El agridulce estreno en la fresa de Huelva de los jornaleros de Ecuador y Honduras
Para los 500 braceros ecuatorianos y hondure?os que participan en su primera campa?a en Huelva, las condiciones econ¨®micas priman sobre otras circunstancias laborales que han cuestionado el programa de contrataci¨®n en origen con Marruecos
Norma Yucailla no para de grabar con su m¨®vil todo lo que acontece en la plaza del Ayuntamiento de Palos de la Frontera (Huelva, 12.000 habitantes). El pleno del consistorio posa sobre una alfombra roja mientras la banda municipal entona una serie de marchas. Es el arranque de una feria de la localidad que conmemora el regreso a su puerto el 15 de marzo de 1493 de dos -La Ni?a y la Pinta- de las tres carabelas con las que Crist¨®bal Col¨®n parti¨® de ese mismo lugar en su primer viaje a Am¨¦rica. Precisamente de ese continente, y en concreto de Ecuador, lleg¨® Yucailla y otros 32 compatriotas para trabajar en su primera campa?a de la fresa en la provincia onubense. Ella forma parte del contingente de medio millar de ciudadanos ecuatorianos y hondure?os (250 de cada pa¨ªs) que participan en la prueba piloto del programa de gesti¨®n colectiva de contrataciones en origen (Gecco) que el Gobierno de Espa?a ha firmado con esos Estados y que se suma al que ya existe con Marruecos desde 2000, de donde este a?o provienen 12.700 temporeras.
Adem¨¢s de Yucailla, de 32 a?os, en los soportales de la plaza siguen atentos al festejo otros cinco compatriotas: Alexandra Sevilla, de 27 a?os, Bertha Yupa, de 33, Pedro Alta, de 28, y los hermanos David y Anderson Tuqueret, de 27 y 22, respectivamente. Todos se conocieron en el avi¨®n que el pasado 15 de marzo parti¨® de Quito rumbo al aeropuerto de Barajas, en Madrid. Dos d¨ªas despu¨¦s deshac¨ªan sus maletas en Huelva en las distintas casas que comparten en grupos de seis personas casi a pie de los invernaderos. Salvo Yucailla, ninguno hab¨ªa recogido antes frutos rojos, un trabajo duro y mon¨®tono que los sorprendi¨® al principio, pero al que, casi un mes despu¨¦s, dicen haberse acostumbrado.
Todos han quedado para hablar con EL PA?S poco despu¨¦s de terminar su jornada de trabajo, que este viernes ha sido m¨¢s corta ¡ªcuatro horas en lugar de las seis y media que est¨¢n estipuladas en el convenio colectivo del campo onubense, el peor remunerado de Espa?a y que actualmente se est¨¢ renegociando, por el que se rige tambi¨¦n el acuerdo Gecco¨D. Sus rostros no delatan el cansancio acumulado a lo largo de toda la semana, que para ellos no termina el viernes, ya que, salvo que lo determine el due?o de la plantaci¨®n, volver¨¢n a los lomos de fresas el s¨¢bado y el domingo ¡ªun d¨ªa laborable de acuerdo con el actual convenio para los contratos de temporada¡ª. Lo que asoman, en cambio, son sonrisas cuando se les pregunta c¨®mo est¨¢n viviendo sus primeros d¨ªas en Huelva.
¡°Todo es nuevo. En el trabajo hay varias nacionalidades y en poco tiempo nos contaron c¨®mo ten¨ªamos que recoger la fruta y montar las barquillas¡±, cuenta Sevilla, cuyo desparpajo e iniciativa la han erigido en una de las interlocutoras entre sus compatriotas y los responsables de los invernaderos para tratar los problemas del d¨ªa a d¨ªa. Una de las principales preocupaciones antes de llegar a Huelva era la seguridad. ¡°Hab¨ªa mucho miedo por si los contratos eran una tapadera para la trata de mujeres¡±, explica. Para Ata, otro de sus principales temores era el racismo. ¡°Me hab¨ªa llegado que la gente en Espa?a era racista con los sudamericanos de origen ind¨ªgena, pero nadie me ha mirado mal. En el trabajo, los que son de Mali se han interesado por mi pelo largo¡±, comenta sonriente.
Los seis, como el resto de sus 244 compatriotas, pertenecen a comunidades ind¨ªgenas de zonas rurales de la sierra andina ecuatoriana con pocas oportunidades y que sufrieron con mayor virulencia la crisis econ¨®mica impuesta por la pandemia. ¡°Trabajaba de costurera y de la noche a la ma?ana me echaron¡±, explica Yupa, madre de dos ni?os de 16 y seis a?os, este ¨²ltimo con una enfermedad hep¨¢tica. Para ellos trabajar por 51,09 euros al d¨ªa ¡ªla actualizaci¨®n de las tablas al SMI, de lo que hay que descontar la cesta de la compra, el abono de luz y agua, el coste de lo que llaman carrera (el viaje a la ciudad, por el que le cobran un euro, aunque hay empresas que s¨ª asumen esos gastos) y uno de los dos billetes en avi¨®n (el otro lo pagan los empresarios)¨D supone ¡°m¨¢s del doble¡±, de lo que ganar¨ªan en su pa¨ªs natal.
¡°La situaci¨®n econ¨®mica en Ecuador est¨¢ muy mal¡±, coinciden todos. Ata estudi¨® Turismo, pero con la pandemia tuvo que buscar empleo en el campo. A Sevilla le compensa m¨¢s estar seis horas en cuclillas cogiendo fresa que cuidar de ni?os, su ¨²ltimo trabajo en su pa¨ªs por el que cobraba 65 d¨®lares (59,11 euros) a la semana. De los cinco hermanos Tuqueret, David, Anderson y una hermana abandonaron los campos de Imbabura ¡ªdonde no cobraban las horas extra, cuentan¨D y decidieron cruzar el Atl¨¢ntico para ayudar a su familia.
Sus duras coyunturas socioecon¨®micas y personales les espolean para buscar trabajo fuera, aunque sean considerados mano de obra barata en su lugar de destino, pero tambi¨¦n operan como una s¨®lida atadura que los anuda a su familia y les disuade de la tentaci¨®n de quedarse en Espa?a en busca de un futuro mejor. Una ligaz¨®n que explotan los programas de contrataci¨®n en origen de todos los pa¨ªses con industrias agr¨ªcolas desarrolladas y de la que, en los m¨¢s de 20 a?os que lleva funcionando la orden Gecco en Espa?a, por las condiciones espec¨ªficas de la temporalidad en el campo, se ha beneficiado casi exclusivamente la provincia de Huelva. ¡°Los empresarios piden al programa Gecco que se activen al m¨¢ximo las condiciones para que la mano de obra sea d¨®cil. La diferencia de salarios en sus pa¨ªses de origen hace que las condiciones para los trabajadores sean muy buenas, lo que les da a los empleadores un empoderamiento brutal¡±, explica Yoan Molinero, investigador y profesor en el Instituto Universitario de Estudios sobre Migraciones de la Universidad Pontificia de Comillas.
Pero hay excepciones. Ana Pinto, fundadora del sindicato Jornaleras del Campo, explica a este diario que algunos temporeros hondure?os ya han denunciado que est¨¢n cobrando menos de lo estipulado. ¡°A unos les pagan 42 euros el d¨ªa, a otros 44, cantidades que no son las estipuladas en las tablas salariales del convenio actualizadas a la subida del SMI¡±, se?ala. Pinto tiene constancia de que varios hondure?os han regresado a su pa¨ªs porque las condiciones no son las que les hab¨ªan prometido.
Mejorar la contrataci¨®n en origen
El primer contingente de temporeros americano lleg¨® a primeros de enero. Con el avi¨®n del 15 de febrero se completaba el cupo total. Aunque Yucailla y sus compatriotas tienen visado hasta noviembre, saben que deber¨¢n regresar en julio, cuando termine la campa?a de la fresa, aunque el objetivo final de este programa piloto es poder, en un futuro, concatenar campa?as en otros sectores. Todos preferir¨ªan quedarse m¨¢s tiempo, pero son conscientes, porque se lo repitieron como un mantra en las entrevistas de selecci¨®n en Ecuador el noviembre pasado y porque es la condici¨®n m¨¢s determinante de los programas de contrataci¨®n en origen, de que deben regresar a su pa¨ªs si es que quieren volver a ser contratados el a?o que viene.
Esa obligatoriedad ha hecho que el proceso de contrataci¨®n onubense haya privilegiado la incorporaci¨®n de un perfil muy concreto de jornalera y que casi se replica en el caso americano: mujeres de entre 18 y 40 a?os, residentes en el mundo rural y acostumbrada al trabajo agr¨ªcola, que est¨¦n casadas, viudas o divorciadas y con hijos menores a su cargo. ¡°En este tiempo se ha querido defender el discurso del codesarrollo de mujeres de pa¨ªses y regiones que viven en un nivel de exclusi¨®n elevado y a las que gracias a estos programas se les ayuda a llevar una nueva vida, pero lo cierto es que sus ingresos son de supervivencia¡±, subraya Molinero. ¡°Uno de los cambios en el programa Gecco deber¨ªa pasar por ofrecer instrucci¨®n a las mujeres¡±, defiende. Precisamente, Yucailla est¨¢ descubriendo formas nuevas de trabajar y recolectar la fresa que cree que podr¨ªa aplicar en Ecuador. Su empleador en Espa?a, reconoce, le explica cosas, aunque no con mucho detenimiento.
Desde que la orden Gecco entrara en vigor en junio de 1999, Marruecos ha sido el pa¨ªs con el que se han firmado m¨¢s acuerdos de contrataci¨®n en origen. La dependencia del pa¨ªs vecino ha puesto en jaque las ¨²ltimas campa?as por la pandemia y la crisis migratoria, que condicion¨® la llegada y el regreso de las temporeras, las ¨²nicas ciudadanas marroqu¨ªes que, por otra parte, han cruzado el Estrecho en estos dos a?os de cierre de fronteras. Estas circunstancias aceleraron la firma del acuerdo con Ecuador y Honduras.
En la plaza de Palos, uno de sus empleadores se?ala avergonzado a los temporeros ecuatorianos el pol¨¦mico frontal del Ayuntamiento, realizado hace un par de a?os, donde unos abor¨ªgenes se arrodillan ante Crist¨®bal Col¨®n y un sacerdote. Los trabajadores cambian el rictus. Todos aseguran a EL PA?S que, si tienen la oportunidad, regresar¨¢n el a?o que viene. Para ellos, todav¨ªa pesa m¨¢s la seguridad de un salario y las experiencias que est¨¢n viviendo ¡ªYupa jam¨¢s hab¨ªa visto el mar hasta hace unos d¨ªas¨D, que la dureza y de las condiciones laborales.
Venta de fresas y derechos humanos
Cada campaña que pasa las exportaciones de frutos rojos en Huelva no paran de crecer. El año pasado superaron por primera vez los 1200 millones de facturación, un 12,2% más que en la anterior campaña, según los datos de la Junta de Andalucía. Una bonanza que apenas repercute en la mano de obra. “En la agricultura mundial impera la lógica del coste beneficio, el factor humano cuenta poco”, puntualiza Yoan Molinero. “En la orden Gecco el Gobierno podría promover convenios colectivos más dignos”, abunda. La situación laboral sí empieza a condicionar las prácticas en otros países. La cadena de supermercados Lidl ha anunciado que impondrá en Alemania un plan de acción a sus proveedores tras realizar su propia evaluación de impacto de los derechos humanos en los invernaderos onubenses y varios supermercados daneses han dejado de distribuir las fresas de los empresarios que se han negado a inspecciones de trabajo sorpresa.
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