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Carmen Hern¨¢ndez lleg¨® a M¨¦xico cuando ten¨ªa dos a?os. Ahora tiene 84.
Carmen Hern¨¢ndez lleg¨® a M¨¦xico cuando ten¨ªa dos a?os. Ahora tiene 84.Daniel Ochoa de Olza

Los ¨²ltimos exiliados en M¨¦xico de la guerra civil espa?ola

Eran unos ni?os cuando llegaron a un pa¨ªs desconocido. No sab¨ªan por qu¨¦ estaban all¨ª. Las razones se llamaban guerra y exilio. Sus abuelos y sus padres cuidaron de ellos, y ellos se convirtieron en mexicanos de alma espa?ola que devolvieron con creces el cari?o recibido al pa¨ªs que los acogi¨®. Hoy, en el oto?o de una vida que no eligieron, miran sin nostalgia y con cierto orgullo por el retrovisor de la historia.

Regina D¨ªaz y A¨ªda P¨¦rez pasean tomadas del brazo por Veracruz. Charlan como solo pueden hacerlo dos amigas que se conocen desde hace m¨¢s de 80 a?os, y la brisa marina las devuelve a un pasado que se hace presente en cada aniversario. A ese puerto mexicano llegaron hace 85 a?os miles de exiliados espa?oles en buques fletados por el Gobierno republicano al final de la Guerra Civil. En 1939 arrib¨® el primero, el Sinaia, en el que viajaba Regina con tan solo seis meses. Tres a?os despu¨¦s, el Nyassa dej¨® en la costa a A¨ªda, con cuatro a?itos cumplidos a bordo.

Ambas vienen de familia asturiana, pero vieron la luz en Barcelona, algo m¨¢s que una feliz coincidencia. Los ni?os que subieron a esos buques huyendo de la guerra y del franquismo nacieron en cualquier parte, all¨¢ donde los fue dejando el peregrinaje de sus padres. Las mujeres se pon¨ªan de parto en el Madrid atrapado por la guerra, en Barcelona, de camino a la frontera, o ya en Francia. Aquellos ni?os solo encontraron tierra firme en M¨¦xico, donde cientos de veracruzanos los saludaban desde el puerto sin que ellos entendieran bien qu¨¦ ocurr¨ªa. Esos ni?os, hoy ancianos, son los ¨²ltimos testigos del penoso ¨¦xodo espa?ol, aunque nunca tuvieron nostalgia propia y su memoria de aquello es heredada, pero qu¨¦ otra cosa es la memoria, m¨¢s que un legado de generaci¨®n en generaci¨®n.

Se criaron bajo los mismos volcanes que causaban extra?eza a sus mayores; pasaron la infancia escuchando que la paella no sal¨ªa igual en M¨¦xico por culpa del agua, y todav¨ªa hoy tienen que responder la impertinente pregunta de si quieren m¨¢s a pap¨¢ o a mam¨¢: ¡°Yo quiero a los dos. Quiero a Espa?a porque es la tierra de mis padres, es donde nac¨ª. Pero quiero a M¨¦xico porque aqu¨ª crec¨ª, me cas¨¦ y tuve a mis hijos. Pero s¨ª, hay veces que pienso: ?a qui¨¦n quiero m¨¢s? No lo s¨¦¡±, dice Conchita Michavila, un beb¨¦ de nueve meses en aquel barco de bandera francesa, el Sinaia.

Cierto es que fueron espa?oles mucho tiempo, porque los exiliados, alrededor de 20.000, se api?aron en los mismos colegios, iban al mismo club, viv¨ªan en edificios donde el olor a sardinas en la escalera no sorprend¨ªa a nadie y esperaban con ansiedad la muerte de Franco cada tarde en la misma cafeter¨ªa. En la capital mexicana, donde se asent¨® la mayor¨ªa, los m¨¢s peque?os se criaron felices en su burbuja hispana. Pero un d¨ªa llegaron a la Universidad y descubrieron que su acento les convert¨ªa en extra?os para los dem¨¢s.

Entonces, ?qu¨¦ eran ellos? En ese limbo navega todav¨ªa la mente de los ancianos que son hoy. La ¨²ltima generaci¨®n de seres h¨ªbridos que conservan la bandera republicana y aprendieron las calles de Madrid leyendo a P¨¦rez Gald¨®s, que disfrutan con el mole y toleran el picante como el que m¨¢s. Votan en las elecciones mexicanas, pero tambi¨¦n en las espa?olas y hasta en las europeas. Politizados y laicos con un solo dios que les inculcaron en casa: L¨¢zaro C¨¢rdenas, el presidente que abri¨® las puertas de M¨¦xico, el pa¨ªs en el que han nacido sus hijos y donde han enterrado a sus padres.

Si alg¨²n exilio fuera ideal, ese fue el de aquellos ni?os: el de Conchita y Regina, que llegaron en el Sinaia; el de A¨ªda, Carmen y los hermanos Alejandro y Vicente, que las sucedieron en el Nyassa, y el de V¨ªctor Daniel, que se adelant¨® a todos a bordo del Flandre. Ellos no tuvieron que llorar el desarraigo que atorment¨® a sus padres, sino recrearse en un pa¨ªs reci¨¦n salido de una revoluci¨®n que sent¨® las bases de la sociedad moderna. Los pocos que acabaron en otros Estados, como Josefina, que vivi¨® en Veracruz, no siempre corrieron la misma suerte. Y de esa diferencia habla consciente Juan Bonilla Rius, presidente del Ateneo Espa?ol de M¨¦xico: ¡°Por supuesto que hubo v¨ªctimas del exilio, pero no fuimos nosotros¡±.

El encuentro entre una Rep¨²blica y una Revoluci¨®n

Cuando los exiliados se echaron al mar, poco o nada sab¨ªan sobre el pa¨ªs que los iba a acoger. Sus pensamientos estaban fijos en el retrovisor: la familia, la tierra, la infancia azul y un sue?o arrasado por tres a?os de Guerra Civil. Pero el desembarco en el puerto de Veracruz, donde los esperaban el presidente C¨¢rdenas y un pueblo abierto y entusiasta, fue mucho m¨¢s que un encuentro feliz. Podr¨ªan haber huido a cualquier pa¨ªs y cualquiera habr¨ªa sido mejor que el destino que les deparaba Espa?a, pero lo que hallaron all¨ª se ajust¨® como un guante a sus necesidades y expectativas, y tambi¨¦n a la inversa. La sinton¨ªa que se produjo fue tan singular y fruct¨ªfera que defini¨® la forma en la que hoy se ven a s¨ª mismos ambos pa¨ªses.

En otro momento quiz¨¢ la simbiosis habr¨ªa sido menor, pero el pueblo al que llegaron entonces era un terreno f¨¦rtil para las ideas que la truncada democracia hab¨ªa sembrado en Espa?a. ¡°La Rep¨²blica espa?ola encontr¨® en la Revoluci¨®n Mexicana un proyecto similar, republicano, dem¨®crata, progresista en el m¨¢s amplio sentido de la palabra, de valores laicos, p¨²blicos, de respeto por la cultura¡­¡±, enumera Francisco Mej¨ªa, investigador de la UNAM especializado en el exilio: ¡°Espa?a estaba pasando un momento de esplendor justo antes de la Guerra Civil, pero M¨¦xico tambi¨¦n: el M¨¦xico cardenista de la expropiaci¨®n petrolera que cre¨® institutos tan importantes como el Polit¨¦cnico Nacional¡±. En ese caldo de cultivo, los espa?oles alcanzaron en Am¨¦rica lo que no lograron en su pa¨ªs: educar por primera vez a toda una generaci¨®n en los valores republicanos.

La familia de A¨ªda P¨¦rez lo comprob¨® enseguida. ¡°Lo primero que hizo mi pap¨¢ fue comprar una Constituci¨®n mexicana. La ley¨® y dijo: ¡®Estupendo pa¨ªs¡±, recuerda la hija del telegrafista. ¡°Era un M¨¦xico que despegaba¡±, cuenta, y el Gobierno les hizo part¨ªcipes de ese ascenso. El agradecimiento es tal que todav¨ªa hoy enciende las pasiones. ¡°Cuando hac¨ªamos reuniones, si alguien dec¨ªa algo [malo] de C¨¢rdenas, nos lo com¨ªamos vivo¡±, incide con humor Carmen Hern¨¢ndez, que lleg¨® con dos a?os en el mismo buque. Un espacio ajardinado, con piscina climatizada y control en el acceso conduce al apartamento que Carmen tiene en Ciudad de M¨¦xico. Su padre era mec¨¢nico y diputado del PSOE; su madre, taquimecan¨®grafa. ¡°La vida mejor¨®, mis padres no pod¨ªan creer que aqu¨ª hab¨ªa libertad para pensar y hablar¡±, recuerda.

La ¨²nica condici¨®n que puso el mandatario para recibirlos fue que no intervinieran en la pol¨ªtica mexicana. Y lo cumplieron a rajatabla, aunque andando el tiempo los hijos del exilio terminaron nutriendo las ¨¦lites pol¨ªticas. Salvado aquel requisito, todo fueron facilidades.

Conchita Michavila. Naci¨® en Barcelona y lleg¨® a M¨¦xico a bordo del 'Sinaia' en 1939, con nueve meses. Ahora tiene 86 a?os. Dice que siempre le gustaron ¡°los animalitos¡± y por eso estudi¨® Biolog¨ªa. Dio clases en el colegio Madrid y en el Instituto Escuela y se cas¨® con otro refugiado espa?ol. Sus hijas, ya mexicanas, fantasean con vivir en Espa?a, de la que se enamoraron en su ¨²ltimo viaje familiar.
Conchita Michavila. Naci¨® en Barcelona y lleg¨® a M¨¦xico a bordo del 'Sinaia' en 1939, con nueve meses. Ahora tiene 86 a?os. Dice que siempre le gustaron ¡°los animalitos¡± y por eso estudi¨® Biolog¨ªa. Dio clases en el colegio Madrid y en el Instituto Escuela y se cas¨® con otro refugiado espa?ol. Sus hijas, ya mexicanas, fantasean con vivir en Espa?a, de la que se enamoraron en su ¨²ltimo viaje familiar.Daniel Ochoa de Olza

C¨¢rdenas orden¨® que los refugiados entraran en las universidades pagando solo 200 pesos, como los mexicanos, y no 5.000, el precio para los extranjeros, una medida de gracia sin la que muchos no ser¨ªan lo que son hoy.

Al calor de instituciones como los colegios Luis Vives y Madrid, la Casa de Espa?a o el Ateneo, todas ellas fundadas por espa?oles, aquellos muchachos saltaron con ¨¦xito a la Universidad Nacional Aut¨®noma de M¨¦xico (UNAM), donde muchos pasaron de ser alumnos a profesores. Tambi¨¦n los hijos de obreros y campesinos, cuya falta de preparaci¨®n se compensaba con una profunda formaci¨®n pol¨ªtica que inculcaron a su prole.

¡°Cuando se proclam¨® la Rep¨²blica, m¨¢s del 50% de los espa?oles eran analfabetos. ?Cu¨¢ntos podr¨ªan ser intelectuales? No llegar¨ªa al 1%. Sin embargo, representan el 10% de los exiliados¡±, explica el historiador mexicano Fernando Serrano Migall¨®n, hijo del ¨²ltimo fiscal de la Rep¨²blica espa?ola. La cultura fue un eje vertebrador de la comunidad republicana, y los estudios, la prioridad, lo que contribuy¨® a extender la imagen intelectual que se tiene del exilio.

¡°Estaba decidido. No se te ocurr¨ªa otra cosa m¨¢s que estudiar una carrera¡±, abunda A¨ªda P¨¦rez, arquitecta de profesi¨®n, una ma?ana de julio en la casona porfiriana que alberga ahora el Ateneo. All¨ª se encuentra con los hermanos Alejandro y Vicente Rodr¨ªguez, que llegan agarrados del brazo y sosteniendo un bast¨®n que afianza sus pasos entre la niebla que les ha dejado una ceguera cong¨¦nita. Los hermanos rememoran los productos que enviaban a Espa?a, az¨²car y caf¨¦, sobre todo, para paliar las carencias de los que se quedaron all¨ª, pr¨¢ctica com¨²n entre los refugiados. Ambos son ingenieros, uno en Mec¨¢nica, el otro en Electr¨®nica.

Las compa?eras de A¨ªda tambi¨¦n optaron por carreras de ciencias, una elecci¨®n que sorprende todav¨ªa hoy, ante la presencia mayoritaria de hombres en esas materias. Conchita Michavila es bi¨®loga, y Carmen Hern¨¢ndez, qu¨ªmica, como Regina D¨ªaz. ¡°El exilio fue una oportunidad¡±, reconoce Hern¨¢ndez, ¡°mi padre dec¨ªa: ¡®En Espa?a no habr¨ªas sido licenciada en Qu¨ªmica¡±. La brecha entre aquellas mujeres y las que se quedaron era abismal. ¡°Cuando me carteaba con mis primas, me llamaban la atenci¨®n sus faltas de ortograf¨ªa¡±, recuerda. El exilio mostr¨® su mejor rostro a una generaci¨®n que lo vivi¨® con la alegr¨ªa de quien se siente parte de una identidad com¨²n: la que habla con la ce espa?ola y la ese mexicana, o las cambia en funci¨®n de qui¨¦n contesta al tel¨¦fono.

Alejandro y Vicente Rodr¨ªguez. Son hermanos. Alejandro (a la derecha) tiene 89 a?os, y Vicente, dos menos. Llegaron a M¨¦xico con sus padres a bordo del 'Nyassa' en 1942. Los dos son ingenieros: el primero en Mec¨¢nica, y el segundo, en Electr¨®nica. Ambos padecen una ceguera cong¨¦nita y aseguran no sentir ninguna nostalgia por Espa?a, aunque siguen votando cada vez que hay elecciones en un pa¨ªs que tambi¨¦n sienten como propio y del que hablan con pasi¨®n.
Alejandro y Vicente Rodr¨ªguez. Son hermanos. Alejandro (a la derecha) tiene 89 a?os, y Vicente, dos menos. Llegaron a M¨¦xico con sus padres a bordo del 'Nyassa' en 1942. Los dos son ingenieros: el primero en Mec¨¢nica, y el segundo, en Electr¨®nica. Ambos padecen una ceguera cong¨¦nita y aseguran no sentir ninguna nostalgia por Espa?a, aunque siguen votando cada vez que hay elecciones en un pa¨ªs que tambi¨¦n sienten como propio y del que hablan con pasi¨®n.Daniel Ochoa de Olza

Si el pa¨ªs americano les brind¨® un campo de posibilidades para explorar, ellos lo devolvieron con una explosi¨®n de desarrollo. Fundaron editoriales, construyeron edificios, hoteles y casinos, triunfaron en las letras y en las ciencias y, muy especialmente, revirtieron lo aprendido en el terreno educativo. Los maestros m¨¢s aguerridos llevaron el sue?o republicano a otros Estados. All¨ª abrieron los grupos escolares Cervantes, todav¨ªa vigentes, con un alumnado m¨¢s mexicano que el de los centros capitalinos.

La endog¨¢mica burbuja espa?ola se rompi¨® en la Universidad al mezclarse unos y otros. Sin embargo, en la calle, las dos Espa?as chocaban a veces con ferocidad. Cuando el numeroso contingente de republicanos arrib¨® a la capital se encontr¨® con otros 20.000 espa?oles que les hab¨ªan precedido d¨¦cadas atr¨¢s, aquellos que buscaban hacer las Am¨¦ricas y montaron negocios fruct¨ªferos. Los llamaban gachupines y eran ideol¨®gicamente diferentes, cuando no contrarios, y las peleas entre ambos bandos se reprodujeron en M¨¦xico. ¡°El Luis Vives, que era mi escuela, estaba junto al Crist¨®bal Col¨®n, un centro de gente bien, de derechas, nada que ver con nosotros¡±, relata Hern¨¢ndez. ¡°Un 15 de septiembre [D¨ªa de la Independencia de M¨¦xico], alguien llev¨® una bandera franquista y se arm¨® una guerra, como en las pel¨ªculas¡±, rememora risue?a. El enfrentamiento entre unos y otros era tal que el Luis Vives se cambi¨® de barrio.

En los puestos callejeros, sin embargo, junto a las banderas mexicanas, el D¨ªa de la Independencia se vend¨ªan tambi¨¦n las de la Rep¨²blica espa?ola, recuerda la escritora Angelina Mu?iz-Huberman ¡ªnacida en Hy¨¨res, Francia, y con 87 a?os¡ª, una muestra de c¨®mo los dos proyectos se anudaron con fuerza. ¡°Era un orgullo decir: yo soy exiliada¡±, sostiene la autora, ¨²ltima superviviente de una generaci¨®n de escritores que se sirvi¨® del destierro como fuente de inspiraci¨®n. ¡°El exilio quejoso no es el que me atrae. Me atrae el exilio de toda persona que est¨¢ fuera de la corriente, te da muchos puntos de vista, entiendes al otro porque t¨² eres el otro para el otro¡±, reflexiona. ¡°El exilio / en el centro / el exilio¡±, recita la autora. Es uno de sus poemas.

¡°La imagen de prestigio del pa¨ªs en pol¨ªtica exterior se empieza a labrar con la guerra de Espa?a¡±, explica David Jorge, historiador del Colmex: ¡°M¨¦xico llev¨® la voz [de la Rep¨²blica] al primer foro internacional de la ¨¦poca, la Sociedad de Naciones y, a mediados de los a?os treinta, hace valer una posici¨®n internacional de respeto a las soberan¨ªas y de profundo antifascismo¡±.

La veta humanitaria inherente al recibimiento de los espa?oles se extendi¨® a los que huyeron de la Segunda Guerra Mundial y, m¨¢s tarde, de las dictaduras del Cono Sur. Ese eje de la pol¨ªtica exterior mexicana, que se mantiene hoy como una pieza central, surgi¨® entonces, como tantas otras cosas, producto de aquella simbiosis.

Exilio se escribe en plural

El ¨¦xodo que lleg¨® y encontr¨® un M¨¦xico moderno y prometedor no fue el ¨²nico en un fen¨®meno que reclama hablar siempre en plural: no es el exilio, son los exilios. Hay otro menos conocido, m¨¢s minoritario y no tan afortunado como aquel que se qued¨® en la gran ciudad, fund¨® instituciones y se mud¨® a los mismos vecindarios. Es el que se disemin¨® por los Estados, sin el abrigo de la comunidad ni la calidez del acento com¨²n. No eran un n¨²cleo compacto, por eso es tan dif¨ªcil rastrearlos, apunta Cuauht¨¦moc C¨¢rdenas, hijo del hist¨®rico presidente. Recalaron en Puebla, Veracruz, Chihuahua, all¨¢ donde encontraron una posibilidad para labrar la tierra o rehacer su vida. Unos porque no tuvieron la misma suerte que sus compa?eros de viaje; otros pocos marcharon por ¡°salud mental¡±, para alejarse del valle de l¨¢grimas en que se convirti¨® la comunidad refugiada cuando se evidenci¨® que no podr¨ªan volver, explica David Jorge: ¡°Ese exilio qued¨® al margen del relato. Se desconoce casi todo de ¨¦l¡±.

En ese peque?o hueco de la historia creci¨® Josefina Ibars Lonca, nacida en Ser¨°s, un pueblito de Lleida, y embarcada en 1939 en el Sinaia, a los 13 a?os: ni tan peque?a para evitar el desarraigo ni tan mayor para entender del todo lo que ocurr¨ªa. ¡°Estuve dos d¨ªas llorando en mi camarote, pero un d¨ªa amaneci¨® y mi mam¨¢ me fue a buscar: ¡®Sube a la cubierta que est¨¢n cantando¡¯. ¡°Entonces sub¨ª, me sum¨¦ a cantar y empec¨¦ a adaptarme¡±, recuerda la catalana.

Josefina pasea sus 99 a?os por Veracruz con alegr¨ªa vital. La fragilidad de su cuerpo no le impide moverse a donde quiere, se agarra a donde haga falta. Es posiblemente la ¨²nica superviviente que vivi¨® aquella traves¨ªa con conciencia de lo que dejaba atr¨¢s. Solo cuando tuvo 70 a?os y hab¨ªa enterrado a su marido volvi¨® por primera vez a una Espa?a donde todav¨ªa la esperaban algunos de sus primos y sus amigas de la infancia.

Pero hasta llegar al feliz reencuentro pasaron casi 60 a?os de altibajos. ¡°En M¨¦xico no padecimos hambre, pero s¨ª muchas carencias. No hab¨ªa dinero¡±, cuenta. Su padre era alba?il, y su madre, costurera. Tras la llegada a Veracruz ¡ª¡±hab¨ªa una valla de pura gente que nos aplaud¨ªa. Se abri¨® la gloria¡±¡ª, acabaron en un pueblo de Hidalgo. ¡°Nos dieron un alojamiento y 100 pesos, y nos prometieron tierras para trabajar. Pero nos dejaron all¨¢ y se olvidaron de nosotros¡±, recuerda. De ah¨ª marcharon a la capital y finalmente a otro pueblo de Oaxaca, donde conocieron al comerciante con el que se cas¨® Josefina. ¡°Entonces era muy amable, luego cambian¡­¡±, dice ir¨®nica. Ella ten¨ªa 18 a?os; ¨¦l, 28. Se mudaron a Veracruz y ah¨ª empez¨® el aislamiento.

¡ª?No sigui¨® en contacto con el resto de los espa?oles?

¡ªMi esposo nunca lo permiti¨®. Si llegaba alguna paisana a verme, la corr¨ªa. Y ah¨ª empezaron a llegar los hijos.

Tuvo nueve, pero fallecieron tres. Hoy la rodea un enjambre de nietos. Ella dice que su labor en la vida fue tener hijos, a quienes les dio lo que ella no disfrut¨®. Cuando su madre les dec¨ªa a las nietas: ¡°Ni?as, hay trastos sucios, p¨¢rense a lavar¡±, Josefina replicaba: ¡°No, esa no es su obligaci¨®n. Su obligaci¨®n es hacer sus tareas¡±. Y ella se las revisaba y las ayudaba a dibujar. ¡°Yo les dec¨ªa: ustedes, prep¨¢rense, porque si se casan y les va bien, qu¨¦ bueno. Pero si encuentran un marido que las maltrate, d¨¦jenlo, tienen con qu¨¦ trabajar¡±.

Josefina Ibars Lonca. Naci¨® en Ser¨°s, Lleida, y viaj¨® a M¨¦xico con 13 a?os, junto a su familia, a bordo del 'Sinaia'. Ahora tiene 99 a?os y vive en Veracruz, donde tuvo a sus nueve hijos. Le gusta mucho cantar en catal¨¢n, como cuando era ni?a, aunque ahora ya no tiene con qui¨¦n hablar el idioma. Recuerda la fruta de su pueblo con nostalgia intacta, pero hace tiempo que no vuelve. ¡°La banderita republicana la cuido como a la ni?a de mis ojos¡±, sostiene todav¨ªa hoy.
Josefina Ibars Lonca. Naci¨® en Ser¨°s, Lleida, y viaj¨® a M¨¦xico con 13 a?os, junto a su familia, a bordo del 'Sinaia'. Ahora tiene 99 a?os y vive en Veracruz, donde tuvo a sus nueve hijos. Le gusta mucho cantar en catal¨¢n, como cuando era ni?a, aunque ahora ya no tiene con qui¨¦n hablar el idioma. Recuerda la fruta de su pueblo con nostalgia intacta, pero hace tiempo que no vuelve. ¡°La banderita republicana la cuido como a la ni?a de mis ojos¡±, sostiene todav¨ªa hoy.Daniel Ochoa de Olza

Josefina evita hablar de sus a?os de casada, su memoria salta de la infancia a una vejez mucho m¨¢s libre que la de d¨¦cadas atr¨¢s, pero nunca perdi¨® sus convicciones. Quiz¨¢ no particip¨® del progreso general que sus compatriotas disfrutaron en la capital ¡ªpara ella lleg¨® una generaci¨®n despu¨¦s¡ª, pero las ense?anzas republicanas permearon y se encarg¨® de que fluyeran hacia abajo. Hoy acude a los aniversarios del desembarco en Veracruz y reconecta con unas ra¨ªces que durante d¨¦cadas sobrevivieron ancladas solo en su cabeza.

La gente la recibe hoy como a una verdadera estrella y ella charla, canturrea sardanas y disfruta como la ni?a que cantaba en el coro de Ser¨°s, adonde ha vuelto en cuatro ocasiones. Ella no viajaba para descubrir una Espa?a que conoc¨ªa de o¨ªdas, sino para volver a su casa, a su pueblo, a sus duraznos ¡°suavecitos¡± y sus melones ¡°dulces y sabrosos¡±. ¡°Yo ya no s¨¦ si me siento mexicana, pero nunca he dejado de ser espa?ola. Mi tierra es mi tierra¡±, dice con un toque de orgullo, y se golpea el pecho con el pu?o. Hoy su nieto aprende catal¨¢n, el idioma que su abuela ten¨ªa prohibido hablar en casa, porque el exilio es un viaje de ida que encuentra siempre la forma de volver.

La pol¨ªtica, un puente sobre el Atl¨¢ntico

Cada cinco a?os, los pocos exiliados que van quedando vuelven a las costas de Veracruz a honrar el mar que los llev¨® a M¨¦xico y al que entregan las cenizas de sus mayores. Frente a esas olas depositan su memoria, comen, bailan y todav¨ªa hoy participan de asombrosos reencuentros. Regina D¨ªaz, de 86 a?os, y Josefa Ibars, de 99, se conocieron el pasado junio aunque hab¨ªan viajado en el mismo barco. Aquellos ni?os de entonces se sienten hoy satisfechos de que el recuerdo que en M¨¦xico se mantiene vivo empiece a conocerse en Espa?a. Para todos, m¨¢s mujeres ya que hombres, llegaron este a?o los reconocimientos oficiales.

El ministro espa?ol de Memoria Democr¨¢tica, ?ngel V¨ªctor Torres, apret¨® en junio una agenda imposible en M¨¦xico: visitas a los colegios que nacieron con el exilio o a los cementerios donde reposan los grandes nombres expulsados de su patria: Luis Cernuda, Le¨®n Felipe, Concha M¨¦ndez, Max Aub, Carmen Parga y tantos otros. Un d¨ªa antes, el Ateneo Espa?ol de M¨¦xico hab¨ªa sido declarado ¡°lugar de memoria democr¨¢tica¡±, la primera vez que se otorgaba esta distinci¨®n fuera de Espa?a.

Espa?a se asoma ahora a su exilio mexicano. En cambio, la segunda generaci¨®n del destierro, como la primera, nunca ha dejado de interesarse por lo que suced¨ªa al otro lado del Atl¨¢ntico. La pol¨ªtica es quiz¨¢ el mayor v¨ªnculo con la patria perdida. Casi todos est¨¢n muy pendientes de los informativos, lo mismo si exhuman a Franco de su tumba en Cuelgamuros que del resultado electoral. ¡°Nostalgia de Espa?a, ninguna¡±, dicen los hermanos Alejandro y Vicente. Pero la actualidad es otra cosa: ¡°La pol¨ªtica espa?ola ahora es una verg¨¹enza, el nivel de bajeza al que han llegado¡­¡±, comentan encendidos refiri¨¦ndose a la ultraderecha.

Ellos, como el resto de su generaci¨®n, s¨ª han viajado a la patria lejana, aunque la nostalgia no era su tim¨®n. M¨¢s bien la curiosidad por conocer un lugar en el que solo hab¨ªan nacido y del que tanto hablaban sus padres. Ahora que la violencia se ceba con M¨¦xico, ven una Espa?a de promisi¨®n. Muchos de sus nietos estudian y viven all¨ª, merced a la nacionalidad adquirida por su ascendencia, y otros viajan con dinero y por placer para descubrir un pa¨ªs muy distinto del que se consum¨ªa bajo la dictadura franquista. ¡°El a?o pasado mis hijas se quedaron enamoradas de Espa?a, incluso dijeron: ¡®Aqu¨ª se vive muy bien, mam¨¢, qu¨¦ b¨¢rbaro, c¨®mo comen, y todos tan felices, nos quedamos a vivir aqu¨ª¡±, cuenta Conchita Michavila. ¡°Ahora en Espa?a nos est¨¢n ganando, tenemos que apresurarnos aqu¨ª¡±, se r¨ªe su amiga A¨ªda. ¡°Alguna vez nos planteamos irnos a vivir all¨¢¡±, dir¨¢ tambi¨¦n Carmen Hern¨¢ndez, ¡°pero al final te vuelves, porque M¨¦xico es M¨¦xico¡±.

Con d¨¦biles pasos se dirige V¨ªctor Daniel Rivera Grijalba hacia su estudio en la planta alta de una fenomenal casa que ¨¦l mismo, arquitecto por la UNAM, dise?¨®. ?l lleg¨® en 1939 en el primer barco que sali¨® de Francia con republicanos hacia M¨¦xico, el Flandre. Quienes all¨ª viajaban se hab¨ªan pagado sus pasajes, eran gente con posibles. El arquitecto, ya retirado, es un hombre cr¨ªtico con el gran exilio, del que se ha apartado. Y de Espa?a solo le interesa el f¨²tbol. ¡°Obviamente, el Real Madrid¡±, r¨ªe.

La comunidad republicana es m¨¢s heterog¨¦nea de lo que se piensa, a decir del historiador David Jorge. Eran de procedencias sociales muy distintas y reun¨ªan diversas ideolog¨ªas que, andando el tiempo, se han agudizado en la segunda generaci¨®n. Se dicen republicanos y progresistas si se les pregunta por Espa?a, pero la alta posici¨®n social que han alcanzado algunos les inclina hacia otras tendencias en M¨¦xico.

En lo que quiz¨¢ coinciden todos es en su rechazo a la Monarqu¨ªa, que ven como un arca¨ªsmo. A muchos de ellos, sin embargo, tampoco les estorba ya esa figura coronada y no les hace ni pizca de gracia que los gobiernos mexicano y espa?ol entren en peleas diplom¨¢ticas, a cuenta del Rey o de lo que sea. El rifirrafe suscitado por la exclusi¨®n de Felipe VI en la investidura de la presidenta Claudia Sheinbaum les trae de cabeza. ¡°Eso estuvo muy mal y me parece muy bien la contestaci¨®n que ha dado Pedro S¨¢nchez¡±, dice Regina D¨ªaz. Ella eliminar¨ªa todas las monarqu¨ªas. ¡°Todas, pero si en Espa?a ha funcionado¡­ Total, en M¨¦xico no hay monarqu¨ªa y la pol¨ªtica tampoco funciona¡±, afirma.

Los viejos republicanos est¨¢n acostumbrados a los antiguos lazos entre ambas naciones, aquellos tiempos en los que el 14 de abril se celebraba en M¨¦xico con una gran cena a la que acud¨ªa la plana mayor del Partido Revolucionario Institucional (PRI). ¡°Despu¨¦s de lo que pas¨®, lo que importa es que haya libertad. Adem¨¢s, en Espa?a no manda el Rey¡±, zanja A¨ªda P¨¦rez. ¡°Aznar decidi¨® entrar en la guerra de Irak, Zapatero decidi¨® retirar las tropas, nunca supimos qu¨¦ pens¨® el rey Juan Carlos¡±.

Y a los hermanos Alejandro y Vicente Rodr¨ªguez, ?qu¨¦ les parece que Felipe VI no fuera invitado a la investidura de Sheinbaum, a la que votaron?

¡ªUna solemne tonter¨ªa, vamos a dejarlo ah¨ª ¡ªdice Alejandro.

¡ªAlgo m¨¢s que una tonter¨ªa ¡ªle secunda su hermano.

¡ª?Dilo en mexicano, hombre!

¡ªBueno, pues una pendejada ¡ªr¨ªe Vicente al otro lado del sof¨¢, en el Ateneo.

As¨ª discurren ahora las conversaciones en ese Ateneo donde anta?o se desga?itaban socialistas y comunistas por ver qui¨¦n se llevaba el gato al agua. La instituci¨®n se esfuerza hoy por sumarse a la conversaci¨®n actual: ¡°Tenemos que entrar en la discusi¨®n de lo que quiere decir ser migrante y exiliado ahora¡±, dice Juan Bonilla, el presidente.

De buena ma?ana, los ni?os del colegio Luis Vives se alinean a las ¨®rdenes de sus maestras para entonar un par de canciones espa?olas, con letras adaptadas a la actualidad. Acompa?ados de una guitarra y un caj¨®n, los escolares cantan La Tarara y Si me quieres escribir, una tonada del frente de guerra republicano. Buganvillas estrelladas cuelgan sobre sus cabezas.

Ofrenda floral con motivo de la visita del ministro espa?ol de Pol¨ªtica Territorial y Memoria Democr¨¢tica ?ngel V¨ªctor Torres a M¨¦xico en junio.
Ofrenda floral con motivo de la visita del ministro espa?ol de Pol¨ªtica Territorial y Memoria Democr¨¢tica ?ngel V¨ªctor Torres a M¨¦xico en junio. Aggi Gardu?o

El que fuera un centro con maestros y ni?os espa?oles es ahora plenamente mexicano, pero conserva una reputaci¨®n de valores emanados de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza, emblema de la Segunda Rep¨²blica. ¡°Igualdad, solidaridad, lealtad, laicismo, amor por la ense?anza¡±, enumera la exdirectora del centro privado, Mar¨ªa Luisa Gally Companys, nieta de Llu¨ªs Companys, ministro en la Rep¨²blica y presidente de la Generalitat catalana, fusilado por los franquistas.

Los ni?os que acuden cada d¨ªa a estos colegios contin¨²an la ¡°hermandad¡± que surgi¨® hace 80 a?os, en palabras de Regina D¨ªaz, que estudi¨® en el colegio Madrid y sigue reuni¨¦ndose el ¨²ltimo jueves de cada mes con sus antiguos compa?eros: ¡°Es una amistad que no tiene cualquiera. Son las mismas aspiraciones, los mismos traumas y los mismos dolores. Es un bien com¨²n y es un mal com¨²n que compartimos con alegr¨ªa¡±.

Con id¨¦ntica solidez y prestigio se mantienen hoy algunas de las instituciones fundadas entonces, como el Colegio de M¨¦xico, un reputado centro universitario de investigaci¨®n, o el Fondo de Cultura Econ¨®mica (FCE), la gran editorial latinoamericana. Aquella hornada de muchachos bien formados ocupan tambi¨¦n hoy puestos en la alta pol¨ªtica mexicana. Es el caso de la excanciller Alicia B¨¢rcena, descendiente de exiliados, secretaria hoy de Medio Ambiente en el Gobierno de Sheinbaum, o del que fue subsecretario de Salud y comand¨® la lucha contra el coronavirus, Hugo L¨®pez-Gatell, nieto de republicanos espa?oles. La semilla ech¨® ra¨ªces.

Antonia Pacheco, Aida P¨¦rez, Josefa Ibars y Regina Diaz posan para una fotograf¨ªa en su reencuentro por el 85? aniversario del exilio republicano espa?ol en M¨¦xico.
Antonia Pacheco, Aida P¨¦rez, Josefa Ibars y Regina Diaz posan para una fotograf¨ªa en su reencuentro por el 85? aniversario del exilio republicano espa?ol en M¨¦xico.Victoria Razo

Un v¨ªnculo de acero fiel

¡°Atravesamos la frontera a pie. Mam¨¢ llevaba una maleta con el ajuar de casada, s¨¢banas y todo eso con el nombre de uno y de otro. No pod¨ªa con la maleta y la dej¨® en los Pirineos. Yo tambi¨¦n llevaba una maleta con una tortilla espa?ola. Pero me qued¨® la idea de que cargaba con dos botellas de vino, hasta que hice el comentario y mam¨¢ me dijo: ¡®?Qu¨¦ botellas ni qu¨¦ narices!, ten¨ªas cinco a?os, solo llevabas la tortilla¡±, cuenta V¨ªctor Daniel Rivera Grijalba. As¨ª son ya los recuerdos implantados de aquellos ni?os del exilio, nebulosas evocaciones de la infancia. Esta generaci¨®n que ahora se extingue como una vela creci¨® en la esquizofrenia de una doble vida: la juventud gozosa en un pa¨ªs vibrante contrastaba en la calle con la desaz¨®n que se viv¨ªa en casa. La consciencia de que ellos eran mexicanos se instal¨® tambi¨¦n en la mente de sus padres. Espa?a ya solo ser¨ªa un pa¨ªs de vacaciones, quiz¨¢ una urna al otro lado del Atl¨¢ntico para seguir votando y una bandera roja, amarilla y morada siempre en la biblioteca. ¡°Porque un d¨ªa ya no se puede m¨¢s¡±, dice el poema de Angelina Mu?iz-Huberman, ¡°Y ese d¨ªa, ese d¨ªa aceptas el paisaje¡±.

La memoria incompleta de aquellos ni?os fue, finalmente, un ancla poderosa para mantener vivo el legado espa?ol en M¨¦xico, pero tambi¨¦n propici¨® una integraci¨®n que entreteje las vidas de ambos pa¨ªses, porque no tuvo su origen en sangrientas conquistas ni en explotaciones empresariales. Es un v¨ªnculo ¡°de acero fiel¡±. Palabra de poeta.


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