Locos tenaces
Yo dir¨ªa que el don de sacar adelante cosas casi imposibles es algo propio del car¨¢cter magall¨¢nico
Aunque cuando me leas ya habr¨¦ vuelto, escribo esto desde un rinc¨®n extremo del planeta, la Patagonia chilena. Estoy en Punta Arenas, en el legendario estrecho de Magallanes, una tierra hermosa y dura acuchillada por los vientos. Esto es el fin del mundo, o tal vez sea el principio. He venido aqu¨ª por un congreso de la AMMPE (Asociaci¨®n Mundial de Mujeres Periodistas y Escritoras) organizado por Elia Simeone, presidenta de AMMPE hasta ayer mismo (el cargo se renueva cada dos a?os) y una visionaria formidable capaz de traerse a ciento cincuenta personas hasta las puertas de la Ant¨¢rtida y montar con muy poca ayuda un congreso de primera categor¨ªa.
Yo dir¨ªa que el don de sacar adelante cosas casi imposibles es algo propio del car¨¢cter magall¨¢nico. Quiz¨¢ el viento brutal les ense?e desde muy peque?os que el simple hecho de caminar ya exige decisi¨®n y porf¨ªa; o tal vez la belleza monumental de estos parajes llene sus cabeza de ambiciosa amplitud. El caso es que con su perseverancia logran milagros, como el del Museo de la Nao en Punta Arenas, que ofrece r¨¦plicas exactas y a tama?o natural de la nao Victoria, con la que Magallanes y Elcano comenzaron y terminaron la vuelta al mundo; del Beagle, en el que el joven Darwin naveg¨® durante cinco trascendentales a?os y concibi¨® la teor¨ªa de la evoluci¨®n; de la goleta Ancud, que en 1843 llev¨® a la Patagonia a los primeros colonos chilenos, y de la peque?a barca con la que Shackleton alcanz¨® tierra firme y pidi¨® ayuda para sus compa?eros atrapados en la Ant¨¢rtida. Todas son un viaje al pasado hipnotizante. Parece imposible que se pudiera circunnavegar la Tierra en una nuez tan precaria, o que dos docenas de hombres se api?aran durante cinco a?os en un barco tan chico. C¨®mo deb¨ªan de oler esas cubiertas inferiores. Y qu¨¦ miedo tuvieron que pasar en las aguas brav¨ªas, como las del peligroso estrecho de Magallanes. Por cierto, el mascar¨®n de proa del Beagle es, precisamente, un perro beagle tallado en madera. Un detalle hist¨®rico despampanante que yo ignoraba.
Pero lo m¨¢s fascinante es la historia del museo, que es la creaci¨®n personal de Juan Mattassi. Ingeniero forestal de carrera, es hijo y nieto de marinos y antes pose¨ªa una empresa de kayaks tur¨ªsticos. Tiene sesenta a?os, aparenta menos y es un hombre barbudo, grandull¨®n y robusto que adornar¨ªa cualquier cubierta de barco. Quiero decir que es el perfecto prototipo de un lobo de mar. A principios de los 90 presenci¨® en Espa?a la construcci¨®n de una carabela para la Expo de Sevilla, y se dijo que ¨¦l ser¨ªa capaz de hacer algo as¨ª. Pero fue en 2007, al ver una nao Victoria que hicieron los argentinos con gran presupuesto, cuando decidi¨® que podr¨ªa ser un proyecto tur¨ªstico factible y una aportaci¨®n cultural a la ciudad. Y se lanz¨® de cabeza a esa idea desmesurada. Hizo c¨¢lculos, investig¨®, viaj¨® durante tres a?os a Europa para documentarse. Empez¨® el primer barco, la nao, el 14 de julio de 2009, y lo termin¨® el 30 de diciembre de 2010. La ¨²ltima r¨¦plica, el Beagle, es de 2017. Todo lo ha hecho ¨¦l solo junto a dos carpinteros. Ha gastado en ello su capital, 600.000 d¨®lares, y las naves est¨¢n como quien dice en el patio de su casa, porque ¨¦l vive ah¨ª, en un terreno que hered¨® de su abuelo. Sus ¨²nicos ingresos provienen de las entradas; en verano llegan 80 personas al d¨ªa, pero en invierno apenas hay gente: ¡°Este a?o hubo 28 d¨ªas que no vino nadie¡±, dice, con la minuciosa contabilidad de un n¨¢ufrago. No cierra jam¨¢s y ¨¦l es el ¨²nico que atiende, porque no puede pagar un sueldo. Cuando empez¨® a construir la nao, la gente lo llamaba Quijote, lo cre¨ªan chiflado. Incluso rompi¨® con su mujer, una cubana. Pero aqu¨ª est¨¢ el museo, y el orgullo de haberlo mantenido a flote durante a?os tormentosos, pandemia incluida. Ahora tiene otra esposa, dominicana, y dos hijos de tres y ocho a?os. No est¨¢ arrepentido: piensa que es un buen proyecto y un aporte a la comunidad, y que las ¨¦picas historias de las naves son un ejemplo de perseverancia y resistencia, de c¨®mo atreverse a hacer algo distinto y dejar huella. Sin embargo, el futuro es complicado: necesita un 25% m¨¢s de ingresos o no podr¨¢ hacer frente al mantenimiento m¨¢s imprescindible. El Estado otorga subsidios a los proyectos culturales; Mattassi se ha presentado tantas veces sin lograrlo que, desilusionado, ya ni se presenta. ¡°Creo que el museo morir¨¢ conmigo o incluso antes¡±, dice, con estoico fatalismo. Y yo no lo entiendo. No entiendo que no apoyemos, que no celebremos, que desaprovechemos a estos locos maravillosos y tenaces.
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