El viaje de Piotr Potemkin a C¨¢diz que inaugur¨® las relaciones diplom¨¢ticas entre Espa?a y Rusia
El primer embajador ruso lleg¨® a El Puerto en una visita que no estuvo exenta de sobresaltos por el desconocimiento cultural entre ambas partes
¡°No war¡± (No a la guerra). Justo a la par de la invasi¨®n rusa a Ucrania, una misteriosa pintada contraria a la guerra apareci¨® sobre el suelo del paseo cercano al r¨ªo Guadalete, en El Puerto de Santa Mar¨ªa (C¨¢diz). El lugar, a miles de kil¨®metros de la zona cero del conflicto, no es casual. Las letras negras sobre el suelo de granito componen ahora un extra?o bodeg¨®n con el busto que representa a Piotr Potemkin, primer embajador ruso en Espa?a. La escultura en bronce con su copiosa barba y sus ropajes ex¨®ticos recuerda el momento justo en el que Potemkin desembarc¨® en C¨¢diz y se aloj¨® posteriormente en El Puerto en diciembre de 1667. Aquello, pese a los sobresaltos provocados por las barreras culturales, fue el inicio de unas relaciones diplom¨¢ticas relativamente estables, con idas y venidas a lo largo de los siglos, y en las que C¨¢diz volver¨ªa a ser determinante, gracias al primer consulado ruso que tambi¨¦n acogi¨® la ciudad d¨¦cadas despu¨¦s.
La expulsi¨®n a mediados de abril de 27 diplom¨¢ticos y empleados de la Embajada de la Federaci¨®n Rusa en Madrid ¡ªaunque no del actual embajador, Yuri Korchagin¡ª como respuesta a los posibles cr¨ªmenes de guerra cometidos en Ucrania ha llevado los v¨ªnculos entre ambos pa¨ªses a sus horas m¨¢s bajas de los ¨²ltimos a?os. Pero no es la primera vez que los conflictos y sucesos hist¨®ricos hacen que las relaciones hispano-rusas queden ¡°suspendidas temporalmente en momentos clave en los que el sistema de alianzas en Europa situ¨® a ambos Estados en bandos opuestos¡±, tal y como recuerda el historiador y profesor de la Universidad Rey Juan Carlos Jorge Pajar¨ªn Dom¨ªnguez, en su rese?a de la obra Diplom¨¢ticos rusos en Espa?a. O que las conexiones entre ambas potencias eran pr¨¢cticamente inexistentes, como ocurr¨ªa antes de la llegada de Potemkin a C¨¢diz.
El doctor en Historia, int¨¦rprete de ruso y profesor de la Universidad de Complutense de Madrid, ?ngel Luis Encinas, tiene documentada buena parte de la correspondencia que, ya desde el siglo X, manten¨ªan ambos territorios, as¨ª como las primeras descripciones que los viajeros espa?oles realizaron de una cultura que les resultaba tan lejana como ex¨®tica. El primer contacto diplom¨¢tico se produjo siglos despu¨¦s, ya en 1519, despu¨¦s de que Carlos I (1500-1558) mandase una carta para informar al gran pr¨ªncipe de Moscovia Basilio III (1505-1533) de que hab¨ªa ascendido al trono. La misiva de vuelta lleg¨® en manos del escriba Yakov Polushkin en 1523, considerado el primer cargo ruso que pis¨® suelo espa?ol. Con todo, no fue hasta 1667 cuando las relaciones diplom¨¢ticas se hicieron regulares con la llegada del primer embajador a Espa?a, Piotr Iv¨¢novich Potemkin (1617-1700).
¡°La motivaci¨®n del zar Alexis I para ese viaje era de tinte pol¨ªtico y en relaci¨®n a la cuesti¨®n turca¡±, tal y como apunta Encinas, en referencia a las negociaciones que Rusia manten¨ªa con Polonia tras una guerra entre ambos pa¨ªses y el enfrentamiento que manten¨ªa con el Imperio Otomano que amenazaba sus fronteras. Con esos mimbres, Potemkin lleg¨® a C¨¢diz el 4 de diciembre de 1667 a bordo de un barco mercante italiano que comerciaba con caviar armenio, despu¨¦s de que un largo viaje que arranc¨® en Mosc¨² en el mes de julio de ese a?o. El duque de Medinaceli, Juan Francisco de la Cerda, les invit¨® a quedarse dos semanas en el palacete de un comerciante holand¨¦s que viv¨ªa en El Puerto de Santa Mar¨ªa, mientras que se organizaba su encuentro con la regente Mariana de Austria, madre de Carlos II, tras la muerte de Felipe IV.
Desde el primer momento, el viaje diplom¨¢tico estuvo lleno de sobresaltos y malentendidos que se tuvieron que resolver sobre la marcha. ¡°Tanto la diferencia de mentalidades, como la diferencia de protocolo jug¨® un papel muy importante. Rusos y espa?oles ignoraban un poco c¨®mo deb¨ªan comportarse. El Consejo de Estado Espa?ol decidi¨® que hab¨ªa que aplicar el mismo protocolo turco a los rusos, ser¨ªa por ser oriental, pero eran diferentes¡±, apunta Encinas. De hecho, el primer encontronazo se produjo cuando la comitiva rusa de m¨¢s de 60 personas se neg¨® a pagar su alojamiento en El Puerto, al entender que los representantes del zar deb¨ªan ser agasajados sin coste, aunque al final decidieron abonar la cuenta para evitar problemas. Tras marcharse de la localidad gaditana, Potemkin y los suyos visitaron Andaluc¨ªa y Castilla hasta llegar a Madrid en febrero de 1668, donde el embajador pudo entregar a la regente una carta de Alexis I en la que exhortaba a Espa?a a unirse a su lucha contra los otomanos y a mejorar las relaciones comerciales entre ambos pa¨ªses.
Espa?oles frugales
Mariana de Austria lleg¨® a dar respuesta afirmativa a esas pretensiones en otra misiva. Sin embargo, como apunta Encinas, en lo geoestrat¨¦gico ¡°Espa?a no pod¨ªa jugar ning¨²n papel porque ten¨ªa su fuerza militar en sus conflictos europeos y americanos¡±. En junio de 1668, la comitiva rusa abandon¨® el pa¨ªs por Ir¨²n, dejando tras de s¨ª una abundante documentaci¨®n de ese primer contacto cultural, como esos escritos en los que Potemkin se sorprend¨ªa de lo poco que beb¨ªan alcohol los espa?oles, hasta el extremo de asegurar no haber visto ¡°ni a un borracho bambole¨¢ndose por las calles¡±. No ser¨ªa la ¨²ltima vez que el embajador tuviese ocasi¨®n de contrastar impresiones como esa. En 1681 regres¨® a Espa?a, ya bajo las ¨®rdenes del zar Teodoro III, momento en el que fue retratado por Juan Carre?o de Miranda, pintor de la Corte, en una obra que hoy se conserva en el Museo del Prado.
Tras aquella primeras conexiones estables, no es hasta 1723 cuando C¨¢diz acoge el primer consulado de Rusia en Espa?a ¡ªque estuvo operativo hasta 1914¡ª, al calor de las importantes movimientos de mercanc¨ªas que la ciudad protagonizaba con buena parte del mundo. ¡°El puerto gaditano juega a partir de ese momento juega un papel importante en las relaciones entre Espa?a y Rusia. Podemos hablar de unas relaciones estables a partir de ese consulado espa?ol¡±, explica el profesor Encinas. Pocos a?os despu¨¦s de esa presencia diplom¨¢tica permanente, en 1727, el duque de Liria Jacobo Fitz-James Stuart se convierte en el primer representante espa?ol de una misi¨®n permanente en Rusia.
Desde entonces, las relaciones hispano-rusas han estado marcadas por periodos de idas y venidas. Como los a?os en los que los rusos interrumpen relaciones en la primera mitad del siglo XIX, tras negar la legitimidad de Isabel II. Pese a ello, los marinos rusos segu¨ªan viajando al Arsenal de la Carraca de San Fernando ¡ªun centro militar de construcci¨®n de buques¡ª, ¡°en una excursi¨®n, se llevaron unas vi?as, se las llevaron a Crimea, las aclimataron y crearon el famoso jerez de Crimea que sigue existiendo¡±, apunta el profesor Encinas.
Incluso tras el golpe de estado de Franco ¡ªque puso fin a unos a?os de cercan¨ªa entre la ya URSS y la Segunda Rep¨²blica Espa?ola¡ª, las vinculaciones segu¨ªan existiendo, bajo la fachada de la tirantez diplom¨¢tica y la lejan¨ªa ideol¨®gica. De hecho, en 1943 el dictador espa?ol pas¨® de vender el wolframio a la Alemania nazi a hacerlo a la Rusia comunista, a trav¨¦s de un puerto egipcio. Incluso en los a?os sesenta se lleg¨® a producir ¡°el intercambio de petr¨®leo por las pel¨ªculas de Sarita Montiel dobladas al ruso¡±, seg¨²n apunta Encinas. Con el inicio de la democracia en Espa?a, las relaciones se normalizaron, hasta la llegada de Yuri Korchagin, actual embajador desde hace diez a?os y al que ha pillado en el cargo el empeoramiento de las relaciones motivado por la anexi¨®n de Crimea (2014), como la actual invasi¨®n de Ucrania.
La tensi¨®n occidental con Rusia ha tenido diversas consecuencias en el mundo cultural, hasta el extremo que Instituto Pushkin ¡ªequivalente al espa?ol Instituto Cervantes¡ª de la Universidad de C¨¢diz ya anunci¨® que congelaba su actividad de difusi¨®n hasta que acabase la guerra. Con todo, el profesor Encinas tiene confianzas en que el contexto actual no deteriorar¨¢ las relaciones entre espa?oles y rusos: ¡°Independientemente al clima pol¨ªtico, ni la cultura espa?ola en Rusia ni viceversa van a sufrir. Afortunadamente, el mundo acad¨¦mico es m¨¢s consciente de la realidad que el pol¨ªtico. Lo que no vamos a hacer es la locura de cargarnos diez siglos de relaciones culturales por las decisiones de unos se?ores que no forman parte del mundo cultural y cient¨ªfico¡±.
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