Margarita Robles, la ministra sanchista a la que aplaude la derecha
Unidas Podemos y los independentistas piden el cese de la titular de Defensa, la m¨¢s valorada del Gobierno, seg¨²n las encuestas
¡°Usted sabe lo que debe hacer, no solo por su dignidad, sino por la dignidad del Gobierno¡±. Las palabras de Pablo Echenique, portavoz de Unidas Podemos en el Congreso, no admit¨ªan interpretaciones: el partido minoritario del Gobierno en el que Margarita Robles es ministra de Defensa le ped¨ªa el pasado mi¨¦rcoles su dimisi¨®n. En cambio, el Partido Popular, Ciudadanos e incluso Vox la aplaudieron cuando se pregunt¨® en el hemiciclo, desbaratando la estrategia de La Moncloa para apaciguar a sus socios: ¡°?Qu¨¦ tiene que hacer un Gobierno, cuando alguien vulnera la Constituci¨®n, declara la independencia, corta las v¨ªas p¨²blicas, realiza des¨®rdenes, cuando alguien est¨¢ teniendo relaciones con dirigentes pol¨ªticos de un pa¨ªs que est¨¢ invadiendo Ucrania?¡± Era el reconocimiento anticipado e impl¨ªcito de lo que la directora del CNI admitir¨ªa a puerta cerrada en el Congreso d¨ªas despu¨¦s: que el servicio secreto hab¨ªa espiado a dirigentes independentistas.
En cada bar¨®metro que hace el CIS, Margarita Robles (Le¨®n, 65 a?os) es la miembro del Gobierno mejor valorada. Al respaldo que comparte con los dem¨¢s ministros entre el electorado de izquierdas se le suma la popularidad que tiene en buena parte de la derecha, que la ve como un baluarte frente a la presi¨®n del independentismo. Parte de la prensa m¨¢s conservadora ha jugado incluso con la idea de que pudiera ser una alternativa o un recambio de Pedro S¨¢nchez. Ya lo hizo en su momento con el entonces ministro de Defensa, Jos¨¦ Bono, a quien se contrapon¨ªa con el izquierdista Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero. Conspiraciones de sobremesa tanto entonces como ahora.
La paradoja estriba en que ning¨²n otro ministro se identifica tanto con el sanchismo ¡ªun t¨¦rmino acu?ado por la derecha para desacreditar la l¨ªnea del Gobierno¡ª como Margarita Robles. Jueza de profesi¨®n, soltera, la ministra de Defensa no est¨¢ afiliada al PSOE y, si se lanz¨® a la arena pol¨ªtica por segunda vez en su vida, fue porque el l¨ªder socialista la convenci¨® para embarcarse en su proyecto pol¨ªtico. En mayo de 2016, dej¨® su puesto de magistrada de la Sala de lo Contencioso Administrativo del Tribunal Supremo, con un sueldo de m¨¢s de 100.000 euros anuales, para presentarse como n¨²mero dos en la lista del PSOE por Madrid, tras Pedro S¨¢nchez. Luego fue una de las pocas diputadas socialistas que vot¨® en contra de la investidura de Mariano Rajoy, una decisi¨®n que desgarr¨® al partido y provoc¨® la ca¨ªda de su secretario general.
Para entonces, ya ten¨ªa a sus espaldas una larga carrera profesional. Su familia se fue a vivir a Catalu?a cuando ella ten¨ªa 12 a?os y estudi¨® Derecho en la Universidad Central de Barcelona. N¨²mero uno de la 27 promoci¨®n de la Escuela Judicial ¡ªde la que formaban parte, entre otros, Manuela Carmena, Baltasar Garz¨®n o Consuelo Madrigal¡ª ejerci¨® como jueza de instrucci¨®n en Balaguer (Lleida), Sant Feliu de Llobregat (Barcelona) y Bilbao. En 1981, se convirti¨® en la primera mujer que formaba parte de un ¨®rgano judicial colegiado, la Audiencia Provincial de Barcelona, que presidi¨® de 1991 a 1993. De la mano del juez Juan Alberto Belloch, miembro como ella de la asociaci¨®n progresista Jueces por la Democracia, fue nombrada subsecretaria de Justicia primero y secretaria de Estado de Interior despu¨¦s, en la ¨²ltima etapa de Felipe Gonz¨¢lez, cuando puso todo su empe?o en limpiar las tramas de la guerra sucia contra ETA a¨²n enquistadas en los aparatos de la seguridad del Estado, sin importarle si ello precipitaba la ca¨ªda del Gobierno socialista y la llegada al poder del PP. Muchos le reprochan que ahora defienda las escuchas del CNI, pero ella responde que, entonces como ahora, solo defiende el Estado de derecho.
Robles no solo recuper¨® para Defensa al servicio secreto ¡ªque en la ¨²ltima etapa del PP depend¨ªa de La Moncloa¡ª, sino que lo us¨® de cantera: del CNI proceden su secretaria de Estado, Esperanza Casteleiro, y su primer subsecretario, Alejo de la Torre.
La firmeza en la defensa de sus posiciones le ha llevado a protagonizar roces con algunos compa?eros de Gabinete, el m¨¢s reciente con el ministro de Presidencia, F¨¦lix Bola?os, a prop¨®sito de qui¨¦n es responsable de que el m¨®vil del presidente hubiera sido espiado con el programa Pegasus. El hecho de que su colega de Interior, Fernando Grande-Marlaska, sea juez de profesi¨®n como ella no parece haber facilitado el trato entre ambos, m¨¢s bien al contrario.
Su agenda es una continua gira por las unidades militares: pr¨¢cticamente no hay cuartel que no haya visitado ni soldado al que no haya saludado. Esta misma semana, mientras tronaba sobre su cabeza la tormenta del caso Pegasus, visitaba la isla de La Palma y el Tercio de la Legi¨®n de Ronda (M¨¢laga), donde estaba destinado un legionario que muri¨® el 26 de abril en accidente militar
Aunque a veces pueda parecer que roza el sentimentalismo, una de las claves de la popularidad de Robles est¨¢ en su empat¨ªa. En un sistema en el que a los responsables pol¨ªticos se les ve cada vez m¨¢s alejados de la gente corriente, con la que no comparten lenguaje ni preocupaciones, la ministra de Defensa parece tener siempre tiempo para visitar a los soldados heridos o atender a los padres de los fallecidos. En lo m¨¢s crudo de la pandemia, cuando una parte del Gobierno intentaba escamotear las im¨¢genes de los f¨¦retros, acudi¨® al Palacio de Hielo de Madrid, convertido en improvisada y masiva morgue.
El empleo intensivo de las Fuerzas Armadas para hacer frente a la pandemia, la tormenta Filomena o el volc¨¢n de La Palma han servido para acercarlas a los ciudadanos m¨¢s que cualquier campa?a publicitaria. Lo que le falta para mejorar su propia imagen entre muchos militares es subirles el sueldo.
Quienes m¨¢s la conocen no saben cu¨¢nto tiempo la mantendr¨¢ Pedro S¨¢nchez en el cargo ni cu¨¢nto seguir¨¢ ella en pol¨ªtica, pero s¨ª que no estar¨¢ ni un d¨ªa m¨¢s que el presidente del Gobierno.
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