190 M - 28/09/2024 - 33
Duele pensar que detr¨¢s de esos guarismos hubo un ser humano. Una madre que le dio a luz. Un beb¨¦ que se cay¨® cien veces
S¨¦ que no te apetece leer sobre esto. Que no quieres ni acordarte. Que pasas de puntillas por las p¨¢ginas que lo mencionan. A m¨ª tambi¨¦n me ocurre. Es demasiado grande y demasiado horrible y no sabemos c¨®mo manejarlo. Me refiero al drama permanente de los cayucos, exacerbado en las ¨²ltimas semanas por la tragedia de El Hierro. El tema nos provoca una contusi¨®n mental y ¨¦tica. Nuestra pasividad nos hace sentir culpables, pero por otro lado en realidad no creemos tener culpa. Habr¨ªa que hacer algo, rumia una parte de nuestra conciencia, pero es un algo tan vago, y parece tan fuera de nuestro alcance, que enseguida retornamos a la casilla de salida: a la pasividad, a la culpabilidad, a la incomodidad y, por consiguiente, a cerrar los ojos e ignorarlo. 190 M - 28/09/2024 - 33. Este es el n¨²mero bajo el que ha sido enterrado en un peque?o cementerio rural uno de los ahogados en El Hierro. Corresponde al c¨®digo del cayuco, m¨¢s la fecha del naufragio, m¨¢s el lugar que le han asignado como ocupante de esa barca letal. Eran como m¨ªnimo 84, entre ellos ni?os y menores. Llevaban seis d¨ªas de traves¨ªa, los dos ¨²ltimos sin agua ni comida. Cuando llegaron las lanchas de salvamento se arrimaron a la borda con tal desesperaci¨®n que volcaron. Qu¨¦ p¨¢nico se intuye en esa avalancha fatal, qu¨¦ enloquecida angustia. Tambi¨¦n es posible que hubieran bebido agua de mar y eso les ofuscara la mente; resulta t¨®xica y deshidrata hasta llegar al delirio. S¨®lo pudieron rescatar a 27. O sea que se ahogaron unos 60. Han sacado 9 cad¨¢veres, entre ellos el de un ni?o; los dem¨¢s siguen ah¨ª, en su tumba l¨ªquida, en ese mar inconcebiblemente lleno de muertos.
Me pregunto qui¨¦n ser¨ªa ese 190 M - 28/09/2024 - 33. He copiado la cifra de un buen reportaje de Guillermo Vega en EL PA?S. C¨®mo desasosiegan los muertos an¨®nimos: nos parece que no tener ni siquiera un nombre es lo peor que le puede pasar a una persona, el despojo final, la negaci¨®n de todo. Duele pensar que detr¨¢s de esos guarismos hubo un ser humano. Una madre que le dio a luz. Un beb¨¦ que se cay¨® cien veces antes de aprender a caminar. Que rabi¨® y jug¨®, que llor¨® y rio. Todo lo que t¨² has vivido, ¨¦l o ella tambi¨¦n. Con lo importante que a ti te parece tu existencia. A ¨¦l la suya tambi¨¦n. Y, al final, cu¨¢nto miedo. Qu¨¦ mala es la vida cuando es mala. Es peor que cruel: es indiferente.
El cambio clim¨¢tico y la superpoblaci¨®n est¨¢n originando un tsunami de desplazados, oleadas de seres desesperados a la fuga de una realidad inhabitable. Es un fen¨®meno que, si no tomamos medidas inmediatas, solo puede crecer. El planeta entero ser¨¢ El Hierro. Y el caso es que, pese a esa sensaci¨®n de impotencia que nos aplatana, s¨ª que se puede hacer algo. Hay que aumentar las ayudas para el desarrollo. Invertir en los pa¨ªses m¨¢s asfixiados. Pero ya ven, en vez de avanzar por ese camino, estamos retrocediendo. Lo dice Achim Steiner, el m¨¢ximo responsable del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en una estupenda entrevista de Ana Carbajosa en EL PA?S. El objetivo de que los pa¨ªses ricos dediquen un 0,7% del PIB para ayuda al desarrollo cada vez queda m¨¢s lejos; la media de la OCDE es del 0,37%, y la tendencia es a la baja. El populismo rampante quiere cerrar fronteras a cal y canto, pero no hay murallas lo suficientemente altas que puedan aislarnos de la debacle que se acerca. Las naciones est¨¢n sucumbiendo a ese mismo pensamiento circular que enunci¨¦ antes: la tragedia de los inmigrantes duele y crea culpa; no quiero que me duela y no creo ser culpable; mejor me olvido de ellos. O incluso a una variante mucho m¨¢s perversa: la tragedia de los inmigrantes agobia y crea conflictos; los responsables son los inmigrantes; que revienten todos, a ser posible lejos. Como dice Steiner, el nuevo orden mundial cree que, cerrando las fronteras, van a volver a un pasado en el que no se planteaban estos problemas. Pero es que el mundo ha cambiado; no podemos regresar a lo que ya no existe, y yo dir¨ªa adem¨¢s que ese pasado que los retropol¨ªticos anhelan nunca existi¨® de verdad, es un espejismo, un mito, una mentira. ?Te sientes abrumado por la tragedia de los cayucos? Pues exige que se aumente la ayuda al desarrollo. Por ¨¦tica personal y por solidaridad, pero tambi¨¦n por supervivencia. En el creciente desorden mundial, o nos salvamos todos o ninguno.