La ficci¨®n se hace cruel
En un momento tan grave y dif¨ªcil, en vez de buscar el entendimiento y de recuperar el sentido de la responsabilidad, el presidente Quim Torra persiste en la pol¨ªtica polarizadora y divisiva
Ni el coronavirus ha conseguido acabar con la ficci¨®n. No es f¨¢cil abandonar la comedia despu¨¦s de diez a?os de actuaciones aclamadas por el p¨²blico. Y menos a¨²n cuando es el mismo p¨²blico el primero que prefiere mantenerse en la credulidad, aunque haya visto la tramoya desnuda y se haya enterado de la verdad de las mentiras directamente de la boca de uno de los actores, como es la exconsejera Clara Ponsat¨ª.
No lo quiere el p¨²blico y no son capaces de hacerlo los actores de la farsa. Unos por rigidez ideol¨®gica, otros por falta de coraje, y todos, a fin de cuentas, por su humana y miserable condici¨®n, es decir, por los intereses y beneficios vinculados al ejercicio del poder, por peque?o y despreciable que sea.
El hecho es que hemos pasado de un gobierno desgastado y obsoleto, pretendidamente resistente y rebelde, que hac¨ªa ascos de la autonom¨ªa y era incapaz de actuar como un ejecutivo efectivo, a otro que pretende gobernar y legitimarse por la acci¨®n, a menudo con exagerada gesticulaci¨®n, para que nos lo creamos y creamos adem¨¢s que lo hace mejor y con m¨¢s resoluci¨®n que nadie, cuando la realidad, vista la degradaci¨®n de la sanidad catalana o la cat¨¢strofe de las residencias de ancianos, adem¨¢s de la p¨¦sima gesti¨®n del doble confinamiento de la cuenca de ?dena, nos dice exactamente lo contrario.
Este es el efecto de la llegada tr¨¢gica de la pandemia. Tras fracasar en el proceso independentista y de exigir un di¨¢logo imposible sobre el derecho a la autodeterminaci¨®n y la amnist¨ªa, Torra ha dado un paso m¨¢s adelante en la ficci¨®<TB>n, con la peculiaridad de que ahora se ahorra el desgastado vocabulario independentista, con sus apelaciones al Consejo de la Rep¨²blica o a la unilateralidad, sin que haya mermado en cambio la confrontaci¨®n y la radicalidad ret¨®rica de oposici¨®n al Estado, al Gobierno de Espa?a (nombrado siempre en castellano), a la monarqu¨ªa o a la Constituci¨®n.
Es una oportunidad perdida, una m¨¢s. En un momento tan grave y dif¨ªcil, en vez de buscar el entendimiento, no en Madrid, sino en Barcelona, y de recuperar el sentido de la responsabilidad respecto a la democracia y a la gobernabilidad, Torra persiste en la pol¨ªtica polarizadora y divisiva. De cara a Madrid, ampliando la distancia con Pedro S¨¢nchez, hasta alinearse en posiciones sin¨¦rgicas con las de Pablo Casado y de Vox. De cara a Catalu?a, persistiendo en la divisi¨®n y la ofensa a los catalanes que no son de su cuerda, con un grado de manipulaci¨®n de las instituciones y de los medios de comunicaci¨®n que a¨²n no hab¨ªamos visto, aunque cre¨ªamos que ya lo hab¨ªamos visto todo.
Lo que ha pedido el director general de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus ¡ª¡°poner la pol¨ªtica en cuarentena¡±¡ª, es lo que no han querido hacer ni Torra ni Casado. Conscientes de la dificultad de gestionar una crisis tan destructiva, especialmente por el balance que nos espera en vidas humanas, pero tambi¨¦n en puestos de trabajo, empresas y sectores econ¨®micos enteros que se encuentran a punto de desaparecer, ninguno de los dos dirigentes ha podido sustraerse a la tentaci¨®n de sacar provecho para sus intereses particulares. Uno, para mantenerse todav¨ªa un rato m¨¢s en el poder, esbozando de paso las expectativas de hegemon¨ªa de izquierda. El otro, para disponerse, siguiendo las indicaciones del aznarismo recuperado, a regresar al poder a cualquier precio.
Gebreyesus ha pronunciado adem¨¢s la palabra maldita. ¡°Si no hay unidad, habr¨¢ m¨¢s bolsas de cad¨¢veres en sus pa¨ªses. Al virus solo se le puede vencer desde la unidad y si dejamos de hacer pol¨ªtica con ¨¦l¡±. Sin un frente com¨²n frente al virus, todo ser¨¢ m¨¢s dif¨ªcil: los confinamientos, la disciplina social y, sobre todo, la recuperaci¨®n. Y esto se contabilizar¨¢ en infectados y al final en v¨ªctimas mortales. No escucharemos aqu¨ª entre nosotros, ni en Madrid ni en Barcelona, un discurso como el del jefe de la oposici¨®n en Portugal, el conservador Rui Rio: ¡°Se?or primer ministro, cuente con la colaboraci¨®n del PSD. En todo lo que nosotros podamos, ayudaremos. Le deseo coraje, nervios de acero y mucha suerte. Porque su suerte es nuestra suerte¡±.
Esto no tiene mucha importancia para los conservadores espa?oles, poco acostumbrados a exigirse a s¨ª mismos lo que exigen a los dem¨¢s. Su idea de unidad solo puede tener un significado: unirse a sus pol¨ªticas. Espa?a son ellos. Es su propiedad privada. No hay otra. Lo mismo piensa Quim Torra. A nadie le va tan bien el concepto reduccionista y uniformista del espa?olismo conservador. La ¨²nica unidad que concibe es la de las fuerzas independentistas. El pueblo catal¨¢n unido significa separado de la mitad de la Catalu?a que no es independentista y naturalmente del resto de los espa?oles.
Nada expresa mejor la talla de este gobierno como las peleas para sacudirse las responsabilidades del desastre de las residencias de ancianos o la arrogancia con que se prescinde de la Unidad Militar de Emergencia y se ocultan sus actuaciones a petici¨®n de numerosos municipios catalanes. El coronavirus no ha terminado con la ficci¨®n, pero ha obligado a un cambio de guion a¨²n m¨¢s inveros¨ªmil que el que ya conoc¨ªamos. Nunca hab¨ªan sido tan extensas y tan s¨®lidas las dudas sobre las capacidades del gobierno y especialmente de su presidente, un pol¨ªtico at¨ªpico con vocaci¨®n confesada de militante y agitador nacionalista y nula disposici¨®n a gobernar, que pretende presentarse ahora como un gestor exigente y responsable frente a la pandemia. Con unos espectadores confinados y atemorizados, muchos de ellos vulnerables, la ficci¨®n est¨¢ virando en una farsa cruel, sin compasi¨®n.
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