Beb¨¦ confinado
La criatura, mejor surtida de leche que un Mercadona, r¨ªe en su casa-embri¨®n ajeno a la angustia del padre hipocondr¨ªaco
Para un beb¨¦ de dos meses, el confinamiento no tiene por qu¨¦ ser un problema. Incluso si su padre es un hipocondr¨ªaco de manual con tendencia a la melancol¨ªa y con la obsesi¨®n enfermiza de que las civilizaciones van y vienen y de que el tiempo de Europa, ahora s¨ª, ha acabado.
El beb¨¦ tiene a su alcance todo lo que necesita. Si las estanter¨ªas del Mercadona se vac¨ªan, a ¨¦l le da igual porque vive en ¡°la tierra que mana leche y miel¡±: su madre le provee de alimento, pero tambi¨¦n de amor y de afecto, y por eso el beb¨¦ levant...
Para un beb¨¦ de dos meses, el confinamiento no tiene por qu¨¦ ser un problema. Incluso si su padre es un hipocondr¨ªaco de manual con tendencia a la melancol¨ªa y con la obsesi¨®n enfermiza de que las civilizaciones van y vienen y de que el tiempo de Europa, ahora s¨ª, ha acabado.
El beb¨¦ tiene a su alcance todo lo que necesita. Si las estanter¨ªas del Mercadona se vac¨ªan, a ¨¦l le da igual porque vive en ¡°la tierra que mana leche y miel¡±: su madre le provee de alimento, pero tambi¨¦n de amor y de afecto, y por eso el beb¨¦ levanta ligeramente la parte derecha del labio y parece que sonr¨ªe; r¨ªe el beb¨¦ ajeno a la angustia existencial que se apodera del padre.
Marco, un estiloso cerdo italiano ¡ªsin rencores: fue una ocurrencia¡ª y Dragi, un drag¨®n m¨¢gico de Montblanc, proporcionan al beb¨¦ todo el entretenimiento que precisa. Tambi¨¦n le ponen al d¨ªa sobre el avance implacable del coronavirus. Pero nada parece alterar la paz del peque?o buda feliz. Solo cuando el noticiero de las marionetas difunde el bulo de que Dodot deja de fabricar pa?ales por la crisis abre el beb¨¦ los ojos como platos; ojos azul-gris que son enigma, misterio, vestigio de una vida anterior.
El beb¨¦ en pijama ¡ªa rayas, en forma de osito, de astronauta¡ª es un beb¨¦ feliz en su casa-embri¨®n-universo. El padre en pijama, por el contrario, es un espect¨¢culo de la naturaleza dom¨¦stica, un animal enjaulado que lo mismo aporrea el teclado como un poseso que aguanta el chupete del beb¨¦ que se suena los mocos. ¡°Estoy resfriado, pero no es corona¡±, se repite acurrucado en el sof¨¢. Aunque tal vez sea mejor ¡ªy se ve pensando como Boris Johnson, y siente un escalofr¨ªo¡ª contagiarse ahora y ser inmune. Fantasea con lanzarse al inframundo del metro, abrazar a los hijos del proletariado y lamer los barrotes del convoy donde se posan manos, dedos y rostros cansados.
En ese tocarlo todo con las manos todo el tiempo le asaltan al padre las dudas sobre la contaminaci¨®n de su beb¨¦. Y en esos miedos va tambi¨¦n la penitencia del hipocondr¨ªaco: l¨¢vate las manos, l¨¢vate las manos, l¨¢vate las manos.
El beb¨¦ no necesita salir ni siquiera para que le d¨¦ el sol: el suministro de vitamina D es obligatorio. El padre, s¨ª. As¨ª como H¨¦ctor se despide de su hijo para enfrentar la c¨®lera de Aquiles a las puertas de ?lion, el hipocondr¨ªaco besa al suyo en la frente para encarar su destino: ir a comprar al mercado. Regresa siempre con la idea de que ya es positivo. Y con la tentaci¨®n de marcar una se?al de sangre en la puerta para proteger al primog¨¦nito de la plaga.
La madre, consagrada a los dioses paganos de Netflix, no ve riesgos por ning¨²n lado y planea sacar al ni?o a la calle. Cita supuestos estudios cient¨ªficos seg¨²n los cuales los beb¨¦s son indestructibles: el Covid-19 les provoca, a lo sumo, cosquillas. Ante la amenaza del padre de llamar a los chicos de la DGAIA, replica que proteger¨¢ el cochechito con un pl¨¢stico transparente. Y, en la mejor tradici¨®n de la picaresca, traza estrategias para pasar unos d¨ªas en el pueblo burlando los controles policiales.
El hipocondr¨ªaco es tambi¨¦n un fatalista. Por eso piensa que, si el confinamiento se alarga (y parece que s¨ª) el beb¨¦ habr¨¢ pasado una tercera parte de su vida en prisi¨®n. Sin oler a sus abuelas, sin ver a sus primos, sin tocar al bisabuelo nonagenario ¡ªaislado en un remoto pueblo del Urgell¡ª que le amenaza cari?osamente con ¡°darle una zurra¡± si se porta mal. Sospecha el padre que, sin esos contactos, sufrir¨¢ la inflamaci¨®n de los sentimientos materno-filiales conocida como mamitis. Y teme, sobre todo, un futuro dist¨®pico sin playas ni castillos de arena ni paseos ni escondites ni olivos ni toboganes.
La noche es un estado de ¨¢nimo. La ma?ana, tambi¨¦n. El padre sube las persianas. La luz descubre un brillo de esperanza en los mofletes del beb¨¦. Las circunstancias son menos tr¨¢gicas, pero, como Roberto Benigni, apuesta por la belleza: ¡°?Buongiorno, principessa!¡±. No importa que sea un var¨®n. Sonr¨ªe el beb¨¦, se r¨ªe de los miedos del padre, se r¨ªe del coronavirus: su carcajada silenciosa es una flecha hacia el futuro.
EL BALC?N LO ES TODO
Lugar de cuarentena. Un piso con balc¨®n en un bloque de 13 plantas en L¡®Hospitalet.
N¨²mero de personas y edades. Dos treinta?eros y un beb¨¦.
Principales carencias del confinamiento. Un paseo por el delta del Llobregat.
Libro y serie para estas dos semanas. Se puede encontrar inspiraci¨®n en el manual T¨ªrate por el balc¨®n, que por supuesto no existe.
Informaci¨®n sobre el coronavirus:
- Aqu¨ª puedes seguir la ¨²ltima hora sobre la evoluci¨®n del coronavirus.
- Medidas clave del estado de alarma.
- El mapa del coronavirus: as¨ª crecen los casos d¨ªa a d¨ªa y pa¨ªs por pa¨ªs
- Gu¨ªa de actuaci¨®n ante el coronavirus
- Todas las medidas contra el coronavirus en Madrid
- En caso de tener s¨ªntomas, la Comunidad de Madrid recomienda evitar acudir al centro de salud salvo casos de extrema necesidad y utilizar el tel¨¦fono 900 102 112