Feij¨®o, l¨ªder de suma cero
La justificaci¨®n del presidente del PP para dar carpetazo a las negociaciones del Poder Judicial es nimia: que el Gobierno pretenda reformar el C¨®digo Penal para adecuar la sedici¨®n a los dem¨¢s sistemas europeos no es motivo para incumplir el mandato constitucional
Las promesas pactistas de Alberto N¨²?ez Feij¨®o no han durado siquiera lo que un embarazo. Decir que ¡°con este PSOE¡± no habr¨¢ pactos es una definici¨®n terminante: porque es rotunda, pues no hay ¡°otro¡± partido socialista que el que hay. Y porque termina el sue?o de los acuerdos, de cualquier acuerdo de Estado. Una l¨¢stima. Justo cuando los dos grandes partidos hab¨ªan cocinado uno esencial sobre el sistema judicial.
La justificaci¨®n para darle carpetazo es nimia: que el Gobierno pretenda reformar el C¨®digo Penal espa?ol para adecuarlo al com¨²n denominador de los dem¨¢s europeos en cuanto al delito de sedici¨®n ser¨¢, si se quiere, motivo para el desacuerdo normativo. No para romper la sinton¨ªa destinada a cumplir el mandato constitucional de proveer de mecanismos a la Justicia: son ¡°dos cuestiones distintas¡±, perjur¨® la portavoz Cuca Gamarra. As¨ª, m¨¢s que justificaci¨®n, la causa alegada para la ruptura se muestra como una coartada, una mera excusa. Y denota el retorno del presidente del PP al n¨²cleo duro del nacionalismo conservador: excitar su tradicional poso anticatalanista, barroquizado en ocasi¨®n del desgraciado avatar del proc¨¦s.
La causa aludida es la ¨²ltima de una recua de excusas falaces para retener anticonstitucionalmente una mayor¨ªa artificial de jueces (por caducada y obsoleta) en todas las instancias del tercer poder. Han sido estas: la negativa a dar plaza a magistrados pr¨®ximos a Podemos en el poder judicial; la negativa a darle siquiera voz en la negociaci¨®n; la negativa a cumplir con su renovaci¨®n mientras no se cambiasen las normas de elecci¨®n; la negativa a abrir espacios a los republicanos catalanes; la negativa al pacto si no se acordaban tambi¨¦n los perfiles de los candidatos; y ahora, esta negativa por un efecto colateral de la cuesti¨®n catalana, del todo distante del tema.
La conclusi¨®n de esta retah¨ªla es simple y categ¨®rica: el PP de Feij¨®o persiste en esa ¡°especie de golpe de Estado institucional¡± que denunci¨® sagazmente el jurista Tom¨¢s de la Quadra (EL PA?S, 5 de septiembre). Con la agravante de que violaba una ley org¨¢nica, la del Poder Judicial, que el mismo partido hab¨ªa reformado. Esa manera de ir contra los propios actos, una conducta t¨ªpicamente antijur¨ªdica, que asimismo desacredita moral y pol¨ªticamente a quien la practique.
Con una agravante. Por boca de Feij¨®o canta el gallo por segunda ¡ªy en este caso probablemente la ¨²ltima¡ª vez: ya antes desautoriz¨® el pacto escrito que su predecesor hab¨ªa formalizado con el Gobierno para la misma renovaci¨®n del poder judicial. La moviola de la historia ilustra tambi¨¦n sobre la escasa lealtad del presidente del PP al principio romano del pacta sunt servanda, los pactos deben cumplirse. En junio de 2007, como jefe del PP gallego tambi¨¦n ech¨® por la borda el acuerdo que ¨¦l mismo hab¨ªa alcanzado en febrero con el Ejecutivo progresista de Emilio P¨¦rez Touri?o, para posibilitar que el gallego alcanzase en la escuela un peso de al menos el 50%. Incumpl¨ªa tambi¨¦n as¨ª, de una sola tacada, el Plan de Normalizaci¨®n Ling¨¹¨ªstica (2004) del propio Manuel Fraga Iribarne.
De modo que la tendencia del dirigente derechista a incumplir es ontol¨®gica. Lo suyo es la ambig¨¹edad ¡ªvulgarmente, no mojarse¡ª, para intentar no decantarse y poder abrazar una suma m¨¢s amplia: vale igual gobernar con la ultraderecha dentro en Castilla y Le¨®n; que con ella al lado en Madrid; que en apariencia delante, como en Andaluc¨ªa. El caso es no enajenarse ninguna voluntad de sus barones. Y tambi¨¦n, y sobre todo, esclavizarse ante el poder medi¨¢tico de la caverna, ante cuyas exigencias ha acabado marcando el paso del pato.
Pero atenci¨®n, este tipo de suma alumbra en ocasiones una triste suma cero. Y desde luego, un liderazgo cero. Pues el liderazgo verdadero se demuestra andando, cuando uno es capaz de contrariar a los suyos. Como demostr¨® Winston Churchill frente a Chamberlain, Halifax y la caterva de entreguistas al diktat de Hitler. O De Gaulle ante el p¨¦tainismo y el grueso del Ej¨¦rcito franc¨¦s. O Adolfo Su¨¢rez al suicidar a las Cortes del franquismo, del que proven¨ªa. O Felipe Gonz¨¢lez jug¨¢ndoselo todo en su rectificaci¨®n sobre la adscripci¨®n atl¨¢ntica de Espa?a. O Helmut Kohl, apostando por el euro contra la vol¨¢til evoluci¨®n de su opini¨®n p¨²blica. O Angela Merkel abriendo sus fronteras a centenares de miles de refugiados en 2015, contra el p¨¢lpito sentimental derechista.
F¨ªjense en esa lista. Casi todos esos santones son conservadores. Lo que demuestra que se puede cultivar la lealtad a los compromisos y el esp¨ªritu pactista siendo de derechas. Pero hay que querer. Y tener en alto aprecio la propia palabra.
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