La libertad es un fantasma
La pandemia, espejo social y personal de deslumbrante nitidez, no est¨¢ para pu?etas: ni en el entretenimiento confinado ni en la red ni en las reglas que vienen
De principio a fin, el cine de Bu?uel sostiene que la libertad es un fantasma: no somos libres, estamos expuestos al subconsciente que nos deja en evidencia y en pelotas, lo que hacemos y decimos no se corresponde con lo que pensamos y deseamos. Ni como sujetos individuales ni como sujetos hist¨®ricos, como sociedades. El pobre hombre no imaginaba la pandemia de escritos y cursos de autoayuda difundiendo la ilusi¨®n, que ya dio paso a la ultraliberal era thatcheriana, de que la libertad no s¨®lo puede materializarse sino que es cosa de cada cu¨¢l. Si te autoayudas, claro, primero pagando y luego intent¨¢ndolo. Si fracasas es tu culpa. No se tiene amor propio ni car¨¢cter, se tiene autoestima (o no). En la pandemia individualista del prefijo auto- se cuenta nuestra nada. Es grotesco, hoy m¨¢s que de costumbre, puesto que el espejo del cuento es otro.
La actual pandemia, espejo social y personal de deslumbrante nitidez, no est¨¢ para pu?etas. El espejo es implacable. En los colectivos confinados que (a¨²n) podemos resistir, puesto que los olvidados ni mirarse pueden en el espejo porque ni eso tienen; la imagen reflejada constata que la libertad campa por ah¨ª ¡ªgracias, maestro¡ª en plan fantasma. Amenazante. El consciente y el inconsciente sociales emiten y excretan de todo, en sinton¨ªa no con lo que creemos ser sino con lo que somos.
Entre el entretenimiento y la barbarie, lo que nutre ahora es bailar en casa como si nada mientras te grabas con el m¨®vil o lanzar barbaridades en la red. El humor negro, recipiente ¨®ptimo de la cr¨ªtica, desahogo quir¨²rgico de malas uvas y sost¨¦n de la risa l¨²cida que salva, queda a manos de algunos pocos dibujantes de prensa, grandes cronistas visuales. La mayor¨ªa, en general, y en el mejor de los casos, nos dedicamos al entretenimiento v¨ªrico, una pandemia de buenas voluntades que no atiende a lo del pavimento del infierno. La barbarie, en el otro lado de la cama, se manifiesta por su parte en la ¡°polic¨ªa del balc¨®n¡±, esa ¡°pandemia polic¨ªaca¡± f¨ªsica, y sobre todo se exhibe en el balc¨®n digital de Twitter que, por lo que s¨¦, deja corto al balc¨®n trumpiano.
Luego est¨¢n los ejes de la carreta: la libertad individual, las libertades individuales, base de las sociedades democr¨¢ticas, y su control en tiempos pand¨¦micos de inteligencia artificial y telem¨¢tica, de algoritmos y decisiones que crees tomar t¨², son tomadas por ti y te toman a ti, como el subsconciente.
Sin vacuna, ?c¨®mo hacer mientras tanto? ?Y luego, cuando la haya?
Es preciso reflexionar sobre todo esto y verlas venir. Puedo pasar del entretenimiento pand¨¦mico y sus coreograf¨ªas. Al no estar ni en Twitter ni en Facebook me ahorro disgustos, aunque me creo lo que dice un buen amigo, que hay que saber lo que pasa en la red, pues seguir solo a los que piensan como t¨² esconde y reduce el mundo. De momento, prefiero seguir como estoy y que mis amigos espele¨®logos del inconsciente pol¨ªtico colectivo me lo cuenten. Pero es preciso pensar, al menos un rato; si no cada d¨ªa, cada tres. Muchos lo necesitamos: intentar situarnos en este inaudito, sin ruido, sin los sables que se alzan demasiado en los escritos disponibles de momento por aqu¨ª y por all¨¢.
Bu?uel es un interlocutor que no suele fallar. Les sugiero una peli que si no tienen a mano encontrar¨¢n en Filmin (por poco dinero, si no est¨¢n abonados, pueden alquilarla y la tendr¨¢n disponible tres d¨ªas). Es de 1974 y tiene uno de esos brillantes t¨ªtulos bu?uelianos que (casi) todos conocen porque es como un refr¨¢n, algo que no se puede decir mejor ni refutar: El fantasma de la libertad.
Verlo ahora, en estas condiciones, confinados en casa sin poder salir ¡ªuno de los grandes temas de Bu?uel, v¨¦ase El ¨¢ngel exterminador (1962) por no mentar m¨¢s t¨ªtulos¡ª es un alivio para el ojo, la cabeza y el coraz¨®n del tema que trata el film y de lo que necesitas t¨². Qu¨¦ gran humorista es este hombre. Empieza con la Guerra del Franc¨¦s y termina con un avestruz que anda perdido en alguna algarab¨ªa parisina del 68 o as¨ª. Historia, gente. Construida con gags y escenas sueltas que se van liando como en sue?os, a su aire, el tema mayor es: nos creemos las cosas que nos dicen, no las que vemos.
A Bu?uel no le interesa la psicolog¨ªa de los personajes: prefectos de polic¨ªa, militares, profesores, jueces, francotiradores. Y ?un se?or Foucauld y un doctor Pasolini! Nombres de dos autores de referencia, sobre todo el primero, un indisimulado Foucault, para fil¨®sofos de la Covid-19 y del ¡°ya lo dec¨ªa yo¡±.
El desajuste entre di¨¢logos e im¨¢genes es descacharrante. A la manera fr¨ªa, entomol¨®gica que Bu?uel ensay¨® en su primer film sonoro, Tierra sin pan (1933): si no nos andamos con ojo, estaremos (estamos) en manos de la manipulaci¨®n. Con la palabra puede usted hacer lo que quiera de las im¨¢genes m¨¢s certeras. El ¨²nico remedio es un espectador entrenado a discernir.
Tras a?os de manipulaci¨®n sin discernimiento, la artista y cr¨ªtica cultural Barbara Kruger lo sintetiz¨® incluso mejor: ver ya no es creer. Al curro, o nos las dan y nos las dar¨¢n con honda.
Merc¨¨ Ibarz es escritora y cr¨ªtica cultural
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