Historia, memorias y usos pol¨ªticos de la Guerra Civil
El 85? aniversario del golpe militar nos recuerda el peligro de retomar los viejos argumentos de la manipulaci¨®n franquista: fue la izquierda la que con su violencia provoc¨® la contienda y lo que hizo la derecha fue responder al ¡°terror frentepopulista¡±
La Guerra Civil es el acontecimiento central de la historia del siglo XX espa?ol. Desde aquel verano de 1936 escritores de todas clases, novelistas, ensayistas e historiadores han intentado explicar sus causas y consecuencias, los conflictos m¨¢s agudos y las pol¨ªticas que los orientaron. Ning¨²n periodo de nuestra historia ha generado tantos libros, testimonios, debates y disputas tan agrias (y est¨¦riles). Pero a pesar de todo lo que se ha dicho y escrito, la mayor¨ªa de los espa?oles no saben mucho sobre esa historia ni la han estudiado en los centros de ense?anza.
La Guerra Civil se manifest¨® en un violento combate pol¨ªtico sobre c¨®mo organizar la sociedad y el Estado. Para los espa?oles ha pasado a la historia por la tremenda violencia que gener¨®, pero, pese a lo sangrienta y destructiva que pudo ser, debe medirse tambi¨¦n por su impacto internacional, por el inter¨¦s y la movilizaci¨®n que provoc¨® en otros pa¨ªses.
En el escenario internacional, desequilibrado por la crisis de las democracias y la irrupci¨®n del comunismo y del fascismo, Espa?a era, hasta 1936, un pa¨ªs marginal, secundario. Todo cambi¨®, sin embargo, a partir de la sublevaci¨®n militar de un 18 de julio del que hoy se cumplen 85 a?os. En unas pocas semanas, el conflicto espa?ol reci¨¦n iniciado se situ¨® en el centro de las preocupaciones de las principales potencias, dividi¨® profundamente a la opini¨®n p¨²blica, gener¨® pasiones y Espa?a pas¨® a ser el s¨ªmbolo de los combates entre fascismo, democracia y comunismo.
Dentro de esa guerra hubo varias y diferentes contiendas. En primer lugar, un conflicto militar, iniciado cuando el golpe de Estado enterr¨® las soluciones pol¨ªticas y puso en su lugar las armas. Fue tambi¨¦n una guerra de clases, entre diferentes concepciones del orden social, una guerra de religi¨®n, entre el catolicismo y el anticlericalismo, una guerra en torno a la idea de la patria y de la naci¨®n, y una guerra de ideas que estaban entonces en pugna en el escenario internacional. Cristalizaron, en suma, batallas universales entre propietarios y trabajadores, Iglesia y Estado, entre oscurantismo y modernizaci¨®n, dirimidas en un marco internacional desequilibrado por la crisis de las democracias y la irrupci¨®n del comunismo y del fascismo.
Espa?a comenz¨® los a?os treinta con una rep¨²blica y acab¨® la d¨¦cada sumida en una dictadura fascista. Bastaron tres a?os de guerra para que la sociedad espa?ola padeciera una oleada de violencia y de desprecio por la vida del otro sin precedentes. Por mucho que se hable de la violencia que precedi¨® a la Guerra Civil, para tratar de justificar su estallido, est¨¢ claro que en la historia del siglo XX espa?ol hubo un antes y un despu¨¦s del golpe de Estado de julio de 1936.
Y fue a partir de ese momento, y no antes, cuando se sucedieron, en grado sumo, todas las manifestaciones de violencia que hab¨ªa conocido Europa desde la Primera Guerra Mundial: la revolucionaria, contrarrevolucionaria, paramilitar, fascista/nacionalista, la de los asesinatos masivos, sobre todo en la retaguardia, y la de bombardeos sobre poblaciones civiles. De todas ellas, la violencia m¨¢s espec¨ªfica y peculiar ¡ªen un pa¨ªs donde no hab¨ªa jud¨ªos ni conflictos territoriales o ¨¦tnicos¡ª fue la derivada de la conversi¨®n de la guerra en cruzada religiosa, guerra santa, y del odio anticlerical.
Esa guerra desemboc¨® en una larga posguerra donde los vencedores tuvieron la firme voluntad de aniquilar a los vencidos. Cautivos y desarmados los rojos y sin la intervenci¨®n de las potencias occidentales que hab¨ªan derrotado a los fascismos, la dictadura de Franco record¨® siempre la victoria en la guerra, llenando Espa?a de lugares de memoria, y administr¨® un amargo castigo a quienes hab¨ªan perdido. Las iglesias se llenaron de placas conmemorativas de los ¡°ca¨ªdos por Dios y la Patria¡±. Por el contrario, miles de asesinados por el terror militar y fascista nunca fueron inscritos ni recordados con una m¨ªsera l¨¢pida. Los vencidos tem¨ªan incluso reclamar a sus muertos.
Desenterrar ese pasado result¨® una labor ardua y costosa. Casi todo lo que se sabe hoy, 85 a?os despu¨¦s del inicio de aquella contienda b¨¦lica, ha sido fruto o bien del trabajo de hispanistas, los primeros en desafiar con m¨¦todos cient¨ªficos los mitos de la Cruzada, o de una nueva generaci¨®n de historiadores profesionales llegados a las universidades espa?olas en la transici¨®n y durante la democracia. Con muchos trabajos y muchas vueltas a la investigaci¨®n hemos convertido la Guerra Civil y el franquismo en un objeto de estudio privilegiado en la historiograf¨ªa sobre la Espa?a contempor¨¢nea.
Las diferentes memorias de aquellos hechos se cruzaron con ardor desde los a?os noventa, despu¨¦s de un largo periodo de indiferencia pol¨ªtica y social hacia la causa de las v¨ªctimas de la represi¨®n franquista
Las diferentes memorias de aquellos hechos se cruzaron con ardor desde los a?os noventa, despu¨¦s de un largo periodo de indiferencia pol¨ªtica y social hacia la causa de las v¨ªctimas de la represi¨®n franquista. Coincidi¨® ese cambio con la importancia que en el plano internacional iban adquiriendo los debates sobre los derechos humanos y las memorias de guerra y dictadura. Una parte de la sociedad civil comenz¨® a movilizarse, se crearon asociaciones para la recuperaci¨®n de la memoria hist¨®rica, se abrieron fosas en busca de los muertos que nunca fueron registrados y los descendientes de los asesinados por los franquistas, sus nietos m¨¢s que sus hijos, se preguntaron qu¨¦ hab¨ªa pasado, por qu¨¦ esa historia de muerte y humillaci¨®n se hab¨ªa ocultado y qui¨¦nes hab¨ªan sido los verdugos.
Pero el registro del desafuero cometido por los militares sublevados y por el franquismo ha hecho tambi¨¦n reaccionar, por otro lado, a conocidos periodistas, propagandistas de la derecha y aficionados a la historia, que han retomado los viejos argumentos de la manipulaci¨®n franquista: fue la izquierda la que con su violencia y odio provoc¨® la Guerra Civil y lo que hizo la derecha y gente de bien, con el golpe militar de julio de 1936, fue responder al ¡°terror frentepopulista¡±. Todas las complejas y bien trabadas explicaciones de los historiadores profesionales quedan de esa forma reducidas a dos cuestiones: qui¨¦n caus¨® la guerra y qui¨¦n mat¨® m¨¢s y con mayor alevos¨ªa. El juego de ¡°equiparaci¨®n¡± de v¨ªctimas y responsabilidades ha dominado en los ¨²ltimos a?os la mayor¨ªa de las representaciones divulgadas en los medios de comunicaci¨®n y ha sacado a la luz una clara confrontaci¨®n entre las narraciones y los an¨¢lisis de los historiadores y los usos pol¨ªticos y recuerdos.
Los relatos y las memorias de la Guerra Civil y de la dictadura se han manifestado en un campo de batalla cultural y pol¨ªtico, de apropiaci¨®n de s¨ªmbolos, con disputas sobre calles, memoriales y monumentos. La Guerra Civil, 85 a?os despu¨¦s, puede y debe debatirse, con muchas voces y matices. Se trata de explicar la historia, no de enfrentar la memoria de los unos a la de los otros. Y que la propaganda, las falsificaciones y las declaraciones pol¨ªticas no sustituyan al conocimiento razonado y al an¨¢lisis hist¨®rico.
Juli¨¢n Casanova es catedr¨¢tico de Historia Contempor¨¢nea de la Universidad de Zaragoza
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