Una excursi¨®n al Perito Moreno con Josep Maria Benet i Jornet
El director del Teatre Nacional de Catalunya recuerda un viaje con el dramaturgo fallecido
Acab¨¢bamos de hacer su obra S¨®tano en el teatro Margarita Xirgu de Buenos Aires. Era la tercera vez que yo la dirig¨ªa. La hab¨ªa estrenado en la Sala Beckett de Barcelona con Pere Arquillu¨¦ y Pep Cruz. El productor Salvador Collado me hab¨ªa propuesto estrenarla en castellano en el C¨ªrculo de Bellas Artes de Madrid con Israel Elejalde y Ram¨®n Langa y ahora acab¨¢bamos de repetir la aventura en Buenos Aires con Alejandro Paker y Boy Olmi. El estreno fue feliz y yo no quer¨ªa regresar a Barcelona sin visitar el glaciar que lleva el nombre del funcionario que impuso la pertenencia a territorio argentino en disputa con Chile a partir de la tendencia de las aguas del deshielo. Si las aguas iban hacia el Atl¨¢ntico aquello era Argentina y el perito Moreno un h¨¦roe nacional.
Benet i Jornet tambi¨¦n quer¨ªa conocerlo y decidimos hacer la excursi¨®n juntos. Tras una peque?a escala t¨¦cnica en Ushuaia, llegamos a El Calafate, nos instalamos en un hotel y al d¨ªa siguiente intentamos cumplir con todos los protocolos que un buen turista debe cumplir en el Parque Nacional de los Glaciares. Pero no pudimos cumplirlos todos. La excursi¨®n a pie sobre el glaciar con crampones para tomar un whisky con un trozo de hielo milenario arrancado directamente del suelo no nos fue permitida porque a Benet i Jornet le faltaba poco para cumplir setenta a?os y la excursi¨®n estaba vedada a mayores de sesenta y cinco. Yo, solidariamente, prefer¨ª tomar el whisky en el hotel y seguir disfrutando de la compa?¨ªa del entonces casi septuagenario autor.
Josep Maria Benet i Jornet nunca acept¨® su edad. Le quedaban demasiadas cosas por hacer, demasiados libros que leer, demasiados estrenos a los que acudir, demasiados autores j¨®venes a los que acompa?ar, demasiada curiosidad por satisfacer para aceptar su edad. Hab¨ªa llegado tarde a muchas cosas. Algunas las tuvo que construir para despu¨¦s intentar llegar. Ahora no pod¨ªa aceptar que nadie le dijera que era demasiado viejo para hacer algo. El berrinche que tuvo en el Perito Moreno fu¨¦ monumental. S¨®lo le asustaba la enfermedad y especialmente la enfermedad con la que ha convivido sus ¨²ltimos a?os de vida. Est¨¢bamos en la Patagonia pero segu¨ªamos hablando de lo que le preocupaba: el futuro del Teatre Lliure, la escasa presencia del patrimonio teatral catal¨¢n en nuestros escenarios, del poco cuidado que mostraban los j¨®venes autores con el lenguaje, de las infinitas caras de la sexualidad humana, del amor filial¡
Regresamos a Buenos Aires. La funci¨®n crec¨ªa extraordinariamente. A Boy Olmi que llevaba 25 a?os apartado del teatro siendo una celebridad del cine y la televisi¨®n le cay¨® un importante premio por su papel en esta producci¨®n de la mano de la asociaci¨®n de actores argentinos. Pero creo que a Papitu le gustaba m¨¢s el trabajo de Alejandro Paker. Olmi era hijo de una celebridad en la historia del psicoan¨¢lisis argentino y quiz¨¢ hab¨ªa llegado a rincones de su personaje que ni el propio autor quer¨ªa conocer. Si el mundo que encontremos cuando salgamos de este confinamiento me lo permite y alguna vez vuelvo al Perito Moreno, tomar¨¦ un whisky a la memoria de mi amigo.
Xavier Albert¨ª, es director art¨ªstico del Teatre Nacional de Catalunya(TNC)
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