Del fuego al agua y el fango: la solidaridad de la sierra de la Culebra con Valencia
Habitantes de la zona de Zamora devastada por dos incendios en 2022, entre ellos ocho bomberos voluntarios, se vuelcan con las v¨ªctimas de la dana
Pa?ales para ni?os y ancianos, leche, embutido, agua mineral, empanadas, huevos, palas, cepillos, rastrillos, rascadoras, cubos, ropa, carretillas, pasta, arroz, boller¨ªa, caf¨¦, peluches, mangueras, juguetes, libros de Kika Superbruja, botas de agua, calzado adulto e infantil, una bicicleta, un Trivial, un Monopoly, medicamentos, lej¨ªa, mascarillas, trajes EPI, guantes, comida para gatos y perros, mantas y mucho cari?o y empat¨ªa ante una cat¨¢strofe de origen natural y gesti¨®n cuestionable. La furgoneta rebosa en Villardeciervos (Zamora, 388 habitantes) en la noche del martes 12 de noviembre. Vecinos de la sierra zamorana de la Culebra y de sus n¨²cleos desperdigados se han volcado para ayudar con material y brazos a las comarcas valencianas afectadas por la dana del 29 de octubre: cientos de kilos de comida, material de limpieza, utensilios y productos de todo tipo viajar¨¢n a la zona cero junto a ocho bomberos voluntarios, m¨¢s uno venido de Astorga (Le¨®n), con experiencia emocional y laboral en la devastaci¨®n.
La comitiva se moviliza desde el pueblo donde se encuentra la base de bomberos forestales que m¨¢s sufri¨® los incendios del verano de 2022, cuando sendos fuegos en el lapso de un mes arrasaron m¨¢s de 60.000 hect¨¢reas, el 6% de la provincia de Zamora. Murieron cuatro personas, una de ellas Daniel Gull¨®n, compa?ero de los bomberos que ahora viajan a Valencia, un manguerista que qued¨® atrapado por las llamas y dej¨® un indeleble recuerdo en la comarca. La cat¨¢strofe de la dana en Valencia, con una magnitud muy superior ¡ªm¨¢s de 200 v¨ªctimas mortales y la destrucci¨®n de decenas de municipios con miles de habitantes¡ª, no se asemeja a la zamorana por su volumen sino por ciertas coincidencias que ayudan a comprender los sentimientos: desgracia de origen incontrolable, en forma de fuego entonces y de agua ahora, pero en un contexto de prevenci¨®n y reacci¨®n discutible por parte de las autoridades competentes. Las similitudes y el activismo de los lugare?os y de empresas o asociaciones locales como la Culebra no se Calla han permitido avivar la solidaridad y llevar a Levante el altruismo mostrado hace dos a?os en esos parajes quemados.
Como ejemplo, las raederas, una especie de pala rascadora para levantar fango incrustado. El zamorano Iv¨¢n Castedo regenta una forja en la pedan¨ªa de Codesal y pas¨® la noche previa, la del lunes 11 de noviembre, preparando 150 de estas herramientas, cedidas gratuitamente a quien le venga bien usarlas en Valencia, a m¨¢s de 700 kil¨®metros. Tampoco quiso ver ni una moneda cuando, tras los incendios, prepar¨® una escultura de reconocimiento a Gull¨®n.
Los recursos provienen de la buena fe de todos: La Culebra no se Calla ha aportado donaciones por valor de 1.000 euros y una bomba de mano; el Ayuntamiento de Manzanal de Arriba, del que dependen Codesal y otros n¨²cleos, cubre el gasto del veh¨ªculo; el de Benegiles sufraga el alojamiento, donde los bomberos se api?an para ahorrar costes; la farmacia de Mombuey ha suministrado material sanitario o de protecci¨®n. Las camisetas de la cuadrilla reflejan otro contribuyente: Garc¨ªa Crespo Materiales de Construcci¨®n aporta herramientas y ropa de faena. Los bomberos ense?an al patrocinador como los futbolistas cuando exhiben los productos de las marcas que les pagan millonadas por vestirlos.
La brigada solidaria llega a Algemes¨ª (Valencia), que con sus 28.000 habitantes ser¨ªa, si estuviese en Zamora, la segunda localidad m¨¢s poblada de la provincia. All¨ª, sin dormir tras el viaje nocturno, topan con el primer imprevisto: el caos de gestionar a quienes vienen a reducir el caos. Un vecino que, improvisadamente, se convierte en gu¨ªa de los voluntarios los remite a una calle donde el agua a¨²n anega los garajes. En el exterior, tambi¨¦n destrucci¨®n: un Mercedes deportivo permanece empantanado y con los asientos tapizados en barro. El equipo suda para cargar cubos, empujar fango, despejar la acera y aportar donde haga falta. Su buen talante les plantea situaciones inesperadas cuando una mujer, desorientada les pide ¡°tres euros para Diazepam¡±. Uno de los voluntarios tiene que parar su tarea, tranquilizarla, cogerle el tel¨¦fono m¨®vil y llamar a la madre de la mujer. Tambi¨¦n interrumpen la hora de comer para ayudar a una vecina a subir las bolsas de la compra a su casa, mientras la se?ora les explica que le cuesta cargar peso desde que en ese mismo tramo de pelda?os hace unos a?os se cay¨® y se rompi¨® ocho costillas, mal negocio para estos d¨ªas de desastre.
El grupo act¨²a en varias localidades, tanto por contribuir como por conocer la debacle sobre el terreno. Lo peor lo ven en Paiporta (27.000 habitantes) y Catarroja (30.000). Entre ambas y Algemes¨ª superan el 50% del censo de la provincia de Zamora, de donde ellos provienen. Alg¨²n bombero suspira durante sus viajes entre enormes pol¨ªgonos: qu¨¦ bien le vendr¨ªa a Zamora alguno como esos. Ahora ellos se sienten olvidados porque nada cambi¨® especialmente tras los incendios de 2022. Conf¨ªan en que no ocurra lo mismo en Valencia.
En Paiporta, pese a las dos semanas transcurridas tras el diluvio, los cementerios de coches, vertederos en cada esquina y tenderetes recopilando donaciones emocionan a estos bomberos. Una mujer se acerca a uno de los coches y pide t¨ªmidamente comida para sus nietos: ¡°Sus padres lo han perdido todo¡±, dice. En Catarroja, los visitantes zamoranos se desplazan a un barrio humilde para entregar el grueso de la ayuda, al percibir el estrato social del entorno: personas en riesgo de exclusi¨®n social, ancianos, migrantes, menores¡ Mientras una cadena humana descarga la furgoneta, dos se?oras mayores se abrazan, sollozando. ¡°?Estamos vivas, que es lo importante!¡±, trata de consolarse una a la otra, cuando esta le cuenta que otra amiga muri¨® ahogada. ¡°Te quiero, te quiero¡±, murmuran entre lamentos.
Los peluches dejan mejores sensaciones. Una mujer que vende loter¨ªa se anima a hacerse con un enorme y sonriente mono de felpa, mientras decenas de botas embarradas ti?en de marr¨®n lo que un d¨ªa fue una alfombra rosa de princesas Disney. Una chica con ch¨¢ndal gris sonr¨ªe, ilusionada, al hacerse con un le¨®n y un lobo de peluche venidos de Zamora, donde apenas quedan ni?os para jugar con ellos.
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