Los Ping¨¹inos sobre dos ruedas conquistan Valladolid
La concentraci¨®n motera cumple 42 ediciones con r¨¦cord de afluencia y convertida en icono europeo
El humo sobrevuela el nido de los Ping¨¹inos mesetarios. La combinaci¨®n de las fogatas con las incipientes nieblas nocturnas y las masas grises emitidas por los tubos de escape y las ruedas quemadas elevan una nube sobre el pinar de Antequera de Valladolid, sede de la mayor concentraci¨®n motera invernal de Europa. Miles y miles de moteros llevan 42 ediciones de Ping¨¹inos junt¨¢ndose para celebrar una pasi¨®n intergeneracional e internacional, como se aprecia pateando la campa. Los m¨¢s modestos veh¨ªculos motorizados de dos ruedas se entremezclan con las m¨¢s abigarradas creaciones, en una fiesta de las motocicletas desafiando al fr¨ªo de enero. La organizaci¨®n aspira a superar los 43.000 asistentes de 2022, en un evento con m¨²sica, excursiones y mucho compadreo entre chalecos de cuero.
Una comitiva andaluza calienta sus manos ante una agradecida hoguera. El campamento acoge las tiendas de campa?a y monturas de Cristina Mesa y Raquel Mart¨ªn, malague?as de 26 y 32 a?os, junto a m¨¢s amigos y a Jaime Navarro, de 46. Las temperaturas los pillan ¡°con 15 grados menos que en casa¡±, pero al abrigo de las amistades, con almerienses y madrile?os en ruta para incorporarse a la base. ¡°?El a?o que viene volvemos seguro!¡±, proclaman, aun sin comenzar la presente cita. El grupo agradece la hospitalidad de Valladolid, bien acogidos en los negocios y en las calles, sin olvidar el importante pellizco sobre la hosteler¨ªa, con los hoteles casi llenos en temporada baja. El Ayuntamiento de Valladolid (PP-Vox), que hist¨®ricamente ha colaborado con el evento, ha anunciado que trabaja para convertirlo en fiesta de Inter¨¦s tur¨ªstico nacional. ¡°?Hay mucha gente y poca le?a!¡±, protestan, pues la organizaci¨®n proporciona madera para todos los campistas, que hacen acopio para subsistir.
Hay aut¨¦nticos veteranos muy bien preparados, con decenas de Ping¨¹inos a la chepa y muchas ganas de divertirse. Un grupo de portugueses asa torreznos en una barbacoa mientras charlan junto al fuego. Detr¨¢s, una tienda-chiringuito con caf¨¦, licores, cervezas y viandas de todo tipo. Entre las manos corre una bota de vino para ir entrando en calor. Unos pasos m¨¢s all¨¢, una minimoto revolotea con destreza entre los tocones y las tiendas de otros visitantes. El conductor apenas tiene seis a?os y, tras una exhibici¨®n de quemar rueda entre un ruido hasta sorprendente para tan peque?a moto, recibe las loas de los adultos que lo acompa?an. Su padre, el gallego Sim¨®n Carril, de 38 a?os, espera que cuando el ni?o crezca puedan acampar juntos con sus motos de verdad. ¡°?Hay nivel!¡±, bromea el equipo, pues un guiso de cebolla borbotea sobre las llamas para acompa?ar a un suculento codillo. Al albacete?o Luis Garc¨ªa, de 42, le han dejado la misi¨®n de tallar a cuchillo un cuchar¨®n y un tenedor para repartir el rancho.
La afluencia satisface a Jos¨¦ Manuel Navas, de 68 a?os, responsable de Turismoto, entidad responsable del festejo. Navas lleva en Ping¨¹inos desde que comenzaron hace 42 ediciones con 357 aficionados, cifra exponencialmente multiplicada en los ¨²ltimos a?os con el prop¨®sito de superar los 43.000 de 2023, techo de la concentraci¨®n. La festividad sigue ¡°con salud perfecta¡± tras las disputas de hace a?os, cuando parte de los organizadores rompieron con Ping¨¹inos y crearon una cita similar en Cantalejo (Segovia). ¡°Har¨¢ tiempo seco y eso anima a la gente, con el fr¨ªo no pasa nada con equipamiento adecuado, la lluvia incide en la seguridad de la conducci¨®n, es un tiempo de Ping¨¹inos 100%¡±, explica el motero. La campa acoge a asistentes de toda edad y perfil, con miembros de tres generaciones de motoristas, algunos orondos y otros atl¨¦ticos: ¡°Tenemos un perfil variopinto, con una media de 40 a?os, con jovencitos y gente madura¡±. A Valladolid acuden aficionados de toda Espa?a y una nutrida presencia de franceses, portugueses e italianos, as¨ª como representantes de banderas de medio mundo.
Tantos a?os de ajetreo van erosionando hasta a ac¨¦rrimos amantes de Ping¨¹inos. Navas admite llevar dos a?os ¡°pensando en dejar paso a otras generaciones cuando est¨¦n preparadas, hay gente para hacer renovaci¨®n sin que se resienta¡±. La continuidad, insiste, se garantiza con el equipo que lo acompa?a enero tras enero. La vida sin el festejo ser¨ªa mucho m¨¢s aburrida para franceses como Txomin Mourgue, de 54 a?os y muchas concentraciones en su historial. As¨ª lo acredita la chaqueta de cuero jalonada por decenas de parches de eventos similares, grupos de m¨²sica o advertencias como ¡°Hijoputa peligroso¡±, una ¡°broma¡± seg¨²n el agradable propietario, ataviado con un gorro con forma de lobo contra los muchos cubrecabezas de ping¨¹ino. ¡°El chaleco representa la vida de un motero¡±, presume, con una bandera espa?ola y otra francesa en la prenda.
Cae la noche y el amplio recinto se ilumina gracias a generadores, los focos de las motos, las hogueras y las enormes luces de los negocios y campas preparados para los asistentes. Al fondo, los vagones del AVE rompen fugazmente la oscuridad. El ¡°chill-out¡± de un grupo de vallisoletanos consta de un sof¨¢ tra¨ªdo expresamente para su comodidad, el fuego de rigor y, a su espalda, un enorme espacio cerrado donde los amigos, que ya le han dado la vuelta al jam¨®n del calendario, tienen otro jam¨®n preparado entre bebidas de toda variedad. El ajetreo seguir¨¢ hasta el domingo y al terminar el pinar volver¨¢ a sus usos habituales: pasto para corredores hartos de la ciudad, ciclistas de monta?a con ganas de culebrear entre senderos y mucho m¨¢s silencioso que con los motores rugientes.
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