La serpiente cambia de dieta en la cuarentena
El desabastecimiento de comida para animales ex¨®ticos provoca una crisis dom¨¦stica en el encierro
D¨ªas intensos en casa. Me he creado tantos entretenimientos que voy a acabar el confinamiento sin haber tenido tiempo ni de ordenar la biblioteca, mi reto desde hace a?os. Me pasa el tiempo como un suspiro entre las clases de esgrima online con mi maestro de siempre, Imre Dobos, que las da en Instagram, estupendas, proponiendo que cojas un fuet si no tienes sable; la estaci¨®n ornitol¨®gica que he montado en la terraza instalando varios comederos y dedicando rato a diario para observar p¨¢jaros ¡ªacuden sobre todo verdecillos y picos de coral¡ª, y espiar al vecino de enfrente, que hace cosas muy raras, como correr en c¨ªrculo y tocar la cacerola a destiempo (es mucho mejor que una serie de Netflix). Tambi¨¦n trabajo, claro, aunque escribo poco porque me paso el d¨ªa leyendo m¨¢s mensajes (del diario) que una operadora de Bletchley Park. Aunque he dejado muchos en la oficina, libros no me faltan: toda mi vida ha sido un aprovisionarme de ellos temiendo que pasara lo peor, que es no poder ir de librer¨ªas. Y lo peor ha llegado. En cuanto a comer, como mejor, b¨¢sicamente porque he perdido contacto con las m¨¢quinas expendedoras de snacks del diario. De la redacci¨®n echo en falta en especial a Xavier Vidal-Folch: con este silencio es dif¨ªcil concentrarse.
El encierro en casa me ha dado la oportunidad de convivir m¨¢s a fondo con la serpiente. He de recalcar que el reptil, una culebra del ma¨ªz americana, tiene, en general, un comportamiento ejemplar en el confinamiento. No creo que haya mascota mejor en ese sentido. Es verdad que ya vive en un encierro muy estricto desde hace a?os, metida en su terrario, y sin salidas al super. Como criatura de sangre fr¨ªa tiene pocas necesidades. Puedes compartir confinamiento con ella sin molestias. Es verdad que enseguida he detectado varias pegas. La primera: no me da la excusa de sacarla a pasear para salir yo. No se dejar¨ªa poner tra¨ªlla ni bozal y adem¨¢s no imagino a los que patrullan las calles siendo muy comprensivos con un tipo que saca de paseo una serpiente, aunque estos d¨ªas ves de todo.
La segunda pega es que a la serpiente le toca comer precisamente ahora. Su comida mensual. Y no come cualquier cosa, no: consume presas vivas, en forma de ratoncillos de laboratorio. Mi proveedor habitual de ¡°presa viva¡± ¡ªt¨¦cnicamente se dice as¨ª¡ª, la tienda Kiwoko de Aribau se ha quedado sin y no sabe cu¨¢ndo repondr¨¢n. Ya s¨¦ que estamos en Emergencia, pero como todas las mascotas ex¨®ticas se queden sin comida vamos a tener una buena. Imagino que quien posea una pit¨®n o una boa constrictor estar¨¢ m¨¢s angustiado que yo: igual est¨¢n pensando en echarles de comer el gato, como total no te dejan salir a pasearlo¡ He repasado varias veces la lista de los comercios abiertos y en ninguno puedes obtener ratones vivos; de hecho, ni vivos ni muertos. He intentado introducirme en el Park G¨¹ell, lim¨ªtrofe con mi casa, para tratar de cazar algo. Pero est¨¢ cerrado y dudo que las fuerzas de la ley fueran comprensivas si aduzco que he roto la cuarentena para alimentar a una serpiente; de hecho dudo que me creyeran. As¨ª que he optado por una soluci¨®n draconiana: la serpiente tiene que aprender a comer otras cosas. No hay m¨¢s remedio. Todos hemos de hacer sacrificios en esta crisis.
As¨ª que anoche hice un experimento. Saqu¨¦ una hamburguesa, tom¨¦ un trozo de la carne cruda y lo amas¨¦ como un alquimista creando un hom¨²nculo hasta darle vagamente la forma de un rat¨®n, incluso le model¨¦ unas orejitas. Calent¨¦ el simulacro al ba?o Mar¨ªa y, tras levantar la tapa del terrario con prudencia ¡ªhay que ver de qu¨¦ humor est¨¢ la serpiente cuando tardas en ponerle la mesa¡ª lo introduje sujeto en la punta de unas largas pinzas. El ofidio atac¨® como un rayo. Mordi¨® el supuesto rat¨®n y lo abraz¨® inmediatamente con los anillos como suele. Pero enseguida puso cara de duda ¡ªles juro que una serpiente tiene expresiones, sobre todo si llevas mucho tiempo confinado en casa observ¨¢ndola¡ª. Movi¨® la boca haciendo buches como un catador de vinos y tras un moh¨ªn de disgusto escupi¨® el trozo de hamburguesa, afloj¨® los anillos y dej¨® caer el resto al fondo del terrario. Luego me mir¨® con una mezcla de desprecio, odio y hambre que me doli¨® de verdad. A ver si no estoy yo pasando tambi¨¦n el confinamiento, le espet¨¦ al borde de las l¨¢grimas, y me adapto como puedo. Reptil mimado.
Me march¨¦ furioso. No baj¨¦ a verla (vivimos en un d¨²plex) hasta mucho despu¨¦s. Observ¨¦ enseguida que estaba hinchada: finalmente se hab¨ªa comido la hamburguesa, la t¨ªa. Me miraba con aire resignado y pactista. Suspiramos a la vez. Hab¨ªamos capeado el temporal. Habr¨¢ otros momentos dif¨ªciles, sobre todo si esto se prorroga, pero ahora sabemos que podemos superarlos.
Sin ir de librer¨ªas
Lugar de cuarentena. Un ¨¢tico en la calle de Sostres.
N¨²mero de personas y edades. Dos adultos, una serpiente y los gatos del vecino.
Carencias del confinamiento. No poder ir de librer¨ªas ni jugar a tenis.
Libro y serie para estas dos semanas: Jartum¡¯ de Michael Asher, y El sargento Preston, h¨¦roe de la Polic¨ªa Montada del Canad¨¢ (5 DVD, serie completa de 33 episodios, donaci¨®n de Jordi Serrallonga).
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