La ¨²ltima cena de Silvia Hidalgo: ¡°Siendo madre prefiero morirme yo a que se acabe todo¡±
La escritora, ganadora del ¨²ltimo Premio Tusquets de Novela, imagina su cena final como un gran aquelarre de amigas en el que hay buen vino, marisco y el sol se pone sobre un mar tranquilo
No les cuento nada nuevo si les digo que la literatura no da de comer, pero puede que les sorprenda saber las cosas que hacen los escritores para pagar las facturas. La mayor¨ªa de ellos est¨¢n, previsiblemente, en el tiovivo del pluriempleo precario: taller de escritura por all¨ª, art¨ªculo por all¨¢, acaso un guion. Pero de repente hay perfiles dif¨ªciles de imaginar, como el de Silvia Hidalgo (Sevilla, 1978), que, adem¨¢s de ser la ganadora del ¨²ltimo Premio Tusquets de Novela, es una avezada ingeniera inform¨¢tica encargada de certificar la ciberseguridad de las instituciones p¨²blicas ¡ªlo de la seguridad debe ir en las venas porque su padre era polic¨ªa¡ª.
Nada en su aspecto concuerda con el estereotipo del hacker retra¨ªdo y esmirriado que vive escondido en un oscuro s¨®tano observando cataratas de ceros y unos en siete pantallas. Ella no pasa inadvertida, tiene presencia, no solo porque es alta, sino porque adem¨¢s le gusta vestirse con fantas¨ªa ecl¨¦ctica y policromada. La conoc¨ª una ma?ana en un tren camino del Hay Festival de Segovia, uniformada de mod con unas botas militares y un polo de Fred Perry, por la tarde la volv¨ª a ver vestida con una camisa china de seda negra tornasolada y estampada de figuras orientales y a las cuatro de la madrugada me la volv¨ª a encontrar en el centro de una pista de baile, en plena forma y marcando el paso de los presentes hacia el amanecer.
Hemos quedado para cenar en la mesa de la entrada al madrile?o restaurante Ponzano, que es como estar dentro de una obscena cornucopia que rebosa setas silvestres, verduras de temporada e inmensos lomos de buey madurados. Sin duda un rinc¨®n inspirador para pedirle a nuestra invitada que imagine su ¨²ltima cena, aquella tras la cual morir¨¢.
Tras escuchar esta petici¨®n, Silvia exclama un guau con acento sevillano y empieza a sumirse silenciosamente en sus fantas¨ªas. Coco D¨¢vez la rescata del mutismo pregunt¨¢ndole qu¨¦ tipo de final va a escoger: uno en el que solo muere ella tras la cena u otro en el que se acaba el mundo, y es que si algo hemos aprendido haciendo esta entrevista tem¨¢tica es que hay mucha gente que solo est¨¢ dispuesta a imaginarse su muerte en un contexto en el que perece toda la humanidad.
¡ªSiendo madre prefiero morirme yo a que se acabe todo ¡ªdice Silvia¡ª. Si es que mi cosa favorita del mundo, antes que el cine, que un buen libro, que la m¨²sica, son las personas. Soy acumuladora de amigos, coleccionista. Que yo me acabe solo es un da?o menor, pero por favor que siga habiendo gente.
Aunque sea de interior y sevillana (matiza: sevillana poligonera, de fuera de la muralla, concretamente del barrio de la Hermandad del Trabajo en el Pol¨ªgono Norte), le gustar¨ªa que su ¨²ltima cena fuera en C¨¢diz, en alg¨²n lugar de la Costa de la Luz, Conil o Zahara. ¡°Con mis coquinas, con mis sardinas, unas gambas blancas de Huelva, todo muy sencillo pero buen¨ªsimo y de beber un vino blanco de ah¨ª, en Vejer hay una bodega ecol¨®gica estupenda, que se llama Sancha P¨¦rez, y me encanta lo que hacen¡±, explica.
Le exijo a Hidalgo m¨¢s precisi¨®n en las elaboraciones, pues por muy sencillo que le parezca todo, ya se sabe que el mundo se divide en dos bandos irreconciliables: los que prefieren la gamba a la plancha y los que la piden cocida y del tiempo. Ella no duda, es de ideas claras: ¡°Mis coquinas con ajo y vino, mi gamba cocida y mis sardinitas las quiero malague?as, en espeto¡±. Dice que este men¨² lo asocia a la felicidad, no al lujo, es el sabor de esos d¨ªas en que est¨¢ relajada y bien, la coquina la lleva a C¨¢diz y le sabe a d¨ªas sin agenda, donde se puede no hacer nada. La gamba la asocia a la fiesta, a la feria y a la Navidad, las sardinas son para ella la encarnaci¨®n del verano.
Le pregunto con qui¨¦n estar¨ªa y ella me dice que con su hija, Valeria, y sus amigas, que es en cualquier caso la gente con la que normalmente est¨¢ los d¨ªas en que no tiene planeado morirse. Ellas son como 30, dice, tiene una gran tribu de se?oras divinas a su alrededor. Las divide en estratos biogr¨¢ficos: 7 son su soporte emocional, amigas de su infancia en la Hermandad del Trabajo, las otras 23 las ha acumulado en la vida que sucede a la infancia, all¨ª est¨¢n las que le dio la universidad, el trabajo, el ocio y, ¨²ltimamente, la literatura. ¡°Lo mejor que me ha tra¨ªdo la literatura son las amigas¡±, asegura.
¡ª?D¨®nde est¨¢n los t¨ªos? ¡ªle pregunto.
Silvia suelta una carcajada escandalosa, repite alto y gritando: ¡°??D¨®nde est¨¢n los t¨ªos!?¡±, y la gente en el restaurante se da la vuelta para mirarla. Luego se responde a s¨ª misma: ¡°Estoy en esa b¨²squeda, trato de ubicarlos, siempre he tenido muchos amigos compa?eros, pero he comprobado que con ellos las conexiones emocionales desaparecen m¨¢s f¨¢cilmente. Mis amigas se han echado pareja y ha seguido la conexi¨®n, pero cuando mis amigos se casaban o se met¨ªan en una relaci¨®n, siento que se pierde el d¨ªa a d¨ªa, la rutina de la amistad¡±. Silvia dice que ahora que se ha separado, que est¨¢ sola y que observa la vida con cierta edad, est¨¢ reevaluando sus relaciones con los hombres. Este es un terreno que observa atentamente, pero con distancia, y me recuerda que de hecho ha escrito una novela sobre esto: ¡°Le¨¦rosla, se llama Nada que decir y habla de c¨®mo nos estamos relacionando¡±.
Es complicado esto de la amistad con los hombres. Le parece que manejan unos c¨®digos en los que ella no sabe moverse bien porque es una persona que necesita conectar del todo y no le interesa hacerlo de forma superficial. Cuando queda con una persona cuatro o cinco veces y no consigue conectar de una manera ¨ªntima, pierde el inter¨¦s, tanto con chicos como con chicas. ¡°Mi terapeuta lo llama trastorno del desapego afectivo: yo necesito intimar, abrir el coraz¨®n, que me cuentes lo m¨¢s feo de ti, derribar esos muros que nos hacemos, quiero gente generosa consigo misma¡±. Silvia dice que los hombres le encantan, pero le cuesta todo mucho m¨¢s esfuerzo con ellos y sostiene que con las mujeres es m¨¢s f¨¢cil tener el tipo de relaci¨®n profunda que busca: ¡°Las mujeres estamos m¨¢s conectadas con nuestra vulnerabilidad y eso facilita crear lazos¡±. Los hombres la frustran, dice, porque cuando les abres el coraz¨®n como amiga no les parece suficiente, llegados a ese punto, si no les ofreces ya una relaci¨®n sexual, no les interesas como persona porque eso los convierte ¡°en pagafantas, calzonazos, todo este tipo de insultos¡, o sea, si no te acuestas entonces con ella, est¨¢s perdiendo el tiempo, est¨¢s perdiendo el dinero y est¨¢s haciendo el imb¨¦cil¡±.
Ella me dice que tampoco es algo grave, no es m¨¢s que un momento que atraviesa, ya cambiar¨¢n las cosas: ¡°Yo no los he expulsado, son ellos los que se van de mi vida, mira que ya te he dicho que soy una acumuladora de personas, pero es que se me ha complicado mucho esto de los hombres¡±. En todo caso, aclara, cuando dice 30 amigas es un femenino inclusivo, alg¨²n amigo de verdad s¨ª que podr¨ªa haber en ese grupo de amigas. ¡°Ellos saben qui¨¦nes son parte de las amigas¡±.
¡ª?Y entonces qu¨¦ hacen estas 30 amigas en la playa adem¨¢s de comer sardinas?, ?c¨®mo se pasa el tiempo en esta celebraci¨®n?
¡ªPues haciendo lo que m¨¢s me gusta: bailar y estar mamada, descalza, escuchando m¨²sica y en bragas. Todas en tetas bailando¡, el estado ideal ¡ªdice con una carcajada.
Despu¨¦s, cuando ya estuvieran en un estado de locura, esperar¨ªa a ver el atardecer, pues ¡°all¨ª el sol cae en el mar y se incendia el horizonte y el mar se calma y se vuelve un espejo de plata y entonces puedes caminar ya hacia el otro mundo¡±. Es cuando pondr¨ªa la lista de la bajona, que es una lista que ha hecho en Spotify para tiempos convulsos ¡°de grupos de chicas tristes con el pelo lacio¡± que cantan con mucho humor sobre las relaciones actuales, el amor en tiempos de WhatsApp, la vida pegada a una pantalla de m¨®vil. Y as¨ª con el arrebol sobre el Estrecho, desfogada ya de bailar con su hija y sus amigas: ¡°Me voy adentro del mar, y adi¨®s, muy buenas¡±.
Silvia se queda taciturna un rato, removiendo algo en el plato con el cubierto, parece que ya la entrevista ha acabado, pero levanta de repente la cara con una sonrisa, bebe un sorbo de vino y a?ade: ¡°A lo mejor, en el ¨²ltimo momento, por ah¨ª me encuentro a uno entre las dunas y me doy una alegr¨ªa para el cuerpo, no te digo yo que no. Hasta el ¨²ltimo momento puede pasar cualquier cosa¡ No soy muy creyente en el amor rom¨¢ntico, pero s¨ª soy practicante. Es complicado, pero creo que todav¨ªa me puedo enamorar¡±.
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