La desaparici¨®n de los cuerpos
Cuando el Estado se pone a dar ¨®rdenes ¡°por nuestro bien¡± y lo hace adem¨¢s reforzado por una abusiva utilizaci¨®n de la legitimidad cient¨ªfica da miedo
Dice Richard Sennett que ¡°las estructuras del poder explotan las crisis, las utilizan para legitimar un control ampliado¡±. Y es evidente que el p¨¢nico es un aliado esencial de estas inercias invasivas. ?Por qu¨¦, en casi todo el mundo, la ciudadan¨ªa ha aceptado sin rechistar una restricci¨®n brutal de libertades b¨¢sicas? Es una pregunta que no me cansar¨¦ de repetir por mucho que pueda parecer un ejercicio de insensibilidad o incluso una provocaci¨®n. No podemos dejar que caiga en el olvido porque en ella est¨¢ el germen de lo que ser¨¢ el d¨ªa despu¨¦s.
Hace ya seis a?os, en un art¨ªculo en La Maleta de Portbou (?Contempor¨¢neos de qui¨¦n?), Santiago Alba Rico recordaba que en el Angelus Novus benjaminiano, ¡°absorbidos por el futuro ve¨ªamos como el pasado se llenaba de escombros y ruinas¡±. Y a?ad¨ªa: ¡°Ahora el futuro viene hacia nosotros cargado de escombros y ruinas previamente manufacturados, alojados all¨ª desde el principio de los tiempos y, como una cadena de montaje averiada, nos va trayendo sus abortos¡±. El final de este trayecto ha sido la brutal irrupci¨®n de un virus ¡ªuna mutaci¨®n m¨¢s en esta inmensa familia de acompa?antes eternos de la vida animal sobre la tierra¡ª que ha provocado la decisi¨®n en cadena de detener de golpe y por completo la vida social.
La aparici¨®n de animales ajenos a la vida urbana en nuestras calles desiertas y los primeros indicios de ocupaci¨®n de espacios por parte de las plantas, que desaf¨ªan el control de la jardiner¨ªa, son una interpelaci¨®n que nos manda la naturaleza que no pierde resquicio por el que colarse. ?Y ahora qu¨¦? La capacidad de la especie humana de acomodarse a cualquier circunstancia ¡ªfactor de resistencia, pero tambi¨¦n de fragilidad¡ª puede hacer las limitaciones llevaderas, asumiendo con normalidad la prolongaci¨®n de limitaciones de derechos que s¨®lo se justifican por su excepcionalidad.
Dec¨ªa Raymond Queneau en su Tratado de las virtudes democr¨¢ticas que una sociedad determinada la aceptan con naturalidad ¡°aquellos que se benefician de ella, aquellos que no sufren demasiado, aquellos que les gusta sufrir y aquellos que tienen otras cosas que hacer¡±. Son las muy extensas bases de la servidumbre voluntaria. Del n¨²mero de ciudadanos que sumen estas cuatro figuras depende la estabilidad de una situaci¨®n social determinada. Uno querr¨ªa crear que la suma no sale en la sociedad confinada y que la mayor¨ªa est¨¢n deseando salir corriendo. Pero no es evidente. Sorprende la naturalidad con que la gente da por supuesto que habr¨¢ restricciones para rato. ¡°El mundo ha cambiado y quiz¨¢s nunca m¨¢s estrechamos la mano o besemos a las personas que encontramos¡±, he o¨ªdo decir a menudo estos d¨ªas. Y el tono revelaba siempre orgullosa resignaci¨®n. Es ¡°la distancia social¡± convertida en palabra m¨¢gica. Distancia social es una contradicci¨®n en los t¨¦rminos: lo social no se construye en la distancia sino en la proximidad. ?El confinamiento como ensayo de la desaparici¨®n de los cuerpos en el seno de los robots y otras pr¨®tesis tecnol¨®gicas? Precisamente son las cifras de muertos invisibles (cuerpos que se van sin despida) la fuerza masiva de contenci¨®n.
Cuando el Estado se pone a dar ¨®rdenes ¡°por nuestro bien¡± y lo hace adem¨¢s reforzado por una abusiva utilizaci¨®n de la legitimidad cient¨ªfica da miedo. ?Ni siquiera nos queda la libertad de decidir sobre nuestro propio bien? Es m¨¢s, parece que en el postconfinamiento la capacidad de decidir por s¨ª mismo ser¨¢ decretada selectiva, excluyendo a determinados sectores sociales, empezando por la gente mayor, por supuesto. Y, sin embargo, habr¨¢ que rehacer camino y no basta para ello con c¨¢lculos sanitarios y econ¨®micos, hay que contar con esta rara cosa que llamamos libertad y que es esencial para que podamos escribir nuestro destino. Mucha gente ha muerto luchando por ella.
Ahora que el futuro nos ha ca¨ªdo encima, quedan dos caminos: que en la secuencia del miedo y el p¨¢nico las inercias autoritarias se desplieguen y la democracia se haya ido sin que nadie sepa c¨®mo ha sido; o que se devuelva la responsabilidad a la ciudadan¨ªa y las democracias retomen impulso para reconstruir los destrozos generados por el acelerado y suicida presente contin¨²o en el que viv¨ªamos. Desde la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn han proliferado los muros para impedir entradas no deseadas y reforzar las distancias entre el bienestar y la pobreza. Al final hemos acabado todos encerrados en casa. Y no es una novela.
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