El fango y las neveras
Los l¨ªderes pol¨ªticos est¨¢n empe?ados en hacernos creer que la pol¨ªtica es cosa de valientes, de coraje, de batirse en duelo cuando les tocan la patria, la Corona, la dignidad y la unidad de Espa?a, los convivientes
Puede parecer que todo va muy r¨¢pido. Que todo cambia. Puede parecer que pasan muchas cosas a la vez y en todas partes. Y, sin embargo, entrar en el Congreso de los Diputados implica cierta pausa. Est¨¢n los de siempre, sus se?or¨ªas. Pendientes de los m¨®viles, alternando bostezos y susurros al o¨ªdo. Los aplausos de Mar¨ªa Jes¨²s Montero, su escasa contenci¨®n gestual. Las caras, vicepresidenta, las caras. Est¨¢n los corrillos donde siempre salen perdiendo las personas de escasa estatura. Los que salen del hemiciclo cuando quien sube al atril no es de su agrado. Est¨¢n las tribunas de invitados, que este mi¨¦rcoles alternaban la kufiya al cuello con j¨®venes vestidos con camisas de Renatta&go y chalequitos de buen ver.
Est¨¢ un se?or que comparece para dar explicaciones. Est¨¢ otro se?or al que nunca le gusta lo que dice. Est¨¢ otro se?or al que le da igual lo que digan sus dos predecesores en el turno de la palabra porque dir¨¢ siempre lo mismo, eso que tiene apuntado en sus tarjetas de medio folio. Son S¨¢nchez, N¨²?ez Feij¨®o y Abascal, uno de los tr¨ªos m¨¢s previsibles del planeta.
Empe?ados en hacernos creer que la pol¨ªtica es cosa de valientes, de coraje, de batirse en duelo si es preciso ¡ªlo de llorar, jam¨¢s¡ª cuando les tocan lo que duele: la patria, la Corona, la dignidad y la unidad de Espa?a, los convivientes. Cu¨¢nto se?or¨ªo, Dios m¨ªo. Esta vez, eso s¨ª, a las 9.13 de la ma?ana el primero anunci¨® el reconocimiento del Estado palestino. Diecisiete minutos despu¨¦s pronunci¨® las palabras m¨¢gicas: ¡°M¨¢quina del fango¡±. Pasadas las tres y media de la tarde, hab¨ªa repetido el t¨¦rmino unas 500 veces. Otras 500, la oposici¨®n ultraderechizada, internacional ultraderechista y otras variantes, como las aceitunas.
Feij¨®o lleva dos a?os visitando el Congreso de los Diputados y a¨²n desconoce que los folios impresos en color, aunque sean en tama?o DIN A-3 e incluyan informaci¨®n relevante, no se ven un carajo. No pasa nada, porque por lo dem¨¢s, es buen parlamentario. Recupera t¨¦rminos como ¡°pendenciero¡± para referirse al tono del Gobierno, dice de su oponente que se ha presentado en la C¨¢mara baja en plan ¡°campanudo¡±, que es un adjetivo cotidiano del l¨¦xico de Federico Jorge Jim¨¦nez Losantos. Bebe agua cuando espera el aplauso de sus parlamentarios, explica que nada de lo que est¨¢ pasando en Espa?a es normal y se l¨ªa un poco con lo del cohete cuando dice que a ver qu¨¦ padre o qu¨¦ madre van a la compra en semejante medio de transporte. Termina su primera intervenci¨®n con el ¨²ltimo raca-raca: que ¨¦l ha venido a este mundo a ocupar la centralidad. El domingo, si a ustedes les parece bien, les espera en la madrile?a Puerta de Alcal¨¢ para protestar por un mont¨®n de cosas.
A Santiago Abascal le parece terrible que el presidente del Gobierno se haya cogido cinco d¨ªas de asuntos propios porque nadie en este mundo hace tal cosa y encima ha vuelto ¡°lloriqueando como una pla?idera¡±. Las intervenciones del l¨ªder de Vox siempre son un enorme entretenimiento para la bancada azul. Apenas unos segundos despu¨¦s de que empezara a hablar, S¨¢nchez y su vicepresidenta primera mov¨ªan la mand¨ªbula casi a la vez. Una intuye que era cosa de unos caramelillos para suavizar la garganta y porque sacar palomitas ser¨ªa una falta de decoro. En las palabras de Abascal hay escasa innovaci¨®n: Agenda 2030 mal, inmigraci¨®n masiva peor, porque en vez de necesitar 25 millones de migrantes (una barbaridad auspiciada por ¡°la CEOE y el Banco de Espa?a¡±, habr¨¢se visto) lo que hacen falta son 25 millones de ni?os y a poder ser bien parecidos.
Errej¨®n demostr¨® solvencia y recomend¨® un libro. El orden del d¨ªa, de ?ric Vuillard. Y Gabriel Rufi¨¢n demostr¨® que se puede ser diputado, portavoz de ERC y convertir su intervenci¨®n en una consulta con el psic¨®logo. Les puso y nos puso frente al espejo. Clav¨® una de las paradojas m¨¢s fascinantes de estos tiempos: la cantidad de aplausos y votos que van a parar a la derecha y a la ultraderecha de gente que vive gracias a la justicia social que demonizan. Clav¨® otra de esas ideas de desayuno algo ilustrado: que la izquierda rega?a y aburre, que a veces no sale de la amargura en la que parece vivir instalada. ¡°Debemos llenar neveras, y luego filosofar¡±, explic¨®. ¡°Militar en la utilidad¡±, a?adi¨®. A esas alturas de la ma?ana, pasadas las once, muchos de los diputados hab¨ªan abandonado sus asientos en busca del tercer o cuarto caf¨¦. La mayor parte de los miembros del Gobierno aguantaban. M¨¢s caramelos en sus bocas.
Pasada ya la hora del segundo verm¨², el portavoz socialista, Patxi L¨®pez, sali¨® a decirle al secretario general de su partido que agradecido y emocionado solamente le pueden decir gracias por venir y por existir. Que es un tipo valiente (qu¨¦ cansancio, por favor) y que las palabras pronunciadas a primera hora de la ma?ana se resumen en: ¡°Gana la pol¨ªtica¡±.
Luego sali¨® S¨¢nchez de nuevo con el fango y las aceitunas del principio. Nos recomend¨® otro libro, C¨®mo mueren las democracias, de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt. Fuera del hemiciclo, los mismos ciudadanos de siempre, ajenos a otro d¨ªa en el Congreso. Pensando en la inutilidad de lo que pasa ah¨ª dentro.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.