Hassan, mula de la droga de ni?o, quiere dejar de ser ap¨¢trida
De apellido Saksa, nacido probablemente en Ceuta, inicia los tr¨¢mites para pedir la nacionalidad espa?ola y dejar atr¨¢s una vida de 56 a?os sin derechos
La vida de Hassan Saksa ha pasado sin tener un documento que justifique qui¨¦n es, d¨®nde y cu¨¢ndo naci¨®. Y cualquiera podr¨ªa pensar que esa supervivencia ha sido un infierno: fue utilizado como mula de transporte de hach¨ªs cuando era ni?o por una supuesta madre adoptiva que le maltrataba, vivi¨® en la calle desde los 11 a?os, trapiche¨® con drogas, ha sido toxic¨®mano y ha entrado en la c¨¢rcel. Desde ...
La vida de Hassan Saksa ha pasado sin tener un documento que justifique qui¨¦n es, d¨®nde y cu¨¢ndo naci¨®. Y cualquiera podr¨ªa pensar que esa supervivencia ha sido un infierno: fue utilizado como mula de transporte de hach¨ªs cuando era ni?o por una supuesta madre adoptiva que le maltrataba, vivi¨® en la calle desde los 11 a?os, trapiche¨® con drogas, ha sido toxic¨®mano y ha entrado en la c¨¢rcel. Desde hace seis a?os, su existencia cambi¨® gracias al voluntariado para personas sin hogar y ahora es voluntario coordinador de un centro de la ONG Mundo Justo. Pero su d¨ªa a d¨ªa no es normal al ser un ap¨¢trida, un caso muy infrecuente en Espa?a, sin ning¨²n tipo de derechos. Por eso, quiere lograr la nacionalidad espa?ola.
¡°Quiero tener una vida como cualquier ciudadano espa?ol, trabajar y tener mi propia vida. Me siento muy afortunado de estar en esta familia de Mundo Justo, pero quiero avanzar solo, no estar pendiente de alguien para comprarme unas zapatillas o para el abono de transportes. Es humillante¡±, relata el propio Saksa en una conversaci¨®n con este diario.
Saksa cree que naci¨® alrededor del a?o 1968 en Ceuta. Sin padres que conozca, sus primeros recuerdos le vienen en un orfanato de la ciudad espa?ola del norte de ?frica. A los cinco o seis a?os, no lo sabe exactamente, fue adoptado por una mujer espa?ola de origen magreb¨ª. Aunque ¨¦l cree que fue comprado. Esa madre le utilizaba para transportar hach¨ªs en su cuerpo desde Ceuta a Madrid, porque la polic¨ªa no registraba al ni?o. ¡°Yo no ten¨ªa uso de raz¨®n para saber lo que hac¨ªa. Me us¨® para su capricho. Ni siquiera se interes¨® en registrarme, darme educaci¨®n, nada. Solo me daba palizas y me encerraba. Cuando ella me necesitaba, me sacaba de la habitaci¨®n y me pon¨ªa en una faja lo que ten¨ªa que llevar¡±, recuerda con amargura. ¡°Cuando supe, m¨¢s mayor, lo que hab¨ªa hecho conmigo, ten¨ªa rabia y ganas de hacerle da?o. Pero gracias a dios nunca la volv¨ª a ver¡±.
Cuando era demasiado mayor para hacer de mula, a los 11 o 12 a?os, su madre nunca regres¨® a por ¨¦l a un piso de Malasa?a en Madrid. La familia con la que se qued¨®, le ech¨® a las semanas. Entonces comenz¨® su calvario de vivir en la calle. Dorm¨ªa en coches, en portales y se buscaba la vida para alimentarse y conseguir ropa. ¡°A veces confiaba en alguien para dormir en una casa e intentaban abusar de m¨ª¡±, se lamenta con el semblante serio.
¡°Cuando ten¨ªa edad para defenderme, no sab¨ªa hacer nada. Solo lo que ella me hab¨ªa ense?ado. Empec¨¦ a trapichear y a vender hach¨ªs para sobrevivir¡±. As¨ª que pas¨® de vivir en la calle a acabar en la c¨¢rcel a los 17 a?os. Desde entonces, entr¨® m¨¢s de cinco veces y ha vivido en prisi¨®n m¨¢s de 10 a?os sumando sentencias. ¡°La gente dice que la c¨¢rcel es muy mala. Para m¨ª, al contrario. Aprend¨ª a estudiar, oficios y hac¨ªa deporte. Aprovechaba el tiempo¡±. All¨ª se instruy¨® en alba?iler¨ªa, fontaner¨ªa, jardiner¨ªa, carretillero, inform¨¢tica, cocina, carpinter¨ªa, cableado o chapister¨ªa, entre otros.
Saksa era adicto a la hero¨ªna, hach¨ªs y coca¨ªna. Hasta que un d¨ªa sufri¨® una sobredosis. ¡°Me impact¨® mucho. Lo primero que hice al salir del hospital fue llamar a Jorge, un amigo m¨¦dico. Le dije que necesitaba ayuda. Me mand¨® a una granja en Barcelona¡±, asegura.
¡°Mi vida no ten¨ªa sentido. Yo no hac¨ªa cosas graves, solo cosas para sobrevivir¡±. Decidi¨® cambiar. Desde hace ocho a?os est¨¢ limpio de drogas. Hac¨ªa chapuzas y trabajaba en negro para sobrevivir. ¡°Tengo cinco o seis diplomas y tengo inteligencia. Tengo formaci¨®n, pero no me sirve de nada. ?Qui¨¦n me va a contratar! Soy un exdelincuente y un extoxic¨®mano¡±. Una m¨¦dico le mand¨® a hacer un voluntariado. All¨ª conoci¨® a Javier Garc¨ªa Ugarte, fundador de Mundo Justo, una coincidencia que le cambi¨® la vida.
Ahora es voluntario coordinador del centro para personas sin hogar que la ONG tiene en el barrio de Prosperidad de Madrid y ha creado cuatro rutas para llevar comida a la gente que duerme al raso en la capital, aprovechando que ¨¦l ha vivido hasta hace nada en ese mundo.
Sin derechos
En junio de 2022 se convirti¨® en el primer inquilino de la inmobiliaria Tech?, que ofrece sus pisos a personas sin hogar. Blanca Hern¨¢ndez, presidenta de esa empresa, opina que la historia de Saksa es muy dolorosa. ¡°Lo que me llama la atenci¨®n es lo maravilloso que es a pesar de la vida que ha llevado¡±, explica junto a ¨¦l, quien adem¨¢s fue el primer inquilino de esta iniciativa. ¡°Despu¨¦s de todo, ver lo cari?oso que es, ver las ganas que tiene de ayudar a los dem¨¢s y el sentido que le da a su vida, pues por eso queremos ayudarle¡±.
A trav¨¦s de Hern¨¢ndez, el abogado Arsenio Cores, experto en derechos humanos, ha comenzado a llevar el caso del ceut¨ª. Este letrado explica que Saksa es ap¨¢trida sin ser reconocido como tal por la Administraci¨®n. Espa?a est¨¢ acogida al estatuto de Naciones Unidas que regula la apatridia, aprobado en 1954 en Nueva York. Es habitual que el Ministerio del Interior conceda esa condici¨®n a los saharauis en los ¨²ltimos a?os, pero las autoridades son muy restrictivas en cualquier otra circunstancia. El ceut¨ª no es un inmigrante ni es espa?ol. No tiene ninguna nacionalidad ni ning¨²n papel que le otorgue un m¨ªnimo de derechos.
Cores detalla que en el caso de Saksa podr¨ªan solicitar la apatridia a la Oficina de Asilo y Refugio del Ministerio del Interior, pero han decidido elegir otra v¨ªa: pedir la nacionalidad espa?ola, porque cree que disponen de suficientes indicios. El principal, que las autoridades espa?olas le han llevado cuatro veces a la frontera con Marruecos para proceder a su expulsi¨®n y el reino alau¨ª lo ha rechazado por no ser ciudadano de ese pa¨ªs.
Cores ha iniciado la tramitaci¨®n del papeleo para corroborar en el consulado marroqu¨ª que Saksa no es ciudadano de Rabat. ¡°Si no hay constancia de nacimiento en Marruecos, ser¨¢ cre¨ªble que, si su primer recuerdo es en Ceuta, este hombre pudo nacer en Espa?a. Si nace en Ceuta, el C¨®digo Civil dice que en el caso de que una persona nazca en Espa?a y la nacionalidad de sus padres sea desconocida, para evitar una situaci¨®n de apatridia, esa persona es espa?ola¡±, justifica. Si la v¨ªa de la ciudadan¨ªa espa?ola no se consigue, podr¨ªan solicitar el reconocimiento dentro del estatuto del ap¨¢trida. ¡°Lo que no puede ser es que el Estado permita que haya agujeros en los que la gente est¨¦ indocumentada y no pueda ejercer sus derechos¡±, se queja Cores.
¡°Quiero la nacionalidad o lo que sea. Lo que necesito es andar libre. No puede pararme un polic¨ªa y llevarme a comisar¨ªa¡±, afirma Saksa. Detalla que como hombre sin ciudadan¨ªa ni papeles no puede ir libremente al m¨¦dico, a la farmacia, a comprar el abono de transporte, trabajar, cotizar a la Seguridad Social, tener una cuenta bancaria o hacer un viaje de larga distancia. Por supuesto, tampoco votar. ¡°De momento, me siento como si no fuera nadie. Te bloquea todo derecho como ser humano¡±.
Sue?a con que, si consigue la nacionalidad, quiere viajar a la misi¨®n de Mundo Justo en Etiop¨ªa y a ver al Papa Francisco a Roma con la Fundaci¨®n L¨¢zaro, como hacen otras personas sin hogar y sus compa?eros de ONG.
En su larga vida en la calle ha utilizado diferentes nombres y documentaci¨®n, por lo que ha sido condenado, para, por ejemplo, conseguir que le alquilasen una habitaci¨®n. Por eso, la Polic¨ªa tiene en su ficha diferentes nombres de Saksa. ¡°No tengo identificaci¨®n, no me conocen, pero cuando hac¨ªa algo malo s¨ª que me identificaban r¨¢pido¡±, se queja. Por eso, le da igual c¨®mo le identifiquen en su petici¨®n de nacionalidad: ¡°Me da lo mismo el nombre, como si me ponen Paquito. Yo s¨¦ c¨®mo me llamo¡±.