La vida sin fortuna de July y M¨®nica
Dos mujeres mueren arrolladas por un tren en Barreda (Torrelavega) despu¨¦s de que una intentara impedir que la otra se arrojara a la v¨ªa
Un ramo de flores aporta la ¨²nica nota de ternura en las ¨²ltimas labores de limpieza de las v¨ªas ferroviarias donde este mi¨¦rcoles por la noche murieron July y M¨®nica arrolladas por un tren de mercanc¨ªas. La ma?ana plomiza de Barreda, cerca de Torrelavega (Cantabria), empapa las rosas que Seila coloca con cinta aislante sobre la m¨ªnima protecci¨®n que sortearon ambas amigas antes de recibir el impacto mortal. Ella vio desde su ventana c¨®mo July, dominicana de 42 a?os, trat¨® de impedir que M¨®nica, rumana de 30, se arrojara sobre un convoy. No lo logr¨®. Ella no las conoc¨ªa pero ha le¨ªdo en la prensa que eran extranjeras. Por eso ha decidido brindarles este ¨²ltimo recuerdo: ¡°Creo que estaban solas, es una forma de que se las recuerde¡±.
No se equivoca. Casi nadie en esta zona cercana a un pol¨ªgono dice saber de ellas, aunque muchos vieron el accidente. Cuenta Javier Herrero que las terrazas de los bares cercanos al lugar del siniestro estaban llenas cuando escucharon a dos mujeres gritarse y c¨®mo una de ellas luchaba por retener a la otra, que se dirig¨ªa a las v¨ªas del tren. Otra, rubia, les chillaba y ped¨ªa que la parara. Salieron corriendo de un peque?o y humilde bloque residencial encima del bar El Pedal, donde resid¨ªan, y atravesaron esa carretera con la suerte de que no les pill¨® un coche que pasaba. ¡°Si supi¨¦ramos lo que pasar¨ªa, nos hubi¨¦ramos metido¡±, se?ala Herrero. Cuando lleg¨® ya era tarde: las fallecidas yac¨ªan, irreconocibles, junto a los ra¨ªles, vegetaci¨®n y latas oxidadas. Pachi, camarero en uno de los bares colindantes, incide en la ¡°impotencia" de ver una muerte en directo.
Dice uno de los operarios de Adif, que limpian con un cepillo, desinfectan el lugar y mueven las piedras del carril ferroviario, que uno nunca se acostumbra a esas labores protocolarias cuando ocurren situaciones as¨ª. Que es horrible. Su pena resulta m¨ªnima al compararla con los rostros de El Pedal, donde July y M¨®nica sol¨ªan acudir. All¨ª la camarera prefiere no extenderse m¨¢s all¨¢ de un ¡°eran buenas chicas¡±. Un hombre que reside en ese edificio evita pronunciarse sobre la desgracia de sus vecinas y abraza a una mujer latinoamericana que solloza. Viste de negro con unos corazones rojos estampados y su mirada se pierde m¨¢s all¨¢ de la pantalla mientras en la calle no para de llover.
El dolor se ha adue?ado de la Avenida de Solvay. Algunos curiosos se acercan a las v¨ªas; los clientes de los bares comentan lo ocurrido. Y Junior G¨®mez, de 13 a?os, sigue sin olvidar la secuencia que presenci¨® desde el balc¨®n de su segundo piso. Este chaval, que vive con tres hermanos y su madre un par de pisos por encima del lugar donde July y M¨®nica convivieron durante la cuarentena, apenas ha conseguido dormir por la impresi¨®n de lo que vio. El muchacho explica que la joven rumana gritaba ¡°?Quiero ser feliz!" y que se zaf¨® del empe?o por ser detenida hasta que la golpe¨® la locomotora mientras la agarraba la dominicana.
Su madre, primeramente reacia a contar lo que sabe de ambas mujeres, habla con el ¨²nico prop¨®sito de que alguien se haga cargo del cad¨¢ver de M¨®nica. La mujer relata que la joven rumana atravesaba un mal momento personal, que hab¨ªa fallecido su madre, que ten¨ªa a su hija en Ruman¨ªa y que sus problemas de alcoholismo cree que le causaban secuelas psicol¨®gicas. ¡°Estaba muy deprimida, nos tomamos un caf¨¦ un d¨ªa y estaba muy triste¡±, rememora su vecina. Su compa?era July, pues ambas trabajaban en un cercano club de alterne llamado Parada de Postas, la intentaba animar y sacar del pozo. La dominicana, que visitaba de vez en cuando su pa¨ªs, se desviv¨ªa para sacar dinero y enviarlo al otro lado del oc¨¦ano, donde ten¨ªa a una hija y a su nieto. ¡°Solo pensaba en trabajar para darle lo mejor a su nietecito¡±, lamenta. Al menos, a?ade, podr¨¢n llevar su cad¨¢ver a la Rep¨²blica Dominicana: ten¨ªa un seguro. No como M¨®nica, y eso le da mucha l¨¢stima.
El local donde ambas se ganaban la vida, te?ido de blanco y azul cielo entre un paisaje gris, permanece cerrado, sin m¨¢s movimiento que el ondear de unos pantalones y unas s¨¢banas colgados en un tendedero. El timbre resuena sin conseguir resolver inc¨®gnitas sobre July y M¨®nica, esas dos mujeres que viv¨ªan en el bajo de una casa de portal abierto sin nombres en los buzones.
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