa?ol marxista¡±. ?Lo suscribe?
Bueno, no s¨¦ qui¨¦n ha hecho la entrada de la Wikipedia, ni la he le¨ªdo¡ Dir¨ªa que no se puede no ser marxista si se quiere entender algo del mundo en que vivimos, aunque no se puede ser solo marxista. Hay que ser tambi¨¦n darwiniano y freudiano y liberal de verdad y hasta un poco cat¨®lico, como Chesterton. En cuanto a ¡°espa?ol¡±, tengo un pasaporte espa?ol y vivo en la lengua castellana, que es la oficial de Espa?a, y toda mi memoria, la hist¨®rica y la sensible, se ha construido en, alrededor de y contra Espa?a. Hay dos opciones: una, odiarla; la otra, cambiarla. Odi¨¦ mucho a Espa?a, que es la peor manera de ser espa?ol. Hoy me interesa m¨¢s cambiarla. Mi libro Espa?a es la expresi¨®n de esta transformaci¨®n vital y de esta batalla.
En una entrevista dijo que se fue a El Cairo porque necesitaba ¡°una ruptura espacial y ling¨¹¨ªstica¡± con lo que hasta entonces hab¨ªa sido su biograf¨ªa. ?Rechazaba su lengua?
Esto es interesant¨ªsimo ¡ªpara m¨ª, no creo que tanto para los lectores¡ª. La lengua, por un lado, es salvaci¨®n, es escudo, y, por otro lado, es la lengua materna, la lengua de tu familia, de tu casa, de tu ciudad, de los peri¨®dicos que lees, la lengua en la que te rega?an, la lengua en que aprendes a mentir. La relaci¨®n con tu lengua es siempre j¨¢nica, tiene dos caras, y en cada vida sigue sus propios recorridos. En el caso de la m¨ªa, por razones ¨ªntimas que tienen que ver con mi infancia, hay un momento en el que necesito librarme de la lengua que he aprendido, como si fuera un obst¨¢culo para acceder directamente a las cosas, a sabiendas, al mismo tiempo, de que no hay ninguna relaci¨®n directa y transparente con las cosas. Ten¨ªa la convicci¨®n de que, por razones que ten¨ªan que ver con la pol¨ªtica y con mi familia, para m¨ª era importante inscribir mi cuerpo en un lugar donde no se hablase mi lengua. Sumergir tu cuerpo en un lugar donde no se habla tu lengua es asumir su vulnerabilidad, es ser m¨¢s cuerpo. En El Cairo fui m¨¢s cuerpo. Eso tuvo consecuencias decisivas para mi vida y para mi obra. Fue una revelaci¨®n. De pronto descubro que las cosas tienen valor de uso, incluidos los cuerpos, veo c¨®mo se desgastan igual que trozos de jab¨®n, entre las manos de los otros, a la intemperie. El Cairo cambi¨® mi relaci¨®n con el mundo y all¨ª comenz¨® mi carrera de ensayista.
En Catorce palabras dice que estamos ¡°en tiempos de transici¨®n o derrumbe civilizacional¡±. ?M¨¢s en transici¨®n o m¨¢s en derrumbe?
Conviene evitar ret¨®ricas apocal¨ªpticas porque son desmovilizadoras, pero s¨ª creo que hay muchos indicios de transici¨®n civilizacional. Hay paralelismos interesantes, en t¨¦rminos antropol¨®gicos, psicol¨®gicos, entre procesos que se vivieron en la larga decadencia romana y procesos recientes en un mundo en el que todo va a ir mucho m¨¢s deprisa que en Roma. El vegetarianismo, el animalismo, la b¨²squeda, al margen de las iglesias establecidas, de formas privilegiadas de contacto con la divinidad¡, todo este malestar profundo que hay en esta ¨¦poca y que se traduce, precisamente, en el abandono del marco pol¨ªtico com¨²n. El Imperio Romano y la ciudadan¨ªa romana dejaron de percibirse como suficientemente protectores, se dej¨® de creer en los emperadores y en los dioses antiguos, se produjo una atomizaci¨®n de la vida muy grande y la b¨²squeda muy individual de formas de salvaci¨®n privatizadas. De esa descomposici¨®n y contra ella naci¨® el cristianismo. Eso est¨¢ ocurriendo hoy en d¨ªa. Vemos c¨®mo se multiplican las b¨²squedas individuales, de car¨¢cter exclusivamente espiritual, de alivios, de acomodos, y tambi¨¦n ¡ªcomo ocurri¨® con los gnosticismos en el declive romano y sucede ahora con los conspiracionismos¡ª de saberes especiales que permitan el acceso a un conocimiento elitista y superior. Los conspiracionismos, adem¨¢s, tienen la ventaja de que introducen en el mundo la voluntad ¡ªaunque sea la voluntad negativa del otro¡ª frente a la aleatoriedad y la contingencia y el azar. Por ejemplo, esta idea de que con las vacunas te estaban metiendo un chip para controlar tu vida es muy consoladora, porque si tu vida es nula, si nadie te tiene en cuenta, si tienes la autoestima baj¨ªsima, que de pronto Bill Gates quiera controlar tu vida, que Bill Gates est¨¦ pensando en ti, concretamente en ti, como antes pensaba Dios, produce un enorme alivio.
?Se acuerda de Pitita Ridruejo?
S¨ª, me acuerdo de Pitita Ridruejo.
Un d¨ªa en una entrevista afirm¨®: ¡°A mucha gente no le conviene que llegue el apocalipsis¡±.
Pues eso es desmentido por no s¨¦ qu¨¦ n¨²mero de estadounidenses, en torno al 60%, que no solamente creen que va a llegar el apocalipsis, sino que desean que llegue el apocalipsis. Y s¨ª que creo que hay un deseo de apocalipsis, incluso dentro de la izquierda: que all¨ª donde no puedes hacer la revoluci¨®n, casi tienes ganas de una tabula rasa, de un final espectacular que al mismo tiempo sea un nuevo comienzo.
El sonido del reloj de esta cocina, ese tictac, tictac, cada vez se oye menos. ?Esto tiene que ver con una transformaci¨®n radical de nuestra experiencia del tiempo?
Creo que s¨ª, que se ha alterado y que tiene mucho que ver con las nuevas tecnolog¨ªas, con el hecho de que nuestros flujos de conciencia y los de nuestro propio cuerpo son sincr¨®nicos con los de toda una serie de gadgets y de aparatos que son los que est¨¢n escandiendo el ritmo de nuestra vida.
?Escandiendo?
Palabras que me quedan de cuando me estudiaba el diccionario¡ Se utiliza m¨¢s bien para la poes¨ªa, tiene que ver con el ritmo. Pero bien, pienso que estamos uncidos al tiempo de las m¨¢quinas, de las nuevas tecnolog¨ªas, un tiempo en el que se nos obliga, siendo cerebros finitos, a introducir en nuestra vida algo que es incompatible con la finitud de nuestros cuerpos: la simultaneidad. Los cuerpos somos sucesi¨®n, por lo tanto narraci¨®n, por eso narramos, porque en realidad una cosa ocurre detr¨¢s de otra y trenzamos el hilo en una narraci¨®n. En cambio, en el tiempo de internet, en el tiempo de las nuevas tecnolog¨ªas, ocurre todo al mismo tiempo y necesitamos estar en todas partes al mismo tiempo.
Y no podemos.
No podemos porque somos seres finitos moldeados por la sucesi¨®n. El tema del tiempo me viene preocupando desde hace tiempo, y con esto, escuchando de pronto el tictac de este reloj, siento como si el tiempo fuese un animal vivo que estuviese mordiendo algo; al o¨ªr morder el tiempo, tu cuerpo se inscribe en el espacio. Me gusta mucho escuchar este sonido, igual que el de la madera de esta casa, que cruje y cuchichea. Aqu¨ª est¨¢s todo el tiempo oyendo hablar a la madera. Y cada vez hay menos lugares donde el cuerpo se rebalse, se estanque, se adense, y donde la densidad del tiempo se exprese a trav¨¦s del sonido. Creo que en esta habitaci¨®n, tal y como estamos nosotros ahora, hay mucho m¨¢s tiempo condensado que en una pantalla conectada a internet. Me parece fundamental volver al tiempo de los cuerpos.
Parece irrecuperable.
Creo que lo es, totalmente irrecuperable. Antonio Machado ten¨ªa un aforismo en el que ven¨ªa a decir que los seres humanos, a fuerza de dividir infinitamente el tiempo, hab¨ªan acabado creyendo que se pod¨ªan librar de ¨¦l, que hab¨ªan encontrado la eternidad; y en realidad lo que hemos encontrado es la pura simultaneidad sin asideros. ?No os da la impresi¨®n de que con la pandemia de alguna manera se ha derretido el tiempo y que resulta dif¨ªcil orientarse en la memoria anterior a la tragedia de la covid? El tiempo siempre se hab¨ªa comparado con un r¨ªo. Pero de pronto ya no es un r¨ªo, es una laguna sin orillas en la que apenas flotan a la deriva algunos troncos y algunas boyas. Ya no sabes en qu¨¦ a?o ocurrieron las cosas, han quedado flotando en un pasado pastoso y sin riberas. La pandemia ha derretido el tiempo. Y las nuevas tecnolog¨ªas ya no cuentan los d¨ªas ni las horas ni los segundos, forman un continuum, como la eternidad, solo que en medio de esa eternidad est¨¢ tu cuerpo, igual que una pastilla de redoxon en un vaso de agua. Somos cuerpos efervescentes en un vaso de agua sin orillas.
Es de enorme trascendencia lo que sucede.
La dificultad est¨¢ en medir esas transformaciones radicales desde un cuerpo antiguo que no puede narrar lo que ocurre sin enga?arse, pues lo que ocurre ya no puede aferrarse en t¨¦rminos narrativos. Y al mismo tiempo, ?no es leg¨ªtimo y quiz¨¢s saludable enga?arse algunos ratos, beberse un vino, comer con los amigos, tener un hijo, contar un chiste? Necesitamos practicar ya lo que queremos conservar en medio de la hecatombe.
El fil¨®sofo Santiago Alba Rico cierra la puerta de su casa de Piedralaves y dentro se queda la penumbra, una de sus Catorce palabras para despu¨¦s del capitalismo, de la que escribe: ¡°Solo en la penumbra los objetos pueden estar tan quietos; solo en la penumbra el pensamiento ¡ªo el amor¡ª pueden estar tan vivos¡±.