Los que a¨²n vuelan: fantasmas en el aeropuerto de El Prat
Un vuelo de repatriaci¨®n lleva a egipcios a su casa; una familia regresa tras un periplo inesperado en Maldivas
No hay nada que ver en el mirador de aviones de El Prat, un parque de tierra donde habitualmente los ni?os alzan la cabeza para casi tocar la panza de esos cacharros voladores y escuchar su zumbido al aproximarse a la pista. No hay nadie en la plataforma elevada junto al r¨ªo Llobregat, donde suelen apostarse fot¨®grafos aficionados. Tampoco tendr¨ªan mucho que retratar: apenas ocho aviones aterrizaron ayer por la tarde en el aeropuerto Josep Tarradellas, transmutado en un escenario fantasmal, un templo del silencio por el que pululan los pocos viajeros que a¨²n vuelan y donde los sin techo que lo habitan son menos invisibles que otras veces.
El tr¨¢fico a¨¦reo ha ca¨ªdo un 94% en El Prat pero, ?por qu¨¦ vuelan los que a¨²n vuelan? Por trabajo, por una emergencia o porque est¨¢n varados en alg¨²n lugar del planeta y quieren regresar. Es el caso de los animados egipcios que campan frente a los mostradores de facturaci¨®n. La terminal 1, ¨²nica operativa, acoge un intercambio de viajeros cautivos del coronavirus: el vuelo MSC 2063 fletado por Air Cairo con ayuda de la embajada trae a cuatro espa?oles que pretend¨ªan regresar de Egipto y llevar¨¢ all¨ª a m¨¢s de un centenar de egipcios deseosos de salir de Espa?a.
Mustaf¨¢ Salem, de 34 a?os, vuelve con su mujer y sus tres hijos porque se les ha acabado el dinero. ¡°Llevo cinco a?os en Girona como investigador m¨¦dico. Somos felices, pero el alquiler es caro y no puedo trabajar. En mi pa¨ªs tengo un puesto fijo en la universidad¡±, explica. Youssef, de 23 a?os ¡ªcabeza rapada, chupa de cuero, frondosa barba de hipster¡ª estudia ingenier¨ªa en Madrid. Pero ahora vuelve a casa, como muchos estudiantes. ¡°?Qu¨¦ sentido tiene seguir aqu¨ª con clases online? Adem¨¢s, si hay que morir, mejor cerca de la familia¡±, bromea mientras fuma un cigarrillo.
Pero su familia est¨¢ preocupada de verdad, y Youssef ha visto en este vuelo una oportunidad (tal vez la ¨²nica en meses) de salir. Critica que ha tenido que pagar de su bolsillo 1.200 euros por el vuelo y por dos semanas de cuarentena forzada que ¨¦l y el resto de pasajeros pasar¨¢n en un hotel de Marsa Alam, en las orillas del Mar Rojo. ¡°No podremos salir de las habitaciones en dos semanas y es una pena¡±, lamenta Salem, el investigador, ¡°porque Marsa Alem es un bonito lugar para bucear¡±.
Casi tan bueno como las Maldivas, donde Alberto Alc¨¢zar, Sara Castillo y su hija de 15 a?os han pasado una cuarentena fiel a su etimolog¨ªa: 40 d¨ªas en el para¨ªso. Cruzan la puerta de llegadas con cara de cansados tras un periplo a¨¦reo ¡ªMal¨¦, Doha, Londres, Barcelona; buscan bus para ir a Valencia¡ª que les ha hecho olvidar las aguas turquesas de Maafushi. ¡°Es una isla local, para mochileros, nada de resorts¡±, cuenta ella. La familia sali¨® de Espa?a el 10 de marzo. ¡°A¨²n se dec¨ªa que era solo una gripe, las calles se hab¨ªan llenado en el D¨ªa de la Mujer¡¡± Deb¨ªan regresar a finales de ese mes, pero KLM cancel¨® los vuelos sucesivamente y no han encontrado otros billetes ¡ª4.000 euros les cost¨® ¡°la broma¡±¡ª hasta hoy.
En las playas Maafushi todo bien, gracias (r¨ªen), hasta la ¨²ltima semana: ¡°Saltaron casos en la capital y, aunque la gente es encantadora y hasta nos regalaron pulseras, ya nos empezaron a mirar un poquito mal¡±.
Peor tratada se ha sentido Anna Mir¨®, 40 a?os, en el cementerio nuevo de Ibiza, de donde regresa ligera de equipaje tras haber dicho el ¨²ltimo adi¨®s a su abuela de 93 a?os. ¡°Aunque ha muerto por causas naturales, nos obligaron a incinerarla. Fueron muy desagradables¡±, dice la mujer, farmac¨¦utica en Barcelona.
Por trabajo ha volado tambi¨¦n a la isla y regresa ahora V¨ªctor, que cada dos por tres ha de mostrar el certificado que le habilita para trabajar. ¡°En los aviones solo se llenan algunas filas. Y el asiento de en medio se deja vac¨ªo. Como esto¡±, y mira a su alrededor: los bares precintados con pl¨¢sticos, el sonido sordo del aire acondicionado, la puerta de llegadas donde nadie espera a nadie.
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