B¨¦n¨¦dicte Savoy: ¡°En Espa?a veo mayor reticencia a abordar las cuestiones coloniales¡±
Especialista en la devoluci¨®n del arte africano, la historiadora francesa pronunciar¨¢ una serie de conferencias en el Museo del Prado sobre la restituci¨®n de las obras expoliadas, un proceso que ella considera ¡°imparable¡±
B¨¦n¨¦dicte Savoy (Par¨ªs, 52 a?os) es la m¨¢xima autoridad europea en el arte expoliado y su restituci¨®n. Profesora de Historia del Arte en la Technische Universit?t de Berl¨ªn, donde nos recibe una tarde de septiembre en medio del caos generado por una alarma de incendio, esta especialista ha sido la principal impulsora de la devoluci¨®n de las obras saqueadas en las antiguas colonias africanas. En 2018 coescribi¨®, junto al economista senegal¨¦s Felwine Sarr, el informe Sobre la restituci¨®n del patrimonio cultural africano, un encargo del presidente franc¨¦s, Emmanuel Macron, texto de aspecto burocr¨¢tico que acab¨® siendo decisivo en el debate sobre la descolonizaci¨®n de los museos.
Su principal recomendaci¨®n, entonces explosiva, consist¨ªa en devolver toda obra u objeto a su lugar de origen cuando existiera alguna duda sobre la legalidad de su procedencia. Se interpret¨® como una utop¨ªa maximalista que terminar¨ªa criando polvo en un caj¨®n, pero acab¨® siendo el catalizador de un cambio sin precedentes. En pocos a?os, las potencias europeas comenzaron a exhibir una mayor transparencia sobre el origen de sus colecciones p¨²blicas e incluso a devolver algunas piezas a pa¨ªses africanos, en un proceso que esta francesa sonriente e informal, que antes fue profesora en el Coll¨¨ge de France, califica de ¡°imparable¡±.
Savoy se prepara para pasar el mes de noviembre en Madrid: ha sido invitada a pronunciar cuatro conferencias por el Museo del Prado. Se centrar¨¢n en un episodio ocurrido en 1815: tras la derrota de Napole¨®n y el Congreso de Viena, las potencias aliadas ¡ªReino Unido, Prusia, Austria y Rusia, entre otras¡ª exigieron la devoluci¨®n de las obras de arte saqueadas por Napole¨®n. La restituci¨®n benefici¨® a pa¨ªses como Italia, Alemania, B¨¦lgica o Espa?a. En el ¨²ltimo caso, muchas de las obras recuperadas ser¨ªan expuestas en el Museo del Prado, inaugurado cuatro a?os despu¨¦s. El acontecimiento marc¨® un precedente en Europa. Savoy lo usa como ejemplo para demostrar que no dista mucho de las reclamaciones de esas antiguas colonias que aspiran a recuperar sus patrimonios a estas alturas del siglo XXI.
?De qu¨¦ quiere hablar en el Prado?
Mi investigaci¨®n trata sobre el expolio de los patrimonios de otros pa¨ªses: la idea de enriquecer el patrimonio propio arrebatando el de los dem¨¢s. En los ¨²ltimos a?os me he centrado en las restituciones: qu¨¦ deben hacer las potencias europeas con estos bienes expropiados, c¨®mo los devolvemos cuando nos los reclaman. Propuse hablar de las restituciones de 1815 porque la historia de las colecciones del Prado est¨¢ muy ligada a la devoluci¨®n de obras expoliadas, en su d¨ªa, por Napole¨®n. El origen del museo madrile?o, como otros en Europa, surge de esa restituci¨®n forzada.
Lo que dice es que, para entender la necesidad de restituir en el presente, es necesario mirar al pasado.
El primer gran debate sobre restituciones se dio en 1815 y los argumentos ya eran muy similares a los de ahora. En aquella ¨¦poca, participaron artistas e intelectuales europeos como Goethe, Stendhal, los hermanos Grimm o Goya. Muchos pa¨ªses, como Espa?a, B¨¦lgica o Alemania, hab¨ªan sido saqueados por las tropas napole¨®nicas. Mi opini¨®n es que eso deber¨ªa facilitar un poco de empat¨ªa con los Estados africanos que hoy exigen el retorno de su patrimonio. En ciertos lugares, no veo por qu¨¦ es tan dif¨ªcil de entender.
?Qu¨¦ opina del Prado y del resto de los museos espa?oles? ?Observa cierto retraso en abordar esta cuesti¨®n?
Como visitante, me fascina la singularidad de su colecci¨®n, que no sigue el modelo enciclop¨¦dico de muchos otros museos europeos, que cuentan con obras de todas las escuelas y ¨¦pocas. En el Prado, en cambio, vemos cosas que no est¨¢n en ning¨²n otro sitio. Como acad¨¦mica francesa afincada en Berl¨ªn, debo admitir que estoy m¨¢s familiarizada con museos de otros pa¨ªses. Visto de lejos, percibo que en Espa?a existe quiz¨¢s una mayor reticencia que en otros lugares a abordar las cuestiones coloniales, tal vez porque la cronolog¨ªa y el per¨ªmetro de su proyecto colonial son otros. Aun as¨ª, no quiero hablar de retraso: el Prado es el primer museo europeo que me invita espec¨ªficamente para hablar de estos temas.
El ministro de Cultura, Ernest Urtasun, propone descolonizar el Museo de Am¨¦rica y el de Antropolog¨ªa, ambos en Madrid. ?Es lo indicado?
El discurso de Emmanuel Macron en Burkina Faso en 2017, que rompi¨® con d¨¦cadas de silencio al abrir la puerta a la devoluci¨®n del arte africano a su lugar de origen, ha impulsado debates en toda Europa, como una bola de billar que choca con otras que estaban detenidas. Puede que Espa?a sea la siguiente bola en moverse. M¨¢s importante que la restituci¨®n f¨ªsica es hablar p¨²blicamente de estos temas, comprender c¨®mo algunos de nuestros museos crearon sus colecciones y dialogar con los pa¨ªses afectados para encarar el futuro. Este debate social es un proceso irreversible, como ha sucedido con los abusos sexuales: una vez se libera la palabra, ya no es posible detenerla.
En 1973, la ONU ya inst¨® a devolver las obras saqueadas a las v¨ªctimas de la colonizaci¨®n. ?Por qu¨¦ no pas¨® nada?
No solo no pas¨® nada, sino que ese episodio cay¨® en el olvido. Encontr¨¦ un informe que incluso instaba a devolverlas. Los museos occidentales se resistieron a dejar escapar esas obras y lograron enterrar esa iniciativa. Adem¨¢s, esos museos transformaron esos objetos, que en muchos casos eran la encarnaci¨®n del poder, en simples obras de arte. En ciertas culturas africanas, cuando el jefe perd¨ªa su trono y su corona, dejaba de tener poder. Se produjo as¨ª un canibalismo del poder africano ligado a una afirmaci¨®n de las naciones europeas. Hoy sigue habiendo alrededor de 500.000 piezas africanas en museos p¨²blicos europeos.
?Qu¨¦ significa, para usted, descolonizar un museo?
Es un proceso de introspecci¨®n hist¨®rica: analizar c¨®mo llegaron esas colecciones a nuestras manos, qu¨¦ asimetr¨ªas de poder lo permitieron, y despu¨¦s decidir qu¨¦ queremos legar a las futuras generaciones. Es casi un psicoan¨¢lisis colectivo que nos permite ver qui¨¦nes somos y qu¨¦ tipo de violencia nos constituye. No tengo nada en contra de todo lo dicho, al contrario, pero debo admitir que no me gusta usar la palabra ¡°descolonizar¡±¡
?Por qu¨¦ la evita?
A veces, entramos en batallas terminol¨®gicas que no est¨¢n en el meollo de la cuesti¨®n. ?Debemos hablar de descolonizar el altar de P¨¦rgamo, expuesto en Berl¨ªn, cuando se hallaba en el Imperio Otomano y hay quien asegura que se extrajo bajo la autorizaci¨®n del sult¨¢n? El mundo de los museos tiende a ser conservador. Si vas a ver a un director con la palabra ¡°colonizaci¨®n¡± en la boca, se te cerrar¨¢n todas las puertas. Por razones pragm¨¢ticas, procuro tener en cuenta las emociones profesionales de mis interlocutores. Me parece m¨¢s constructivo proponerle a un conservador de museo que trabajemos juntos sobre la historia de sus colecciones que llegar un d¨ªa y decirle que lo voy a descolonizar todo. No quiero despolitizar el asunto, pero s¨ª abordar la cuesti¨®n con un enfoque que genere menos resistencia y miedo.
?Es comparable el expolio de arte con el extractivismo de recursos naturales?
En algunos casos, los recursos naturales se regeneran, mientras que el patrimonio art¨ªstico no es capaz. Yo lo comparo m¨¢s con los recursos f¨®siles o minerales, que fueron extra¨ªdos por los mismos actores, usando la misma infraestructura. En el Oriente Pr¨®ximo de los a?os treinta, los pozos de petr¨®leo estaban situados muy cerca de los sitios arqueol¨®gicos. La gran diferencia es que, con el arte, se emple¨® una ret¨®rica del rescate, mientras que nadie habl¨® de ¡°rescatar el petr¨®leo¡±. Eran c¨ªnicos, pero no tanto¡
?Qu¨¦ sucede cuando se priva a un pueblo de su patrimonio cultural? ?Qu¨¦ empobrecimiento supone?
Si le quitas a un pueblo su cultura, los padres ya nunca tendr¨¢n medios para contar a sus hijos qui¨¦nes son. Se ha desarraigado a regiones enteras, y no hay que olvidar que desculturizar es tambi¨¦n una pr¨¢ctica de guerra. Cuando un pueblo pierde sus dioses, sus creencias y lugares sagrados, pierde una parte esencial de su identidad.
Hay quien cree que el arte es una cuesti¨®n secundaria, que hay otras mucho m¨¢s urgentes.
Discrepo. Los museos ocupan un lugar central en nuestras sociedades. Son instituciones situadas en el coraz¨®n de la ciudad que nos permiten ver y entender el pasado mediante la simple observaci¨®n de una serie de obras colgadas de la pared y objetos dispuestos en vitrinas. Cuentan un relato, una versi¨®n de la historia. Debemos tomarlos muy en serio porque su funci¨®n tambi¨¦n lo es.
Han pasado seis a?os desde su informe. ?Le parece decepcionante que solo se haya devuelto un pu?ado de obras?
Para nada. Hace seis a?os, se daba por hecho que el informe era papel mojado, una especie de utop¨ªa. En menos de un lustro, el debate ha avanzado mucho. Tuvimos la intuici¨®n de que ese informe pod¨ªa mover las placas tect¨®nicas, y el movimiento ya est¨¢ aqu¨ª. La tierra est¨¢ temblando. El ministro de Cultura de Ben¨ªn de la ¨¦poca, Oswald Homeky, nos dijo: ¡°No creo en la viabilidad de su proyecto, pero si sucede ser¨¢ como la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn o la reunificaci¨®n de las dos Coreas¡±.
?Por qu¨¦ cree que Macron se lo encarg¨®?
Sospecho, como se ha dicho mucho desde entonces, que quiso instrumentalizar el patrimonio con fines pol¨ªticos, para mejorar la imagen de Francia en sus antiguas colonias. Seis a?os despu¨¦s, pese a que las restituciones est¨¦n en marcha, la imagen de Francia no ha mejorado. Y eso me parece positivo: significa que el patrimonio no se puede instrumentalizar.
?Le sorprendi¨® que le pidiera el informe?
En realidad, no tanto. Recuerdo su discurso en 2017 como un momento decisivo en mi vida, igual que el 11-S o la muerte de Michael Jackson¡ Ten¨ªa contacto con su consejero diplom¨¢tico, que antes hab¨ªa sido embajador en Berl¨ªn, y me coment¨® que tal vez necesitar¨ªan mi ayuda. Mi ¨²nica condici¨®n fue trabajar en t¨¢ndem con Felwine Sarr. Nos autofinanciamos, no hab¨ªa presupuesto para viajes y tuvimos que pagarlo todo de nuestro bolsillo. Lo bueno es que, a cambio, fuimos libres para escribir lo que quisimos, sin ning¨²n intento de censura.
El expolio gener¨® una especie de competencia entre potencias coloniales. ?La restituci¨®n tambi¨¦n?
En algunas partes de ?frica, mis colegas sobre el terreno se sienten, a veces, como si estuvi¨¦ramos de vuelta en 1884. Francia y Alemania compiten por mantener su influencia cultural en el continente. En su d¨ªa, se intent¨® robar m¨¢s que el vecino, y hoy esa rivalidad se traslada para ver qui¨¦n devuelve m¨¢s. Es una l¨®gica similar de influencia sobre esos pa¨ªses, aunque ahora enfocada a la cultura.
Como profesora, ?ha notado una nueva sensibilidad entre sus alumnos sobre estos temas? ?Los j¨®venes lo entienden mejor?
S¨ª, especialmente desde que las cuestiones decoloniales empezaron a incluirse en los programas acad¨¦micos. Para los j¨®venes de 20 a?os de hoy, al menos en Berl¨ªn, donde ense?o, la descolonizaci¨®n es una especie de lengua materna. No es algo que asocien solo con el pasado, sino con el presente. La devoluci¨®n del patrimonio africano ya forma parte del argumento de pel¨ªculas de Marvel como Black Panther, de los videojuegos, del cine nigeriano¡ Entre los responsables de museos tambi¨¦n veo un cambio. Los que tienen 30 o 35 a?os son los que llevar¨¢n a cabo esta transformaci¨®n.
Se insiste en que en ?frica no hay debate sobre la devoluci¨®n de obras de arte. ?Es cierto?
Eso depende del lugar. ?frica tiene m¨¢s de 50 pa¨ªses, y las diferencias entre ellos son tan grandes como las que existen entre Espa?a y Finlandia. En Ben¨ªn y Camer¨²n, por ejemplo, hay un debate muy activo. En Ghana est¨¢ empezando a crecer. Lo que ocurre es que los foros de discusi¨®n en ?frica no son los mismos que en Europa; no se desarrollan tanto en el mundo universitario o en la prensa, sino en otros espacios, a veces m¨¢s informales.
Su informe se limitaba a ?frica subsahariana, pero ha tenido efectos m¨¢s amplios. Por ejemplo, Grecia ha vuelto a reclamar los frisos del Parten¨®n.
Las demandas griegas se remontan a los a?os setenta, cuando Melina Mercouri, ministra de Cultura, reaviv¨® esa discusi¨®n. Su reclamaci¨®n eclips¨® en parte las que llegaban desde ?frica, porque era m¨¢s espectacular hablar del Parten¨®n que de arte africano. Por supuesto, el problema de las restituciones no es exclusivo del ?frica al sur del S¨¢hara: lo limitamos a esa regi¨®n porque era la m¨¢s afectada en todo el mundo. Los museos europeos se han enriquecido a expensas de muchas otras regiones, incluidas ciertas partes de Europa¡
?Entonces?
Estoy segura de que el pr¨®ximo gran debate tendr¨¢ que ver con las colecciones arqueol¨®gicas de los museos europeos. No significa que haya que devolverlo todo, pero s¨ª hay que hablar de ello. Pese a ser una persona partidaria del consenso, opino que los museos no reaccionar¨¢n si no se los amenaza con una restituci¨®n considerable de sus fondos. Hay que asustarlos un poco. Solo as¨ª cambiar¨¢n.
?Cree que los frisos del Parten¨®n o el altar de P¨¦rgamo volver¨¢n alg¨²n d¨ªa a sus lugares de origen?
Sobre el altar, no estoy segura. Pero el Parten¨®n¡, me parece dif¨ªcil argumentar en contra de esa posibilidad. Durante 30 a?os se les dijo a los griegos lo mismo que a los africanos: ¡°No tienen museos, no son aptos para conservar esos fondos tan valiosos¡±. Ahora, en Atenas hay un nuevo espacio extraordinario, el Museo de la Acr¨®polis, que incluso ha dejado hueco para los frisos expoliados. Tal vez no lo ver¨¢ mi generaci¨®n, pero s¨ª la que viene despu¨¦s.
Los saqueos de obras de arte contin¨²an hoy en d¨ªa en lugares como Ucrania o L¨ªbano. ?Es un fen¨®meno inevitable?
Pese a que sean contextos distintos, el expolio de arte es una constante hist¨®rica y antropol¨®gica. Siempre ha existido, y dir¨ªa que seguir¨¢ existiendo¡
En el caso de Espa?a y Am¨¦rica Latina, de donde tambi¨¦n llegan demandas de restituci¨®n, ?qu¨¦ cree que suceder¨¢?
No puedo hacer un pron¨®stico, pero s¨ª expresar un deseo: que se abran espacios de conversaci¨®n. Y que ese di¨¢logo no se bloquee con los argumentos de siempre: que los museos quedar¨ªan vac¨ªos, que todas las obras fueron adquiridas de manera legal, que en ciertos pa¨ªses no sabr¨ªan qu¨¦ hacer con esas obras porque no saben lo que es el arte. Sospecho que vamos por el buen camino, porque en pocos a?os he observado avances que nunca pens¨¦ que ver¨ªa en mi vida.
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