Atrapados en Kabul tras el ¨²ltimo vuelo
Cuatro excolaboradores afganos del Gobierno espa?ol narran su desesperaci¨®n al conocer el fin de la operaci¨®n de salida
Malik est¨¢ encerrado en un piso que ha alquilado en Kabul con sus hermanos, su esposa y sus tres hijos. Confiesa que no sabe qu¨¦ hacer. ¡°Estoy confundido. Estoy en una situaci¨®n que no s¨¦ c¨®mo va a acabar¡±, contaba angustiado por WhatsApp tras recibir hace una semana la noticia de que Espa?a daba por concluida la operaci¨®n de evacuaci¨®n de Afganist¨¢n. Este int¨¦rprete afgano del Ej¨¦rcito espa?ol estuvo yendo y viniendo desde el sitio en el que se oculta hasta el aeropuerto de la capital para intentar subirse a un vuelo de evacuaci¨®n. Nunca lo consigui¨®. Se qued¨® fuera del aer¨®dromo tardes y noches enteras. ¡°Queremos dejar Afganist¨¢n porque no es un sitio seguro para nosotros y porque no podemos esperar un futuro mejor aqu¨ª¡±, dice.
El pasado lunes, la Secretar¨ªa de Estado de Asuntos Exteriores y Globales se puso en contacto con los excolaboradores para asegurarles que est¨¢ estudiando c¨®mo evacuarles. Eso da a Malik cierta esperanza, aunque el estr¨¦s se apodera de ¨¦l. Su ¨²nica soluci¨®n, por ahora, es esperar una llamada o un correo que ponga fin a su odisea. ¡°Tengo miedo de que me vuelvan a dejar aqu¨ª¡±, confiesa. Hasta este jueves, ninguno de los excolaboradores contactados por EL PA?S hab¨ªa recibido m¨¢s noticias.
Este traductor colabor¨® con las Fuerzas Armadas espa?olas entre 2010 y 2012. El pasado 21 de agosto cogi¨® un autob¨²s con toda su familia desde su provincia, Nimruz, y recorri¨® m¨¢s de 700 kil¨®metros hasta Kabul. No llev¨® ning¨²n documento consigo por miedo a los controles talibanes. Para ¨¦l, de etnia hazara (una minor¨ªa de confesi¨®n chi¨ª), ese viaje era peligroso, pero decidi¨® hacerlo, con la esperanza de poder subirse a un avi¨®n y dejar su pa¨ªs.
Durante cinco d¨ªas intent¨® entrar en al aeropuerto. Sus hijos, de 10, 6 y 3 a?os, durmieron en el suelo, sobre un c¨²mulo de basura, junto a la Abbey Gate, mientras Malik aguardaba a ver si alguien les dejaba acceder. No ten¨ªan comida ni bebida. Volver atr¨¢s no era una opci¨®n. ¡°No puedo controlar mis l¨¢grimas¡±, escribi¨® en esos d¨ªas en un mensaje.
La frustraci¨®n, el cansancio y la condici¨®n de los ni?os lo obligaron a volver a casa. Eran las 12.00, hora local. Unas horas despu¨¦s, un ataque terrorista mat¨® a 183 personas. ¡°He visto el v¨ªdeo de la explosi¨®n. Es el mismo sitio donde est¨¢bamos nosotros la noche anterior. Estoy en shock¡±, cont¨®. El riesgo de que ocurriera otro atentado llen¨® la cabeza de Malik. Por ello, el pasado 27 de agosto, el ¨²ltimo d¨ªa de evacuaci¨®n de Espa?a, intent¨® volver al aeropuerto, solo. ¡°Todas las calles estaban bloqueadas. No dejaban entrar a nadie. He vuelto a casa¡±.
Malik y otra veintena de excolaboradores formaron un grupo en WhatsApp para hablar de su situaci¨®n y comunicarse con las instituciones espa?olas. No est¨¢n seguros de poder dejar el pa¨ªs. ¡°Por ahora, espero aqu¨ª¡±, dice. Volver a su provincia es peligroso, pero quedarse en Kabul tampoco es seguro. Pese a que la misi¨®n se considera acabada ¡ªtras la evacuaci¨®n de 2.206 personas¡ª, el presidente Pedro S¨¢nchez y el ministro de Exteriores, Jos¨¦ Manuel Albares, han insistido estos d¨ªas en que Espa?a mantendr¨¢ una ¡°tarea discreta¡± para seguir ayudando a colaboradores a salir.
Como Malik, Rashid tampoco consigui¨® subirse a uno de los aviones de evacuaci¨®n. El int¨¦rprete, que trabaj¨® siete a?os con la Agencia Espa?ola de Cooperaci¨®n Internacional para el Desarrollo (AECID), cuenta por mensaje que lo dejaron atr¨¢s. ¡°Present¨¦ todos mis documentos a la Embajada de Espa?a y recib¨ª una carta para la evacuaci¨®n de mi familia y de m¨ª. Estuve all¨ª durante cinco d¨ªas y noches, pero debido a las multitudes y los disparos alrededor del aeropuerto no pude entrar para tomar mi vuelo¡±, explica mientras ense?a por mensaje un documento de Exteriores con su nombre y los de su esposa, hija, dos hijos, cu?ada y sobrino.
¡°Llam¨¦ tres veces en voz alta al coordinador militar espa?ol, ense?ando mi certificado, y me dec¨ªa que lo sent¨ªa, que deb¨ªamos esperar porque primero hab¨ªa que evacuar a los int¨¦rpretes militares y luego comenzar¨ªan con los civiles¡±, asegura. Este afgano de 35 a?os y su familia corren peligro no solo por cooperar en la misi¨®n espa?ola sino tambi¨¦n por el trabajo de su cu?ada, exdiputada. ¡°Estamos en la peor situaci¨®n en Kabul y se fue el ¨²ltimo vuelo. Por favor, ayudadme: ?qu¨¦ debo hacer?¡±, suplica.
Ese mismo d¨ªa, Ahmed estaba esperando en la misma zona. ?l fue int¨¦rprete de las fuerzas armadas espa?olas en 2010 y 2011, y ahora se encuentra escondido con sus cuatro hijos y su esposa. ¡°No vivo en un solo lugar, vivo en diferentes partes. No puedo vivir en un solo lugar¡±, afirma. Cuenta el horror que vio tras el atentado del Estado Isl¨¢mico en el aeropuerto: ¡°Vi el humo, me acerqu¨¦, vi que hab¨ªa gente que estaba viva y a los heridos sobre la tierra. Hab¨ªa mujeres y los ni?os estaban llorando. Decid¨ª irme del lugar¡±, explica el traductor, que estudi¨® espa?ol en la Universidad de Kabul. El d¨ªa despu¨¦s ya no volvi¨®, ante la amenaza de otra bomba.
Adel tampoco se ha vuelto a acercar al aer¨®dromo. Este int¨¦rprete y funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores de Afganist¨¢n trabaj¨® para las fuerzas espa?olas en Badghis y Herat. Todav¨ªa no puede creer que se ha puesto fin a la evacuaci¨®n de los colaboradores. ¡°No s¨¦ qu¨¦ hacer¡±, escribe angustiado. Pas¨® cinco d¨ªas en las inmediaciones del aeropuerto con la esperanza de poder subir a uno de los aviones con su esposa y sus tres hijos. Ten¨ªa los documentos. Pero nunca logr¨® entrar. ¡°Estoy muy preocupado¡±, dice. ¡°Quiero vivir en Espa?a y servir en Espa?a, ya es suficiente en Afganist¨¢n¡±.
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