Voy a ver precios
Es el comedor de un crucero, pero podr¨ªa ser una jaula para h¨¢msteres si nosotros fu¨¦ramos las mascotas de los h¨¢msteres. Quiero decir que dispone de todas las comodidades previsibles y de una iluminaci¨®n convencional y de unos tonos pasteles que no deber¨ªan disgustar a ning¨²n b¨ªpedo de nuestra especie. Nos encanta el pastel, qu¨¦ le vamos a hacer.
Al h¨¢mster de verdad, si le abri¨¦ramos la puerta, saldr¨ªa a recorrer la vivienda porque es un bicho aventurero, o quiz¨¢ porque no sabe lo que le conviene. Cuesta un huevo encontrarlo cuando se escapa. Y si le pudi¨¦ramos preguntar c¨®mo ha llegado a esa zona rec¨®ndita de debajo del sof¨¢, se encoger¨ªa de hombros o dir¨ªa que se ha desorientado. Nosotros, en cambio, no hacemos otra cosa que buscar jaulas en las que meternos. En eso no nos parecemos a nuestros ratoncitos dom¨¦sticos. Nos gusta pasar las horas en lugares cerrados y provistos de un buf¨¦ abundante, como el de la foto, mientras por la megafon¨ªa anuncian que el barco pasa por Malasia. Que le den a Malasia cuando a uno le espera una jaula radiante en la que dar cuenta de una langosta.
El crucero constituye una pr¨¢ctica carcelaria de la variedad oro. Las c¨¢rceles de oro tienen mala fama en los boleros, pero est¨¢n muy solicitadas en la realidad. Los reyes y las reinas viven en este tipo de soluciones habitacionales que en la teor¨ªa o en las conversaciones de sobremesa resultan muy inc¨®modas, aunque se cuentan con los dedos de una mano los herederos o herederas que renuncian a llevar una existencia de h¨¢mster con cetro y con corona. Voy a ver precios y a lo mejor me apunto.
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