Las horas m¨¢s duras de Pedro S¨¢nchez
El presidente toma las decisiones con un reducido n¨²cleo duro en una Moncloa vac¨ªa
Algunos lo llaman la zona cero. Muchos est¨¢n inc¨®modos cuando van; hay ministros que acuden casi obligados a reuniones o ruedas de prensa y est¨¢n all¨ª lo m¨ªnimo imprescindible. La Moncloa, centro neur¨¢lgico de la gesti¨®n de la crisis del coronavirus, se ha convertido en un foco de contagio. Incluso han fumigado algunas zonas de las instalaciones. Despu¨¦s de la ¨²ltima gran baja, la de la vicepresidenta Carmen Calvo, que se recupera en su casa tras una breve hospitalizaci¨®n, queda muy poca gente en este complejo, situado a las afueras de Madrid, que sol¨ªa estar abarrotado. Ahora solo acude el entorno m¨¢s cercano del presidente, sus pretorianos. Y ¨²nicamente los jefes: hasta las secretarias teletrabajan. Algunos de los que a¨²n van all¨ª a diario y quienes lo visitan hablan de un silencio que asusta por los pasillos; en los ministerios se reproduce ese mismo silencio atronador.
La atm¨®sfera on¨ªrica de La Moncloa tiene su l¨®gica con el ecosistema pol¨ªtico, el econ¨®mico y casi todo lo dem¨¢s patas arriba. Preguntado por en¨¦sima vez por las influencias musicales de su juventud, John Lennon solt¨® en cierta ocasi¨®n una de esas frases lapidarias que suelen guardar los poetas en su bolsa de trucos: ¡°Antes de Elvis no hab¨ªa nada¡±. Hace solo dos meses un turista alem¨¢n dio el primer positivo en Canarias por un extra?o virus importado de la no menos extra?a ciudad china de Wuhan; con sus m¨¢s de 5.000 muertos y 70.000 contagiados en Espa?a y la inconfundible combinaci¨®n de incertidumbre y miedo que dejan las crisis may¨²sculas, ya es l¨ªcito parafrasear a Lennon: ¡°Antes del coronavirus no hab¨ªa nada¡±. Las cicatrices de la Gran Recesi¨®n empeque?ecen a su lado, y la convulsi¨®n provocada por el independentismo parece un mal sue?o. El hurac¨¢n del euro se llev¨® por delante a un presidente, el socialista Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero; el proc¨¦s ¡ªy la corrupci¨®n de su partido¡ª tumbaron al conservador Mariano Rajoy. Las grandes crisis, en fin, engullen l¨ªderes porque son momentos de la verdad: la del coronavirus pone al presidente S¨¢nchez ante sus horas m¨¢s duras, varado en esa zona cero que funciona como met¨¢fora de todo un pa¨ªs.
Con toda esa presi¨®n encima, S¨¢nchez mantiene reuniones diarias en La Moncloa del comit¨¦ t¨¦cnico en las que sus miembros se alejan cada vez m¨¢s unos de otros. Todas las citas empiezan con el presidente preguntando a todos c¨®mo est¨¢n de salud y trasladando ¨¢nimos. Ese es tambi¨¦n el arranque de los Consejos de Ministros. En las im¨¢genes de las ruedas de prensa se trata de trasladar normalidad. Pero en el plano que no se ve en pantalla, los c¨¢maras, los t¨¦cnicos y todos los dem¨¢s presentes van ultraprotegidos, con guantes y mascarilla. Hay gel desinfectante en todas las esquinas. La sensaci¨®n de que en La Moncloa hay mucho coronavirus es constante.
Estrategia de comunicaci¨®n
En ese ambiente tenso, y con buena parte de su familia afectada por la enfermedad, S¨¢nchez se enfrenta a la mayor emergencia sanitaria de la historia reciente con una obsesi¨®n: aplanar la curva de contagios. Es el equivalente a la prima de riesgo durante la Gran Recesi¨®n: ¡°La prima se convirti¨® en una toma de tensi¨®n permanente; en los momentos de subida era como tener amagos de angina de pecho y hab¨ªa que tomar decisiones para rebajarla¡±, describe Zapatero. S¨¢nchez se obsesiona con las estimaciones acerca de cu¨¢nto puede durar la fase m¨¢s aguda y por tanto este confinamiento que se traducir¨¢ en tasas de paro dignas de una depresi¨®n, en cursos perdidos para miles de estudiantes, en una cicatriz socioecon¨®mica que ser¨¢ m¨¢s profunda cuanto m¨¢s dure la alarma.
La otra obsesi¨®n de S¨¢nchez es que los espa?oles vean que ha tomado las riendas; que hay un comandante en jefe. Para eso dedica mucho tiempo a dise?ar su estrategia de comunicaci¨®n, con numerosas comparecencias televisivas. Cuenta con un nutrido equipo para elaborar sus discursos y preparar la puesta en escena. El presidente aparece estos d¨ªas en televisi¨®n cansado, con un aire prematuramente envejecido: es el precio que se paga por vivir de cerca ciertas revelaciones; por tomar decisiones de gran calado.
Pero al final, el problema del Titanic era un iceberg, no la estrategia de comunicaci¨®n. En ese iceberg se ha volcado el presidente, seg¨²n una docena de fuentes al m¨¢s alto nivel. S¨¢nchez consulta con una especie de comit¨¦ cient¨ªfico ¡ªeste mismo s¨¢bado por la ma?ana, por videoconferencia, con el presidente haciendo preguntas y tomando notas¡ª, y ha depositado su m¨¢xima confianza en Fernando Sim¨®n, cuya m¨¢xima exposici¨®n corre el riesgo de carbonizarlo. Y eval¨²a constantemente datos y escenarios, siempre con el objetivo de responder a la gran pregunta que nadie contesta en el Gobierno, ni siquiera en privado: ?cu¨¢ndo acabar¨¢ esto?
S¨¢nchez tiene una forma muy particular de tomar las decisiones. Es herm¨¦tico: nadie sabe lo que opina hasta que decide. Y la ¨²ltima milla antes de aprobar una medida se debate siempre con un c¨ªrculo muy reducido, que incluye al n¨²cleo duro del Gobierno y del partido, adem¨¢s de su propio gabinete: Carmen Calvo, Adriana Lastra, Jos¨¦ Luis ?balos e Iv¨¢n Redondo, pocos m¨¢s a ese nivel. Pablo Iglesias es tambi¨¦n crucial para mantener estable la coalici¨®n. El presidente escucha a mucha m¨¢s gente y vive pegado al WhatsApp, recibe much¨ªsimos mensajes y contesta casi siempre. Hay varios c¨ªrculos adicionales, pero lo que todos ellos destacan es que ¨¦l pregunta; casi nunca opina. Es inescrutable hasta que decide, y suele hacerlo por un proceso de decantaci¨®n: pide notas de an¨¢lisis, habla con sus ministros, pregunta a su gabinete, se mensajea extramuros con un pu?ado de expertos, pero las decisiones acaban cristalizando casi de sopet¨®n.
Un ejemplo reciente es el debate sobre la paralizaci¨®n de todos los sectores no esenciales. El viernes, S¨¢nchez abri¨® el Consejo de Ministros con una pregunta sobre este asunto, sin fijar posici¨®n: ¡°?Qu¨¦ os parecer¨ªa parar a¨²n m¨¢s la producci¨®n, en especial en la construcci¨®n?¡±. Pidi¨® una ronda de opiniones a los ministros. La mayor¨ªa mostr¨® sus dudas, sobre todo los del ¨¢rea econ¨®mica. Y este s¨¢bado, zas: sorprendi¨® ampliando a¨²n m¨¢s el confinamiento.
Se ha criticado a S¨¢nchez por ser demasiado fr¨ªo, pero sus allegados consideran que en una crisis de este calibre ese rasgo es una ventaja. ¡°?l tiene claro su papel: es la guerra de nuestra generaci¨®n¡±, se?ala un miembro del Gobierno. ¡°S¨¢nchez es resistente, es flexible, es pragm¨¢tico. No hay asuntos en los que se le pueda considerar un ortodoxo, un dogm¨¢tico ideologizado: eso, que muchos consideran un defecto, es una virtud cuando vienen cambios copernicanos¡±, a?ade un colaborador. ¡°Eso s¨ª¡±, vaticina la misma fuente, ¡°ha cruzado un Rubic¨®n: puede que optara al principio por un enfoque gradualista, pero la semana del decreto de estado de alarma fue un punto de inflexi¨®n. Detect¨® un escenario de pesadilla que hay que evitar a toda costa. La mayor¨ªa del Gobierno, con disputas l¨®gicas, le sigue. Ay de los que no lo hayan hecho¡±.
La crisis est¨¢ en su peor momento, y con ella el Ejecutivo. La semana, como anticip¨® S¨¢nchez, ha sido dur¨ªsima. Los datos son demoledores. El Gobierno analiza microcifras que apuntan a que las cosas empiezan a ir algo mejor, pero no contaba con el fiasco de los test fallidos. La oposici¨®n se ha lanzado con fiereza contra el Gobierno. ¡°Esta crisis se puede llevar por delante a una generaci¨®n de pol¨ªticos, pero ahora lo ¨²nico importante es resolver la emergencia¡±, se indigna con el PP un presidente auton¨®mico socialista.
Entre los populares hay algunas dudas con la estrategia de Pablo Casado. Los l¨ªderes auton¨®micos del PP tambi¨¦n critican al Gobierno, pero en otro tono. Sobre todo por la decisi¨®n de centralizar las compras, algo para lo que el Ministerio de Sanidad no ten¨ªa capacidad por el vaciado de competencias de los ¨²ltimos a?os. El Ejecutivo aclara que por eso Sanidad se ha apoyado en Hacienda e Industria para comprar. Y que se ha usado la potencia negociadora del Estado, con una conversaci¨®n directa entre S¨¢nchez y el presidente chino, Xi Jinping. Casi nadie en el Gobierno est¨¢ muy pendiente de la cr¨ªtica; menos a¨²n de la autocr¨ªtica. Hay demasiados frentes que atender. Algunos ministros, en privado, admiten su frustraci¨®n: ¡°Nadie lo vio venir. Ni nosotros ni ning¨²n otro pa¨ªs. No hay m¨¢s que ver lo que est¨¢ pasando en el Reino Unido, en Estados Unidos. A posteriori, todo se ve muy claro, pero hay que recordar c¨®mo eran las cosas hace tres semanas: nadie quer¨ªa suspender las Fallas, ni la Semana Santa, ni la Feria de Abril¡±, sentencia un ministro. Otros se torturan por no haber cortado antes los vuelos con Italia.
Cambio en la historia
¡°Si declaramos hace un mes el estado de alarma, nadie lo habr¨ªa aceptado. La curva no se mov¨ªa, parec¨ªa controlado. Cuando se desboc¨®, tomamos decisiones¡±, justifica un miembro del Ejecutivo. ¡°Las primeras medidas, que ahora parecen poca cosa, fueron muy criticadas. El cierre de colegios en Italia parec¨ªa exagerado. Y la oposici¨®n, que ahora parece que lo sab¨ªa todo, solo preguntaba por Venezuela. ?Si lo sab¨ªan, por qu¨¦ sus comunidades no compraron mascarillas, respiradores y test antes, cuando ten¨ªan toda la libertad para hacerlo?¡±, se pregunta otro ministro.
Este parece uno de esos momentos en los que la historia bascula y se define. Las crisis son momentos de revelaci¨®n de las fallas de un sistema. La de 2008 fue una crisis de modelo del capitalismo global; la de 2020 es, si cabe, m¨¢s profunda. Confronta la respuesta autoritaria de China con la supuesta lentitud de las democracias occidentales. Genera preguntas sobre la construcci¨®n m¨¢s audaz del ¨²ltimo siglo, el Estado del bienestar, y sobre el dise?o institucional m¨¢s avezado del ¨²ltimo medio siglo, la UE. Entramos en una era del miedo: una desconfianza generalizada lo empapa casi todo y la p¨¦rdida de seguridad econ¨®mica ha causado en los ¨²ltimos a?os un reflujo reaccionario. En sus horas m¨¢s dif¨ªciles, S¨¢nchez se enfrenta al reto de tomar decisiones en pol¨ªtica: por cada raz¨®n a favor de una medida hay dos en contra. En mitad de esa partida de ajedrez est¨¢ S¨¢nchez. Y no estamos en tablas, sino en jaque.
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