Hasta que digas s¨ª

Hubo un momento muy divertido en la votaci¨®n de la sesi¨®n de investidura ¨Den realidad hubo varios, porque esas votaciones nos retrotraen al colegio, cuando nos tocaba leer en alto y al terminar mir¨¢bamos al de al lado en plan ¡°guau¡±¨D que ocurri¨® cuando Isaura Leal pronunci¨® el nombre de Redondo C¨¢rdenas, Gonzalo y no contest¨® nadie. Y era, para colmo, socialista, o sea que no es de extra?ar que tuvieran ¨®rdenes de decir ¡°s¨ª¡± antes de que se terminase de decir su nombre para evitar sobresaltos. Pues bien: Redondo C¨¢rdenas, Gonzalo, olvid¨® que se llamaba as¨ª durante dos segundos, o tiene alma de guionista de thriller, o estaba en internet buscando c¨®mo iba la votaci¨®n, que eso pasa a veces: quieres saber c¨®mo va tu equipo y la mandas fuera. Redondo C¨¢rdenas, Gonzalo, repiti¨® Isaura Leal a punto de fingir su voz como Javier Maroto en la falsa boda de Estela Reynolds (¡°s¨ª, s¨ª quiero¡±). Y salt¨® ya el diputado, apurad¨ªsimo ¨Dse notaba en la sonrisa, cuando uno llega tarde riendo es porque est¨¢ a punto de llorar¨D, para decir que s¨ª, que ¨¦l con S¨¢nchez. Ione Belarra e Irene Montero no se aguantaban las ganas de decir ¡°s¨ª¡±, aunque antes Jos¨¦ Zaragoza vot¨® a favor de S¨¢nchez haciendo un movimiento rar¨ªsimo con los dedos de la mano, como La Mes¨ªas de los Javis: dedos para arriba y para abajo a toda hostia como si estuviese recibiendo instrucciones divinas para dejarnos caer que Dios hablaba a trav¨¦s de ¨¦l, que es lo que le faltaba ya a Pedro S¨¢nchez: competencia. No era m¨¢s, inform¨® despu¨¦s el grupo socialista, que el ¡°s¨ª¡± en lengua de signos.

Nada m¨¢s conocerse el resultado, y salir elegido presidente S¨¢nchez, empez¨® la coreograf¨ªa del aplauso. El aplauso tiene su raz¨®n de ser en el Congreso y las bancadas de todos los partidos lo ejercitan de forma muy similar: al tunt¨²n. El aplauso en el hemiciclo es incontinente y responde al silencio: si el orador despu¨¦s de decir una frase se calla (porque coge aire, bebe agua o simplemente est¨¢ cansado), su grada interpreta que quiere aplauso, as¨ª haya dicho el orador la cifra de mujeres asesinadas: aplauso al canto. Es como esos futbolistas que se retiran, se emocionan y los propios periodistas se ponen a aplaudir: debe de responder a un est¨ªmulo animal.

Cuando fue oficial la victoria de S¨¢nchez, todos los socialistas aplaudieron al mismo tiempo y con el mismo ritmo, y cuando se rompi¨® la disciplina (la ¨²nica disciplina que se rompe en el Congreso, cuando todos pueden aplaudir al l¨ªder como quieran) cada uno empez¨® a aplaudir a su bola. Mar¨ªa Jes¨²s Montero, por ejemplo, estira much¨ªsimo los dedos y golpea las palmas al un¨ªsono, ejerciendo la misma fuerza en una mano y otra: parece que est¨¢ tocando los platillos. S¨¢nchez hace el aplauso can¨®nico que hacen los que est¨¢n recibiendo la ovaci¨®n, pero quiere a su vez darles las gracias con su aplauso: una mano fija, r¨ªgida, y la otra golpe¨¢ndola sin muchos alardes, no se vaya a escuchar m¨¢s tu aplauso que el aplauso que te dirigen. Luego est¨¢ el aplauso sordo: mueves las manos, las llegas a chocar, pero en silencio, sin contribuir al ruido; es el aplauso para la galer¨ªa de quien quiere seguir siendo diputado, pero no est¨¢ de acuerdo en dos o tres cosillas que no se hicieron bien.

No diremos aqu¨ª los nombres de esos diputados del aplauso sordo (homenaje sin duda al grito sordo de Ignatius Farray) y eso, no decir los nombres, pero dar a conocer que est¨¢n en poder de este peri¨®dico, lo llamaremos hacer un Aitor Esteban, convertido este jueves en pistolero del Eclipse, aquellos estudiantes de Mutxamiel a los que en ¨¦poca de ex¨¢menes les par¨® la Guardia Civil por no s¨¦ qu¨¦ de unas bolsitas y amenazaron con sacar los apuntes de debajo de la rueda de repuesto del maletero. ¡°Los apuntes cuando se sacan son para estudiar, el que los saca para ense?arlos es un parguela¡±, dijo El Tomate. ¡°Alg¨²n d¨ªa contar¨¦ lo que nos llegaron a ofrecer¡±, dijo Aitor Esteban, del PNV, sobre el PP y la negociaci¨®n para que Feij¨®o fuese presidente. Y as¨ª se fue echando la ma?ana hist¨®rica en el Congreso. C¨®mo estar¨¢, por cierto, ese Congreso que en un lugar en el que usan pinganillos, donde las lenguas del Estado est¨¢n representadas y uno puede hacer uso de ellas, hubo que llamar de urgencia el mi¨¦rcoles a los lectores de labios de guardia.